Si bien hoy se conocen y tratan científicamente los problemas psicológicos derivados del embarazo y del parto, este trabajo trata de analizar cómo se abordaron estos en la España de la temprana Edad Moderna. Para ello se parte del concepto de “melancolía” según la tratadística de los siglos XVI y XVII, y se analizan los ejemplos contenidos en una fuente de gran interés, como son las vidas de santos y libros de milagros publicados en español en ese período. Esta fuente nos revela cómo se procuraba atender, mediante el consuelo y la empatía, las necesidades físicas y psicológicas de la mujer.
Although today the psychological problems derived from pregnancy and childbirth are scientifically well known and treated, this paper attempts to analyze how these were addressed in Spain in the Early Modern period. In order to carry it out, we start from the concept of “melancholy” according to medical and theological treatises of 16th and 17th centuries, and we study the examples contained in a source of great interest, such as the lives of saints and books of miracles published in Spanish in that period. This source reveals to us how the physical and psychological needs of women were sought through consolation and empathy.
La melancolía ha venido a considerarse una suerte de tristeza asociada a la nostalgia, a la añoranza, a una cierta laxitud del espíritu. “Pero ―como precisaba Covarrubias en su
Las publicaciones médicas españolas de los siglos XVI y XVII, como las de sus homólogos europeos, conforme a la tradición hipocrática, identificaban la enfermedad melancólica por dos de sus síntomas principales, el miedo y la tristeza, provocados por un exceso de humor atrabiliario, de bilis negra, en el cerebro (
En cualquier caso, la melancolía, como enfermedad que tenía un origen tanto físico (exceso de humor melancólico), como espiritual (imaginaciones suscitadas por el demonio), debía tratarse, con buen sentido común, desde esa doble perspectiva. No en vano, apuntaba Godínez a finales del siglo XVII, “las pasiones son unas inclinaciones sobresalientes del apetito sensitivo”, son “operaciones vitales del alma”, a las que corresponden unos “humores en el cuerpo” (
Unos y otros ofrecían sus propios remedios, complementarios entre sí: los médicos daban soluciones farmacológicas (
En estos tratados, desde la Antigüedad al Renacimiento, los principales afectados por la enfermedad melancólica eran hombres (
Las referencias a los problemas psicológicos derivados del embarazo y del parto no son habituales en los libros de medicina de los siglos XVI y XVII o, en todo caso, son referencias indirectas, más preocupados sus autores por las características de la comadre, la preparación del espacio físico, la alimentación, la higiene o la elección de la nodriza
Pero existe otra fuente de gran interés para nuestro propósito. Nos referimos a las hagiografías, vidas de santos y compilaciones de milagros que, sobre todo desde la segunda mitad del siglo XVI, se transforman en libros impresos (
Un examen nos ha llevado a la identificación de más de 267 obras publicadas en castellano en los siglos XVI y XVII en donde se recogen milagros, varios miles, relacionados con partos, en diferentes circunstancias. En total, y por el momento, son más de 130 vírgenes, santos (beatos, venerables, etc.), españoles o no, en cuyas vidas se incluyen uno o varios milagros, que los convertía en abogados útiles, en “especialistas”, para interceder ante Dios y lograr salvar la vida (o el alma) de la madre y del bebé.
