Hacia fines del siglo XIX, algunos médicos argentinos que enseñaban en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires entendían que los estudiantes y futuros médicos debían ser formados en un saber integral, que superara las materias clínicas. De este modo, intentaron inculcarles el conocimiento de las letras y el arte, pero también promovieron las ventajas del desarrollo físico, forjado en las prácticas deportivas, necesario para fortalecer a los alumnos ante una carrera de tal magnitud y para acrecentar los sentimientos de confraternidad y camaradería. Hacia la década de 1920, Bernardo Houssay, célebre médico argentino y ganador del premio Nobel (en 1947), volvía a insistir sobre la necesidad de una educación integral del estudiante de medicina y proponía, para su materialización, el proyecto de una ciudad universitaria en Buenos Aires. Este texto analiza, entonces, el modo en que se buscó formar a los alumnos en diversas prácticas y conocimientos, más allá de los estrictamente médicos, e indaga los distintos proyectos (políticos, sociales) vinculados a tales propósitos que tuvieron lugar durante estas décadas en la Argentina.
At the end of nineteenth century, certain Argentinean doctors who taught medicine at the Universidad de Buenos Aires considered that students had to develop an integral knowledge able to outweigh the medicine subjects. Consequently, not only have they tried to inculcate this wide knowledge into the students -which included literature and art concepts- but have also promoted the advantages of the physical activity -derived from sports- as necessary to strengthen the students, allowing them to face such extensive career and, in this way, increase the feelings of friendship and brotherhood. In 1920, Bernardo Houssay, renowned Argentinean doctor and Nobel Prize winner (in 1947), again insisted on the need of an exhaustive education and a harmonious development for the medicine student, for which he suggested building a University campus in Buenos Aires. Therefore, this paper analyzes the attempts of training the students in different practices and widening their knowledge beyond the strictly medical concepts. It also looks into the different projects (political, social) in connection with the purposes above mentioned which were supported during those years in Argentina.
En la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, desde su fundación como Departamento independiente en 1821, han estudiado distintas figuras que se destacaron en el desarrollo de las ciencias clínicas en la Argentina, pero también en materia de sociología, política, educación e incluso literatura. Algunos de estos médicos, como Eduardo Wilde, José María Ramos Mejía, José Ingenieros, Héctor Taborda o Bernardo Houssay, que además se desempeñaron como profesores o jefes de cátedra, intentaron proyectar desde sus discursos académicos (lecciones, artículos, conferencias, discursos inaugurales de cátedra) un alumnado formado en una educación integral, cuyos conocimientos se ampliaran desde las materias clínicas a otro tipo de saberes, como podrían ser los de las letras, el arte y los idiomas. Se trataba, además, de una formación en la que confluyeran los beneficios físicos y sociales de los deportes y de las actividades físicas. Sin conformarse como un proyecto homogéneo o estructurado, estas propuestas pueden rastrearse en distintos momentos desde la reincorporación de la Facultad de Medicina a la Universidad de Buenos Aires (en 1871) hasta las décadas de 1930 y 1940, momento de expansión discursiva de Bernardo Houssay, médico paradigmático de la investigación en fisiología en la Argentina y ganador del Premio Nobel en Medicina (en 1947). Nos proponemos, entonces, indagar el modo en que algunas voces médicas fundacionales de la ciencia y de la cultura argentina buscaron instruir a los estudiantes y futuros médicos de Buenos Aires y reflexionar sobre las distintas justificaciones e intencionalidades de sociabilidad médica y política subyacentes a tales procesos de educación.
