RESEÑAS DE LIBROS/BOOK REVIEWS

 

RESEÑA DEL LIBRO "PELEAR CON EL INGENIO. IRONÍA Y DESÁNIMO EN EL SIGLO XVI"

 

Lando, Ortensio; Cardano, Girolamo; Mercado, Pedro de. Pelear con el ingenio. Ironía y desánimo en el siglo XVI, textos y notas de Mauricio Jalón, traducción de Marciano Villanueva, María José Pozo y Rosario Ibañes, Valladolid, Cuatro ediciones, 2016, 171 páginas [ISBN: 978-84-938566-7-0].

 

La tristeza es un estado normal y frecuente en todos los seres humanos, incluso también en animales. Tristeza que alterna con alegrías, siendo formas de sentir y actuar ante el exterior, motivadas por causas internas (alma y cuerpo) y del medio en que nos movemos, físico, biológico o social. Es además un sistema de adaptación —respuesta y actuación— ante lo que nos rodea. La moda actual neorromántica que se preocupa por las emociones, se ha interesado mucho por estos sentimientos, desde puntos de vista científicos, humanistas, culturales... Pero la melancolía se ha convertido —como en la obsesión continua de Robert Burton— en un prisma que nos permite ver y colorear muy diversos campos culturales, filosofía, historia, antropología, psicología, etc. También en el pretérito la teología y sus vertientes filosóficas. Es tema común en religión, por el dolor y el pecado, muchas veces ocasionados por el atrevimiento del ser humano de acceder al conocimiento, tal como señala el Eclesiastés. Prometeo sigue estando encadenado.

Pero sin duda, el uso de la reflexión melancólica en la esfera cultural suponía un esfuerzo por la modernización y la secularización del saber. Si como señala Mauricio Jalón en el mundo tardorenacentista están presentes el concilio de Trento y la Inquisición, las guerras, las enfermedades, las crisis y las migraciones, también está Erasmo y la interpretación moderna de los clásicos y en El elogio de la locura, la broma y las insanias como facilitadoras de la comunicación. También la vía paulina y agustiniana de llegar a la divinidad y el poder a través de la emoción y el sentimiento. Estos tres autores ahora traducidos y recopilados, sabían de medicina, también del mundo y el alma, la cosmología, las ciencias naturales, la dietética y la moral. Si la física antigua podía pensarse armónica con la moral, la historia natural con el buen comportamiento personal, se vivía ahora en la moderna Europa las roturas de naciones y de religiones, también de los saberes. Así se muestra en los textos, notas y biografías de esta muy cuidada edición, como siempre, de Mauricio Jalón.

En esa modernidad entraban nuevas formas de escritura, si bien algunas eran reelaboraciones de estilos clásicos. Y se producía el paso del latín a las lenguas modernas. Señala Jalón los diálogos, las cartas, la autobiografía (relacionada con la picaresca entre nosotros), el ensayo, los compendios, etc. También están los extremos, los no lugares (las Utopías de Moro a Lando), y las cuidadas relaciones, como las que estudiaron Raquel Álvarez y Francisco Solano para América. A las certezas en la teología, suceden las dudas en el pensamiento, la filosofía, la ciencia y la medicina. Esos nuevos estilos permiten terminar con la globalidad heredada, en beneficio del individuo, de lo particular, y con ello el surgir de las emociones, los sentimientos, las dudas y las equivocaciones, los miedos y las alegrías.

Tenemos así las paradojas de Ortensio Lando, en que se mezclan la ironía, la irrisión, la parodia, alternando los estilos elevado y llano. Es este un truco que empleará con cuidado Cervantes con Alonso y Sancho, como ha mostrado Juan Gutiérrez Cuadrado. También es frecuente el uso de animales dotados de cualidades buenas y malas para enseñanza de los humanos, antigua y valiosa tradición. Abundan en su texto los variados sentidos, la reinterpretación de los clásicos, la inversión del parecer común, en fin las paradojas. No solo está presente Erasmo, también Cicerón, o bien Petrarca. El escritor y su obra cambian en relación con el mundo, así la ética tanto como las creencias.

