Se esperaba este libro, por su valiosa contribución a un tema que se va explorando historiográficamente: la fundación de la disciplina de la psiquiatría en el Perú. El autor ofrece tanto una síntesis de los aportes de trabajos anteriores, en particular los de Santiago Stucchi-Portocarrero y Augusto Ruiz Zevallos (Stucchi, 2012Stucchi-Portocarrero, Santiago (2022 [2012]), Loquerías, manicomio y hospitales psiquiátricos de Lima, Lima, FECH.; Ruiz Zevallos, 1994Ruiz Zevallos, Augusto (1994), Pisquiatras y locos. Entre la modernización con los Andes y el nuevoproyecto de modernidad. Perú: 1850-1930, Lima, IPP.), como un balance de su exploración de fuentes recientemente accesibles. En efecto, gracias a este libro, cobran sentido las recientes campañas de digitalización documental llevadas a cabo por el Hospital Víctor Larco Herrera1
El primer elemento renovador es la cronología elegida. El libro sigue el proceso de institucionalización de la psiquiatría en Perú desde mediados del siglo XIX hasta la década de 1940, a través de la fundación de dos establecimientos sucesivos: el Hospicio de Insanos, comúnmente conocido como el manicomio del Cercado, que abrió sus puertas en 1859 y cerró en 1918, y el HVLH que se hizo cargo de la atención de los enfermos mentales ese mismo año y sigue activo hasta hoy. El texto toma 1947 como fecha de cierre, cuando se alcanzó el número máximo de pacientes, lo que también coincidió con el retiro de Baltazar Caravedo. El interés de la elección de estos hitos cronológicos es doble: por una parte, el periodo muestra los esfuerzos realizados en pos de una “modernización” cuyos contornos siguen siendo imprecisos y sujetos, a ojos de los propios actores, a regresiones, según una dinámica temporal resistente a las interpretaciones lineales, cuyos contornos trazó la historiadora Jennifer Lambe a partir del caso de la Mazorra en Cuba (Lambe, 2017Lambe, Jenifer (2017), Madhouse. Psychiatry and Politics in Cuban History, University of North Carolina Press., p. 6, nota 17). Por otro lado, a caballo entre dos instituciones, la elección de un período no estrictamente alineado con la vida de los establecimientos afirma un prisma metodológico bienvenido, el cual consiste en esbozar pistas para una historia social de la psiquiatría en el Perú, atenta a los procesos más que puntuada por consideraciones estrictamente institucionales.
En segundo lugar, el libro ofrece una perspectiva temática que contribuye a la “apertura de la historia de la psiquiatría” que Isabelle von Bueltzingsloewen sugirió en un artículo seminal (von Bueltzingsloewen, 2015Von Bueltzingsloewen, Isabelle (2015), “Vers un désenclavement de l’histoire de la”, Le Mouvement Social, 253, pp. 3-11. DOI: 10.3917/lms.253.0003). De este modo, estas reflexiones permiten sacar el estudio de la psiquiatría de los confines manicomiales y comprender sus interacciones con las esferas estatal y sociocultural. Tras una sección inicial dedicada a las dos instituciones ya mencionadas, el libro examina cómo la psiquiatría ha planteado a su vez la “cuestión india” y la psicosis, en particular la esquizofrenia. Se trata de dos temas que, cada uno a su manera, marcan el período cubierto por el libro. Frente a ellos, los psiquiatras a veces reprodujeron y hasta agudizaron ideas racistas preconcebidas. A veces también, propulsaron cierta revolución terapéutica en sintonía con paradigmas forjados en un ámbito y una conversación científica globales, dándole vigencia, por ejemplo, a la calificación de “excelencia en la periferia” al caso de Honorio Delgado (Cueto, 1989Cueto, Marcos (1989), Excelencia científica en la periferia: actividades científicas e investigación biomédica en el Perú 1890-1950. Lima, GRADE.). A continuación, la atención se centra en los “juicios y prejuicios”: el autor muestra el desempeño de los psiquiatras en busca de legitimidad socio profesional en los tribunales y en el debate público. Su aspiración a que su disciplina fuera reconocida como científica llevó a algunos de ellos a forjar peritajes psiquiátricos destinados a calificar o descalificar delitos y crímenes. Sin embargo, el libro muestra que esta exposición fuera de los muros de los manicomios también socava, en ocasiones, esta misma pretensión a la cientificidad. Alimentando aún la ambición de ocupar un lugar en la escena pública y de encontrar en ella apoyo, algunos psiquiatras optaron por promover una concepción preventiva de su acción, lo que les llevó a participar en el movimiento transnacional de higiene mental. El libro muestra las múltiples manifestaciones de este, incluidos los posibles vínculos con la eugenesia, como en el caso de la Liga Peruana de Profilaxis Social, fundada en 1923.