Las pioneras instituciones dedicadas a la instrucción clínica en Buenos Aires datan del año 1780, momento en que se crea el Protomedicato, ocupado de controlar la salud pública para también de enseñar la medicina (Buchbinder,
No obstante, en las décadas siguientes, el desarrollo de los estudios académicos atravesaría una etapa de oscuridad devenida de la reducida inversión intelectual y presupuestaria entre los años 1835 y 1852, bajo el gobierno federal de Juan Manuel de Rosas
Resulta fundamental señalar que, por entonces, la Argentina enfrentaba una gran dificultad: la población del país había experimentado un crecimiento casi vegetativo. Entre 1810 y 1852 el incremento de sus habitantes fue tan sólo de 405.000 a 1.300.000. En este sentido, el aumento demográfico se presentaba como el motor económico y social para un país que necesitaba superar una forma política anacrónica y feudal, y que buscaba una organización democrática y una economía moderna. Este propósito adquiría categoría institucional a partir del artículo 25 de la Constitución de 1853 con el que se fomentaba la inmigración de los europeos
Culminado el período rosista, el entonces gobernador de Buenos Aires, Vicente López y Planes, determinó que hasta no contar con una organización definitiva de la Universidad, la Facultad de Medicina funcionaría al margen de aquella (Pérgola y Fustinoni,
En 1871, bajo el detonante del suicidio de un compañero de estudios «injustamente reprobado» se produjo la denominada revuelta estudiantil del 13 de diciembre (De Veyga,
Paralelamente, el proyecto para poblar el país resultaba marcadamente eficaz y los nuevos habitantes, que se centralizaron en las grandes ciudades, aumentaron de 1.300.000 en 1859 a 7.885.237 en 1910 (Onega,
Insoslayable fue, en esta coyuntura, la iniciativa de la pionera Revista Médico-Quirúrgica, que además de luchar contra el ejercicio ilegal de la medicina, debatía sobre tópicos como su enseñanza, la asistencia hospitalaria, el estado sanitario de la población, y las decisiones en torno a epidemias, vacunación, limpieza de las calles, reglamentación de la prostitución, ética médica, movimientos demográficos. Esta publicación colaboró tanto para que la esfera médica encontrara una dimensión fundamental de identidad, exaltación y reconocimiento, como para exponer la afirmación combativa de los ideales positivistas frente a las tradiciones religiosas que persistían en las instituciones de la salud (Vezzetti,
Hacia los albores del siglo XX, más allá de la defensa del cuerpo físico de las personas amenazadas por microbios y bacterias se empezaba a hacer necesaria también la defensa social de un cuerpo demográfico amenazado por la «insalubridad» criminal, el otro mal moderno e invisible que también era necesario filtrar. Jorge Salessi (
Asimismo, en este período proliferaron una serie de instituciones psiquiátricas y criminológicas: la Oficina Antropométrica (1889) y el Servicio de Observación de Enfermos Mentales (1899) pertenecientes a la Policía Federal, la morgue dependiente del Instituto de Medicina Legal (1896), la Oficina Médico Legal dentro del Hogar Correccional de Menores (1905) y el Instituto de Criminología de la Penitenciaría Nacional (1907). Todo este proceso fundacional fue acompañado por las grandes publicaciones en el área como los Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, creados y dirigidos por José Ingenieros desde 1902 o la centenaria Semana Médica (1894-1994).
Los pasos iniciales del higienismo en el país se desarrollaron de la mano del célebre médico argentino Eduardo Wilde (1844-1913). Wilde fue el primer presidente del Departamento Nacional de Higiene, creado en 1871. También se desempeñó, desde 1875, como profesor titular de las cátedras de Higiene (fundada dos años antes) y de Medicina Legal y Toxicología. En su tesis, titulada Disertación sobre el hipo (1870), Wilde ya anticipaba que «un conocimiento médico arraigado supone un saber profundo y una erudición suma (
...) para ser médico se necesita recorrer los datos de la ciencias todas» (Wilde, [1870]
Veinte años después, un Ramos Mejía ya médico, también renombrado higienista y profesor en la Cátedra de Enfermedades Nerviosas desde 1888, inspirado en la búsqueda de esta «una erudición suma», denuncia la difusión de una infundada creencia que por entonces circulaba en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Se trataba de la errónea opinión que sostenía que el médico perfecto debía «ignorar por completo las más rudimentales nociones de la educación literaria» (Ramos Mejía,
los grandes maestros son grandes escritores, como Bernard, Charcot, Trousseau, Duchenne (...
