La publicación de la obra, objeto de la presente reseña, culmina una titánica empresa iniciada por sus autores hace bastante más de una década. Empresa que solo podía llevarse a cabo si los autores, como es el caso, eran perfectos conocedores de todo el devenir por el que pasó la industria farmacéutica en España hasta la llegada de la democracia. El resultado, como el título refleja perfectamente, es un censo-guía de los laboratorios farmacéuticos, señalando a sus propietarios y técnicos, que desarrollaron su actividad en España durante el Franquismo (1936-‍1975).

Dos fueron las principales vías de actuación que se marcaron los profesores González Bueno y Rodríguez Nozal para la elaboración de este Censo-guía. De un lado, el vaciado sistemático de toda la información que podían proporcionar los archivos de la administración y, de manera fundamental, el Archivo del Sindicato Vertical de Industrias Químicas (Archivo General de la Administración, Alcalá de Henares); de otro, la extracción pormenorizada de cuanta información, sobre el tema, pudieran contener los anuarios y guías comerciales sobre el medicamento publicados en España en esos años. Anuarios y guías que proporcionan una información riquísima sobre la historia de los laboratorios, pero que, por su carácter provisional, resultan dificilísimos de localizar en muchas ocasiones.

Lógicamente, en la obra tienen que hablar en muchas ocasiones de laboratorios que habían iniciado su andadura antes de la Guerra Civil, o que resultaron de la fusión de laboratorios que habían existido antes de la contienda. De ahí que, para conocer los medicamentos que se habían comercializado en España con anterioridad a 1936, los autores recurran con profusión al Índice alfabético de especialidades farmacéuticas publicado por el Ministerio de Trabajo, Justicia y Sanidad en 1936. Ya para el periodo, objeto del Censo-guía, hacen lo propio con el Diccionario Español de Especialidades Farmacéuticas, el popularmente conocido como el DEDEF, que se editó en San Sebastián entre los años 1949 y 1972, y con las sucesivas ediciones del Catálogo de especialidades farmacéuticas que el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos comenzó a publicar en 1970.

El resultado es abrumador. Nos encontramos con un libro de más de ochocientas páginas, en el que aparecen relacionados alfabéticamente 2.532 laboratorios farmacéuticos. En cada uno de ellos se señala el nombre bajo el cual comercializó los medicamentos; sus propietarios y sus directores técnicos; los años en que mantuvo su actividad; la ubicación geográfica de las instalaciones y una pequeña historia de cada una de estas empresas farmacéuticas. Eso sí, la única ilustración de la obra la encontramos en lo que correspondería a la cubierta de la obra. En ella figura un dibujo de Carlos Sáenz de Tejada en el que se muestran las instalaciones de la empresa farmacéutica Alter en Madrid, a finales de la década de los cincuenta.

Luego de la introducción, y en algo menos de cuarenta páginas, los autores presentan un análisis del funcionamiento y logros de la industria farmacéutica en España entre 1936 y 1975. Comienzan apuntando los pilares legislativos de la política industrial española durante el primer franquismo. A continuación, señalan cómo se organizó la industria farmacéutica durante el Franquismo. Más adelante explican cómo se llevó a cabo la regulación de medicamentos en esos momentos. Luego dedican apartados a los laboratorios farmacéuticos durante el Franquismo y a la fabricación nacional de materias primas de uso farmacéutico.

Antes de acabar estas cuarenta páginas de análisis, se preguntan los autores si se trató de ¿una industria farmacéutica eficaz y autosuficiente? Pasan revista, entonces, a los juicios vertidos por diversos protagonistas e historiadores, hasta detenerse, finalmente, en la idea expuesta por el médico Antonio Gallego Fernández, en 1959, de que la industria farmacéutica española no estaba técnicamente capacitada –en esos años- y que esa fue una de las razones por las que se limitó a copiar lo que proponían en el extranjero y a abrir laboratorios de acabado. Según Gallego, que fue responsable técnico de CEPA durante bastante tiempo, el porvenir de la industria estaba en producir con carácter original. Planteamiento que, según los autores del Censo-guía, aún tiene valor en nuestros días.

El Censo-guía de los laboratorios farmacéuticos, en sí, ocupa desde la página 49 a la 742. Como resulta lógico, no dedican el mismo espacio a unos que otros, sino que el tratamiento que recibe cada empresa está en consonancia con la actividad industrial que desarrollaron en el período 1936 a 1975. Hay algunos laboratorios a los que, por su gran actividad en el mercado farmacéutico, se les dedica más de dos páginas, casos de Behring, del Centro Farmacéutico Nacional, de la Compañía Española de Penicilina y Antibióticos (CEPA), del Instituto de Biología y Sueroterapia (IBYS) y del Laboratorio Juan Martín, entre otros. A bastantes, alrededor de una página, entre ellos a Alter, Andreu, Andrómaco, Antibióticos, Besoy, Callol, Curiel, ERN y la Fábrica Española de Productos Químicos y Farmacéuticos (FAES). Pero la actividad de la gran mayoría de los laboratorios se expone, de manera sintética, en diez-doce renglones.

Tanto para la información más amplia que proporcionan de unos laboratorios, como para la más breve que proporcionan de otros, además de extraer todos los datos posibles de las fuentes primarias que ya señalamos hace unos párrafos, utilizan una completísima bibliografía que permite, en la mayoría de las ocasiones, completar aspectos históricos que no podían encontrarse en aquellas fuentes. La bibliografía empleada, por los autores, ocupa catorce páginas en el libro y se acerca a las trescientas referencias bibliográficas.

En las últimas páginas del libro figura un apéndice, en el que se han ordenado los laboratorios farmacéuticos activos durante el Franquismo por su ubicación geográfica. El primer patrón de ordenación que emplean es el de Comunidad Autónoma. Dentro de cada una de las Comunidades, se relacionan por las diferentes provincias (si bien se echan en falta dos provincias, Ávila y Teruel, donde no han localizado laboratorio farmacéutico activo en el periodo) y, en cada provincia, por el orden alfabético de las diferentes localidades donde estuvieron ubicados los distintos laboratorios.

La consulta al contenido de la obra es realmente sencilla, pues el formato electrónico permite buscar cualquier término con sólo escribir, el que nos interesa, en el buscador. Esto redunda en la gran utilidad que este libro tiene, no sólo para los historiadores de la farmacia, historiadores de la ciencia e historiadores generales, sino para todo aquel que desee consultar sobre un laboratorio, una especialidad farmacéutica, un lugar o una persona. Obra, por tanto, muy útil por todos los conceptos.