A pesar del impacto que algunas corrientes historiográficas tuvieron en las últimas décadas sobre la historia de la medicina, de la salud y la enfermedad, resulta aún poco frecuente encontrar en esta literatura académica ejemplos capaces de escrutar procesos de amplio alcance y significación en la modernidad occidental a partir del estudio de un acontecimiento.
En esta dirección, el último libro de Mauro Vallejo inscribe este gesto dentro de la (no tan extendida) historiografía argentina de la medicina, en tanto se ocupa del arribo de la linfa de Koch desde Berlín a Buenos Aires en 1890. Lo relevante de su tema no es este producto en sí mismo, sino más bien la forma en que el autor logra poner en escena una miríada de objetos y actores que interactuaron en su desplazamiento: desde médicos que viajaron personal u oficialmente a Berlín en busca de novedades, agentes diplomáticos, revistas especializadas, informes técnicos de funcionarios sanitarios, cables telegráficos y medios de prensa, entre tantos otros. El libro cuenta con cinco capítulos, precedidos de un prólogo a cargo de Diego Armus, junto a una introducción y un epílogo. No será el objetivo de esta reseña, empero, ofrecer un detalle sobre el contenido de cada apartado del libro en cuestión, sino más bien abordar algunos de los procesos bajo análisis.
A grandes rasgos, el intrincado arribo de la linfa de Koch a la ciudad de Buenos Aires permite referir, entre otros temas, a la modernidad porteña de fin del siglo XIX, a una infraestructura estatal en plena construcción y a una profesión médica que no lograba definir los contornos de su legitimidad. Asimismo, expone el espacio público porteño y la prensa periódica como arena tanto de disputa letrada entre diversos actores sanitarios, así como ámbito donde se construía (espontáneamente) un mercado terapéutico de magnitudes poco exploradas. Por si fuera poco, el libro de Vallejo echa luz sobre la avidez de la población por consumir esos productos y servicios curativos, a la par que recupera de forma tangencial (pero concisa) las ansiedades y temores que una enfermedad de relevancia contemporánea exigua (la tuberculosis) tuvo en la tesitura emotiva de una época.
Dentro de la prolífica producción del autor, resulta posible afirmar que Una falsificación periférica constituye, tal vez, su investigación más lograda, por varios motivos. En primer lugar, por la dimensión global que adopta. Aunque Vallejo no problematiza explícitamente este carácter central de su obra, si seguimos la definición que Sebastian Conrad (2016Conrad, Sebastian (2016), What is global history?, Princeton & Oxford, Princeton University Press.) ofrece del giro global como enfoque (antes que como narrativa totalizante), puede observarse que los procesos auscultados por el autor transformaron estructuralmente la modernidad occidental. Por un lado, el desarrollo de la bacteriología y su impacto progresivo en relación con los sentidos y prácticas que acompañaban el enfermar, el padecimiento y la curación, pero también como una suerte de weltaunschaung occidental. En este sentido, Vallejo expone de forma perspicaz que la circulación de este corpus involucró no solo ejercicios de lectura de su teoría, sino una dimensión material y objetual representada en el microscopio, los reactivos, o el mismo bacilo de Koch. Allí se ubica la linfa que este último propuso en 1890 como respuesta a un entrelazamiento de contextos nacionales, académicos y sociales canalizados en su figura, complejidad que el libro vuelve asequible.
Por otro, aun cuando estos procesos brindarían un marco de comprensión suficiente, el autor explora la complejidad de su objeto cuando, junto a la difusión de la bacteriología, señala la circulación de noticias a través de un sistema telegráfico en expansión que fortalecía la interconexión del mundo, a la par que el sistema diplomático argentino (cuyo rol fue significativo en la gestión de la linfa) se profesionalizaba. A su vez, nota el rasgo específico que la cultura urbana porteña (compartido por otras grandes ciudades del mundo) adoptaba en relación con el consumo de productos para la salud. Con ello, expone otro cariz de la medicalización, donde se encuentran la expansión y divulgación de saberes biomédicos con su mercantilización y oferta en la prensa. Si este fenómeno informa los matices de una cultura urbana letrada en la Buenos Aires fin de siécle, al mismo tiempo da cuenta de las transformaciones aceleradas que modificaron la ciudad desde mediados del siglo, momento en que se articuló en un sistema de puertos que la lógica del capitalismo global orquestaba.
