Se estudian tres ceremonias científicas organizadas en distintos teatros de la ciudad de Buenos Aires por el Círculo Médico Argentino (CMA). Como parte de las prácticas de sociabilidad de esta institución, estas ceremonias, dedicadas a conmemorar episodios e individuos centrales en la frágil comunidad médica de la segunda mitad del siglo XIX, fueron uno de los recursos utilizados por el CMA para la transmisión de sentidos, valores y representaciones acerca de la práctica médica local a la sociedad civil y el poder político de su época. Esta estrategia de amplificación de los aspectos simbólicos y culturales de la práctica profesional y científica de la medicina fue utilizada por el CMA tanto para construir audiencias mayores, ganar visibilidad y demandar legitimidad para el conjunto de prácticas médicas, como para abrir una brecha de acceso al reconocimiento político en una ciudad con tendencia a mirar como extraños a médicos y hospitales hasta bien entrado el siglo XX. En especial, los tres casos estudiados permiten ilustrar las estrechas relaciones entre las ceremonias teatrales y la puesta en circulación de un programa experimental para las ciencias médicas de la ciudad de Buenos Aires.
Three scientific ceremonies organized in different theaters of the city of Buenos Aires by the Argentine Medical Circle (CMA) are studied. As part of practices of sociability of this institution, these ceremonies dedicated to commemorate episodes and central individuals in the medical community in the second half of the nineteenth century were one of the resources used by the CMA for the transmission of meanings, values and representations about the local medical practice civil society and political power. This amplification strategy of symbolic and cultural aspects of professional and scientific practice of medicine was used by the CMA both to build larger audiences, gain visibility and claim legitimacy for all medical practices, such as to open a gap in access to political recognition in a city with a tendency to look like strangers to doctors and hospitals until well into the twentieth century. In particular, the three case studies to illustrate the close relationship between the theatrical ceremonies and the circulation of a pilot program for medical sciences in Buenos Aires city.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la vida científica y médica de la ciudad de Buenos Aires puso en el centro de la escena un amplio arco de prácticas de sociabilidad –y asociacionismo– que incluyeron entre sus principales propósitos la obtención de legitimidad para un nuevo régimen de producción de saberes que aspiró a transformarse en un espacio intelectual hegemónico.
En el curso de la presente investigación se identificaron durante el medio siglo elegido como eje del análisis, una treintena de ceremonias científicas teatrales, la mayor parte de ellas radicadas en la ciudad de Buenos Aires, y en menor medida en las ciudades de La Plata –capital de la provincia de Buenos Aires desde 1882– y en la ciudad de Córdoba, capital de la provincia de nombre homónimo. De hecho el abanico de prácticas y sentidos incluidos es amplio; aquí se focalizará sobre las ceremonias convocadas por el Círculo Médico Argentino en su carácter de gremio de los estudiantes de medicina de la ciudad de Buenos Aires. Pues dichas convocatorias implicaron un doble movimiento de legitimidad. Legitimidad para las ciencias médicas frente al público porteño, en especial frente a las familias patricias de la ciudad, tarea en la que compartieron objetivos y estrategias con el resto de los miembros del cuerpo profesional de la ciudad, academia de medicina y médicos graduados de la universidad en general. Luego, legitimidad frente a la red de instituciones y actores que compusieron el régimen de producción de saberes de la floreciente ciudad, frente a quienes se posicionaron como los representantes de la juventud en el campo de las ciencias médicas.
Es esta última faceta la que invoca especial atención pues el estudio del ceremonial desplegado por las sociedades científicas locales, permite ver el uso del teatro como herramienta de resolución de diversos grados de conflictos. Algunos de ellos son el conflicto entre claustros universitarios, como fueron el personal docente y el personal alumno de la facultad de medicina. También entre instituciones como el centro gremial estudiantil y la Academia de Medicina de la UBA, la Sociedad Científica Argentina, o el Museo de Ciencias Naturales, todas ellas comprometidas en el proceso de cristalizar un espacio para las ciencias experimentales en la ciudad. El capital material y simbólico en disputa fueron el público patricio amante del teatro, también las autoridades públicas nacionales y provinciales; otras veces también internacionales, como se apreciará más adelante.
