RESEÑAS DE LIBROS/BOOK REVIEWS

 

RESEÑA DEL LIBRO "FREUD Y LOS CHILENOS. UN VIAJE TRANSNACIONAL (1910-1949)"

 

Ruperthuz Honorato, Mariano. Freud y los chilenos. Un viaje transnacional (1910-1949). Santiago de Chile, Chile, Editorial Pólvora, 2015, 415 páginas, [ISBN:978-956-9441-06-6]

 

Desde hace algunas décadas existen una serie de trabajos que han renovado en diferentes países el modo de pensar la recepción y circulación de las ideas de Freud. El trabajo de Mariano Ruperthuz es uno de ellos. Conviene resaltar, en primer término, el lugar privilegiado que ocupa este libro dentro de la historiografía del psicoanálisis en Chile, tanto por su modo de abordar esta historia, como por el contenido y el conjunto de fuentes documentales que analiza. Al leer el libro de Ruperthuz no se tiene la sensación de abordar un trabajo que trate exclusivamente sobre “lo psicoanalítico” como idea predefinida o campo independiente y delimitado según los parámetros de la disciplina, sino que se adentra con él en varios de los problemas políticos y sociales que azotaron al país chileno durante las primeras décadas del siglo XX. Y esta es su virtud, pues partiendo de este análisis, lo que pone de relieve es la pregunta sobre por qué y cómo, en este contexto, el psicoanálisis transitó por diversos espacios de recepción, interesando a unos y a otros en lo que Ruperthuz define como “un proceso activo donde los distintos agentes al momento de recepcionar las ideas, también las reinterpretan según las exigencias de su época. Por ello esta concepción se aleja de la idea de la existencia de una supuesta manera “correcta” de leer los conceptos del psicoanálisis” (p. 44).

Esta consideración entiende el psicoanálisis como un cúmulo de ideas que se inserta en el campo de las prácticas sociales, funcionando como un sistema de valores y creencias con diversos canales de recepción y circulación. En este sentido, este trabajo se ubica dentro de una línea de investigación que, desde hace algún tiempo, viene cuestionando la “historia oficial” del psicoanálisis, es decir, aquella que podemos definir como una suerte de relato celebratorio y autolegitimador de la propia disciplina, generalmente originada en el seno de las diversas asociaciones psicoanalíticas reconocidas por la IPA (International Psychoanalytical Association); o también la “historia del movimiento psicoanalítico” en la que se persigue, a partir de una definición estática y delimitada por los parámetros de la ortodoxia freudiana, rastrear los sucesos, personajes e hitos fundacionales, en los que se apoya dicha definición y sus prácticas.

En este punto coincide Ruperthuz con los planteamientos que la historiadora del psicoanálisis Élisabeth Roudinesco elabora para el caso francés, donde la autora pone en tela de juicio esta forma de construir la historia como un relato hagiográfico que presenta al psicoanálisis como una creación ex nihilo y a Freud como un héroe aislado e incomprendido por el contexto y la época que le tocó vivir.

No obstante, el análisis de Ruperthuz va más allá, y plantea una interesante discusión metodológica sobre cómo hacer historia del psicoanálisis, en la que se abarcan diversas problemáticas como pueden ser: qué entendemos por psicoanálisis al abordar su relato histórico, cuál fue el papel que tuvieron los “críticos” en su difusión, o cómo pensar la recepción y reelaboración de la teoría en sus vínculos con la medicina, la psiquiatría, el derecho, la higiene, la religión o la cultura popular. En este punto destaca su concepción sobre la dimensión transnacional del psicoanálisis, según la cual este trabajo sería un estudio de caso, con sus particularidades y anclajes locales, pero que se relaciona con un contexto de amplias dimensiones y mayor complejidad. Es aquí donde el autor propone, siguiendo a Plotkin, la idea del psicoanálisis como “artefacto cultural de amplio espectro”, es decir, un saber que desborda el circuito científico en el que fue originado. El psicoanálisis viajaría de esta forma por diversos espacios geográficos y múltiples capas sociales, en las que funcionaría según los parámetros de apropiación de los agentes de recepción propios a cada contexto. Esta definición es la que guía todo el desarrollo del libro, nutriéndose para ello de las investigaciones de importantes autores latinoamericanos en historia del psicoanálisis, la psicología y la psiquiatría, como son Hugo Vezzetti, Ana Maria Talak, Alejandro Dagfal, Mauro Vallejo, el ya mencionado Mariano Ben Plotkin, o los trabajos del historiador norteamericano Eli Zaresky.

