Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia 75 (2)
julio-diciembre 2023, e39
ISSN-L: 0210-4466
https://doi.org/10.3989/asclepio.2023.39

RESEÑAS / BOOK REVIEWS

José Luis Peset

IH-CSIC

https://orcid.org/0000-0001-6295-4545

Ribagorda, Álvaro y López-Ocón, Leoncio. La Universidad Central durante la Segunda República: las facultades de ciencias y su contexto internacional. Madrid, Universidad Carlos III y Editorial Dykinson, 2022, 449 pp. [ISBN: 978- 84-1122-760-5 (Versión electrónica http://hdl.handle.net/10016/36057)].

La historia de la universidad es un camino muy largo y con muy variadas revueltas. En ella influyen de forma decisiva tanto los distintos poderes sociales y políticos, como las profesiones y los saberes. El rey o el papa, los señores o las ciudades, los gremios o las profesiones, el obispo o las órdenes religiosas, los saberes y las facultades… todo confluye en su origen y trayectoria. Variados son también sus lugares e instalaciones, así iglesias, colegios y conventos (como los jesuitas), mansiones y caserones, nuevas edificaciones pensadas para sus fines (como los maravillosos edificios de la alcalaína y la complutense madrileña), los laboratorios, aulas, clínicas, museos y colecciones, campos de deporte, etc. Creadas estas instituciones en la baja edad media, tras el redescubrimiento de la antigüedad clásica y el desarrollo de las ciudades y las coronas, tenían como misión mantener con su sabiduría el poder papal y regio, primando así las facultades de leyes, cánones y teología. Pudieron asimismo las ciudades interesarse en disponer de buenos profesionales. Alguna ciencia se explicaba en sus aulas, en especial en las facultades de artes y medicina. La corona en el Renacimiento había impulsado cátedras científicas y en la Ilustración otras más, en el ochocientos la facultad de filosofía (o artes) daría lugar a las de letras y ciencias.

En el siglo XIX, bajo influencia francesa, se convierte la española en una universidad de funcionarios; en ella, los liberales han centralizado, igualado e introducido libros de texto y exámenes con la ciencia moderna. La legislación sobre universidades era frecuente y compleja, como han recogido Manuel Martínez Neira, José María Puyol Montero y Carolina Rodríguez López en La Universidad española 1889-1939. Repertorio de legislación (2004). Pero nada semejante a laboratorios y seminarios -como en la universidad alemana- había surgido. Así lo muestran algunas descripciones, entre otras las de Pío Baroja y Santiago Ramón y Cajal. Se recibe una universidad muy compleja en el siglo XX. La madrileña procede además del traslado de la de Alcalá de Henares -instaurada por el cardenal Cisneros- a Madrid; la de Cervera, creada por Felipe V, se llevó a Barcelona. Aquella se instituyó por los liberales ochocentistas como modelo, tal como se había hecho con las reales academias. Tenía así más enseñanzas, incluido el doctorado, y por ella se quiso introducir las novedades.

La universidad del novecientos tenía por tanto un largo recorrido y una compleja estructura, distante de la que hoy vivimos. La proclamación de la República supuso entonces un generoso intento de mejora social y cultural; por ejemplo, en primera enseñanza con las escuelas que se crearon. Se estaba ahora viviendo una nueva época, que será fundamental en nuestra historia, a pesar de su brevedad. Lo mismo se puede decir de la secundaria y también de las universidades. De nuevo se tendrá entre estas a la madrileña como taller de pruebas de las novedades -Barcelona y algunas otras también se renovaron-, ya que la cercanía de la Junta para Ampliación de Estudios (JAE) y del gobierno así lo permitían. No extraña la queja de otras universidades ante Santiago Ramón y Cajal por la centralización de muchos de los beneficios de la Junta. Había asimismo muchos temas que solucionar, como el de la autonomía universitaria, pues las universidades soñarán de nuevo con su recuperación, ya que la libertad de enseñanza proclamada por la Gloriosa había sido eliminada por el canovismo. Así lo estudiaron Manuel Martínez Neira y Rafael Ramis Barceló en La libertad de enseñanza. Un debate del Ochocientos europeo (2019).