Público y autoridades implicaron una posibilidad de peticionar financiamiento y por ende mayores posibilidades de cristalización en la sociedad civil del período, en un momento que ha sido ampliamente descrito y caracterizado por su fragilidad endémica a la hora de financiar instituciones del saber. Se recordará como ejemplo que un cuestionado Eliseo Cantón –diputado, decano y académico de la escuela médica– se quejó amargamente en plena Cámara de Diputados de la Nación, que era más fácil concitar la atención de los filántropos porteños en la creación del Jockey Club local –las “patas de los burros”– que en la fundación de nuevos hospitales, por ejemplo (Souza y Hurtado,
Respecto de los recursos conceptuales, los estudios sobre sociabilidad han sido un campo historiográfico prolífico, en buena medida relacionado con el intento de mirar la vida política de los estados desde nuevos ángulos. La sociabilidad y la asociación han sido invocadas también en América Latina como marco “sociocultural
¿Qué se entiende por sociabilidad en la Historia de la Ciencia, de la Tecnología y de la Medicina occidental post-revolución científica de fines de siglo XVII? ¿Qué ecos de estas prácticas se pueden rastrear en suelo americano –ciudad de Buenos Aires incluida– durante el siglo XIX? Aquellas preguntas llevan a considerar un fenómeno histórico complejo, que incluye la referencia a espacios y prácticas muy disímiles unas de otras. Y ello es así porque es necesario evitar la dispersión de sentidos a la hora de referirse a un concepto como el de sociabilidad, siempre sospechado de polisemia (Agulhon,
Cada uno de aquellos ejes –espacios y prácticas– está relacionado en forma estrecha con el florecimiento de las sociedades civiles modernas que, llegados los siglos XVIII y XIX, tocaron a las puertas de los antiguos regímenes nobiliarios. En las ciudades referenciales de la Europa que vive la triple revolución científica, y luego la revolución industrial y la revolución francesa, como en las ciudades americanas del siglo XIX que viven el proceso de independencia de la monarquía española, la búsqueda de una sensibilidad para la ciencia, la tecnología y la medicina estuvo relacionada en forma estrecha a un nuevo tipo de vida asociativa (Porter,
Si se hace foco en los espacios, puede apreciarse lo que Agulhon (
Sin embargo, la naciente filosofía natural dio muestras de no ser propiedad exclusiva de las elites urbanas. De hecho, sectores populares y medios de diversas urbes vieron florecer espacios y prácticas, como la taberna y la cafetería, cuyas mesas solían congregar grupos de lecturas, a veces antagónicos. Tampoco quedaron fuera de la curiosidad general por la nueva filosofía las conferencias, la creación de sociedades de horticultura, la circulación de diversos textos médicos, agrícolas, filosóficos, matemáticos entre otros (Fissell y Cooter,
Dos tipos de prácticas –distintas y complementarias– fueron visibles en los espacios mencionados. Ambas respondieron al viejo problema de la credibilidad y la legitimidad de las actividades experimentales allí realizadas. En principio redactar –y circular– un informe minucioso; y ello permitió dar legitimidad a los experimentos, en especial frente a los ojos y creencias de pares que no hubieran asistido a la “asamblea de expertos”, en los momentos en que se alcanzó consenso –por el discurso y/o el experimento– sobre algún tipo de afirmación sobre el comportamiento de la naturaleza (Shapin y Schaffer,
Seguidamente, una forma algo distinta de la sociabilidad se vio en las mencionadas ceremonias públicas en el anfiteatro anatómico, en las conferencias en las sociedades científicas, en el salón cortesano, o en el catálogo del museo. Allí la asistencia de un grupo ampliado de participantes en la empresa del saber –el público– se transformó en un elemento epistemológico clave. Ya no se trataba solo de testimoniar la práctica experimental entre un grupo de eruditos o especialistas, sino de ganar una audiencia mayor. Ampliación imprescindible para adquirir legitimidad, tanto a ojos del poder político como de los actores referenciales en esas incipientes sociedades civiles.
Estos espacios y prácticas de sociabilidad llamaron la atención de los médicos latinoamericanos, quienes prestaron su testimonio de admiración al desarrollo de la medicina en las capitales científicas europeas durante la segunda mitad del siglo XIX. Es Ignacio Pirovano –honrado por sus pares y alumnos con el título de “Cirujano mayor” de la ciudad de Buenos Aires– quien afirmó haber frecuentado, en su periplo europeo de inicios de la década de 1870, tanto La Sorbona y las facultades alemanas, como “las pensiones del cuartel latino y las atmósferas confinadas de humo de pipa y vapores de cerveza de Bonn y de Heidelberg, donde hemos escuchado discusiones científicas dignas de ser oídas por un Bernard o un Wirchow”.