Precisamente en continuidad con estos autores, lo que se perfila en el trabajo de Ruperthuz, y que considero de suma relevancia e interés, es una línea de investigación en historia cultural del psicoanálisis. Algo que en Chile también ha sido señalado por la historiadora Silvana Vetö y que, para el citado país, vendría a sumarse a una generación de autores que están renovando la historiografía sobre el campo psi, entre los que podemos destacar a Marcelo Sánchez, César Leyton, Claudia Araya o Cristian Palacios.

Aporta aún Ruperthuz otro abordaje metodológico interesante, a saber, la posibilidad de elaborar de forma más amplia, una historia de la psicologización de la sociedad, trabajo en el que el autor insiste en publicaciones posteriores, alcanzando el horizonte de las investigaciones comparativas, en las que señala la relevancia de continuar en la línea de los análisis trasnacionales. En este sentido cuenta con un trabajo de inminente publicación por la editorial Edhasa, titulado Freud y los latinoamericanos, escrito en coautoría con Mariano Ben Plotkin.

En cuanto a la organización del contenido y la pluralidad de temas que aborda, su estructura se divide en seis capítulos, en los que el primero y el último están dedicados respectivamente a las discusiones metodológicas y las conclusiones desprendidas de esta investigación. Así, en el resto de capítulos, se analizan los diversos ámbitos de recepción de las ideas psicoanalíticas en Chile, que van desde el campo médico-psiquiátrico, al jurídico-criminológico, pedagógico, y la cultura popular. Muy interesante en este sentido es el abordaje criminológico, y la recepción popular, ya que suelen ser aspectos poco conocidos de la historia del psicoanálisis en cualquier país, y que, sin embargo, plantean una dimensión político-social del mismo. Es reseñable en este punto, el uso que tuvo el psicoanálisis como parte del arsenal científico al servicio del control y la ordenación social, donde sus ideas participaron de los debates sobre sexualidad, peligrosidad social, eugenesia e higiene mental que tuvieron lugar en las primeras décadas del siglo XX. Supone por tanto una herramienta vinculada a los procesos de modernización del país, la construcción de las nuevas urbes, y la configuración de un renovado imaginario político, social y cultural sobre estas cuestiones que, inevitablemente, traía aparejada la producción de nuevas formas de subjetividad. Es por ello que el autor se detiene ampliamente en la narración de los sucesos que rodearon la celebración del centenario en Chile, las discusiones y reformas en torno a la nueva moral sexual de los años 30, los debates sobre la responsabilidad penal de los criminales, en estrecha continuidad con las consideraciones sobre la peligrosidad social de los locos, la preocupación por la degeneración de la sociedad, la educación del pueblo o las estrategias de mejora de la salud y de la raza chilena. Destaca al mismo tiempo, el análisis sobre literatura y medios de difusión popular, como la radio o las revistas femeninas, que tuvieron igualmente un papel significativo en la incorporación del freudismo a la vida cotidiana de los chilenos.

El recorrido histórico del libro va desde 1910, fecha en la que se constatan las primeras noticias sobre psicoanálisis de la mano del médico Germán Greve, hasta 1949, año de la fundación de la Asociación Psicoanalítica Chilena. Ruperthuz pretende, mediante este análisis, mostrar cómo la historia del psicoanálisis en Chile comienza mucho antes de 1949, año que marcaría el punto de partida de la historia oficial, la que guiada por la óptica institucional, considera todo el periodo anterior como la “pre-historia” del psicoanálisis.

En relación a las fuentes, el autor ha realizado un amplio trabajo de documentación y análisis, donde además de rescatar importantes novedades para la historiografía propia del país, como son el material epistolar de Freud con algunos chilenos, los trabajos del juez de menores Samuel Gajardo y del médico Juan Marín o el detallado análisis que realiza sobre las ediciones españolas y chilenas de la obra de Freud, resaltamos la intensa labor de contextualización e interpretación de las mismas. Ruperthuz consigue, a pesar de la complejidad del objeto de estudio, una narrativa dinámica y agradecida, a través de la cuál es posible seguir junto a él las vicisitudes y diversos puntos de interés que la obra suscita.

Por todo ello este libro supone un trabajo muy rico, que no limita su interés a la historiografía sobre Chile, ya que ofrece una discusión metodológica muy prolífica, en la que se proporcionan nuevas herramientas de reconceptualización de la historia del psicoanálisis. Es por tanto una obra de referencia para todo aquel que, desde cualquier latitud, se interese por la historia del campo psi y sus relaciones políticas, sociales y culturales.

 

Silvia Lévy Lazcano
Investigadora pre-doctoral
Instituto de Historia, CCHS-CSIC (Madrid)

 

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