También pesaban los problemas que los textos y manuales, los planes de estudio, las instalaciones, o bien los exámenes suponían. La internacionalización de las enseñanzas, con especial atención a la ciencia moderna -que con Einstein se renovaba- se planteaba como primordial. Era asimismo la época de la Federación Universitaria Escolar (FUE) y de una fuerte actividad estudiantil, como muestra en Valencia la edición de Salvador Albiñana y M.ª Fernanda Mancebo de F.U.E. Órgano de la Federación Universitaria Escolar (2000). También supuso la construcción de la Ciudad universitaria madrileña, con el entusiasmo del fisiólogo Juan Negrín. Este y Jiménez Díaz incluso plantearon instalarse. La guerra detuvo las obras de la Ciudad y fue frente de lucha; al parecer, un bedel protegió el material de la facultad médica. La nueva de filosofía y letras tuvo asimismo un estilo novedoso con García Morente, se quería suprimir exámenes y admitir la construcción del currículo por parte del estudiante. Se era consciente de la necesidad de nuevos planes, textos modernos, enseñanzas prácticas, menos control de libros, exámenes y curricula más flexibles. La autonomía volvía a resonar en las aulas. Las ciudades universitarias renacían a ambos lados del Atlántico, tanto en los campos norteamericanos o mexicanos, como en los europeos. Algunas universidades habían mantenido este estilo antiguo, que viene de la Edad media y sobre todo del Renacimiento, como las inglesas y alemanas. Otras ciudades nuevas para las aulas modernas surgían, como las de París o México. Permitían convivencia, colaboración y, sobre todo, renovación científica.

Se cuenta que el emperador Augusto se enorgullecía de haber construido en mármol los viejos edificios procedentes de la República romana. Asimismo, Cisneros afirmó que la universidad alcalaína que él construía en ladrillo sería marmórea con sus sucesores. Ahora, la vieja universidad cisneriana -procedente de hermosos lugares- se había establecido en su traslado a Madrid de forma más o menos improvisada en vetustos lugares, así jesuíticos. Además, se habían añadido otros centros madrileños, como los dedicados a medicina y farmacia. Las instalaciones eran malas, distantes y descoordinadas. Por eso los viejos edificios madrileños debían ser una vez más sustituidos, ya no por mármol, pero sí por instalaciones sabias y valiosas. Bellas también, pues el diseño racionalista de los primeros edificios de la actual Universidad Complutense fue muy hermoso. Así lo muestran Santiago López-Ríos Moreno y Juan Antonio González Cárceles (eds.), en La Facultad de Filosofía y Letras de Madrid en la Segunda República. Arquitectura y Universidad durante los años 30 (2008).

Por eso tras viajes, estudios y proyectos se construye un nuevo campus en Moncloa para sustituir las caducas instalaciones. Era conveniente fomentar la vida universitaria, paupérrima en la época, por medio de un nuevo campo universitario. Pedro Laín Entralgo seguirá sin embargo quejándose, en su rectorado en los años 50, de esta falta de convivencia, agravada por las destrucciones de la guerra y las depuraciones y crueldades franquistas. La terrible ley de 1943 caricaturizaba la de Claudio Moyano, en una universidad fascista, esclerosada y terriblemente anticuada. Tras las reformas de Villar y Maravall una nueva universidad parecerá renacer.