En su paradoja inicial, pelea entre pobreza y fortuna, nos dice que los virtuosos son pobres. Anacreonte renunció a la riqueza, prefirió vivir en la naturaleza. También en la pobreza se han fundado la iglesia, las ciudades y las artes, el imperio romano. No tiene miedo a la muerte el pobre, pues en la penuria nada hay que perder, y se consigue amistad, amor, sabiduría, humildad, castidad…; no permite la pereza, la prodigalidad ni la lujuria, la envidia, el orgullo ni el engaño, ni el mal de gota, pues poco se come. No hay que desear ni oro ni dinero, tampoco según Séneca la plata. Si se consiguen caballos son malos; las piedras preciosas gustan a los ricos y comerciantes malos, cambia su valor y su estima, el carbunclo del rey Juan no evitó su prisión y muerte (tampoco a Cardano sus tretas para escapar de los hados); las telas y los tapices son destrozados por animales o robados. Los vinos son considerados por Platón engañoso regalo de los dioses para vengarse de los hombres, pues estando ebrios son criminales. Sin duda el fruto de la uva tiene que ver con el humor melancólico. Fue un gran pecado en Alejandro, estaba mal considerado en pueblos fuertes, en los cartagineses y los espartanos. Al parecer, los romanos prohibían la bebida a las mujeres dignas, era muy mal considerada[1].

Los animales preciados atraen a lobos, zorros y rapaces, o también robos. Las tórtolas facilitan la concupiscencia[2] y tienen mal canto, asimismo son molestos los pavos y palomas. Recordemos a palomas y tórtolas en las tradiciones clásica, hebrea y árabe. La música puede aliviar la aflicción y el agotamiento (como Mercado mostrará), pero según Atanasio (autor recomendado por san Jerónimo) debilita los ánimos, y procura placeres vanos, la lascivia en primer término. Cita variados testimonios, desde los egipcios, hasta Aristóteles y Aurelio Agustín, también las críticas de Filipo contra Alejandro. La caza es crueldad, un ejercicio de desesperados, frenéticos y locos. Era practicada por Caín y no por los santos o patriarcas, algún viejo concilio sin éxito la prohíbe a los sacerdotes. Acteón es convertido en ciervo, los maridos lo son en cornudos, afirma aunando clasicismo y comedia de costumbres, estilo alto y bajo bien diversos.

Es el amor un veneno mortal, un verdugo por los celos que origina: “nos hace ausentarnos cuando estamos presentes, y estar ausentes cuando estamos presentes”. (p. 26) Recurre a relatos bíblicos o clásicos para lamentar los resultados del amor, que incluso llegan al bestialismo. Igual peligro encierran los plácidos jardines, que disponen al ocio y la lascivia. Las riquezas son rechazadas por los clásicos, Plinio, Zenón, Crates, Platón, Posidonio, el mismo Séneca una vez más. Recuerda a Jesús y su ejemplo de la soga de nave que no pasa por el ojo de una aguja, como tampoco los ricos por la puerta celeste. Sin embargo, en la Ilustración Nipho reprenderá a Crates, por el desvarío de arrojar al mar su rico patrimonio[3]. En fin, el astuto Júpiter en oro se convirtió para poseer a Dánae.

Girolamo Cardano es un personaje con gran atractivo, bien conocido por Mauricio Jalón. Un espíritu libre, que combina el estudio de la medicina y las matemáticas, con un exhibicionismo soberbio de la esfera privada. Dotado de gran escepticismo, cultivó la crítica, la libertad de pensamiento, admitiendo visiones neoplatónicas y pitagóricas. El Yo siempre presente en Mi Vida, muestra constantemente sus escrúpulos y aprensiones, las discordancias entre cabeza y corazón. Recuerda en cierto sentido al matemático y astrólogo Torres Villaroel, quien también pretendía prodigios. No es extraño que Lombroso lo incluyera entre sus genios enfermos[4]. En su diálogo con el progenitor muerto no teme castigos por delitos no cometidos, ni al poder, ni a los enemigos, pero sí la incomprensión ante el fantasma del padre, el desvarío de su razón.

En ese diálogo nos dice que se encuentra solo, con prohibición de cargos y de trabajo, incluso de publicar, está con mala salud, pobre y abandonado, va a Roma perseguido por demonios. Su padre, su mejor amigo, le explica la dificultad del conocimiento, y tranquiliza al hijo ante presagios o avisos, sus enigmáticos sueños. Cardano se lamenta: “nunca he podido descubrir una causa verosímil de aquellos prodigios ni nunca ha habido nadie capaz de interpretármelos”. (p. 117) Llega el consuelo del padre, nada hay estable, seguro, permanente, que no consuma el tiempo, ni las riquezas, se dice en crítica semejante a Lando. Llegan la vejez, las guerras y muerte (sic transit gloria mundi). Ha vivido mucho, prosigue el padre, los sabios viven menos, al fin se llega a la vejez y la miseria. Muchos reyes, muchos hombres y mujeres ha habido desgraciados; los seres humanos no son buenos, solo es posible la bondad por la divina gracia. Tal como señalan los cirenaicos se siente el placer en el cuerpo y la aflicción en el alma.

