Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia 75 (2)
julio-diciembre 2023, e41
ISSN-L: 0210-4466
https://doi.org/10.3989/asclepio.2023.41

RESEÑAS / BOOK REVIEWS

Andrés Ríos Molina

Instituto de Investigaciones Históricas
Universidad Nacional Autónoma de México

https://orcid.org/0000-0002-6133-478X

Vallejo, Mauro. Hipnosis e impostura en Buenos Aires. De médicos, sonámbulas y charlatanes a fines del siglo XIX. Madrid, Editorial CSIC, 2021, 348 pp. [ISBN: 978-84-00-10797-0].

Este libro nos narra la historia de Alberto Díaz de la Quintana. Un hombre que decía ser médico y ofrecía en los periódicos tratamiento hipnótico y eléctrico para las más disímiles enfermedades. Era un español que recorrió Filipinas y Cuba antes de instalarse en Buenos Aires, donde las autoridades sanitarias lo consideraron charlatán y, al mismo tiempo, fue el sujeto vinculado al mundo de la salud que más presencia tuvo en los diarios porteños de finales de siglo XIX. Presumía de amplios conocimientos médicos y numerosos reconocimientos internacionales, pero al mismo tiempo vivía metido en problemas y peleas donde se cuestionaba su legitimidad en el terreno de la salud.

Mauro Vallejo recurre a la prensa de la época, a los anuncios publicitarios, a archivos judiciales, de salubridad, a publicaciones médicas y a hemerotecas tanto en España como en Argentina tras las huellas del protagonista de esta historia. El resultado es una detallada y minuciosa reconstrucción de cada uno de los episodios, algunos más escandalosos que otros, en los que este interesante sujeto se vio involucrado. Sin embargo, lejos de ser una biografía encerrada en el mundo del personaje, es una historia que nos acerca a diferentes facetas de la vida social de Buenos Aires a finales del siglo XIX. Una ciudad donde la vida moderna bullía al tiempo que atracaban barcos llenos de migrantes europeos que cambiaban definitivamente el rostro demográfico. En ese marco, un dato nada desdeñable es que casi la tercera parte de los médicos que ejercían eran formados en el extranjero y debían revalidar sus títulos para incursionar al mercado laboral, lo cual generó problemas entre los recién llegados y las autoridades sanitarias (p. 30). Díaz de la Quintaba formó parte de esa gran cantidad de especialistas que buscaban clientes en el competido mercado de la salud, y para ello buscaba hacer exhibición de su capital cultural. El biografiado presumía haber escrito más libros de los que realmente escribió, reconocimientos internacionales que nunca tuvo y aplausos que jamás existieron. Por ello resulta de singular interés, en cuanto fuentes históricas, las inserciones de prensa de pacientes anónimos que manifestaban un profundo agradecimiento por haber sido curados después de haber visitado a diversos especialistas para, finalmente, llegar al consultorio de Díaz de la Quintana y encontrar la curación. Inserciones que solían ser escritas y pagadas por el mismo elogiado. Más allá de lo anecdótico, Vallejo interpreta estas escenas como estrategias más o menos recurrentes por parte de sujetos que luchaban por ganar clientela en el competido mercado de lo médico.

Uno de los dos temas centrales del libro tiene que ver con las fronteras entre la medicina y la charlatanería, y el lugar de las autoridades sanitarias cuáles celosos guardianes de las fronteras entre esos dos mundos. En el marco de la historiografía latinoamericana, la lucha de las autoridades de salud desde mediados del siglo XIX y hasta muy entrado el siglo XX, fue encontrar los mecanismos administrativos para restringir el ejercicio médico de charlatanes, donde las agresiones y las polémicas públicas en los periódicos estaban a la orden del día; una muestra de ello son los trabajos de Claudia Agostoni para México y de Adrián Carbonetti y María Silvia Di Licia para Argentina. Si bien hubo reglamentos para formar el ejercicio de la medicina y penalizar a quienes pretendían curar sin el debido permiso, en la realidad dicha línea fue totalmente porosa, como lo demuestra Mauro Vallejo en este libro: “Se trataba más bien de campos con límites difusos, de zonas híbridas donde la proliferación de identidades impedía el uso de identidades perennes” (p. 27). La apuesta del autor es por explorar esa amplia zona gris donde algunos charlatanes eran bien vistos por los médicos, y algunos galenos carecían de respetabilidad por su cuestionable práctica. Debido a que el campo sanitario estaba en pleno proceso de consolidación, las pugnas y también las negociaciones entre charlatanes y médicos, eran cotidianas. De manera que este trabajo es una invitación a observar los márgenes del mundo de la salud, y comprender esas pequeñas batallas cotidianas como una ventana para acercarnos a la vida cotidiana de Buenos Aires a finales del siglo XIX.

De manera particular, la hipnosis y el espiritismo eran prácticas que estaban en ese umbral de ambigüedad, ya que en algunos espacios gozaban de un estatuto científico y en otros no. Además, su ejercicio se daba tanto en espacios propiamente clínicos, como en teatros o en salones de familias adineradas que buscaban pruebas contundentes del poder de la mente o de los espíritus, lo cual evidencia su relevancia en el mundo del espectáculo. Por lo tanto, no era raro que reconocidos médicos asistieran a tales shows en aras de comprobar si realmente estaban frente a la ciencia en escena o si por el contrario eran montajes para entretener ingenuos. Curiosamente, como lo vemos en este libro, las posturas de los médicos no fueron tan radicales y algunos hasta llegaron a escribir su tesis de grado sobre la hipnosis en función de la curiosidad que esta novedad les generaba. Además, y considero que esta es la segunda apuesta historiográfica, Vallejo le otorga una particular importancia a los pequeños anuncios que aparecen en los periódicos, donde hipnotizadores promocionaban sus servicios para curar desde la muy conocida histeria, hasta los males del corazón, reumatismo, alcoholismo, y todas las afecciones intestinales. Siguiendo la trayectoria de Díaz de la Quintana, el autor nos muestra que dicha propaganda no era estática, sino que iba cambiando paulatinamente al punto de reflejar las peleas y las alianzas en que el hipnotizador biografiado vivía involucrado. Así, estas fuentes son una posibilidad para una observación doble: por una parte, estrategias para la construcción de una clientela en el marco de un mercado donde los tratamientos se tornaban mercancía, y por otra, los pequeños enfrentamientos que se encargaron de moldear las relaciones entre autoridades sanitarias y un campo donde convivían médicos con charlatanes.