Por su parte, la América Latina posterior a las guerras por la independencia vio el inicio de una lenta y compleja reorientación de sus afinidades científicas, tecnológicas y médicas. El siglo XIX encontró a las ciudades más pujantes del antiguo mundo virreinal tras la búsqueda de una identidad local que las llevó tanto a cuestionar su herencia colonial, como a definir sus relaciones con las principales capitales científicas europeas. Dicho proceso ha sido denominado como el paso de la “ciencia colonial” a la “ciencia nacional”, subrayando así el cuestionamiento de Portugal y España como metrópolis políticas, culturales y científicas unívocas –a ojos de los virreinatos– entre los siglos XVI y XVIII (Lafuente y López-Ocón,
Un incipiente espacio público para la ciencia, la técnica y la medicina tomó forma en suelo americano, en especial durante la segunda mitad del siglo XIX (López-Ocón,
Ahora bien, algunos de esos pasos no fueron muy distintos a los que dieron las capitales científicas del viejo continente desde el siglo XVII. Afloró la prensa científica, tecnológica y médica, se fundaron instituciones educativas, se comenzó a participar en las exposiciones internacionales, se fundaron museos y –de especial interés para este trabajo– hizo su irrupción el asociacionismo profesional (López-Ocón,
Asociaciones y círculos dedicados a la modernización de los saberes existentes ven la luz durante estas décadas, al compás del florecimiento del espíritu de asociación. Existen trabajos donde se muestran los resultados de ese proceso, incluida la ciudad de Buenos Aires (López-Ocón,
Ciertamente la fragilidad de todo el proceso fue visible, comparada con la notable expansión de la ciencia, la medicina y la tecnología en Gran Bretaña, Francia, Alemania y EEUU. En 1875, el afamado médico porteño Pedro Rooverts –redactor de la
Sin embargo, fragilidad no es sinónimo de inexistencia. En las siguientes cuatro décadas las ciencias biomédicas porteñas presenciaron una intensificación de su vida experimental de la mano de un potente movimiento generacional y estudiantil, que cuestionó tanto las estructuras institucionales, como las prácticas del saber existentes. Como se podrá apreciar los teatros jugaron un papel clave en ese proceso, al ser el espacio que ayudó a cristalizar una legitimidad ampliada –un público– para los apóstoles de las ciencias médicas.
Si la medicina occidental se encontró inmersa en una poderosa mutación durante todo el siglo XIX (Wear,
Entre aquellas prácticas asociativas destacan las actividades dirigidas a un público mayor que la pequeña comunidad de estudiantes y profesionales de la medicina, tales como las ceremonias teatrales, pues a diferencia de otras modalidades de sociabilidad, interpelaron a una audiencia políticamente influyente, según se desprende de algunas de las crónicas, con el objetivo de hacerlo partícipe del diagnóstico y también del desarrollo de las ciencias médicas locales. También fue una manera de hacerlo partícipe de una ideología del progreso, visible en la centralidad que cobraba la vida experimental. Intentar incorporar al selecto público de las familias patricias porteñas fue una manera de responder a problemas similares a los que se les habían planteado a las sociedades y salones europeos de siglo XVIII y XIX (Palló,
Los teatros de la ciudad fueron espacio de intensa sociabilidad cultural y política; también científica y médica. Tanto la prensa periódica como la prensa médica son prolíficas en convocatorias a diversas ceremonias, destinadas a celebrar (o conmemorar) escenas de la cultura científica y de los progresos educativos locales. En tal sentido se hará foco a continuación en tres descripciones de ceremonias teatrales de un total de treinta pues ellas muestran a un actor clave como fueron los estudiantes de ciencias médicas de la ciudad, jugando un papel central en la promoción de la “medicina experimental” y de la “ciencia nacional”, frente al “público selecto” y las “clases ilustradas de la ciudad”. Al menos en una de esas tres descripciones encontramos un cuarto tópico, que dio fuerza inusitada a los objetivos de la ceremonia: la presencia de las máximas autoridades locales. El presidente de la nación y sus ministros, el intendente de la ciudad, algunos gobernadores y embajadores de otras naciones, fueron inequívoco signo de la relevancia que adquirió la celebración de la transformación de la medicina experimental.