Recuerda el padre cuantas cosas buenas tiene conseguidas, la sabiduría, el amor y la piedad, el patrimonio (ha de procurar que sus hijos sepan ganarlo), los cargos (que suponen fama y ganancia) y los libros (una vez más la gloria). “Lo pasado está en lugar seguro, lo que se espera en desesperanza ni existe ni puede existir”. (p. 120) Desvía y alivia la interpretación de las señales y sueños de prisión, suicidio, muerte, o juicio amenazantes, siempre está el consuelo en el pasado y en los libros. Como Hamlet —también buen lector y estudioso— es tranquilizado, pero con recomendaciones bien distintas. Así se dirigió su vida hacia la interpretación de los sueños, buscando mediadores, con preocupación por conseguir dinero, educar —y salvar— a sus descendientes, mejorar sus obras. Siempre preocupado por la protección de su salud y vida, fue esta sin embargo cruel, por las muertes de la mujer y el hijo, la persecución de la inquisición, la prohibición de escribir o ejercer.

Si Felice Gambin señala en Furió Ceriol la condena del melancólico, que por su posible cercanía con el diablo, es apartado como si fuese un apestado, es muy diferente la posición de Pedro de Mercado[5]. Es muy moderno, pues busca la razón de la melancolía en el pensamiento (y su fracaso como razón), en la facultad imaginativa y también en el sentimiento de culpa. Sigue a Aristóteles encontrando en los melancólicos hombres agudos, capaces de esmerarse en una tarea, sirviendo de forma adecuada y honesta, por tanto en la política, o bien siendo artistas, filósofos o escritores. Ante el dolor, hay consuelo y hay sabiduría que pueden aliviar. Con Aristóteles acerca la tristeza a la embriaguez, con Marsilio Ficino nos habla de astros que nos influyen. Pero también nos habla el médico recordando los dos remedios principales de los hipocráticos, es decir el régimen o dieta y las drogas o medicamentos. Y no menos el remedio del alma, pues siglos después Philippe Pinel nos dirá que siglos antes los egipcios trataban los trastornos de la mente en lugares apacibles, con bellas visiones y músicas encantadoras. Y como Pedro Laín señala en los griegos clásicos y Vicente Peset en el divino Valles, siempre está la palabra, pues conversaciones y libros sabios y piadosos pueden colaborar en la curación. El clínico Pinel hará leer a sus enfermos a los estoicos, al menos a los distinguidos.

Sin duda, si los prados pastoriles se mantienen, como remedio hipocrático en la naturaleza, también aparece el raciocinio con el alma, el de esos filósofos griegos de los que Laín hablaba. Pero el médico sigue viendo los delirios que venían de lejos, creerse cosas o personas distintas, o bien persecuciones por el demonio. Felice Gambin en su magnífico libro mostró el diálogo entre la religión y los saberes médicos que se encuentra en los Diálogos de Mercado, sin duda queriendo fortalecer la medicina. De todas formas, las tradiciones de la iglesia continúan, la confesión dará lugar al análisis del alma según Michel Foucault, y Teresa de Ávila sigue escuchando a sus monjas, hablando y escribiendo en contra del maligno. El humanista habla entre el alma y la naturaleza, la divinidad y el ángel perdido[6]. Los conflictos del mundo moderno estaban servidos.

 

NOTAS Top

[1]

Alberto Angela, Amor y sexo en la antigua Roma, trad. Alejandro Pradera, Madrid, La esfera de los libros, 2015.

[2]

José Luis Peset, “¿Alimento, fármaco o veneno? Nota sobre el origen de la bromatología española”, en A. Albarracín et al. (eds.), Medicina e Historia, Madrid. Universidad Complutense, 1980, pp. 151-161.

[3]

Francisco Mariano Nipho, Assunto septimo. Crates tebano, y filosofo insensato, es reprehendido de necio, por haver sumergido en el mar su ventajoso patrimonio, y contra quien se pretende manifestar, que las riquezas, y todas las cosas naturales no passan la linea de indiferentes, y que solo en el bueno, ò mal uso està el provecho, ò el daño, Madrid, Oficina de D. Gabriel Ramírez, 1755.

[4]

Cesare Lombroso, Genio e follia, 4ª ed., Roma, Torino, Firenze, Fratelli Bocca, 1882, pp. 63-66.

[5]

Felice Gambin, Azabache. Il dibatitto sulla malinconia nella Spagna dei Secoli d’Oro, Pisa, Edizioni ETS, 2005, sobre Ceriol pp. 21-34, sobre Mercado pp. 35-54.

[6]

Vicente Peset, “Las maravillosas facultades de los melancólicos (un tema de la psiquiatría renacentista)”, Archivos de Neurobiología, 18, 1955, 980-1002.

José Luis Peset
Instituto de Historia, CSIC

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