Este breve repaso por algunas de las temáticas desplegadas en el libro da cuenta de su capacidad para enfocar aquello que los historiadores globales definen como un entanglement de procesos.
A su vez, es importante destacar que el autor clarifica de manera notable la emergencia de la linfa de Robert Koch en el cruce de dinámicas considerablemente más amplias. Por una parte, en el contexto específico de la “bacteriologización” del mundo donde, los esfuerzos de su inventor no terminaban por integrar la innovación que dicha revolución científica portaba, que en verdad provino de los desarrollos posteriores de sueros y vacunas. En segundo término, sitúa la linfa en el marco de la rivalidad nacionalista franco-germana por encabezar los adelantos científicos en la materia. Por último, y sin agotar aquí otras facetas de indagación, Vallejo ubica el invento de Koch en el seno de una época donde las promesas de la modernización y el gobierno de la naturaleza se encontraban aún con los límites cognoscitivos sobre los patógenos que amenazaban la existencia de la humanidad. En esa dirección, el impacto emocional que la tuberculosis causaba en la sociedad occidental de fines del siglo XIX (y también del siguiente, extensamente estudiada por el prologuista del libro) es registrado por el autor en las escenas de los pacientes movilizados para adquirir la preciada novedad terapéutica en Buenos Aires como en Berlín, en la preocupación de las agencias estatales por esta última, como también en la visibilidad que la prensa dio al asunto. La cercanía que aún guardamos con los eventos epidémicos desatados a comienzos del año 2020 (momento en que, además, Vallejo desarrollaba esta investigación) abonan en la comprensión de esta tonalidad.
Este libro constituye sin dudas un aporte significativo e internacional al campo de la historiografía de la medicina, subdisciplina poco explorada como tal en la producción académica argentina, a diferencia de otras facetas que sí recibieron mayor atención (Di Liscia, 2008Di Liscia, María Silvia (2008), “Reflexiones sobre la ‘nueva historia social’ de la salud y la enfermedad en Argentina”. En: Carbonetti, Adrián y González Leandri, Ricardo (eds.), Historias de salud y enfermedad en América Latina, Córdoba, UNC-CEA, pp. 15-49.). Ello no obstante, es posible identificar el diálogo que sostiene, implícitamente, con dos consideraciones metodológicas que atraviesan el debate reciente del giro historiográfico global, cuyo impacto en la historiografía médica es cada vez más notorio (Cueto y Duarte, 2020Cueto, Marcos. y Silva, Matheus Alves Duarte da (2020), “Trayectorias y desafíos en la historiografía de la ciencia y la medicina en América Latina”, Asclepio, 72 (2), p. 320. DOI: 10.3989/asclepio.2020.21; Jackson, 2018Jackson, Mark (2018), A global history of medicine, New York, Oxford University Press.). Por un lado, con aquello que Christian De Vito (2019De Vito, Christian (2019), “History without scales: the micro spatial perspective”, Past and presentSuppl, 14, pp. 348-372.) entiende como una historia micro-espacial, esto es, una combinatoria metodológica donde confluyen la epistemología microhistórica con la “sensibilidad espacial” propia de la historia global. Por otro, Vallejo es en extremo atento con su recurso al ambiguo término de “circulación”. De acuerdo con Stefanie Gänger (2017Gänger, Stefanie (2017), “Circulation: reflections on circularity, entity, and liquidity in the language of global history”, Journal of Global History, 12 (3), pp. 303-318. DOI: 10.1017/S174002281700016X), la potencia heurística de este último residiría en su capacidad de designar pasajes en un sistema relativamente cerrado, a la vez que enfatiza la movilidad por sobre los contenidos, condiciones o contingencias que atañen a aquello que se desplaza. Una falsificación periférica trabaja en este doble registro, aunque expande la segunda acepción propuesta por Gänger: explora, así, las vías en que la bacteriología atravesó a la medicina y la sociedad porteñas en 1890 a través de uno de sus objetos, pero con particular atención a los efectos singulares que allí desencadenó.
