El cartel figurativo, inventado en Francia a mediados del siglo XIX gracias al desarrollo de la cromolitografía, ha recibido muchas denominaciones, desde “información callejera” hasta “un grito en la pared”. Estas, y muchas otras, son válidas para definir a un soporte informativo o publicitario, generalmente frágil por su soporte de papel, en el que convergen el arte del diseño, las tecnologías impresoras, las necesidades informativas —de carácter altruista, pedagógico, político o comercial—, las estrategias persuasivas y los intereses mercantiles. En la actualidad existen numerosas monografías sobre este medio de comunicación de masas, que han privilegiado sobre todo ciertos periodos, funciones o eventos especialmente relevantes en el imaginario colectivo, como la Revolución Soviética, la Guerra Civil española o la publicidad cinematográfica, canteras que han generado un voluminoso caudal de vistosos ejemplares, convertidos algunos en muestras clásicas de su arte multicolor conservadas celosamente en muchos museos. Porque la evolución de los medios de comunicación de masas —desde la televisión a Internet— ha erosionado la vigencia de este medio antaño tan popular y lo ha recluido en buena parte en los recintos museísticos o en cuidados volúmenes compiladores.
El cartelismo sanitario español, con revestir una enorme importancia pedagógica y social, ha recibido mucha menor atención por parte de los historiadores y estudiosos de este medio de comunicación social. Y ha estado prácticamente desatendido en nuestro país, cuya Guerra Civil le ha convertido en cambio en una cantera museística de primer orden para este género. Finalmente, este vacío ha sido subsanado con brillantez por el libro
Dividido en siete capítulos, a los que se añaden un nutrido catálogo iconográfico y un apartado de bibliografía, el libro recorre temas tan importantes como la lucha contra la mortalidad infantil, el combate contra las enfermedades venéreas —un tema privilegiado durante la Guerra Civil—, la pedagogía para combatir la tuberculosis, la prevención de accidentes del trabajo y la divulgación sanitaria en la procelosa primera mitad del siglo pasado. Al leer sus eruditas informaciones he evocado un recuerdo temible de mi infancia, la epidemia de tifus exantemático que se declaró en la famélica España de 1941 y que hizo proliferar en las paredes unos vistosos carteles en blanco y negro que reproducían la imagen del temido “piojo verde” (tal vez mi memoria ha reelaborado datos diversos de aquellos años de trágicas penurias materiales y de ignorancia colectiva).
La publicidad cartelística sanitaria se solapa con varios géneros afines, como la publicidad farmacéutica o el ámbito de las —buenas y malas— costumbres cotidianas (“no escupáis en el suelo”, “dormid con la ventana abierta”, “lactancia materna”, “no abuséis del alcohol”, por no mencionar las infecciones venéreas calificadas durante la Guerra Civil como “fascismo de la salud”). Un libro rigurosos y ameno, cuya riqueza informativa y su despliegue gráfico ha de interesar, por tanto, no sólo a los expertos en políticas sanitarias y en medios de comunicación social, sino también al público en general.