DOSSIER: BIOPODER Y DETERMINISMOS EN SUDAMÉRICA DURANTE EL SIGLO XX / BIOPOWER AND DETERMINISM IN SOUTH AMERICA DURING THE TWENTIETH CENTURY

INTRODUCCIÓN: SABER Y PODER EN LA PERIFERIA DE OCCIDENTE

Gustavo Vallejo*, Luis Ferla**

* Conicet, Argentina

** Universidade Federal de São Paulo, UNIFESP

 

INTRODUCTION: KNOWLEDGE AND POWER IN THE PERIPHERY OF THE WEST

Recibido: 02-02-2014; Aceptado: 14-04-2014.

Cómo citar este artículo/Citation: Vallejo, Gustavo; Ferla, Luis (2014), Introducción: Saber y poder en la periferia de occidente, Asclepio, 66 (2): p051, doi: http://dx.doi.org/10.3989/asclepio.2014.15

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Los trabajos reunidos abordan distintos tipos de determinismos, que son aquí entendidos como expresiones de una interacción entre saber y poder concebida para reforzar situaciones inmodificables por la incidencia atribuida a la herencia, al ambiente, a un territorio, a la economía o a la religión. Entrado el siglo XIX ese fatalismo fue a menudo el punto de partida, pero también el de llegada, conjugando la diagnosis y la terapéutica, desde un emergente biopoder basado en la confluencia de saberes científicos de impronta biológica y praxis políticas. Desde esa perspectiva, si el mal reconocido era inmodificable, la amenaza de su propagación requería de estrategias para aislarlo, separarlo, en definitiva excluirlo para dejar a salvo el universo de normalidad deseable. Pero entablada esa disputa entre lo valioso y lo disvalioso amenazante, pronto quedaría en claro que una y otra entidad representaban también antagonismos necesarios para el desarrollo del organismo social. El bien se explicaba por su mal contrapuesto, lo normal por lo patológico (Cangilhem). La exclusión entonces, como estrategia de una más amplia tecnología del poder, debía servir para retroalimentar los pares oposicionales dentro de un campo de disputa que operaba como legitimación de la esfera de normalidad. Su contracara, la esfera de lo patológico, motivaría constantes reinvocaciones de la ecuación malthusiana que instaló el principio de escasez en el sentido común del mundo capitalista, dejando en claro que no sólo hacía falta producir y hacer circular bienes sino tener presente que el universo de los beneficiarios no podía incluir a toda la población. El biopoder venía entonces a disciplinar la sociedad para instarla a producir más y excluir para optimizar los recursos, integrando razones económicas y morales bajo una incuestionable certeza: había allí un mandato de la Naturaleza que únicamente podían interpretar los saberes científicos de los que ese biopoder se valía.


Estas vastas problemáticas se despliegan aquí sobre un marco espacio-temporal acotado, tratándose de episodios inmersos en el Cono Sur Americano a lo largo del siglo XX, cuando esta región, ya devenida en una de las más desiguales del mundo, dio lugar a la emergencia de distintos tipos de determinismos (biológicos y sociales). Los diversos abordajes de este Dossier confluyen así en una inquietud dirigida hacia las formas asumidas por la ciencia para relacionarse dialógicamente con esos determinismos, ya sea que se tratara de brindarle legitimidad o por el contrario de formularles críticas. En cualquier caso, el tema revela la progresiva conformación de un campo -en el estricto sentido que le dio Bourdieu al concepto- oscilante entre la exaltación de la autonomía de la ciencia con sus propias reglas y saberes específicos, y a la vez pugnar de manera heterónoma por alcanzar desde allí un reconocimiento en las más encumbradas instancias del poder. Estas oscilaciones que desde el inicio del siglo XX revelan tensiones inherentes a la constitución de la ciencia moderna, tendrán en el Cono Sur el trasfondo de complejas realidades redundantes en no pocas dificultades económicas como también en la seductora constatación de que el poder era capaz de reservarle lugares destacados a los portadores de la ciencia. 