Exceptuando las advocaciones marianas o las relacionadas con Cristo, algo más del 65% son figuras que vivieron entre los siglos XV y XVII. De ellos, además, el 54% fueron beatificados y canonizados en el siglo XVII y un 12,7% en el siglo XVIII, quedando el resto para los siglos medievales (poco más del 14%) y un escaso 4,8% para el siglo XVI. Es decir, eran, sobre todo, santos “contemporáneos”. De todos ellos, las diferentes advocaciones de la Virgen María suponen un 20,5% del total, seguidas por franciscanos (16,9%), jesuitas (9,6%), dominicos (8,4%) y carmelitas (7,2%)
En estas vidas e historias se alaban las virtudes intercesoras de sus protagonistas en el momento del parto. “Ayudar a bien parir” y “ahuyentar las calenturas” se dice de las virtudes del santo teatino Andrés Avelino (
Los casos que se recogen en los diversos volúmenes suelen ser breves y precisos; ofrecen la fecha, el lugar, el nombre y apellidos de sus protagonistas. Narran, de manera más o menos detallada, cuál era la situación extremadamente peligrosa en la que se encontraba la mujer, la labor de las parteras, la de los médicos, la de los santos, así como la de los familiares de la parturienta. Y, lo que es más importante para nuestro caso, se describen las preocupaciones, las angustias de las madres y las soluciones que se ofrecían, todo ello a través de una gran variedad de imágenes, de palabras, de todo un lenguaje emocional
La asociación de la maternidad con la ausencia de una patología mental y con un estado ideal de bienestar emocional, fue puesta en duda en 1985 por la psiquiatra británica Gisela B. Oppenheim (
Fue en el siglo XIX cuando, científicamente, se asentó la estrecha relación entre embarazo y enfermedades psíquicas en la mujer, como se aprecia en
Aunque existen referencias en el siglo XVII a la relación entre desórdenes mentales y los embarazos y partos, como los del médico inglés Richard Napier (
Durante el embarazo, una de las causas principales de la melancolía de la mujer era, precisamente, el miedo a la muerte. No en vano, según se cuenta en una historia de la vida y milagros de Ignacio de Loyola, “a una mujer casada, estando cercana al tiempo del parto, le dieron cruelísimos dolores con unas congojas y ansias mortales, de suerte que sin remedio se moría. Y solía decir cuando le preguntaban qué tenía: “Dolores de parto y dolores de muerte” (
Así pues, el miedo al dolor y a la muerte fue advertido como algo común entre las mujeres embarazadas, y, en consecuencia, también se tuvieron en cuenta sus efectos psíquicos cuando tal miedo se convertía en algo más permanente: “Este obra mucho en las mujeres y más en las preñadas, que de muy pequeños miedos repentinos o aglayos malparen y mueren, y aunque sean falsos, con sola la imaginación el miedo las mata” (
Para afrontar psicológicamente ese momento las parturientas de los siglos XVI y XVII contaban con el apoyo familiar, con las habilidades de las comadres, pero también con numerosos intercesores. Hernando del Castillo en su historia de la Orden de Santo Domingo narraba cómo la madre del futuro San Mauricio, estando preñada de él, enfermó de calentura al cuarto mes de embarazo, y esta perduró al menos hasta un mes antes del parto. Esto tuvo consecuencias en la madre pues “como persona que traía su muerte delante de los ojos, a ninguna otra cosa podía atender ni se esforzaba ni ayudaba”. Solo una aparición en sueños de una “matrona hermosísima”, la Virgen María, que la consoló “con palabras muy amorosas” y que la animó diciendo que Dios la ayudaría a alumbrar un hijo que sería santo hizo posible que “todos los nublados de tristeza y melancolía” se acabarán (
Según uno de los biógrafos de san Felipe Neri “a la mujer de Juan Francisco Bucca le dio melancolía, estando preñada, de que había de morir de aquel parto sin falta, y se le imprimió de manera esta imaginación que nada bastaba a quitársela de la cabeza. Esto la causaba tan terrible desasosiego que no se podía quietar”. El futuro santo, conocedor de sus angustias, fue a su encuentro y le dijo: “Mira qué se ha puesto esta loquilla en la cabeza”, para espetar después: “No dudes”. Gracias a tales palabras “sintió partírsele la melancolía y se fue a su casa alegre” (
También el miedo de una mujer a la muerte en el parto obligó a la intervención de fray Sebastián Aparicio. Un día, Francisco de la Caxica habló con el fraile porque su esposa estaba enferma “de achaque de un mal preñado, triste y melancólica, y decía que había soñado muchas veces que se había de morir de aquel parto” (
