SUMARIO

  1. NOTAS

Este sugerente libro colectivo, editado por Lino Camprubí, Xavier Roqué y Francisco Sáez de Adana, gira en torno a la hegemonía militar y económica estadounidense y su influencia en las formas de investigación científica en la segunda mitad del siglo XX. Para abordar esta problemática, el volumen cuenta con un importante elenco de autores –diversos en género, edad, procedencia, estatus y líneas de investigación— que abarcan una región geográfica e intelectual muy amplia, toda vez que el foco principal (que no exclusivo) se centra en el papel que jugó España en ese nuevo orden científico mundial. Por ello, no es de extrañar que los espacios a los que muchos de sus capítulos nos remitan sea a simposios, conferencias, comités, comisiones o cumbres internacionales; sin embargo, y a la luz de esa “nueva historia internacional” que involucra elementos novedosos susceptibles de aportar claves explicativas al complejo proceso de tejer relaciones internacionales, en este libro encontraremos también otros espacios —sólidos y líquidos— en interacción con actores humanos y no-humanos, cuya agencia se busca ahora integrar para comprender la naturaleza híbrida de estos procesos.

Entre los trabajos de corte más clásico, que atendien a la “diplomacia científica” por cauces convencionales, cabe destacar el capítulo de Simone Turchetti, quien documenta la formación y ruptura de alianzas efímeras en el seno de la OTAN como ente político. A través de la historia del Comité de Ciencia –grupo consultivo para la política científica de la Alianza–, Turchetti analiza los virajes del programa científico de la OTAN, yendo “de la defensa en la década de 1960 a la sostenibilidad medioambiental, el crecimiento económico en la década de los setenta y la estabilidad política en los ochenta” (pp. 41-‍42). Todo ello descrito al calor de sinergias y desencuentros personales que reflejan, sin embargo, las complejidades propias de cada época. Negociaciones, tensiones y contradicciones muy presentes, también, en la segunda cumbre de Punta del Este (Uruguay, 1967) donde Michael A. Falcone estudia cómo las élites políticas se apropiaron de lo que el autor llama la “ideología” del internacionalismo científico con fines meramente retóricos, es decir, sin calado real. Del mismo modo, consejeros, funcionarios, cancilleres, embajadores y jefes de Estado acapararán el protagonismo de estas páginas donde se narran los pormenores que llevaron a la firma de la nueva carta de Punta del Este.

En esa “burbuja diplomática” parece adentrarse también Xavier Roqué, quien regresa al CERN con nuevo material de archivo para repensar la salida y el posterior reingreso de España en la organización. Si en 1969 la retirada española visibilizó sus dificultades como país para “adoptar la cultura investigadora propia de un gran organismo internacional” (p. 219), más de una década después esos escollos parecen ya superados, contando ahora, además, con el apoyo de los agentes políticos: a ellos, pero también a la “ofensiva mediática” desplegada en España atiende el autor, resaltando así la importancia que, en estos y en otros temas, tiene el contar con una opinión pública favorable. A ese proceso de creación de estados de opinión pública dedicará su capítulo Clara Florensa; su atractivo título invitaba a situarlo, como está, abriendo este volumen y ofreciendo al lector otra mirada sobre el manido episodio del accidente de Palomares. Mediante el análisis de la campaña mediática orquestada alrededor del caso Palomares, la autora muestra cómo la prensa española construyo, haciendo uso del imaginario hollywoodiense, un relato edulcorado que invisibilizó el riesgo de contaminación radiocativa. Una campaña exitosa no exenta, sin embargo, de contestación vecinal: una respuesta de carácter local, antiamericana, desplegada de formas diversas, que deja al descubierto cómo los procesos de construcción de hegemonía no son nunca homogéneos.

Quizá por ello, frente otro flagrante proceso de invisibilización se posiciona enérgicamente Francisco Sáez de Adana al denunciar, en la introducción de su capítulo, la falta de personal y el lamentable estado en el que se encuentran algunas instituciones científicas españolas en la actualidad. Por lo demás, el autor realiza un sugerente trabajo sobre la introducción del radar en España confrontando para ello –mediante documentación de los archivos nacionales del Reino Unido— la política internacional con las presiones de la industria; o lo que es lo mismo, las tensiones entre el mercado y la política analizadas a través de la exportación de material y la importancia clave, en todo ello, de cómo se clasifique su naturalez (si de uso civil o de uso militar). De aquellas disquisiones clasificatorias en torno a los usos del radar devendrán unas restricciones comerciales que tendrán, a su vez, consecuencias en las características propias de los equipos desarrollados en España. Sin duda, un buen ejemplo de lo imbricado de los usos y el lenguaje, pero también del aprovechamiento propagandístico, por parte del Régimen, de una coyuntura adversa.

Aprovechamiento propagandístico por parte de Estados Unidos y España, en este caso de la donación a la Junta de Energía Nuclear (JEN) de una biblioteca “pequeña, pero como el átomo potente” (p.75), al que dedica su capítulo Ana Romero de Pablos. La autora atiende para ello a la escenografía, a los protagonistas y a la cobertura mediática del acto de entrega de la biblioteca que, durante un tiempo, estuvo expuesta en el edificio central del CSIC. Pero no sólo, también realiza una cata tangencial sobre los contenidos de la misma, aventurando hipótesis en torno a la coproducción de la hegemonía estadounidense o al inglés como lingua franca en el contexto científico internacional que son dignas de mención por parte de quienes, como la autora, nos hemos interesado por las potencialidades de la cultura impresa en el ámbito científico

GARCÍA NAHARRO, Fernando, El papel de la ciencia. Publicaciones científicas y técnicas durante el franquismo (1939-‍1966), Tesis doctoral, UCM, 2017.