Las migraciones masivas y los frecuentes golpes militares dirigidos a disciplinar sociedades heterogéneas agregarían a lo largo del siglo XX más rasgos característicos de aquello que fue un sitio físicamente distante pero a la vez muy próximo al hemisferio norte. Fundamentalmente debido a una arraigada dependencia cultural y económica que trasladó hasta sus confines eventos como las crisis internacionales ocasionadas por las guerras europeas, el crac norteamericano o la guerra fría.


Así, sobre sociedades convulsionadas por crecimientos poblacionales incontrolados en sus grandes centros urbanos, irán cobrando forma respuestas científicas gestadas a la medida de élites atemorizadas por el avance de la política de la democracia y deseosas de asegurar su gobernabilidad a través de mecanismos cada vez más sofisticados de control social.


Los agudos análisis de Foucault acerca de cómo el poder se diseminó a través de una microfísica imperceptible y a la vez ininterrumpida, atraviesan miradas presentes en los distintos artículos del Dossier. Se tratará así de advertir aspectos de un biopoder que requiere de la ciencia insumos fundamentales para llevar a cabo su tarea consistente en determinar cuáles son las vidas más valiosas y cómo asegurarse que ellas se reproduzcan más que otras. Y si esto conformará un cuadro común con distintas sociedades, el Cono Sur presenta las particularidades propias del papel que tuvieron élites locales reproduciendo un sistema de valores que reactualizó, por otros medios, el sometimiento a vieja formas de colonización. De este modo, se afirmarán estereotipos que desde un discurso racial ampliamente propagado, venía a reproducir las mismas relaciones de poder que distinguían antes al colonizador del colonizado. Porque identificado lo valioso, hacía falta conocer, fundamentalmente, cuáles eran las entidades que amenazaban su deseada propagación, aquello que por contraste entrañaba el riesgo de lo incontrolable, en definitiva de lo anormal que afectaba al estado de normalidad deseada, esto es de lo que tarde o temprano decantará en el mal, ya sea a través de la enfermedad o del delito. Así, los rasgos somáticos, el lugar ocupado en la escala social, la procedencia propia o de sus antepasados, profesar una religión diferente a la oficial, adscribir a «ideologías enfermas», constituyeron síntomas que no pasarían desapercibidos para saberes encargados de procesarlos «científicamente». La presencia de alguno de esos factores podía, de manera indiciaria, entenderse como el germen de cualquier tipo de trastorno social experimentado en las metrópolis modernas de esta parte del mundo. El incremento en los índices de criminalidad urbana, huelgas que parecían ser el preanuncio de la temida revolución, las expresiones callejeras de hambre y la mendicidad, requirieron entonces determinar la procedencia de esos males. Rostros y comportamientos «anormales» serían entonces la evidencia palpable de la prolongación del mal para un biopoder que no daba lugar a la duda de si, antes que la causa del mal no serían aquellos la consecuencia de un sistema de relaciones que cabía revisar. Allí a su vez se fue diseminando una más difusa agenda de temas que incluirían la culpabilización de un «otro» inasible por el inarmónico desarrollo de la sociedad que, para élites locales, sólo podría revertir el aumento en los niveles de integración (entiéndase de dependencia) a la economía mundo.


La determinación causal del mal llevó consigo la búsqueda de la homogeneidad (el blanqueamiento en Brasil, la sustitución racial por la inmigración europea en Argentina, la colonización de elites profesionales alemanas impulsada en Chile) por medio de saberes científicos que fueron desde la biotipología, la antropología física, la genética, el maltusianismo, la criminología, como también las interlocuciones menos explícitas de la Iglesia Católica con la eugenesia. Y, como se verá en distintos trabajos de este Dossier, capilarmente se expandirían sus conclusiones dirigidas a afianzar patrones de normalidad/anormalidad establecidos, por medio de revistas ocupadas de promover la eugenesia, ya sea en su versión más enérgica -Boletim de Eugenia, de Brasil- o en la que involucraba la postura de la Iglesia Católica -Criterio, de Argentina-. Pero también llegó a existir un espacio para desafiar aquello que fue identificado como discursos dominantes por una prédica libertaria lanzada desde una revista internacional –Estudios, publicada en la España republicana-, con significativa resonancia en el Cono Sur americano. Sin embargo, cuando la voz anarquista fue acallada violentamente, puede decirse que, con algunos matices, afloró una persistente retroalimentación entre las estrategias de control social emanadas de los discursos dominantes y un sustrato cultural que fue favoreciendo el desarrollo de determinismos hasta atravesar con ellos la valoración de vidas individuales tanto como de destinos colectivos. Esto último resultó especialmente notorio a partir de la segunda mitad del siglo XX, cuando la entronización de una forma de entender la economía requirió ensamblar la autonomía de un saber científico que sólo admite la opinión de quienes lo profesan con la heteronomía de su aplicación política a expensas de todo, en su explícita interpretación fatalista del darwinismo social impuesta «por la razón o por la fuerza» -según lo expresa un viejo lema político chileno-.