En Lima, doña María de Alvarado pidió la ayuda de fray Francisco Solano ya que “estando preñada padeció gran melancolía y tristeza, por parecerle que se había de morir en el parto, a que se juntaba la ausencia de su marido, que estaba lejos de la ciudad de Lima”. El padre la consoló, le prometió que pariría felizmente y que su marido regresaría, todo lo cual se cumplió (
También se narraron casos más graves durante el embarazo. Uno de los milagros atribuidos a San Ramón Nonato fue el de Ana Elena Moner y Charol, que estando preñada “le dio una flaqueza grande de cabeza que le duró cuarenta días, todos ellos padeciendo una locura grande y frenesí, con tal furia que obligaba a tenerla muchas veces atada”. Su suegra y su marido la encomendaron al santo, le prometieron que alimentarían a doce pobres anualmente, que la enferma llevaría siempre un escapulario del santo y la enferma sanó (
Otro traía aparejado una amenaza de suicidio. Doña Juliana de Cañizares “estaba preñada y padecía grandes melancolías”. Para el autor era claro quién estaba detrás de ello (el demonio) y qué perseguía (el suicidio)
Pero muchas veces, más que el miedo a la propia muerte, la madre caía en la depresión más aguda, ante el miedo a perder la criatura (
Un caso de melancolía convertido en manía, como consecuencia de la mortinatalidad, tuvo como protagonistas a San Francisco de Asís y a una mujer natural de Narni, en Italia, que “vivía con mucho desconsuelo, porque habiendo tenido algunos partos, y todos peligrosos, se le malograban los hijos. Estaba en cinta de cuatro meses, y empezó a melancolizarse con extremo, no tanto del peligro, cuanto de el desgraciado malogro de los demás hijos, arrebatados con temprana muerte, y lloraba ser ella más desgraciada por fecunda, que otras por estériles. Con esta manía crecía su aflicción”. Pero al tener noticia de los milagros del seráfico padre, se encomendó a él y en sueños se le apareció una mujer con un bellísimo niño que le ofrecía la criatura, pero la mujer se resistía a tomarlo en brazos por temor a que se le muriese. Pero aquella mujer insistió, y le aseguró que la vida de la criatura corría por cuenta de San Francisco. Así se despertó “libre de sus melancólicas imaginaciones” (
Milagros similares, de mujeres preñadas que habían caído en la tristeza y depresión durante su embarazo por el temor, más que probable, de parir hijos muertos, se recogen en las vidas de Luis Bertrán ―“La mujer de Onofre Urgelles estaba tristísima por haber parido cuatro veces los hijos muertos, y no haber podido alcanzar el bautismo ninguno dellos” (
Por último, dentro de la etiología que hemos señalado, hay que recordar el caso de mujeres que, embarazadas como consecuencia de un adulterio, caían en la melancolía. En cierta ocasión, una moza soltera, embarazada por un hombre casado, estaba desamparada y angustiada y aterrorizada no solo por los peligros del parto, sino por el temor a su padre y hermanos que podían matarla. La intervención del siervo de Dios fray Antonio de San Pedro, sirvió para consolar “a la mujer afligida; sus oraciones sosegaron el fuego, quietaron al padre, templaron a los hermanos y, lo que más es, taparon la boca y los juicios del pueblo que tanto escándalo y tanto ruido no se supo, ni el religioso perdió sus créditos, ni la doncella su fama, ni el linaje suyo su honra, porque se casó luego como doncella, y vivió con créditos de cuerda y de virtuosa” (
Hoy todo el mundo está familiarizado, de una u otra manera, con la depresión posparto, que encuentra su remedio en un ámbito casi exclusivamente médico. Según los estudios, el 13% de las mujeres ha tenido síntomas de una enfermedad depresiva en los tres primeros meses tras el parto, asociado a un conjunto de factores (escasez de vitamina D y de omega 3 en las dietas, disminución de la lactancia materna, falta de ejercicio) (
De hecho, algunos autores se han preguntado si la depresión postparto es una enfermedad de la civilización contemporánea, pues su estudio desde un ámbito médico es muy reciente. Es más, de los tres tipos descritos, el que más atención recibió en el pasado fue el más grave, la psicosis postparto. Aunque ya Hipócrates documentó un caso de una mujer afectada de confusión, insomnio y alucinaciones seis días después del parto, lo que achacaba a un desvío hacia el cerebro de los loquios (
En el caso de España, los estudios sobre la “locura puerperal” siguieron la estela de los de Esquirol, cuyos trabajos fueron traducidos. Aunque ya aparecen referencias a los resultados del francés sobre la locura puerperal en un