) eminentes artífices del lenguaje encerrando dentro de su estilo grande, sólido y elegante, su pensamiento fuerte (Ramos Mejía,
Los referentes franceses de las distintas especialidades de la medicina moderna son entonces recuperados como prototipos de esta exitosa imbricación entre el saber clínico y el saber oratorio y letrado.
Ahora bien, tanto Ramos Mejía como otros médicos del periodo, no sólo se refirieron a los beneficios expresivos que las prácticas de la educación literaria podrían otorgar a los alumnos, sino que ellos mismos articularon sus conocimientos letrados en el marco de sus explicaciones médicas. Así pues, en las Lecciones de Enfermedades Nerviosas y Mentales de Ramos Mejía son frecuentes las alusiones «a los tristes círculos del infierno del Dante» de La Divina Comedia, para sancionar moralmente a los alcohólicos delirantes en la «Lección VI: Los toxicómanos o bebedores de veneno» (Ramos Mejía,
Ingenieros escribe su tesis en medicina sobre «La simulación de la locura» en 1900 y un año después redacta un ensayo introductorio para tal obra, titulado «La simulación en la lucha por la vida». En este escrito, alude a múltiples ejemplos de la literatura occidental para ilustrar al arquetipo del simulador de enfermedades y del prototipo fraudulento propio de las grandes ciudades: «el Shylock, de Shakespeare; el Robert Macaire, de Lemaitre; el Mercadet, de Balzac; el Saccard, de Zola» (Ingenieros, [1901]
Sobre este último autor en particular se detiene Ingenieros durante los capítulos de su tesis. En una de las secciones, titulada «Una página del Quijote», el médico explica a partir de la descripción del protagonista de la novela cómo el alienado real (a diferencia de un simulador de la locura) es irresponsable de sus acciones para la justicia. Ingenieros retoma el episodio en que el hidalgo hiere a los herreros que alteran su ceremonia de veneración de armas en la venta y recibe un posterior ataque por parte de aquellos. Ante esta situación, el ventero, «conocedor de la locura del Quijote» y de que «la locura es una causa eximente de pena» (Ingenieros, [1900]
Ahora bien, es importante destacar que la articulación de los documentos literarios en el desarrollo de un estudio científico no fue una propuesta originada entre los médicos argentinos, sino que se inscribe en una tradición europea que también había recurrido a este tipo de materiales para desarrollar distintas investigaciones, por ejemplo, en las áreas de la psiquiatría y de la medicina legal. En este orden, una sinopsis del informe sobre «Los degenerados y criminales en la obra de Zola» (1902) del criminólogo italiano Enrique Ferri fue publicada en los Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines (desde ahora, Archivos). Ingenieros, que escribe la introducción del artículo, plantea que Ferri pudo ver en la figura del escritor naturalista francés Émile Zola al sociólogo detrás del novelista a partir del modo en que éste efectuó en su obra «una disecación de la sociedad» y «una profecía sobre los vicios y las miserias de la presente organización» (Ingenieros,
En la misma revista se publica una investigación sobre «La locura de Don Quijote» (1906) de Antonio Rodríguez-Morini, psiquiatra español y Director de la Revista Frenopática Española. Rodríguez-Morini reconoce que Cervantes ha creado «el tipo más admirable de vesánico que pudiera apetecer como caso clínico el alienista más exigente» (Rodríguez-Morini,
Más allá de las referencias de Ramos Mejía y de Ingenieros, la Revista del Centro de Estudiantes de Medicina (desde ahora RCEM) también se hizo eco de la preocupación por un saber más exhaustivo entre los futuros médicos. La RCEM se publicó desde septiembre de 1901, un año después de la fundación del renovado Centro de Estudiantes, hasta junio de 1909. Sobre todo en sus últimos números, y bajo la dirección del estudiante Héctor Taborda —que asumió el puesto de responsable principal con el número 83 en 1908
Como señalábamos, en junio de 1909 la RCEM dejó de publicarse como tal en tanto se produjo la asociación del Centro de Estudiantes con el Círculo Médico Argentino. De esta unión surgiría un nuevo órgano de difusión: la Revista del Círculo Médico y del Centro de Estudiantes de Medicina. Más de una década después, en 1922, Bernardo Houssay (1887-1971), por entonces profesor en la Cátedra de Fisiología, escribe en esta misma publicación un artículo sobre «La función de la Universidad». Houssay advierte sobre la carencia, en la Facultad de Medicina de Buenos Aires, de una atmósfera moral de camaradería, cortesía, lealtad y cariño, propia de las universidades inglesas y norteamericanas. Para ello, sugiere la necesidad de que los jóvenes «se interesen cada vez más por los deportes, los problemas filosóficos, el arte» (Houssay, [1922]