Iluminando sutilmente el devenir de los determinismos y el biopoder en la región, el trabajo de Luis Ferla se concentra en el Brasil de entreguerras, deteniéndose en las disputas de saberes por hegemonizar la provisión de formaciones de verdad a distintas instituciones públicas de encierro. El Brasil de entreguerras es situado así por Ferla como un escenario de disputas de incumbencias entre disciplinas encargadas de medir cuerpos y comportamientos que repercuten particularmente en la pericia legal. Ferla describe entonces un complejo proceso dirigido a entronizar saberes que debían ser capaces de zanjar todo tipo de disputas en la tarea de apuntalar el papel ejemplarizador del poder público ante situaciones de trastorno social, delimitando en cada caso y de manera inobjetable, el estado de culpabilidad o absolución, libertad o condena, delito o enfermedad. Y en una grilla que presenta interminables ramificaciones, el trabajo de Ferla se sumerge en las tensiones con las que este propósito tendrá que lidiar cuando entren en pugna dos clásicos saberes normativos, como son la Medicina y el Derecho. Pero si la pericia legal traía consigo un creciente protagonismo de la Medicina, Ferla también nos muestra cómo ese proceso irá pugnando por legitimar la supremacía absoluta de los representantes de la ciencia por sobre la cada vez más despreciada formación de verdad indocta (desde testigos hasta declaraciones policiales). Puede decirse que eran todas ellas expresiones de una etapa de reacomodamiento en los modos de brindar legitimidad científica a todo un aparato represivo del Estado que tenía poder de vida y muerte, donde ya la tradicional criminología positivista que había hegemonizado ese rol desde fines del siglo XIX había entrado en franco declive. En efecto, luego de que esa criminología proporcionara un arsenal muy simple de herramientas capaces de ser utilizadas por indoctos, donde los estigmas físicos del «criminal nato» podían ser detectados por cualquier personaje del andamiaje represivo del Estado, el período de entreguerras da cuenta del ascenso de la Medicina llamando la atención de la preparación y sofisticación necesarias para detectar la anormalidad. Así, Ferla destaca el avance del médico legal (munido de las novedades científicas que traía, por ejemplo, la biotipología) hasta convertirse en la figura portadora de un saber árbitro en todo tipo de laudo. En su modo de operar contrastará el tratamiento al castigo y la ciencia a la violencia, hasta lograr imponer la hegemonía de un saber/poder que ejercerá formas menos explícitas de castigo y violencia, aunque no por eso desprovista de una crueldad que quedaba diluida en el rol arbitral de instituciones científicas: podía ser el Instituto Biotipológico, el Laboratorio de Antropología Criminal, o el Laboratorio de Psicología. Los preconceptos que antes resultaban mucho más visibles cuando Lombroso lo enunciaba, ahora adquieren otros ropajes científicos sin por ello modificar su esencia determinista.