Varios proyectos de investigación, con valiosos y diferentes especialistas, han abordado de forma inteligente la enseñanza en la Edad de Plata. Leoncio López-Ocón se ha interesado por la enseñanza secundaria en el Madrid de las primeras décadas del siglo pasado. Así se evidencia, entre otros abundantes escritos, en el libro editado por Leoncio López-Ocón, Víctor Guijarro y Mario Pedrazuela, Aulas Abiertas. Profesores viajeros y renovación de la enseñanza secundaria en los países ibéricos (1900-1936) (2018). Ahora ha transitado a la enseñanza universitaria, en este libro que edita junto a Álvaro Ribagorda, autor del libro El coro de Babel. Las actividades culturales de la Residencia de Estudiantes (2011). Era lógico este tránsito, porque algunos profesores de institutos terminarían en la universidad, siguiendo una trayectoria hoy menos frecuentada, pero que sí era habitual en el pasado, así como en otros países como la vecina Francia. Senda que incomprensiblemente no transitaron personajes de la enorme valía de Antonio Machado o Domínguez Ortiz. Había además un notable control institucional de las aulas de secundaria desde el rectorado y por medio de algunas prácticas docentes o de vigilancia, como algunos exámenes o el empleo de los manuales de los profesores de universidad en esas clases. Ya había aparecido además un libro sobre los estudios de letras en la institución madrileña editado por Eduardo González Calleja y Álvaro Ribagorda, titulado La Universidad Central durante la Segunda República. Las ciencias humanas y sociales y la vida universitaria (1931-1939) (2013).

Ahora aparece este sobre las enseñanzas científicas, con modernos y notables enfoques. No solo son analizadas sus instituciones y normativas, también sus saberes, sus personajes y sus complejos vaivenes internos y externos. Muchos trabajos sobre la historia universitaria adolecen de un estricto positivismo, con profusión de datos de acontecimientos o de promulgación de normas. En estas páginas se intenta, y consigue, proporcionar vida a esta universidad, mediante los personajes (incluidas mujeres, protagonistas indudables), los acuerdos y conflictos, las oposiciones, los profesores y estudiantes, la docencia sabia y renovada, el nuevo interés por la investigación, etc. Asimismo, son importantes los manuales y los escritos de divulgación. Los primeros, como modelo de enseñanza y muestra del nivel alcanzado; los segundos, como señal de adecuadas relaciones entre la institución y la sociedad. En fin, escritos en prensa, discursos parlamentarios o políticos y libros sobre política y economía también lo son. Los textos de Cajal y su escuela, o el libro de Blas Cabrera sobre relatividad son buen ejemplo de lo afirmado. También el papel de personajes como Besteiro o Juan Negrín, Jiménez de Azúa o Fernando de los Ríos en la vida pública fue muy valioso.

El libro que aquí comento se presenta en tres apartados, el primero dedicado a lugares y contenidos, en que se analizan las enseñanzas en cada una de las especialidades. F. A. González Redondo y R. E. Fernández Terán se ocupan de los estudios de física y química. Fue en ellos necesaria la renovación de planes y formas de enseñanza, así como los cambios en el profesorado, ahora joven y con experiencia internacional. La colaboración con la JAE fue decisiva, en un camino lastrado por la rigidez del sistema y la inestabilidad política. L. Español González se ocupa de los saberes matemáticos, señalando similitudes, novedades en los conocimientos, asimismo las rivalidades entre instituciones y personajes, con matices políticos encontrados. J. I. Catalá Gorgues presenta las novedades en las ciencias naturales. Así las relaciones de dependencia con el Museo de Ciencias Naturales y las divergencias entre tendencias ideológicas y grupos familiares y profesionales. Se muestra el desarrollo de la vida académica a través de los estudiantes y la lectura de tesis por profesores de secundaria. No quiero dejar de recordar con afecto el libro de Luis Alfredo Baratas, Introducción y desarrollo de la biología experimental en España entre 1868 y 1936 (1997). A. González Bueno ilumina a los farmacéuticos, sus planes de estudio, los profesores y estudiantes, las mujeres que llegan a las aulas. Además, la investigación y las tesis doctorales leídas, las instalaciones de la facultad en la guerra y la postguerra y las divisiones en su seno. Leoncio López-Ocón, al interesarse por los médicos, presenta claros testimonios de la calidad científica de la facultad, de los profesores y las mujeres. Asimismo, de la llegada de León Cardenal al rectorado de la Universidad. Para medicina es notable la herencia de la escuela de Cajal y la inauguración de la Ciudad universitaria. Se señalan la actividad científica y docente, los congresos, conferencias y seminarios, asimismo la importancia de la difusión en medios de comunicación.

