Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia  76 (2)
ISSN-L: 0210-4466, eISSN: 1988-3102
https://doi.org/10.3989/asclepio.2024.32

López-Ocón Cabrera, Leoncio. El cénit de la ciencia republicana. Los científicos en el espacio público (Curso 1935-1936). Madrid, Sílex, 2023. 621 pp. [ISBN: 978-84-19661-18-0].

 

He aquí un libro tridimensional. Y no me refiero, al menos no solamente, al volumen paralelepipédico que, con sus más de seiscientas páginas, lo convierte en un tocho, en el mejor sentido de la palabra, que se tiene de pie. No. A lo que me refiero es que el tratamiento detallado, el relato minucioso, la thick description, por decirlo con la afortunada frase de Clifford Geertz, con que Leoncio López-Ocón ha elegido componer su pormenorizada crónica de El cénit de la ciencia republicana, ciñéndose al periodo de un solo año, el curso de 1935 a 1936, y a una temática muy concreta, la dimensión pública de la actividad científica, confieren a este libro una textura narrativa efectivamente espesa, casi palpable, a través de la cual el lector puede obtener una experiencia inmersiva para explorar en las tres dimensiones el espacio histórico de aquel intenso y finalmente desgraciado año español.

Hay varios ámbitos en los que López-Ocón halla ese espacio público para la ciencia en el intenso clima político y cultural del tramo final de la segunda República. Y lo hace para las disciplinas a la que tradicionalmente cabría atribuir una más clara proyección social, como la medicina o las ingenierías, pero también para otras, como la zoología, de perfil público aparentemente más modesto. Uno de esos ámbitos para la ciencia pública es, evidentemente, el de los medios de comunicación, tanto periódicos y revistas como emisoras radiofónicas. Los periodistas y reporteros dedican atención a los afanes y logros de los científicos españoles, pero algunos de estos participan también activamente como divulgadores e intelectuales en medios periodísticos, y este libro recoge a este respecto casos de gran interés, algunos de ellos poco o nada conocidos.

Entre esos científicos que cultivaron de modo activo y deliberado las colaboraciones divulgativas en medios periodísticos hallamos al zoólogo del Museo de Ciencias Naturales Manuel García Llorens, uno de los preparadores que contribuyó a la enorme mejora de las colecciones de aquel centro en esos años, pero figura relativamente oscura entre la pléyade de brillantes naturalistas que por entonces coincidieron en torno del Museo. Y, sin embargo, García Llorens muestra un hasta ahora poco valorado talento divulgativo en sus “Charlas faunícolas”, de las que El cénit de la ciencia republicana nos da noticia. Sin salir de la historia natural hallamos también en estas labores periodísticas a José Pérez de Barradas, más conocido como arqueólogo y antropólogo, pero que también contribuyó a la divulgación zoológica. E igualmente al entomólogo Antonio Benítez Morera, de quien podemos así conocer sus colaboraciones tanto en medios de tendencia conservadora, como el diario católico El Debate, como en otros de orientación más democrática, como la revista Algo. Financiada por la Editorial Juventud, esta revista, según muestra López-Ocón, apostó por la divulgación científica, con una sección a cargo del notable astrónomo José Comas y Solá, lo cual puede interpretarse como parte de una estrategia de esta conocida y longeva casa editorial para ganar entonces mayor acceso al ámbito escolar y ampliar así su audiencia y su cuota de mercado.

Otro ámbito relevante para todo ello se halla en los foros de sociabilidad creados por los propios científicos a través de sociedades y academias, especialmente cuando se abren al resto de la sociedad en forma de cursos, conferencias o conmemoraciones. Por ejemplo, los homenajes a Cajal, en cuyo tratamiento el autor aporta su dominio, plasmado en previos estudios, de las dimensiones sociales y culturales del legado cajaliano. También interesan a este respecto reuniones más típicamente esotéricas, como son los congresos, que pueden adquirir un alcance social amplio cuando su relevancia los convierte en materia periodística. Aquí López-Ocón explora con acierto las interacciones entre foros científicos y medios periodísticos reconstruyendo con detalle la atención prestada por la prensa a algunos grandes congresos internacionales que vinieron a confirmar en aquel curso cenital el prestigio cultural de la República Española y en especial su apuesta por el apoyo a la ciencia.

Así, encontramos capítulos y apartados dedicados a convocatorias internacionales tan notables como el Segundo Congreso Internacional de Ingeniería Rural, el décimo Congreso Internacional de Historia de la Medicina o el Sexto Congreso Internacional de Entomología, celebrados los tres en septiembre de 1935. Este último ilustra a la perfección la dualidad contradictoria de apogeo y colapso que se dio en aquel curso de 1935 y 1936. Apogeo en la propia celebración del congreso, inaugurado en Madrid por el presidente de la República Niceto Alcalá Zamora en el nuevo auditorio de la Residencia de Estudiantes. Y colapso en la triste historia de la edición final de las actas, marcadas por una serie de censuras, silencios e intencionados olvidos. Se cita también el Tercer Congreso Internacional de Paludismo, que no llegó a celebrarse en octubre de 1936, por razones obvias, y que podría haberse tratado aquí en mayor profundidad para ilustrar el reverso de proyectos frustrados y cancelaciones forzosas que siguió al estallido de la guerra en julio de aquel año. También podría haberse concedido más atención a la Expedición Iglesias al Amazonas, uno de los proyectos estrella del régimen republicano, que aparece en el libro fugazmente más de una vez. Su cancelación vino dada por dinámicas internas de los propios gobiernos republicanos y por ello su análisis hubiera aportado un contraejemplo interesante respecto de la principal línea argumental que, con toda razón, sirve de eje central al libro.

Señalar omisiones o aspectos que podrían haber recibido mayor atención resulta extremadamente injusto en la reseña de un volumen que destaca por la riqueza de sus contenidos, por la abundancia de información sobre personajes y episodios concretos, y por esa reconstrucción tridimensional de ambientes y eventos a la que se aludía al principio. La calidad de la edición a cargo de Sílex también merece encomio. Un cuidado y sobrio diseño, con buen tratamiento tipográfico, inclusión oportuna de algunas ilustraciones y un magnífico índice temático al final del libro que, en una obra de estas características, resulta una inapreciable ayuda para su consulta.