Prosiguiendo el abordaje del caso brasileño en el período de entre-guerras, Paula Habib y Robert Wegner se detienen en un aspecto del devenir del movimiento eugénico, como fue la búsqueda de acrecentar sus fundamentos a partir de la legitimidad que podía proveer la genética. Como partícipes centrales de esta inquietud, Habib y Wegner sitúan a tres figuras destacadas del campo científico brasileño: el eugenista Renato Kehl y los genetistas especializados en animales y plantas, Octávio Domingues y Salvador Toledo Piza Jr. El punto de articulación de las preocupaciones de todos ellos fue el Boletim de Eugenia, la principal revista dedicada a la difusión de la eugenesia en Brasil y el tema aglutinante era trasladar a seres humanos los avances experimentados por la genética en la mejora de plantas y animales. Se trataba de un anhelo que no era nuevo, aunque sí lo eran las herramientas para llevarlo a cabo. La manera grotesca y burda en que Charles Binet-Sanglé planteó esa inquietud en Haras humain (1918), con las enormes repercusiones favorables y desfavorables suscitadas, iba siendo revisada en función de las mayores certezas alcanzadas por la genética hacia 1930. Esta cuestión, descripta por Habib y Wegner, se despliega sobre el trasfondo de una inquietud mayor consistente en buscar respuestas a la pregunta que acuciaba a las élites brasileñas acerca de ¿qué hacer con la población negra? Esperar que el mestizaje haga con naturalidad su tarea de ir lentamente produciendo un generalizado blanqueamiento, o trasladar los avances experimentados en la genética de animales para conducir esa tendencia desde la eugenesia, será un dilema ante el cual los propios genetistas pondrán de manifiesto sus propias divergencias. 


César Leyton y Marcelo Sánchez Delgado se concentran en la realidad chilena de comienzos del XX, para analizar la impronta dejada por científicos alemanes ligados centralmente en la formulación de la política racial del Tercer Reich. Leyton y Sánchez se detienen especialmente en la figura de Max Westenhoffer, para analizar distintos aspectos de su presencia en Chile que ponen de manifiesto una forma de colonización cultural alemana operada sobre vastos espacios de conocimiento chilenos ligados a la Medicina y la Antropología. Su obra cumbre El camino propio evolutivo y el origen del hombre, planteada en 1941 como una teoría de la evolución alternativa a la darwiniana y atenta a las necesidades de la política racial alemana, será traducida en Chile en 1951, por lo tanto después del fin de la Segunda Guerra, de la Declaración Internacional de los Derechos Humanos (1948) y cuando resultaba ya imposible desconocer las atrocidades llevadas a cabo por el Nazismo. El episodio, que encierra bastante más que una curiosidad, aparecerá en el trabajo de Leyton y Sánchez Delgado como la punta del iceberg que buscarán indagar, retrospectivamente, para enlazar una tradición académica local afirmada durante décadas con la sobrevaloración de una obra justificatoria de la supremacía racial del pueblo alemán. Ese examen retrospectivo se remonta a mediados del siglo XIX con la llegada de figuras destacadas de las ciencias de la naturaleza, en el marco de un exitoso programa de colonización de alemanes en el sur de Chile. El trabajo se detiene también en figuras nucleadas en torno a Westenhoffer, hasta llegar a sus discípulos, que seguirán reverenciando su saber, dirigido a articular biología, craneometría, racismo y eugenesia. Entre ellos se encontrarán Otto Aichel, Aureliano Oyarzún, Edgardo Schirmer y Juvenal Barrientos, quienes afirmarán esta línea de pensamiento dentro de la Medicina y la Antropología de Chile durante largos años. 