La primera de las tres celebraciones sobre la que es útil detenerse es la que tuvo lugar el 19 de mayo de 1882 en el Teatro Nacional, cuyo motivo central era honrar la memoria del recientemente fallecido Charles Darwin. La segunda es la conmemoración del doctor Guillermo Rawson que tuvo lugar el 12 de mayo de 1890, en el antiguo Teatro Onrubia. Este mismo teatro alojó la tercera celebración cuyo objetivo fue entregar los premios del concurso científico, que buscó proyectarse a otros países de América Latina, organizado por el CMA para conmemorar el cuarto centenario del descubrimiento de América, el 12 de junio de 1893.
La honra fúnebre de Charles Darwin fue convocada por la Comisión Directiva del CMA, una vez llegada a la ciudad la noticia de su deceso.
Dos polemistas de peso en la cultura científica porteña compartieron el homenaje fúnebre al naturalista británico: el ex presidente de la república Domingo Faustino Sarmiento y el joven médico y naturalista Eduardo Ladislao Holmberg. El primero de los convocados ya era avezado hombre de letras y una figura política central en la década precedente. Su aporte a la institucionalización de las ciencias locales había sido contundente; había promovido la radicación del naturalista prusiano Germán Burmeister, figura clave en el Museo Nacional de Buenos Aires, hoy Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia (Mantegari,
La ceremonia se llevó a cabo en un teatro de importancia en la ciudad como era el Teatro Nacional, que fue cedido por sus propietarios los señores “Olmos y Cía.”. A la reunión se le dio el carácter de “conferencia pública”, y a los oradores mencionados el título de “disertantes”. El texto de Sarmiento, titulado
Sarmiento echó mano de argumentos usados por el biólogo británico Thomas Huxley para explicar en forma breve “el transformismo” de Darwin. También tuvo tiempo para elogiar la belleza del público femenino presente, en un gesto nada casual que ayudó a generar un vínculo de empatía con el público. Por su parte, la conferencia pronunciada esa noche por Eduardo Holmberg, titulada
El homenaje fúnebre a Darwin fue un éxito en la convocatoria de público. Según la prensa médica, la “selecta concurrencia” presente en el Teatro Nacional ascendió a cuatro mil personas. En tal sentido, las noticias celebraron el liberalismo de las “clases superiores” y, en especial, de las damas presentes, “que siendo en su mayoría católicas, no han trepidado un momento en ir a aplaudir a los que sin estar con sus ideas y hasta chocando en algo sus sentimientos, han rendido con maestría el homenaje intelectual a que se hizo acreedor el sabio autor del
Se recordará que el aplauso –y en especial el aplauso femenino– fue un elemento bascular en la obtención de legitimidad para la naciente filosofía natural presentada en los salones ilustrados, al menos desde el siglo XVIII (Schiebinger,
“HOMENAGE A DARWIN: Cuando se tuvo conocimiento de la muerte de Darwin, se organizó por la CD la fiesta en homenaje a su memoria que tuvo lugar el 19 de Mayo en el teatro Nacional, espontáneamente cedido por sus propietarios señores Olmos y Cía. Todos asististeis a la gran conferencia celebrada por el ‘Círculo Médico Argentino’, y aplaudisteis a los oradores designados, General don Domingo F. Sarmiento y Doctor don Eduardo L. Holmberg. El resultado obtenido probó que la elección no pudo ser más acertada. Cuatro mil personas han dado testimonio de ello. Tanto a los disertantes como a los señores Olmos, se agradeció cumplidamente su importante y generoso concurso”.
Por su parte, el diario
“Nuestras figuras científicas más culminantes estaban allí confundidas con los personajes sociales y políticos, escritores, hombres de parlamento, jóvenes de las universidades, y colegios, curiosos de la ciencia. Se notaban muchas damas y conocidas familias en los palcos y tertulias. (...) La fiesta de anoche ha granjeado un título más al CMA, también ha hecho honor a la sociedad de Buenos Aires, en cuyo seno los nombres de Darwin, Huxley y Humboldt no suenan como palabras huecas y vacías de sentido”.