Cuatro años después, en una conferencia sobre «La carrera de Medicina» ofrecida en el Colegio Nacional de Buenos Aires, Houssay invita a los estudiantes de la escuela secundaria a incursionar en los estudios médicos. Entre las aptitudes y ventajas que reivindica para abordar la carrera, señala el hecho de «dominar varios idiomas, pues abren nuevos campos de cultura; por lo menos traducir bien el francés y además, si es posible, el inglés o el alemán; en estos idiomas se aprende a traducir pronto y luego se dominan poco a poco con el ejercicio» (Houssay, [1926a]
Además de citas como estas no fueron poco frecuentes las referencias en latín o en alemán
Si bien Houssay apoyó el conocimiento y el manejo de idiomas por parte de los estudiantes y egresados con el propósito de abrir «nuevos campos de cultura», también lo hizo con el objetivo de facilitar el establecimiento de nexos con investigadores e instituciones extranjeras. Puede leerse en su obra, no sólo la atención puesta al desarrollo de la medicina y de su enseñanza en universidades inglesas, alemanas o norteamericanas (y la comparación entre estas y la de Buenos Aires), sino que además resulta recurrente la promoción del otorgamiento de becas para que los alumnos se formasen en distintas estadías en el exterior, así como el intercambio y la residencia temporal de profesores extranjeros.
Desde los albores del siglo XX, la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires ha intentado promover el desarrollo de las actividades físicas entre los estudiantes y futuros médicos. Las primeras motivaciones sobre tales prácticas se remontan, no obstante, hacia fines del siglo XIX, cuando una serie de conflictos limítrofes con Chile dispuso importantes preparativos bélicos preventivos: la convocatoria a la Guardia Nacional en 1892, la reorganización del Ejército Nacional dos años después y la refundación efectiva del Tiro Federal Argentino en 1895 (Bertoni,
A partir del nuevo siglo, también la Facultad de Medicina se inscribió en el propósito de inculcar, en un alumnado no tan disciplinado como el escolar, los beneficios de ciertas actividades físicas vinculadas ya no a las prácticas de gimnasia pero sí a los deportes y el tiro. Así pues, en 1902 la RCEM publica los primeros avisos en torno a los concursos universitarios organizados por el Tiro Federal Argentino, y el Centro de Estudiantes efectúa variados certámenes previos para elegir a los mejores tiradores que representen a Medicina en el campeonato
Luego de los torneos de tiro, se conformó la Asociación Atlética de Medicina que durante la Temporada Sportiva de 1906 participó en la Regata y en el Torneo Universitario. Este último, celebrado en el Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, constaba de Martillo, Bala, Cinchada, Carrera de 100, 200, 400 y 800 metros, Carrera de Vallas, Carrera de Postas, Salto en Alto, Salto en Largo, Football y Rugby. No obstante, la RCEM, aun antes de informar los resultados, mostró sus reparos frente a la escasa participación de los estudiantes:
[…] el número de representantes por Medicina fue muy reducido, pocos elementos nuevos, pues en su mayoría eran todos viejos conocidos de las lides sportivas universitarias. Esta indiferencia por los recomendables ejercicios al aire libre, es por demás lamentable. Su utilidad debe ser comprendida más que por nadie por los estudiantes de Medicina, que podrían obtener de ellos los mayores beneficios al conocer las reglas de la higiene moderna
Alejados ya del fomento de las actividades de tiro que buscaban despertar el sentimiento patriótico de los futuros médicos, en este momento los redactores de la RCEM articulan su recomendación de participación deportiva con el mensaje de la buena salud. Son los médicos y los estudiantes de medicina los que deben difundir, entre los habitantes de una sociedad jaqueada por las crisis higiénicas y epidémicas, sus saberes sobre las bondades que las actividades físicas ofrecen a una equilibrada salud. Dichos saberes se ligan al auge de las disciplinas higienistas que se establecieron en Buenos Aires a partir de las décadas de 1880 y 1890, como consecuencia de las nuevas problemáticas ligadas al hacinamiento en la ciudad y a los espacios laborales insalubres. Enunciados como «las bondades del verde urbano», «la respiración del aire puro», «el perjuicio de la palidez del encierro» y «la tonificación de los cuerpos» circulaban como los slogans más consensuados entre los médicos higienistas. Es en este sentido que la RCEM se inserta en la red de revistas que se ocupó de reflejar y propagar la inquietud sanitaria en los diferentes sectores de la sociedad, red de la que participaban publicaciones como La Argentina Médica, la Revista de la Liga contra la tuberculosis, los Anales de Sanidad Militar, el Eco Social de Barracas al Sud y Semana Médica