Gustavo Vallejo y Marisa Miranda focalizan sus indagaciones en un tipo de determinismo que rechaza al de corte biológico para centrarse en otro con bases ambientales. Se trata del que promovió la Iglesia Católica por distintos medios, al abrazar la eugenesia italiana impulsada por el fascismo. De ese modo y analizando el fuerte impacto que esta corriente tuvo en países como la Argentina, Vallejo y Miranda se detienen en las características de la llamada eugenesia latina y la confluencia de saberes científicos y dogma católico en un corpus doctrinario que no se desentiende de la estructura básica concebida por Francis Galton para identificar, clasificar y jerarquizar individuos. En la formulación de este programa eugénico, cobraron importancia figuras internacionales como Agostino Gemelli, Isidro Gomá, Nicola Pende, Antonio Vallejo Nágera, referentes incuestionables para un movimiento eugénico que en Argentina se extendió a lo largo de buena parte del siglo XX. La coerción confesional desplazaba a las esterilizaciones forzosas y de la búsqueda de moralizar con la eugenesia las relaciones interpersonales conducentes al acto sexual y la reproducción, emergería un Derecho Eugénico articulado con el Derecho Civil hacia donde apuntarían sus mayores preocupaciones dos referentes locales de la eugenesia en la segunda mitad del siglo XX: Carlos Bernaldo de Quirós y Enrique Díaz de Guijarro. La prédica oficial del Vaticano en pos de la eugenesia, que proseguiría aun entrada la segunda mitad del siglo XX, hallaba así en Argentina fuertes reverberancias en las formas asumidas por un biopoder articulador de precisos saberes y políticas públicas.


Como en el caso de Habib y Wegner, el trabajo de Jiménez Lucena y Molero cruza la mirada biográfica con un ámbito que opera como contenedor de los intereses del intelectual abordado. En ambas indagaciones se despliega la eugenesia como un telón de fondo para analizar modos de relación entre el intelectual y el medio de difusión. Aunque mientras en el estudio de Habib y Wegner aparecen las interacciones mantenidas entre dos genetistas y un eugenista dentro de la principal publicación divulgadora de la eugenesia pro-germánica en Brasil, en el trabajo de Jiménez Lucena y Molero, en cambio, es el médico naturalista argentino Juan Lazarte quien trata temas de eugenesia e introduce la cuestión en un cualificado ámbito de afirmación del ideario anarquista en Hispanoamérica, como fue la revista catalana Estudios en los umbrales de la Guerra Civil. En efecto, en torno a Lazarte y a Estudios se desarrolla el eje de un análisis que se complejiza con la interpretación en clave anarquista de la noción de eugenesia para desde ahí gestar una propuesta de liberación sexual. Así, son explorados a través de Lazarte mecanismos que en su punto de partida cabe situar dentro de las lógicas de inclusión por exclusión (señaladas por Foucault y retomadas por Espósito), esto es, la ampliación de derechos que pueden devenir de ciertas medidas, aun cuando ellas se inscriban en un programa mayor tendiente, justamente, al cercenamiento de derechos como es la eugenesia. Para Lazarte, la mejora de la raza propugnada por la eugenesia implicaba desplazar su inmanente carácter excluyente de las habituales coerciones llevadas a cabo en su nombre a un plano distinto como era el del voluntario control de los embarazos. La eugenesia deviene así en neomalthusianismo, que tampoco tiene que ver con la castidad moralista de Malthus, sino con la separación del acto sexual de sus implicancias reproductivas. Desde allí interpela el orden social burgués focalizando los problemas que aquejan a las mujeres: desde su salud, (afectada por múltiples partos), a una calidad de vida carente de momentos de recreación o posibilidades laborales que le garanticen una independencia efectiva (por las limitaciones que impone la atención a una familia numerosa), sin dejar de considerar una libertad sexual tout court, que debía hacer desaparecer el delito de adulterio. La ecuación de Lazarte, sintetizada en igualar alta natalidad a alta mortalidad de hijos y de madres, mientras asociaba una baja natalidad a una baja mortalidad de ambos, nos sitúa así en las antípodas de la postura ortodoxa que asumió la eugenesia en la Argentina, ensamblada, como se ve en el trabajo de Vallejo y Miranda, con un corpus signado por el deber de reproducción ilimitada que debían asumir aquellos que poseían la «aptitud» para llegar al matrimonio, tras ser reconocida por la Iglesia Católica y la Medicina. Así, entonces, en Lazarte, la libertad sexual, la maternidad conciente, los derechos de la mujer, completaban un programa corrosivo para el biopoder sostenido por un orden social que establecía inmodificables relaciones de género y donde el fin último sería alcanzar la mejora de la calidad de la raza por medio de la limitación voluntaria de los embarazos con la ayuda de métodos científicos de anticoncepción. 


