Fue a finales de la última década de la pasada centuria y principios de este siglo cuando aparecieron diversas aportaciones que empezaron a delinear los contornos de la política científica y tecnológica del régimen franquista, en la que desempeñó un papel fundamental el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), creado en los inicios de la dictadura, en 1939.
Aparecieron entonces diversos trabajos que empezaron a iluminar un período oscuro de nuestro pasado científico. Un trabajo pionero fue la tesis doctoral de 1994 de Santiago López García “El saber tecnológico en la política industrial del primer franquismo” de la que derivaron diversos trabajos sobre el Patronato Juan de la Cierva, el principal instrumento de la ciencia aplicada instrumentada por el CSIC en la época autárquica de la dictadura, entre 1949 y 1960. Paralelamente, en 1997, Luis Sanz Menéndez ofreció una visión panorámica del sistema científico-técnico durante la era de Franco y el posfranquismo en Estado, ciencia y tecnología en España: 1939-1997. En la década siguiente, entre 1998 y 2009, diversos investigadores, como Antoni Malet y Albert Presas, continuaron indagando sobre las primeras décadas del CSIC y el papel fundamental desempeñado por el edafólogo José María Albareda, integrante relevante del Opus Dei, en su diseño y arquitectura institucional.
Pero ha sido en los años recientes cuando se ha llevado a cabo una investigación sistemática sobre diversas instituciones científicas y técnicas fundamentales en la industrialización de la España franquista, asociada a los planes de desarrollo de la década aperturista de 1960, y en el fortalecimiento de su sistema sanitario. Uno de los organismos más estudiados, gracias a contribuciones de José Manuel Sánchez Ron, Ana Romero y Albert Presas, ha sido la Junta de Energía Nuclear. Las ciencias biomédicas han merecido especial atención en numerosos trabajos de María Jesús Santesmases o en las diversas contribuciones recogidas en el libro coordinado por Antonio González Bueno y Alfredo Baratas, La tutela imperfecta. Biología y Farmacia en la España del primer franquismo.
Ese afán por entender las claves desempeñadas por el sistema científico-técnico en la configuración y funcionamiento de la dictadura franquista a lo largo de sus diversas fases ha producido recientemente diversos trabajos importantes. Entre ellos cabe destacar las aportaciones de Agustí Nieto quien, además de aproximarse a la construcción de la ciencia “pura” y “aplicada” en el primer franquismo, ha ofrecido una visión de conjunto del papel desempeñado por la química y los químicos en su política industrial. A esos trabajos cabe añadir las investigaciones sobre la influencia norteamericana en la política científica del desarrollismo de la década de 1960 alentadas por Lorenzo Delgado y la relevante obra de Lino Camprubí Los ingenieros de Franco. Ciencia, catolicismo y guerra fría en el estado franquista (Barcelona, 2017) en la que su autor mostró la importancia de la investigación científica y técnica en la organización de la dictadura de Franco.
En ese marco de investigaciones se ubica el libro que nos ofrece Fernando García Naharro sobre el papel del CSIC en la configuración de la ciencia en un período de la España franquista, el que abarca desde el inicio de la dictadura en 1939 hasta 1966 cuando se decretó una ley de prensa que abolía la censura previa. Esta incursión en la historia del CSIC se lleva a cabo desde una perspectiva original al establecer un diálogo entre la historia y la sociología de la ciencia y la historia de la edición, el libro y la lectura, derivado de la trayectoria académica del autor. Fernando García Naharro ha sido discípulo de Jesús Antonio Martínez Martín, estudioso de la historia del libro y del mundo de la edición en la España contemporánea. En 2017 defendió la tesis doctoral “El papel de la ciencia. Publicaciones científicas y técnicas durante el franquismo (1939-1966)”, germen del libro Editando ciencia y técnica durante el franquismo. Una historia cultural de la editorial Gustavo Gili (1939-1966), publicado en 2019.
Este nuevo libro ha de ser visto como un complemento y una prolongación de las preocupaciones manifestadas por su autor en su tesis doctoral tendentes a explorar el mundo de los productores y consumidores de libros científico-técnicos. Si en ella se fijó en una de las más importantes editoriales privadas, como fue la catalana Gustavo Gili, ahora ha concentrado la atención en la producción editorial del CSIC particularmente en una de sus áreas como fue el Patronato Juan de la Cierva, orientado a estimular la ciencia aplicada. Lo hace desde una perspectiva original pues además de hacer una historia de la edición del libro científico-técnico se pretende analizar -según se expone en una interesante introducción en la que se dialoga con una relevante bibliografía- “los criterios a través de los cuales se constituyeron en la España franquista, tanto la(s) ciencia (s) como la definición de autoridad científica y se delimitó, a su vez, tanto práctica como discursivamente, a los actores sociales que podían (o no) estar implicados en la producción y validación del conocimiento científico-técnico de la época”.