Los “jóvenes de las universidades” convocaron a otra honra fúnebre ocho años más tarde, esta vez la del doctor Guillermo Rawson. El 11 de mayo de 1890 la prensa local anunció la celebración de una “sesión extraordinaria en el teatro Onrubia” organizada por la Comisión Directiva del CMA, para las 20 horas del siguiente día. El propósito central era “tributar homenaje a la memoria de su ilustre socio honorario Dr. Guillermo Rawson”. La noticia acotaba que “las pocas localidades disponibles podrán solicitarse hasta esta noche en la secretaria de la sociedad”.
Rawson no era un sujeto de la talla experimental de Darwin. Sin embargo, fue un médico higienista importante en la escena científica y política de la ciudad, catedrático de la Escuela de Medicina (y luego Facultad) entre 1870 y 1883, fundador de la filial local de la Cruz Roja y autor de algunos breves tratados de higiene respetados por sus pares y alumnos, entre ellos dos titulados
En este caso, los oradores designados fueron dos socios tempranos del CMA, Samuel Gaché y Wenceslao Escalante, quienes hicieron una detallada biografía científica, docente y política del héroe de la jornada. La agenda política de Rawson corrió en forma paralela a su trayectoria médica; siguiendo los pasos de muchos “jóvenes liberales” (y médicos) se opuso al rosismo
Algunas diferencias con la honra fúnebre precedente –sutiles pero nítidas– afloraron en las descripciones hechas de la ceremonia. Hubo un trasfondo similar marcado por el homenaje a base de expositores; también hubo una concurrencia nítida, en un teatro cedido por sus dueños y empresarios. Sin embargo, el dispositivo teatral montado ganó en complejidad. La ceremonia duró unas cuatro horas –desde las 20 horas a medianoche en punto–, con un cuarto intermedio entre discurso y discurso. Por su parte se dispuso de dos bandas musicales; la primera fue la banda del cuerpo de bomberos de la ciudad, que amenizó la espera de la apertura del acto, tocando piezas musicales en el vestíbulo del teatro antes de dar inicio a la ceremonia oficial. La segunda banda estuvo contratada para el evento y fue “la orquesta del maestro Furlotti compuesta de reputados músicos”, que “ejecutó piezas apropiadas al acto”
No faltaron tres elementos ornamentales contundentes, como fueron una importante cantidad de arreglos florales, banderas en los proscenios del teatro y fuegos de artificios. Y acompañando aquel despliegue, en un lugar preferencial, un busto y un retrato de Rawson aportados por el escultor y retratista italiano Camilo Romairone, especialista en arte funerario y autor de muchos de los bustos clásicos de la Casa de Gobierno: “El busto del eminente patricio e ilustre médico, se ostentaba en el medio de la escena, cedido por su autor el escultor Romairone. Un retrato del mismo pendía de un muro”.
Algunas semanas después –y al igual que en la ceremonia anterior– la prensa médica presentó una breve descripción desde el interior de la escena:
“El CMA celebró el 12 de mayo en el teatro Onrubia la ceremonia dedicada a la memoria de su socio honorario Doctor Guillermo Rawson. Los miembros del CMA, los representantes de las corporaciones científicas, y los altos funcionarios públicos ocupaban el proscenio que estaba elegantemente decorado con trofeos de banderas y guirnaldas de flores”.
También en el teatro de Emilio Onrubia tuvo lugar, el 12 de junio de 1893, la tercera de las celebraciones teatrales señaladas. Esta vez fue la entrega de premios del concurso médico sudamericano, dedicado al cuarto centenario del descubrimiento de América. A diferencia de las anteriores, esta noche no fue de conmemoración fúnebre a héroes experimentales, sino la entrega de premios de un concurso promocionado en forma intensa en la escuela médica local, durante el año precedente. El diario
En el caso del concurso médico sudamericano, se convocó a médicos locales e internacionales, siendo de gran importancia las redes de intercambio bibliográfico elaboradas con paciencia desde fines de la década de 1870. En efecto, desde Chile a Cuba, varias revistas médicas y científicas latinoamericanas con las que el CMA tuvo intercambio fluido, publicaron el reglamento general del concurso, del cual fueron impresas unas 3000 copias dispuestas a tales fines.
El carácter experimental de la convocatoria quedó definido en el primer inciso del reglamento. En él se afirmaba que “son trabajos del concurso: memorias inéditas sobre medicina, piezas anatómicas, preparaciones histológicas, anátomo-patológicas, plásticas, instrumentos, aparatos, etc., que no hayan sido entregadas al público antes de la fecha de concurso”.