Ahora bien, con anterioridad, los ejemplos estudiados desde la medicina son poco numerosos. En España, en el siglo XVI, solo Alonso de Santa Cruz describió el caso de una joven “mal expurgada de un laborioso parto” que “cayó en furor y delirios repentinos” (
Si durante el embarazo se temía la muerte de la criatura, el triste hecho de que esta se produjera se convertía en otra de las causas de la depresión posparto. Un buen ejemplo de ello es el milagro obrado por Francisco de Paula. Una señora noble y rica, tras haber parido una criatura muerta “estaba continuamente llorando”, sin hacer caso de las amonestaciones de su confesor (
Una de las soluciones más espectaculares para atender a la melancolía materna tras el parto era el milagro, como hemos tenido ocasión de comprobar. Pero, aunque la historia del milagro podía servir para dar ánimos a una mujer desesperada, mayores efectos psicológicos tenía la confianza depositada en los objetos, las reliquias: el agua pasada por las reliquias de Andrés Avelino (
Pero también la oración se convertía en el refugio al que podía acudir una melancólica mujer en momentos desesperados: el novenario de Nuestra Señora de Atocha (
Es en este ámbito, el de la atención a las necesidades físicas y psicológicas de la mujer, en el que debe entenderse la cuarentena y la “misa de purificación” o “de parida”. De la cuarentena y de sus costumbres conocemos muy poco, al menos para el mundo hispánico. Según el humanista Polidoro Virgilio, era una tradición de origen hebreo, aunque, a diferencia de lo señalado por el Levítico, no había un tiempo establecido, si bien “es costumbre de nuestro tiempo que por causa de la honestidad hasta que un mes se cumpla, no suelen las mujeres salir de casa” (Virgilio, 1550, fol. 209r). La costumbre, aunque no exenta de críticas
La cuarentena se ponía fin con la “misa de parida” o “misa de purificación”,
El tratamiento y las actitudes hacia la depresión, la locura durante el embarazo y el puerperio en la temprana modernidad no pueden entenderse sino desde la doble perspectiva, corporal y espiritual del ser humano, de la que hablaban la mayor parte de los tratados cuando se referían a la melancolía como enfermedad. Gracias a una fuente como las hagiografías hemos podido comprobar que la melancolía y la depresión de la parturienta era una enfermedad. Mas esta, lejos de ser un estigma, se convertía en aquellas narraciones en una afección objeto de comprensión y compasión. Claro está que detrás de estos milagros había también un intento de “disciplinamiento social”, de racionalizar comportamientos, al acercar a las mujeres a lo sagrado, a la intercesión de los santos (no locales, sino universales), y alejarlas de posibles supersticiones.
Pero entendida la melancolía como una “enfermedad del alma”, al margen de soluciones médicas, la atención de la depresión y la locura en las mujeres embarazadas y parturientas, en parte asociadas al dolor y al miedo a la muerte, pasaba por soluciones dirigidas a dar consuelo y esperanza en esta tierra, así como consuelo y esperanza para la salvación en el más allá, tanto de la madre como de la criatura. A diferencia de otras interpretaciones
Este artículo forma parte de los resultados de los proyectos «Universos discursivos e identidad femenina: élites y cultura popular (1600-1850)» financiado por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad (HAR2017-84615-P) y «The Interpretation of Childbirth in Early Modern Spain», subvencionado por FWF Austrian Science Fund (FWF P 32263-G30). Debo agradecer, muy sinceramente, los valiosos consejos y útiles sugerencias aportados por Wolfram Aichinger, Ignacio Arellano, Cristina Tabernero y los evaluadores que han realizado su revisión.
Los textos auriseculares venían a distinguir entre tristeza, provocada por circunstancias exteriores a la persona; y la melancolía, que nacía de desarreglos fisiológicos, de la alineación de los planetas, o del clima (
Estos remedios espirituales fueron recogidos también por otros autores que recomendaban examen de conciencia, ejercicios espirituales o la práctica de las virtudes:
Me refiero a los conocidos trabajos de
De la importancia de las publicaciones hagiográficas dan cuenta trabajos recientes (
Ver al respecto las apreciaciones de
Como también ha destacado
Sobre la asociación melancolía - locura - demonio
Menos éxito tuvieron en España las obras de Louis-Victor Marcé (1828-1864), el primero en escribir, en 1858, un tratado sobre la psicosis preparto y puerperal,
Sobre los efectos paliativos de los rezos en las parturientas,
Como las que exhibió el padre Estevan, al considerarla una costumbre intolerable, una superstición, pues las eximía de ir a misa (