‍[1]
. Porque no sólo a través de acuerdos, programas y reuniones se entablaron aquellas precarias relaciones científico-técnicas de caracter trasnacional; también mediante la circulación de conocimientos y productos impresos: vehículos privilegiados del conocimiento científico como fueron aquellas revistas sobre energía nuclear que regalase, en 1946, el agregado naval norteamericano en España a la biblioteca del Laboratorio y Taller de Investigación del Alto Estado Mayor de la Aramada (LYTIEMA) que dirigía José María Otero Navascués. Revistas que, según parece, despertaron el interés por la investigación nuclear años antes de la fundación de la Junta de Investigaciones Atómicas (JIA) (p. 90).

A estos y a otros detalles atienden María del Mar Rubio-Varas y Joseba de la Torre en su capítulo, donde tratan de aportar luz al proceso de aprendizaje internacional de los ingenieros y empresarios españoles que dieron el paso de trasladar la investigación nuclear del laboratorio al mercado. Junto al conocido goteo (que pasó a ser flujo modesto) de estancias en el extranjero y acuerdos de colaboración internacional, los autores profundizan en los intercambios entre ingenieros industriales españoles y estadounidenses principalmente a partir de 1953. Un grupo selecto de ingenieros, bien conectados con el mercado norteamericano y con el Gobierno, que acabarán conformando el lobby atómico español dentro de un país, España, que llegaría a ser el septimo mayor productor nuclear de Occidente. Por su parte, Lorenzo Delgado y Francisco Rodríguez-Jiménez ahondan en los intercambios educativos con Estados Unidos como medio para pagar deudas y proyectar los valores norteramericanos en suelo español. Buenos conocedores de las múltiples formas en que los norteamericanos utilizaron la cultura con fines propagandísticos, en esta ocasión los autores centran su análisis en los programas de intercambio (Foreign Leader Program, Educational Exchange Program, Technical Exchange Program, Military Assitance Training Program, Fulbright Program) entendidos aquí como armas de persuasión y atracción de élites españolas hacia la órbita estadounidense. Una estrategia ligada a los intereses geopolíticos de Estados Unidos que se fue modulando con el paso del tiempo; siempre en función de los vaivenes de un régimen, el franquista, con el que Estados Unidos trató de evitar contraer compromisos incómodos.

Intereses geopolíticos pero también tecnológicos y ambientales se imbrican en el capítulo de Giulia Rispoli, quien recupera la figura del climatólogo ucraniano Vladimir V. Aleksandrov —el que fuera portavoz soviético de la teoría del invierno nuclear— para constatar cómo la colaboración entre científicos soviéticos y estadounidenses estuvo mediada por intereses políticos: desconfianzas y preocupaciones sobre circulación de información clasificada parecen estar detrás de la enigmática desparición de Aleksandrov, cuyas últimas investigaciones se alejaban de la línea marcada por Estados Unidos. Por su parte, Gabriela Soto Laveaga saca del olvido a Pandurang Khankhoje, un agrónomo indio “autoproclamado “precursor de la Revolución Verde” (p.129), cuyos esfuerzos en el desarrollo de cultivos y mejora de la agricultura mexicana, considera la autora, no han sido suficientemente valorados —llegando a especular, incluso, que han podido ser conscientemente desacreditados por estar “estrechamente alineados con los valores socialistas” (p. 127). Ideas que Soto Laveaga desarrolla en un sorprendente y algo apresurado recorrido por la biografía de este personaje con el que, acertadamente, nos invita a cuestionar ideas preconcebidas sobre la figura del “experto”. El capitulo del autor –pero también editor del volumen, corrector y traductor de alguno de los capítulos—Lino Camprubí avanza, en cambio, pausada y meticulósamente hasta adentrarnos en las profundidades marinas del Estrecho de Gibraltar. Ocupado como está en comprender el proceso de globalización del océano a través de la intervención militar y científica, Camprubí explora en este capítulo la implicación de Estados Unidos en el desarrollo de las ciencias oceanográficas como respuesta a la amenaza submarina en tiempos de Guerra Fría. Una hegemonía estadounidense en el campo de la oceanografía que, según el autor, continuará una vez finalizada la Guerra Fría –pasando, de nuevo, de objetivos militares a medioambientales—y que tendrá consecuencias directas en la nueva ordenación del espacio marítimo.

Así, entre diplomáticos y semillas, científicos y lobistas, bibliotecas y prototipos de radar, pasando por la organización espacial de los mares y océanos, el discurso del rey y una botella vacía de Coca-Cola, discurren los capítulos de este volumen que hemos manejado aquí procediendo analíticamente en vez de secuencialmente. Esa es, quizá, una de las ventajas que tienen los libros colectivos y éste, en particular, cuenta además con la virtud de ser algo más que una colección de ensayos inconexos: el diálogo entre los capítulos –más fluido en unos casos que en otros– y el aunar a autores diversos compartiendo herramientas de análisis (“coproducción de hegemonía” (John Krige)) y problemáticas comunes, se muestran de nuevo pautas de trabajo adecuadas a la hora de proponer un enfoque pluridisciplinar, solvente y moderno –aunque Nous n‘avons jamais été modernes.

NOTAS[Subir]

[1]

GARCÍA NAHARRO, Fernando, El papel de la ciencia. Publicaciones científicas y técnicas durante el franquismo (1939-‍1966), Tesis doctoral, UCM, 2017.