Por último, Biagini y Fernández Peychaux tematizan la incuestionabilidad asumida por la ciencia cuando se articula con el biopoder, a través de un saber hermético, como ha tendido a serlo una precisa forma de entender la economía. Se trata, en efecto, de la resignificación del discurso de la libertad del mercado, operada desde la segunda posguerra y cuyo impacto en el Cono Sur dejó huellas imborrables. Las demandas de mayor libertad (entiéndase por ésta pura y exclusivamente como la del mercado) satisfechas a través de decisiones monitoreadas desde la Casa Blanca, se tradujeron en la irrupción de dictaduras que iniciaron una espiral interminable de muertes y endeudamiento externo. Detrás de este biopoder que dio sustento a una lógica de la gobernabilidad signada por la celebración del crecimiento exponencial de las desigualdades y el reemplazo de la valoración de la vida por el de la competencia y los competidores en sí, se situó una forma de saber/poder que reactualizó el protagonismo de la ciencia conferido por el positivismo en el 1900. Biagini y Fernández Peychaux caracterizan agudamente este revival que coloca los fundamentos de la ciencia (este caso la economía de mercado) como principio y fin de la organización de una sociedad moderna, con una caracterización que busca reflejar esa articulación con sus resonancias positivistas. En efecto, ellos nos hablarán de «neuroliberalismo», trascendente a una expresión política (neoliberalismo) y a las patologías que ella alimenta (neurosis obsesivas), en la búsqueda de alcanzar el éxito. El «neuroliberalismo» sería así un estado generalizado en el que inconscientemente quedamos sumidos para resignar crecientes niveles de libertad individual cuando, paradójicamente, nos sumergimos en la libre competencia del mercado. Los mecanismos de sujeción, en tanto forma de ceder derechos voluntariamente, serán el resultado de una microfísica foucaultiana sobre la que se sustenta la reactualización de este saber/poder que progresivamente irá perfeccionado sus mecanismos en pos de obtener la respuesta deseada a través de menores formas de coerción explícita infringidas. Estas ideas en buena medida vuelven sobre la naturalización de la «lucha por la vida» que hacía Galton desde su clasificación básica de fit y unfit, donde el resultado de la competencia demarcaba uno y otro universo, estableciendo a su vez valoraciones sobre cuál de ellos era menester custodiar y favorecer su reproducción. Medio siglo después, Ludwing von Mises y Ayn Rand serán los adalides de una defensa del capitalismo basada en similares criterios, que a su vez se prolongarán en Milton Friedman y Friedrich Hayek. Allí Biagini y Fernández Peychaux sitúan el inicio del revival positivista y liberal del «neuroliberalismo» fundado en la celebración del «éxito» y el «egoísmo», con la necesaria contraparte de «fracasados» y «resentidos», que no son sino los perdedores en la «lucha por la vida», imprescindibles para la evolución social desde el discurso hegemónico del mercado.


Finalmente nos resta agradecer a quienes hicieron posible la realización de este Dossier (autores, editores de la revista, evaluadores externos). También queremos recordar a aquellos con quienes venimos compartiendo una relación académica, especialmente a Rafael Huertas y los investigadores que junto a él trabajan dentro de la línea de investigación “Historia cultural del conocimiento” del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. Asimismo, vale la pena destacar las interacciones mantenidas con Álvaro Girón Sierra y el proyecto: Ciencia y creencia entre dos mundos. Evolucionismo, biopolítica y religión entre España y Argentina, subsidiado por el CSIC (HAR 2010-21333-CO-03, subprograma HIST).


También queremos recordar que los trabajos aquí reunidos fueron expuestos en dos reuniones científicas celebradas en 2012: el simposio «Biopoder y determinismos biológicos y sociales en Iberoamérica. Siglos XIX y XX», en el marco del 54 Congreso Internacional de Americanistas (ICA): «Construyendo diálogos en las américas», que tuvo lugar en Viena; y el V Workshop sobre Darwinismo social y eugenesia, organizado por la Unidad de Ciencias Humanas del IIB-INTECH/CONICET-UNSAM (Argentina), donde resultó invalorable la labor desarrollada por Marisa Miranda.