RESEÑAS DE LIBROS / BOOK REVIEWS

 

RESEÑA DEL LIBRO "EL HOSPITAL DE LA TRANSFIGURACIÓN"

 

Lem, Stanislaw. El hospital de la transfiguración, traducción de Joanna Bardzinska, introducción de Fernando Marías, Madrid, Impedimenta, 2008 [ISBN: 978-84-935927-6-9] Edición digital 2013 [ISBN: 978-84-15578-47-5]

 

Se traduce ahora tardíamente –muy tardíamente, pues firma la obra en 1948- la primera novela de Stanislaw Lem, un vibrante relato de las vivencias en un hospital psiquiátrico en la Polonia ocupada por los nazis. El protagonista nos narra al comenzar sus páginas un viaje al entierro de un familiar, viaje en tren como Fernando Marías señala bien en la introducción. El tren tiene un papel sin duda esencial en la narración, lo lleva a la muerte y a su familia, al manicomio, al desenlace final. El entierro al que acude lo conmueve con sentimientos diversos, siente –vive- la familia, la patria, la naturaleza; todo aquello se confunde, la guerra viene a destruirlo, el horror a la invasión alemana. Y la muerte refuerza el horror, muerte que también es tema central de la novela. Nos describe la negación que de ella hacía el agonizante, la seguridad que el diagnóstico proporciona (la ciencia parece proteger), el llanto del moribundo, la supresión de la memoria. La anormalidad de la muerte, de las muertes, de los agónicos.

El conoce bien la medicina por su biografía, nos describe la carrera, los estudios, la insensibilidad que el estudiante médico adquiere, también junto con el sentido de la vida y la verdad. La amistad es importante entre estudiantes, como la que le facilita su contrato en el manicomio. Un centro hospitalario triste y sombrío, en el que hasta el Cristo se ennegrece. En la entrada se observa un “Christo transfigurato”, que anuncia el hospital de la transfiguración, en el interior un cristo negro, sin color como el propio manicomio. En la narración la naturaleza y sus colores y mutaciones contrastan de forma terrible con los interiores de la institución. Colores, muchos colores llaman la atención en estas páginas, mostrando la excelente capacidad de observación del autor. Colores que se toman de la naturaleza, del cambio de las estaciones, como en La linterna roja de Zhang Yimou. Colores que contrastan con la fijeza y monotonía del manicomio y que predicen los colores espaciales de las descripciones futuras en sus obras de ciencia ficción.

Junto a los colores nos describe tipos, personajes de enfermos o de profesionales. Los diagnósticos, las historias clínicas, los tratamientos se suceden, las caras y las actitudes de los médicos, también. Los círculos del infierno, el establo de Augías, el Gólgota, Aqueronte son términos que nos muestran la institución como averno. Sus conocimientos médicos le permiten presentar diversos cuadros clínicos, médicos caricaturizados y terribles tratamientos. O bien, la falta de tratamientos. Hay mucha influencia de la medicina alemana, así en los diagnósticos, aunque tampoco se olvida de la herencia francesa. El viejo director, ya débil pero al fin heroico, recuerda las lecciones de Charcot, pero ante el psiquiatra nazi que va a eliminar a los pacientes, considerados peligrosos o al menos molestos, lanza la brillante figura de Bleuler. Recuerda que los internados son enfermos, no personajes inútiles y desahuciados, como bien se sabe en la gloriosa tradición germana.

El manicomio es sin embargo también refugio frente al exterior, un islote en el mar peligroso, como pudo serlo para Althusser en sus internamientos. Un mundo al que no han llegado todavía los nazis, en donde se buscan otras verdades. Está el amor, está la ciencia, está la salvación. Nuevas estructuras de recuerdos, de sueños. Son interesantes los estudios que se realizan allí por sus médicos, algunos son intervenciones crueles, otros son lucubraciones sobre el hombre de genio y la creatividad. De esto se ocupa un extraño médico, que al huir al fin del hospital solo se preocupa por salvar sus páginas. Es un tema importante, así para Kretschmer y Jaspers, también en el monumental diccionario con tantas ediciones de W. Lange-Eichbaum titulado Genie, Irrsinn und Ruhm. Está escribiendo el psiquiatra imaginado de esquemas y árboles genealógicos, de enfermedades y hormonas en héroes y santos. Hay conferencias y disertaciones, también microscopios que permiten ver bacterias que se confunden con paisajes. Se habla en una sesión de la añoranza de los esquizofrénicos por el mal pasado, se quiere definir una “nostalgia de la demencia”. Se trata de un enfermo que necesita comida, asienta el autor. Otra enferma es fingidora para evitar los campos de concentración.

Unos enfermos se muestran con visiones religiosas, o blasfemas, alguno hay que recita la Ilíada. Otros que afirman su salud, también un artista escultor, o bien un prodigioso calculador. Los tratamientos pueden ser bromuro, escopolamina, barbitúricos, morfina, baños fríos, camisa de fuerza, celdas de castigo, choques con insulina, o bien eléctricos. Aparecen los tests psicotécnicos con origen en los Estados Unidos, o bien algunas operaciones arriesgadas. Entre los enfermos, o más bien, entre los refugiados aparece un decano y rector que ha sido apartado por los invasores alemanes, se trata de una eminencia en electroencefalografía. Otros personajes conectan con el exterior, con el mundo que está ocupado. Hay así heridos de guerra, o bien proletarios resistentes que se encargan de una central eléctrica. Para el autor, que tanto negoció para conseguir la edición, suponen la vida verdadera, el Atlas que sujeta el mundo.

Entre los “invitados”, entre los asilados están personajes que son protegidos, para los que el centro es refugio. Ese psiquiatra rector y decano ahuyentado por los invasores. O un interesante poeta, drogadicto, semialienado, que parece presagiar los rumbos literarios posteriores del autor. Huye de la realidad, busca mundos nuevos, inventados, lejanos. Se reflexiona sobre la literatura como droga, espionaje, espejos, o huidas, olvidos y salvaciones. Medios de huida se plantean, tales como tocar la flauta, coleccionar mariposas, reflexionar sobre el hombre de genio, buscar grietas por donde escapar, aunque sea a la locura, al manicomio, a un mundo de fantasmas. Los críticos y los médicos –se nos dice- hacen falsos diagnósticos. Sin duda, estamos en una Montaña mágica, que se cita. Y también es mencionada otra de las cumbres de la literatura del siglo, Ulises de Joyce. El padre inventor del protagonista afirma que el pasado (la memoria), se puede recrear, también el futuro.

Llegan los nazis, contra obreros, judíos y enfermos. El director intenta esconder a los pacientes, se destruyen archivos y falsifican papeles, un médico planea el suicidio, algún otro escapa. Un partisano intenta llevarse algunos enfermos, a los demás los liberan. Son perseguidos y exterminados los pacientes, el hospital queda para las SS mandado por el cirujano de origen alemán, quien practicaba dudosas intervenciones tal vez en nombre de la ciencia.

 

José Luis Peset
Instituto de Historia, CSIC
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