Los resultados del “concurso sudamericano” se conocieron a fines de febrero de 1893 y la ceremonia para la entrega de los premios se llevó a cabo en el mes de junio. Estos resultados fueron comentados en forma dispar; buena parte de las declaraciones oficiales de las comisiones directivas del CMA reconoció el éxito del concurso. Otras voces reconocieron que la cantidad de trabajos esperada era mayor a los 25 trabajos finales presentados. Entre ellos, varios no poseían verdaderos méritos científicos a ojos del jurado y algunos otros ya poseían publicaciones en otras revistas y concursos. Por ello, el número final de trabajos premiados se redujo a once.
La fiesta de entrega de premios convocada en el Teatro Onrubia contó con un dispositivo similar al anterior, caracterizado por la presencia de tres bandas musicales –dos bandas militares en la entrada y una orquesta en el interior del teatro– y un arreglo de plantas y flores cedido por el Jardín Municipal. Solo que esta vez el programa de la fiesta ganó en complejidad, pues el número de piezas musicales fue mayor y estuvieron asociadas en forma estrecha a los discursos tanto de las autoridades del CMA como a los miembros del cuerpo diplomático. El himno nacional abrió la ceremonia y luego siguieron –entre discurso y discurso– la ópera Carmen, la Gavotta Imperial, la Marcha Nupcial, la primera Sinfonía de Campanone, el Intermezzo de Cavalleria Rusticana, y la Danza de las Horas de La Gioconda.
La complejidad del despliegue musical estuvo en estrecha relación a las autoridades presentes. Según el relato de la fiesta hecho en la revista del CMA: “Fue una fiesta brillante en que se dio cita lo más distinguido de Buenos Aires. Asistió el Sr. Presidente de la Republica Dr. Luis Sáenz Peña, acompañado de sus ministros Escalante, Alcorta, Cané, Avellaneda y Viejobueno”.
La fiesta de la medicina experimental incluyó la presencia de algunos embajadores de países vecinos, que otorgaron las medallas concedidas por sus gobiernos a los ganadores del concurso. Cristalizó en este acto una fuerte concesión de legitimidad por parte del poder político local –y también regional– a las actividades de la pequeña sociedad gremial y científica. En efecto, en las primeras filas del teatro
“Se encontraban los miembros del jurado, el Sr. Ministro del Perú, Dr. Alberto Ulloa, el intendente Municipal interino, Dr. J. J. Montes de Oca, los premiados, los delegados de las corporaciones científicas, numerosos médicos y los miembros de la Asociación que así festejaban el gran triunfo obtenido. Los ministros plenipotenciarios de Chile, Brasil, Republica Oriental, asistieron también; y se excusaron por impedimentos especiales de última hora, los del Paraguay y Bolivia”.
Al igual que en las ocasiones anteriores, dicha legitimidad no vino solo de la mano del poder político y de las otras “corporaciones científicas” que se hicieron presentes. Nuevamente “los palcos estaban ocupados por las principales familias de la Capital, y todo el teatro desbordante de concurrencia”.
El papel del teatro en la vida de los estudiantes universitarios y en especial de los estudiantes de medicina argentinos, no es menos nítido en las dos primeras décadas del naciente siglo XX.
A los ya mencionados teatros
El diario
“Se efectuó anoche, en el teatro Argentino, de La Plata, la velada organizada por la federación local de estudiantes universitarios, en homenaje al fundador y durante doce años presidente de la universidad nacional de aquella ciudad, Dr. Joaquín V. González. El acto se ajustó en todo al programa que publicamos ayer. Congregó un público numerosísimo, en el que predominaba el concurso estudiantil. En los palcos y plateas del teatro, literalmente lleno, distinguidas damas y señoritas realzaban el carácter social de la demostración. Una excelente banda en los breves intervalos de la oratoria, ejecutó muy ajustadamente diversas piezas. Ocupaban el palco escénico, rodeando al Dr. González, el presidente actual de la universidad, Dr. Rodolfo Rivarola, D. Leopoldo Lugones, los miembros del consejo superior de la misma universidad, los decanos y rectores de las Facultades y colegios respectivos, la junta directiva de la Federación, los delegados de otras instituciones similares, académicos, profesores, etc.”.