Asimismo, bien podría afirmarse que, valiéndose del “objeto linfa”, el autor aborda otra historia, que compone un continuum en su producción académica general: la del fin de siglo letrado porteño y, como parte constitutiva de este, aquella referida a la conformación de un mercado terapéutico de amplio espectro, circulación y consumo. Para lograr su cometido, Vallejo redirecciona su estudio del derrotero de la linfa en Buenos Aires hacia un personaje específico: un rumano trashumante llamado Hugo Marcus, cuyo trayecto bio-geográfico, reconstruido con minuciosidad, arroja una imagen pasible de ser definida como “increíble”. Sin embargo, de lo que se trata en este (y otros) libros del autor es de discutir tal excepcionalidad y de explorar otros procesos a partir de este tipo de actores. Por una parte, ello le permite iluminar la escena médica, estatal y social argentina a través de un evento global y, en dicho intento, recuperar la centralidad de los “márgenes”. La lectura de Una falsificación periférica no dejará lugar a duda para cualquier lector que era en y a través de estos últimos donde se canalizaba el grueso de los objetos, prácticas y recursos terapéuticos en la capital de la nación argentina. Y, a su vez, de que la salud pública y la medicina diplomada eran los aspectos marginales en dicha escena.
Por otra parte, Vallejo plantea con acierto que, si algo existía y catalizaba elementos de forma efectiva en esa Buenos Aires de fin de siglo, era el mercado (p. 209), afirmación que justifica su elección teórica y metodológica para indagar allí las prácticas e instituciones de la cultura sanitaria moderna que emergía en la urbe. De este modo, las dinámicas de salud-padecimiento-atención se entrelazaban con otras específicas de su época, como la fetichización de las mercancías terapéuticas, las ansias de consumo de la población urbana en ascenso, o incluso la voluntad de lucro de los profesionales médicos, que opacaba la lógica del conocimiento científico. Esta tesis del autor nos permite, entonces, adicionar una pregunta a su investigación, a saber ¿acaso esta historia puede leerse también en el marco de una historia global del capitalismo?
Por último, una mención especial merece la escritura de este libro, en tanto a través de su prosa articula, mediante cuidados recursos estilísticos, un corpus documental erudito y robusto, condición que da cuenta de la seriedad con la que abordó su investigación. En la escala nacional, Vallejo recurrió a fuentes del Departamento Nacional de Higiene, expedientes judiciales, fondos de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, publicaciones periódicas médicas y un extenso recorrido por la prensa porteña. La elección de estas fuentes permitió al autor no solo explorar el prisma de la bacteriología en su cariz porteño, sino también interrogarlo desde distintas aristas, donde cada una arroja nueva luz sobre el poliedro complejo del mercado terapéutico bajo interés. En esa dirección, tres registros archivísticos hacen de este libro una pieza historiográfica internacional: el fondo Robert Koch conservado en el Bundesarchiv de Berlin y el archivo político del Ministerio alemán de asuntos exteriores; la prensa alemana e italiana editada en Buenos Aires junto a las publicaciones periódicas parisinas (consultadas en sus idiomas nativos); y, por último, las actuaciones diplomáticas de la Cancillería Argentina. A ello cabría sumar la consulta de fondos en los Archivos Nacionales y el Departamental de Calvados de Francia, así como el de la Universidad de Viena, a partir de los cuales el autor reconstruyó con mayor detalle el trayecto de Hugo Marcus.
En términos generales, podría afirmarse que la pericia de todo/a historiador/a profesional (o de todo buen científico) reside no solo en las preguntas que se formula, en su capacidad de interconectar documentos o bien de hilvanar procesos. Es, tal vez, en la capacidad de formular nuevos interrogantes para su campo disciplinar donde esto se evidencia en mayor medida, una tesitura que este libro no hesita en practicar. Si algo define su maestría historiográfica, entonces, es su capacidad para abordar tantos elementos definitorios de la modernidad occidental a partir de un objeto y de uno de sus falsificadores en la ajetreada capital de la Argentina.