Otro apartado se dirige al profesorado y a los estudiantes, incluidas las mujeres, también a la difusión del saber a través de un medio novedoso como son las ondas de la radio. Álvaro Ribagorda se ocupa de los catedráticos de ciencias, élite intelectual formada como herencia de las diversas escuelas, por traslado con el tiempo desde otras provincias. Se asiste a la llegada a la docencia de una nueva generación, más joven, sabia e internacional. Es presentada su caracterización científica y su labor, su presencia social, institucional y política, sus escuelas, intereses corporativos y científicos, los grupos y redes y sus pugnas, las afiliaciones ideológicas y políticas, etc. Asimismo, los cambios en el sistema de oposiciones y el triste desmoche tras la guerra civil. Encarnación Lemus presenta la importancia de las estudiantes en la Residencia de Señoritas y las profesoras que llegarán a las aulas en la facultad de ciencias; se analizan ejemplos de interés, el origen social, la carrera y los puestos ocupados, o bien el abandono de las aulas por profesiones más accesibles, con el fracaso de no llegar a las cátedras. Ya se ocupó de esas mujeres pioneras en su libro ELLAS. Las estudiantes de la Residencia de Señoritas (2022). V. Guijarro Mora añade la novedad de la radiodifusión de los saberes, señalando la importancia que adquirió Unión Radio y su necesidad de contar con variados y amplios contenidos. Se mantiene aún el formato clásico en las emisiones, pero teniendo en cuenta las nuevas posibilidades de los medios de comunicación. Se caminaba así hacia la modernidad…

El tercer bloque plantea un panorama universitario internacional, de gran interés dada la terrible situación europea en los años treinta. María de Fátima Nunes, Elisabete Pereira, Quintino Lopes y Ângela Salgueiro nos hablan de las universidades e investigaciones portuguesas en esa década, se trata de la época del Estado novo y de la Constitución de 1933. Se presenta el Museo Nacional de Arqueología -y a su fundador- en el marco de la Universidad de Lisboa, el Laboratorio Experimental de Fonética de Coímbra y la Estación de Zoología Marítima de Foz. Linda Erker se ocupa de la Universidad de Viena en esta época, que llevará a una feroz dictadura. Señala las medidas de austeridad, las purgas antisemitas y políticas del profesorado, la intervención autoritaria en las instituciones y el estudiantado. Se ven los orígenes en profesores y alumnos, proseguidos con dureza tras la ocupación. María Gabriela Mayoni muestra, en fin, las relaciones entre las universidades de Buenos Aires y Madrid en estos años. La JAE y la Junta de Relaciones Culturales de España establecieron redes de comunicación con los países iberoamericanos, permitiendo notables intercambios científicos y personales de la Universidad de Buenos Aires con la comunidad científica española. Podemos recordar las relaciones, en el campo de las humanidades y en el caso de Puerto Rico, estudiadas en el libro editado por C. Naranjo, M.ª D. Luque y M. Á. Puig-Samper con el título Los lazos de la cultura (2002). Se utiliza ahora en estas páginas dedicadas a Argentina el análisis del archivo de la institución bonaerense, asimismo revistas y prensa científicas y culturales. Se subraya la relación de la Escuela de Farmacia de esta Universidad con la madrileña y con la Academia Nacional de Farmacia de España.

Se trata pues de un libro de excelente calidad y de muy oportuna aparición. Bienvenido sea en un momento en que, una vez más, vuelven a ser planteadas reformas universitarias. En ese telar de Penélope -que detiene la acción y el cambio- que es la legislación universitaria, de nuevo se intenta desde el gobierno y el parlamento reformar la universidad. Es difícil en tiempos de crisis, con el fuerte poder autonómico, los nuevos centros privados, el encarecimiento de personal e instalaciones, las tareas de investigación tan variadas y necesarias, etc. La legislatura finaliza y el panorama actual tan complejo en nada se asemeja al que en la Transición se vivió. Esperemos que, en herencia de aquellos intentos republicanos, el respeto por la enseñanza pública, por la investigación y por la democratización de las aulas salga adelante con éxito.