Los estudiantes seguían usando el teatro como espacio en el cual batallar por su legitimidad como actores de pleno derecho en la vida científica y universitaria local. Y lo hicieron echando mano de viejas herramientas, como era convocar tanto a las autoridades como a los “selectos públicos” de la ciudad.
Ese cruce de miradas no solo amplió el espacio de legitimidad para la vida experimental, sino también las credenciales políticas de los estudiantes, como actor de pleno derecho en el convulsionado régimen de producción de saberes locales de inicios de siglo XX. Corrían los días de lo que en la historia de las universidades argentinas –y también en la historia de la ciencia– se denomina “Reforma Universitaria”; días en que los estudiantes universitarios cuestionaron en profundidad la “ciencia oligárquica” heredada de la segunda mitad de siglo XIX. Y ese clamor por renovar la vida universitaria y experimental tuvo lugar en espacios y a través de prácticas concretas, tales como la convocatoria a huelgas generales universitarias, las largas marchas estudiantiles en las calles céntricas de la ciudad, la toma de facultades y escuelas, la disputa a través de la prensa estudiantil y científica, las asambleas estudiantiles –convocados por las federaciones de estudiantes universitarios– en las plazas de las principales ciudades. A esos espacios y prácticas también se sumó el uso de los teatros para asambleas políticas y universitarias, que siguieron el protocolo ya clásico de los discursos de dirigentes estudiantiles, la presencia de bandas musicales y la entonación de marchas como “la Marsellesa”, que suscitaron la fascinación y el asombro –por partes iguales– de la prensa masiva de las grandes ciudades.
Utilizamos la expresión “nuevo régimen de producción de saberes” para aludir a la drástica renovación que buscaba, entre otros objetivos, asimilar las tecnologías de producción experimental al seno de la escuela médica de Buenos Aires. El grupo local impulsor de este ideal, protagonista del presente articulo, defendió la estrecha relación entre las cosmovisiones medicas y aquellas formas de practicar la producción experimental. Tomando como referencia lo que ocurre en Europa, este grupo anhela una renovación material e intelectual, que se propone, al mismo tiempo, actualizar el área de estudios. Las transformaciones ocurridas en los estudios anatómicos y quirúrgicos, pueden verse en: Souza y Hurtado (
Con referencia a América Latina, pueden verse: González Leandri (
Algunos aportes precursores fueron el trabajo de Knight (
Pirovano, Ignacio (1875), “Correspondencia del doctor Pirovano”,
Rooverts, Pedro (1877), “Sobre la Sociedad Médica Bonaerense y sobre el espíritu de asociación entre los médicos de la capital”,
En 1875, como estudiante de medicina, Holmberg había publicado la novela
Sarmiento, Domingo (2009) [1882],
Holmberg, Eduardo (1882),
Novaro, Bartolomé (1882), “Informe sobre la marcha del “Círculo Médico” leída por su presidente, en la Asamblea del 29 de Junio”,
Gaché, Samuel (1890), ”Discurso leído por el Dr. Samuel Gaché”,
El “rosismo” alude a la adhesión a los componentes ideológicos y políticos nacionalista del federalismo porteño con raíz en el período de prevalencia política del general Juan Manuel de Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires, que se extendió entre 1929 y 1952. El rosismo confrontaba con los ideales europeístas de sectores intelectuales y políticos de orientación liberal.
Gaché, Samuel (1890), “Discurso leído por el Dr. Samuel Gaché”,
Antes de asumir Bartolomé Mitre la presidencia de la Nación por el período, el Congreso sanciona una ley que dispone la federalización de la ciudad de Buenos Aires, que es rechazada por la legislatura de la provincia homónima. El conflicto causó la división del partido gobernante en el Partido Nacional liderado por Mitre –sus miembros fueron conocidos como “cocidos”– y el Partido Autonomista “los “crudos””, liderado por Adolfo Alsina, gobernador de Buenos Aires (1866-68) y más tarde vicepresidente de la Nación.
Gaché, Samuel (1890), “Discurso leído por el Dr. Samuel Gaché”,
Gaché, Samuel (1892), “Memorias del presidente del Círculo Médico Argentino, Dr. Samuel Gaché. Presentada a la Asamblea Anual (29 de Junio de 1892)”,
Gaché, Samuel (1892) “Concurso Sud-Americano”,
Gaché, Samuel (1892), “Concurso Sud-Americano”,