En tanto, la limitada respuesta de los futuros médicos por la práctica del fútbol —en la que Medicina «no había logrado reunir un núcleo de jugadores que la representaran»
Ahora bien, el propósito de alentar la práctica de estas actividades deportivas no iba a permanecer ajeno al interés de otras revistas médicas del período, ni tampoco se manifestaría como una inquietud meramente local. En su sexto ciclo, los Archivos publican el artículo «La educación física en las universidades» del médico fisiólogo italiano Angelo Mosso (1846-1910). El texto de Mosso da cuenta de las diferencias entre la vida deportiva de los estudiantes de medicina en Inglaterra y Estados Unidos, frente a los alumnos de universidades italianas, francesas e incluso alemanas. En los primeros casos, la actividad física se presenta como intensiva en la rutina de los estudiantes, quienes al momento de inscribirse son vistos «primeramente por el médico y el maestro de gimnasia, los cuales les indican y aconsejan la clase de vida y los ejercicios que deben hacer, y al cabo de un año se anotan los resultados obtenidos» (Mosso,
Como habíamos señalado, en «La función de la Universidad» Houssay también se refiere a la importancia de que los jóvenes de la Facultad de Medicina participen en las prácticas deportivas, además de estudiar cuestiones filosóficas y artísticas, más allá del espectro de conocimientos médicos. En su caso, el elemento que justificó la necesidad de una actividad física entre los estudiantes se alejó de la exaltación de un sentimiento patriótico nacional. Sí fueron recuperadas, en cambio, las máximas que vinculaban el deporte con la buena salud y su necesidad para fortalecer a aquellos que se dispusieran a afrontar estudios tan arduos como la medicina supone, por un lado, pero también para afianzar el sentimiento de confraternidad que estas actividades tienden a generar entre los compañeros. En la conferencia sobre «La carrera de Medicina», Houssay advierte que «una buena salud física es casi indispensable en una carrera fatigosa al que se está expuesto a contagios. Los jóvenes débiles o de salud ya afectada no conviene que estudien medicina» (Houssay, [1926a]
Para 1940, Houssay presenta una ponencia en el Congreso del Profesorado Argentino (Buenos Aires), luego publicada en la Revista Médica de Córdoba, sobre la «Función social de la Universidad». Interesado en una problemática más general sobre los saberes que circulan en las universidades, y ya no sólo sobre aquellos propios de la Facultad de Medicina, Houssay postula que las escuelas fundamentales de toda Universidad deben ser: Filosofía, Ciencias y Letras (Houssay, [1940]
En este marco, y teniendo como ejemplos instituciones extranjeras, Houssay confía en el ideal de una ciudad universitaria, o de un campus, para Buenos Aires. La ciudad universitaria, lejana de una mera continuidad de edificios, suponía para el médico beneficios como «el comercio intelectual frecuente», «la convivencia con hombres selectos y de conocimientos variados, unidos por ideales comunes, en un ambiente elevado donde florecen capacidades creadoras de los estudiosos» (Houssay, [1940]
Lo cierto es que recién en 1962 comenzaría la construcción del Primer Pabellón de la Ciudad Universitaria en el barrio de Núñez, al extremo norte de la Ciudad de Buenos Aires. En este edificio tuvieron lugar los departamentos de Física, Matemática y Meteorología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Para 1971 ya se habían edificados los Pabellones II y III que albergaban (y aún hoy lo hacen) a los Departamentos de Química, Biología y Geología de Ciencias Exactas y Naturales, y a la Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Si bien existían los planos para construir, al menos, dos pabellones más, las obras quedaron inconclusas y jamás se concretaron. La Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, como otras casas de estudio de esta institución, nunca llegó a ser parte de la Ciudad Universitaria. El concepto de campus modélico, como aquella agrupación de institutos, facultades, bibliotecas, habitaciones y sitios pensados para el sano esparcimiento que debían facilitar la convivencia y el intercambio frecuente de ideas entre los alumnos que cultivan las distintas ramas del saber, no se vería entonces concretado para la formación integral (intelectual, ética, física, estética y social) del estudiante de medicina.