Los seis capítulos de este libro son un detallado seguimiento a Díaz de la Quintana desde su nativa España hasta que abandonó Buenos Aires en medio de un escándalo en 1894. Podría argumentarse que el análisis de un solo sujeto en un lapso de tiempo que apenas alcanza los cinco años no es representativo para documentar la amplia problemática que implicó la relación entre medicina hegemónica y charlatanería en Buenos Aires a finales del siglo XIX. Sin embargo, después de leer más de 300 páginas ampliamente documentadas, los lectores encontramos una gran cantidad de actores que van desde muy reconocidos personajes del mundo de la salud como Domingo Cabred y José María Ramos Mejía, sociedades, asociaciones, periódicos de amplia -y también efímera- circulación, además de sonámbulas y curanderos que complejizaban el panorama de la salud porteña. De manera que pese a la brevedad temporal, hay un análisis profundo de la complejidad social al articular una diversidad de personajes, instituciones y problemáticas.

El primer capítulo narra las peripecias del protagonista antes de dejar Madrid en abril de 1889 y sus primeros espectáculos de hipnosis. Según sus cartas de presentación, afirmaba haber escrito libros sobre sonambulismo, electroterapia, magnetismo, sugestión e hipnotismo, además de textos sobre el cólera, el cuidado de los niños, higiene militar y una obra de teatro… pero la mayoría no existieron. Pero lo más llamativo de este capítulo es su relación con una mujer “de temperamento nervioso, mirada lánguida y de aspecto melancólico […]” que lo solía acompañar en sus espectáculos (p. 52). Ella era Carolina del Viso y Núñez, una mujer que en trance hipnótico tenía la capacidad de leer el pensamiento ajeno. Podríamos afirmar que con esta mujer logró consolidar un producto híbrido entre espectáculo y ciencia al punto de lograr despertar el interés de la Sociedad Española de Higiene.

En el segundo vemos las estrategias por construir una clientela en Buenos Aires, y para tales efectos buscó posicionarse como autor de artículos y editor de la Revista Higiene, donde la salud infantil aparece como un tópico recurrente. En dicho contexto encontramos el primer altercado judicial donde Domingo Cabred y otros tres reconocidos alienististas hicieron un peritaje, ya que Díaz de la Quintana es acusado de haber hipnotizado a un hombre para que firmara un pagaré por 10 mil pesos. Hecho que evidencia el peligro potencial de un hipnotizador debido a que podía usar de manera nociva sus poderes, lo cual hace recordar la película El gabinete del Dr. Caligari (Dir. Robert Wiene, 1920).

El tercer capítulo nos lleva al contexto y busca reflexionar sobre las posturas del mundo letrado con relación a la telepatía. El cuarto desarrolla ampliamente dos denuncias presentadas por el Departamento Nacional de Higiene contra Díaz de la Quintaba y las estrategias para poder ejercer sin autorización, como trabajar en un consultorio donde el responsable fuese un médico diplomado. Aquí se desarrolla una escena hilarante: el fracaso rotundo del protagonista ante un tribunal médico que lo examina para otorgarle el título de médico. Además de reprobar en conocimientos básicos de anatomía y confundir sueño con coma, cuando le preguntan qué usar para curar la conjuntivitis catarral, sugiere hollín de cocina desleído en agua, respuesta que detonó la burla del gremio.

El quinto narra un suceso elocuente para el argumento central del libro: Díaz de la Quintana coincide en una sala de espera con Mariano Perdriel, curandero conocido como Mano Santa, antes de ser evaluados por las autoridades sanitarias. Para sorpresa de todos, el “gauchito” de origen campesino demostró sus dotes de curandero solo con imponer las manos, mientras que la retórica del español hipnotizador siguió quedando en tela de juicio. El tribunal médico encargado de evaluar no vio como amenaza a Mano Santa y no le imprimió reprimenda alguna, mientras que al protagonista del libro le quedó prohibido promoverse como lo venía haciendo en los medios. Para finalizar, el último capítulo nos describe las estrategias para sobrevivir, como dar en arrendamiento sus aparatos cuyas patentes gozaban de diez años.

Este libro es una fascinante historia, escrita con pluma ágil y elegante, a partir de una imponente cantidad de fuentes primarias. Sin embargo, se extraña una reflexión historiográfica sobre la hipnosis como objeto polisémico. El mismo autor ha publicado otros libros donde documenta la historia de dos hipnotizadores (Onofroff y el Conde de Daas); empero, aparecen en el libro como referencias marginales y no como parte de una amplia reflexión sobre la hipnosis que Vallejo ha desarrollado por años. En este caso la hipnosis es una excusa para comprender la conformación del campo médico porteño a fines del siglo XIX. Pero queda una duda abierta frente al lector: ¿cuál es, a fin de cuentas, el valor heurístico de la hipnosis para la historiografía?