Para cumplir tales objetivos y esclarecer el papel del CSIC en la demarcación de la ciencia en la España franquista el autor organiza su obra en cuatro partes.
“Palabras” es un análisis del discurso oficial sobre la ciencia generado por los principales responsables políticos del CSIC como fueron el ministro José Ibáñez Martín y el todopoderoso secretario de esa institución José María Albareda. Analizando variada documentación se muestra cómo se configuró en España una nueva realidad científica establecida bajo las directrices renovadas de un régimen autoritario y violento. Y se examinan los referentes externos del discurso oficial de la ciencia en los que hubo una doble influencia. En una primera fase se abrazó la ideología nacionalcatólica pues es conocida la influencia que tuvo el Opus Dei en la constitución del CSIC, manifestada en una cerrada defensa de un renacimiento cultural católico. Luego, avanzada la década de 1950, los discursos oficiales de la ciencia franquista se impregnaron de influencias norteamericanas.
En “Actores” se presentan las características que se asociaron a la figura del científico legitimado por la dictadura surgida de la guerra civil. Su configuración se aborda a través de su reflejo en las publicaciones científicas pues se constituyen como autores científicos -y como actores- aquellos que firman los trabajos científicos. En la autoría de esos trabajos domina la figura del vir modestus o varón-conocedor. Pero también en publicaciones del Patronato Juan de la Cierva del CSIC aparecen las firmas de mujeres lo que lleva al autor a emprender un análisis sobre las relaciones entre ciencia y mujeres durante el franquismo.
“Objetos impresos” está orientada a efectuar un detallado análisis de hasta nueve revistas científicas y técnicas que llegó a editar el Patronato Juan de la Cierva del CSIC. Se exponen los elementos constitutivos, como las secciones, las ilustraciones, los anuncios, y los espacios de circulación de publicaciones como Revista de Ciencia Aplicada, Informes de la Construcción, Boletín Informativo del Instituto Nacional del Carbón, Combustibles, Ciencia y Técnica de la Soldadura, Revista del Instituto del Hierro y del Acero, Revista del Instituto Nacional de Electrónica, Revista de Plásticos, Grasas y Aceites. Esa proliferación de publicaciones muestra, según el autor, que los investigadores del CSIC dispusieron siempre de libros y revistas propias. Para esas publicaciones nunca faltó papel ni en los años más duros de la posguerra pues la dictadura tuvo interés en proyectar una ciencia robusta apoyada en una potente labor editorial.
En “Lugares” el autor se adentra en el mundo de las bibliotecas del CSIC, concebidas como medios de organización y relación social de las publicaciones que custodiaban e intercambiaban gracias a instrumentos ad hoc como los servicios bibliográficos y la sección de cambio. Los libros y revistas del CSIC se exhibían en el extranjero apuntalando la retórica de la dictadura de que la comunidad científica española estaba comunicada con el mundo exterior. Esas bibliotecas albergaron también depósitos de libros de científicos exiliados o perseguidos por la dictadura como sucedió con las bibliotecas particulares de Blas Cabrera y Enrique Moles incautadas en el Instituto de Química Física Antonio de Gregorio Rocasolano. Su consulta en la década de 1940 permite disponer de informaciones sobre las lecturas y los lectores de ciencia del CSIC, quienes no solo superaron filtros de censura, sino que demandaban continuamente la compra de publicaciones extranjeras. Con esos gestos rompían un supuesto aislamiento científico, que no llegó a ser tal, argumenta Fernando García Naharro.
Nos encontramos con una obra que ofrece nuevas perspectivas sobre el funcionamiento del CSIC, bien estructurada y redactada, aunque se deslizó alguna que otra errata, por ejemplo, en la página setenta y dos ha de decir Centre National de la Recherche. Además, está enriquecida con una serie de interesantes anexos y cuidadas ilustraciones. Quizás lo más cuestionable sea indicar que el libro cubre el período 1939-1966 pues los casos de estudio presentados en él no cubren apenas la década de 1960.