En fin, este recorrido por algunas voces y discursos de la medicina argentina intentó mostrar ciertas inquietudes acerca de la formación de los estudiantes entre 1870 y 1940. Discursos, tal vez menos cuantitativamente numerosos que cualitativamente representativos —dada la impronta de sus voceros en los avances de la ciencia y la cultura nacional—, que buscaron proponer un perfil de médico que fuera capaz de combinar sus conocimientos específicos con otros de la cultura letrada, pero también con los hábitos de una buena condición física, implicados ambos (de una u otra manera) en beneficio de su carrera.
El interés por tal condición física fue promovido, por un lado, a partir de distintas instancias de motivación: el deporte como signo de salud, el compromiso patriótico del alumnado, la promoción de la actividad al aire libre como medio de difusión del mensaje higienista, el ensayo de estas prácticas para consolidar la camaradería y la virilidad, o el apto estado físico tanto para alcanzar un desarrollo intelectual acorde, como para encarar un estudio de las magnitudes que supone la carrera de medicina. Como fuese, lo cierto es que el mensaje circuló durante estas décadas y, hasta donde sabemos, no fue recibido ni asimilado por los destinatarios con el mismo énfasis con el que fue propuesto por sus emisores. Por otro lado, en tanto todo médico debía saber expresarse con claridad, fluidez y sabiduría, la cultura de las letras también fue buscada entre los estudiantes y se apoyaba, en este caso, en otros valores y virtudes: las ventajas retóricas y oratorias para mejorar las explicaciones científicas, el conocimiento de idiomas para fomentar el vínculo con el extranjero y la recepción de fuentes internacionales, pero también la lectura de las obras literarias fue estimulada para aprender a partir de la riqueza descriptiva de los más célebres cuadros patológicos de los personajes de ficción.
Si bien muchas de estas propuestas han quedado relegadas o perimidas entre los proyectos de las asignaturas que conforman en la actualidad la carrera de medicina en la Universidad de Buenos Aires, consideramos pertinente su recuperación y su relectura, casi un siglo después en algunos casos, con el fin de reflexionar acerca de los saberes o habilidades que fueron demandadas a los futuros médicos en distintos momentos de la historia de esta institución en la Argentina.
Militar argentino, representante de la aristocracia rural, Juan Manuel de Rosas (1793-1877) dirigió políticamente el país desde la entonces denominada Confederación Argentina, entre 1835 y 1852. Se trata de una figura controversial, considerada, por sus detractores -entre ellos muchos intelectuales del período- como un tirano despótico e intolerante, instigador del terror de Estado, la tortura y la muerte; y por sus admiradores, como un líder de los sectores populares (Salvatore,
Si bien la necesidad de población laboralmente activa no debía distinguir origen, el gobierno entendía la conveniencia de atraer europeos dado que por razones culturales y geográficas podían incorporarse al nuevo esquema de progreso sin mayores inconvenientes (Onega,
Los
En términos de procedencias es certero afirmar que hasta 1910 se radicaron alrededor de 1.000.000 de italianos (en especial, piamonteses, genoveses, napolitanos, calabreses), 700.000 españoles (gallegos, vascos, andaluces), 90.000 franceses, 70.000 rusos, en su mayor parte de origen judío, 65.000 turcos, 35.000 austro-húngaros, 20.000 alemanes y un número inferior de portugueses, suizos, ingleses, belgas y holandeses. A partir de 1910 empezó a disminuir la afluencia de italianos (que a comienzos del siglo XX representaban el 45 % total de inmigrantes), y se multiplicó, en cambio, la llegada de españoles que hasta 1920 conformaron la mitad de los recién llegados.
