RESEÑAS DE LIBROS/BOOK REVIEWS

 

RESEÑA DEL LIBRO "LA MUSA REFRACTADA. LITERATURA Y ÓPTICA EN LA ESPAÑA DEL BARROCO"

 

García Santo-Tomás, Enrique. La musa refractada. Literatura y óptica en la España del Barroco. Madrid, Frankfurt am Main, Iberoamericana-Vervuert, 2015, 340 páginas [ISBN: 978-84-84898283].

 

Fruto de un audaz trabajo interdisciplinar —su autor es un hispanista de reconocida trayectoria—, La musa refractada constituye una de las aportaciones a la historia de la ciencia moderna española más sugerentes entre las publicadas en el año 2015. Centrado en el terreno de la cultura literaria, el libro explora el impacto que tuvieron en la España del Seiscientos algunas novedades provenientes del ámbito científico, novedades asociadas principalmente con la obra de Galileo Galilei. El motivo central del libro es el telescopio, el “anteojo de mejor vista”, que en manos de García Santo-Tomás se convierte en un eficaz recurso para analizar cómo los autores españoles del siglo XVII se hicieron eco de tales descubrimientos, apropiándoselos y dando cuenta de ellos en sus textos. El libro, acertadamente, presta especial atención a la sátira, pues a través de ella se capta el interés y los recelos de los escritores (y sus lectores) con respecto a la dialéctica entre lo nuevo y lo viejo suscitada por estos nuevos hallazgos.

El repertorio de casos que ofrece el libro es muy rico, comenzando por el topos literario de los occhiali politici o “anteojos políticos”, testimonio de la influencia en España de obras italianas como La piazza universale di tutte le professioni del mondo (1585), de Tomaso Garzoni, o Ragguagli di Parnaso (1612) de Trajano Boccalini. Se incluye también un buen número de ejemplos de lo que el autor denomina “una suerte de ‘ciencia ficción’ en las letras áureas” (p. 216), esto es, relatos sobre encuentros, viajes o sueños imaginarios, como el protagonizado por los personajes de El diablo cojuelo (1641) de Luis Vélez de Guevara, una de las obras a las que más atención se depara en el libro. Asimismo se detalla la creciente preocupación por la visión y lo visual en ámbitos como el teatro, un cambio propiciado, en gran medida, por los avances en técnicas escenográficas, cada vez más propensas a incorporar los juegos visuales y el ilusionismo. En todos estos casos el motivo del anteojo da pie a reflexiones sobre temas muy queridos por los autores del Barroco: la tensión entre apariencia y realidad, la (des)confianza en los sentidos, los trampantojos de variado signo. Es más, aparte de la referencia, explícita o velada, a temas científicos o autores concretos —el propio Galileo y sus disquisiciones sobre la superficie irregular de la luna o las manchas solares— el denominador común en estas historias es la relevancia que adquiere la mirada de los protagonistas y los instrumentos de que se sirven, empezando por el propio material, el cristal, pasando por la lente, hasta llegar al anteojo mismo, con frecuencia caracterizado como antojo, en un sutil juego de palabras, como muestra García Santo-Tomás. Todo ello inserto en un contexto marcadamente urbano, pues es en la ciudad donde la crítica mordaz de la sátira que impregna estos textos desplegará todo su poderío.

Desde el punto de vista metodológico, La musa refractada supone una apuesta decidida por el enfoque interdisciplinar que en los últimos años ha marcado la historia de la ciencia moderna, con resultados, creemos, muy reseñables. Su premisa principal —fundamento, también, de otros trabajos que recientemente se han dedicado a explorar la relación entre ciencia moderna y cultura del Barroco— es el reconocimiento de que las culturas literaria y científica del Seiscientos, al igual que la cultura artística o la religiosa, por mencionar otras, no constituyeron realidades aisladas e inconmensurables, sino más bien aspectos interconectados de un mismo elenco de ideales, teorías y prácticas. El resultado es un libro que busca, y consigue, llamar la atención sobre puntos que de alguna manera habían pasado desapercibidos bien desde la perspectiva de la crítica literaria o desde los estudios de ciencia. Así, uno de sus logros más destacables es haber recuperado para el lector un corpus significativo de textos donde, a través del motivo del anteojo, quedan patentes los diferentes modos en que los autores del Seiscientos español respondieron al fenómeno que supuso el desarrollo contemporáneo de disciplinas como la óptica o la astronomía: desde la apropiación del telescopio y su potencial simbólico en el discurso político, como en el caso de las Empresas políticas (1640) de Diego de Saavedra Fajardo, o el capítulo “Los holandeses en Chile” perteneciente a La Hora de todos (1650) de Francisco de Quevedo, al uso del anteojo como instrumento de despiadada diatriba social en obras de autores menos citados como Francisco Santos, Miguel Barrios o Andrés Dávila y Heredia, entre otros. En relación con esto, otro de los notables aciertos de La musa refractada es el modo en que nos recuerda la importancia de “saber leer entre líneas” (p. 191) a la hora de analizar la presencia, o la ausencia, en estos textos de referencias explícitas a temas que en la época habrían resultado controvertidos o directamente censurables. El libro supone, pues, una invitación a la re-lectura y a la re-visión de la producción literaria del Barroco desde una nueva clave, una clave atenta a la multiplicidad de registros que el análisis interdisciplinar de estas fuentes desvela.

Como señalábamos antes, la nómina de autores, obras y personajes es muy generosa, e incluye casos tan interesantes como el del coleccionista madrileño Juan de Espina, que aquí es tratado como un ejemplo de virtuoso dedicado al cultivo del saber, y epítome, al mismo tiempo, de las complejas asociaciones que la figura del científico suscitó en la sociedad del siglo XVII. Abundan los detalles de fina y divertida erudición, como la referencia a Galileo en un poema del militar y diplomático Bernardino de Rebolledo y Villamizar recogida en su obra Ocios (1650), donde al tratar del movimiento de la Tierra se dice que [Galileo] “acabó de cenar o navegaba / cuando le pareció que se movía” (p. 279); o la alusión al más conocido juego de palabras de Sancho Panza —“puto y gafo, con la añadidura de meón, o meo”— a partir de la expresión “cómputo de Ptolomeo” que emplea Don Quijote en el episodio del barco encantado, en la segunda parte de la novela (p. 116). Por cierto que, a propósito de esto último, en este año de celebraciones cervantinas no parece estar de más recordar, como señala García Santo-Tomás, que “el alumbramiento del Sidereus Nuncius de Galileo coincide con la plena efervescencia de la musa cervantina, a medio camino entre la Primera y la Segunda parte del Quijote” (p. 117).

Para concluir, cabe señalar que el aparato bibliográfico que complementa al texto es, igualmente, una verdadera mina de referencias para adentrarse en el estudio de la presencia de algunos motivos científicos y tecnológicos en la literatura europea del siglo XVII. La musa refractada merece, pues, considerarse como un importante referente en el panorama actual de la historia de la ciencia moderna española, al tiempo que constituye una sugestiva invitación a repensar y ampliar los límites de este mismo campo de estudio.

 

José Ramón Marcaida
University of Cambridge

 

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