Estas reflexiones permiten sacar el estudio de la psiquiatría de los confines manicomiales y comprender sus interacciones con las esferas estatal y sociocultural. De este modo, la disciplina psiquiátrica y los conocimientos que la sustentan parecen ser el resultado de fenómenos complejos que ya no se circunscriben únicamente al ámbito científico. La historia de las ciencias ha demostrado que estas últimas, la medicina quizás en particular, están arraigadas en un contexto. Se ha puesto de relieve el hecho de que sus actores se arraigan en las sociedades que dieron origen a sus producciones y que hicieron posible –o complicada– su acción (Palma y Lossio, 2022Palma, Patricia y Lossio, Jorge (eds.) (2022), Desarrollo y Sociedad en el Perú del Centenario, Lima, IRA.; Drinot, 2022Drinot, Paulo (2022), Historia de la prostitución en el Perú, Lima, IEP.). Esta postura relativista es, sin embargo, estrictamente metodológica, y el libro de Andrés Rios-Molina tiene el mérito de no negar en absoluto las aportaciones de la psiquiatría a la comprensión del sufrimiento. De hecho, el libro está dedicado a un médico, Jesús Gudiño Quiroz (1939-2022).
A estos estimulantes enfoques metodológico y temático se añaden otras tres importantes aportaciones. La tercera es la multiplicación de los actores y, como consecuencia potencial, el cruce de sus puntos de vista. La renovación de las fuentes disponibles permite al libro ir y venir entre la perspectiva del Estado y la del paciente, incluso en ausencia de fuentes procedentes de las personas internadas, como ilustra magistralmente el análisis de dos fotografías del interior de un mismo asilo, tomadas desde ambos puntos de vista (p. 61). Así pues, los médicos ya no son las únicas voces que dictan una historia de la medicina que se ha convertido, por extensión, en una historia de la salud. Tanto más cuanto que, a las perspectivas del Estado y de los pacientes, se suma el protagonismo de las familias, actores de las decisiones que presiden las elecciones y las condiciones del internamiento de un individuo, cuyo papel fundamental ya ha subrayado Santiago Stucchi-Portocarrero (Stucchi, 2012Stucchi-Portocarrero, Santiago (2022 [2012]), Loquerías, manicomio y hospitales psiquiátricos de Lima, Lima, FECH., p. 106). Las enfermeras, otras actrices que adquieren protagonismo gracias al libro, encuentran por fin un lugar en la narrativa, más allá tanto de las nociones preconcebidas sobre su falta de protagonismo, como del debate sobre la validez de la presencia de monjas en el manicomio.
La cuarta aportación corresponde a la preocupación por la contextualización regional e internacional que guía la obra. Se trata de una publicación conjunta del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de México (UNAM) y el fondo editorial de la Universidad Nacional Mayor de San marcos (UNMSM) de Perú. El conocimiento detallado que Andrés Ríos-Molina tiene del caso mexicano le permite enriquecer su estudio del caso peruano. Esto arroja luz tanto sobre la regularidad como sobre las características específicas del caso peruano, incluyendo, por ejemplo, la participación de los médicos peruanos en el debate sobre el problema “indio” y su patologización, como se ha mencionado anteriormente.
Por último, el libro ilustra los matices que brinda un enfoque historiador hacia la comprensión del sufrimiento psicológico como problema social. Como hemos visto, este método cuestiona la centralidad de la figura del médico, como actor y como productor de fuentes, enriqueciéndola con otros puntos de vista. Asimismo, devuelve un espesor humano, pero también contribuye con cierto grado de duda, a los estimulantes debates que ha ofrecido un enfoque filosófico con respecto a la trayectoria de la psiquiatría como práctica. En efecto, el libro responde al doble reto de alejarse de la hagiografía médica que domina parte de la literatura disponible sobre el tema, basada en una narrativa heroica (Huertas, 2001Huertas, Rafael (2001), “Historia de la psiquiatría, ¿porqué? ¿para qué? Tradiciones historiográficas y nuevas tendencias”, Frenia, 1 (1), pp. 9-36.), y de evitar el escollo de desplegar una estricta argumentación foucaultiana sobre la dura realidad de los manicomios. Más que el despliegue de un poder implacable, el caso peruano sugiere la presencia a menudo fantasmal de las autoridades, e incluso la lasitud del personal cuidador a los que se les ve luchando contra un hacinamiento, frente al cual las fuentes sugieren que asisten con cierto sentimiento de impotencia. Sin perder de vista la cuestión clave del poder, el libro desplaza el foco hacia otras dos instancias de control social, desigualmente consideradas por la historiografía: la policía y la familia. Al hacerlo, señala el camino hacia futuras investigaciones.
Este libro ya constituye una referencia, por los temas que invita a considerar más allá de los ámbitos asignados a la psiquiatría, por el nuevo enfoque que ofrece en cuanto a los actores implicados en su desempeño, y por los puentes que tiende entre las realidades nacionales.