La epidemia de fiebre amarilla llevó a la muerte a trece mil personas (el 8% de la población) y aceleró el éxodo masivo, iniciado en la década del 50, de la elite porteña hacia la zona norte de la ciudad.
Además, Ingenieros se desempeñó como Director del Servicio de Observación de Alienados, hacia 1904, y como Director del Instituto de Criminología de la Penitenciaría Nacional desde su fundación en Buenos Aires en el año 1907.
En efecto, una de las consideraciones que sostuvo Ingenieros en su tesis, y por lo que combatió contra las anacrónicas leyes del período que rechazaban su reformulación, fue la que sostenía los criterios de responsabilidad legal del delincuente y de irresponsabilidad del alienado.
Taborda fue un estudiante paradigmático en tanto representante de la Universidad de Buenos Aires en distintos congresos latinoamericanos que trataron la problemática sobre la reforma universitaria (Biagini,
En orden a estos propósitos, el número 88 de la
La cita refiere; “Hay que tratar de evitar que los conocimientos que deben armar la inteligencia no terminen por destruirla”.
Por un lado, en su escrito sobre “Problemas y orientaciones de la medicina moderna”, Houssay señala que el rol de un profesor universitario de clínica es el de
El uso del inglés, en la discursividad houssayana no se limitó a la articulación de términos. El fisiólogo escribe en esta lengua, “The role of the Hypophysis in Carbohydrate Metabolism and in Diabetes”, su conferencia Nobel pronunciada en Estocolmo (Houssay, [1947]
Comisión Redactora (1902), “Tiro Federal Argentino. Concursos Universitarios”,
Se trata de la asociación fundada en la Argentina en el año 1898 y cuyo fin era el de estimular y vigilar cualquier instancia relacionada con la inminente situación de guerra con Chile. Estaba constituida por un grupo de funcionarios aglutinados en torno a la defensa nacional. Su principal preocupación fue la de crear una red de propaganda patriótica integrada por las filiales que la misma Liga había fundado en cada una de las ciudades y pueblos de la República, además de propiciar la construcción de polígonos de tiro que extendieran la instrucción militar al conjunto de la población (Bertoni,
Junta Ejecutiva de la Liga Patriótica (1906), “Nota de la Liga Patriótica”,
Comisión Redactora (1906), “Reseña de la actuación de los elementos de la Asociación Atlética de Medicina durante la temporada Sportiva de 1906”,
Comisión Redactora (1901), “Programa de Higiene”,
Comisión Redactora (1906), “Reseña de la actuación de los elementos de la Asociación Atlética de Medicina durante la temporada Sportiva de 1906”,
Desde su apogeo a fines del XIX, el fútbol se emplazó en los más distantes lugares de la sociedad porteña, instalándose en toda suerte de potreros, sobre todo en las zonas bajas aledañas al Río de la Plata; a diferencia del rugby o el tenis, deportes exclusivos que había cultivado la comunidad británica, y que hacia 1900 se habían incorporado a las prácticas de las familias criollas acomodadas (Barrancos,
Comisión Redactora (1906), “Reseña de la actuación de los elementos de la Asociación Atlética de Medicina durante la temporada Sportiva de 1906”,
Según la perspectiva de Alfonso Buch, el propósito de Houssay con estos señalamientos sobre la posibilidad de dedicarse a otras tareas intelectuales, artísticas o deportivas era, justamente, el de convencer a los estudiantes de que existían otras carreras alternativas a la medicina y el de intentar explicarles el sinsentido que implicaba el aumento de médicos en ejercicio en el país (Buch,