EDGAR ZILSEL Y LA HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA
⌅En las últimas dos décadas hemos asistido a un progresivo aumento de estudios sobre culturas artesanales, estudios que no conocen de límites cronológicos ni geográficos1
Edgar Zilsel (1891-1944) fue un filósofo, historiador y sociólogo de la ciencia austriaco de origen judío vinculado al Círculo de Viena y al positivismo lógico. Sus ideas, desarrolladas entre las dos guerras mundiales, estuvieron profundamente influenciadas por el austromarxismo de Max Adler y Otto Bauer. La mayoría de esas ideas serían publicadas en su exilio estadounidense, donde huyó en 1939 junto a su familia como consecuencia de la represión nazi. Sus principales trabajos combinaban el análisis filosófico con la investigación histórica. Esta combinación y su percepción de la unidad de la ciencia –pieza clave del programa positivista– le hizo mantener siempre una relación ambivalente de cercanía y distancia con los principales miembros del Círculo de Viena. Mientras Zilsel creía posible la unificación de las humanidades y las ciencias naturales a través de una demostración empírica de las causas históricas y sociales del conocimiento científico, el positivismo lógico dirigió sus esfuerzos a demostrar la unidad de la ciencia por medio del análisis lógico del lenguaje (de la física)2
La llamada tesis de Zilsel es una interpretación amplia, pero al mismo tiempo seductora, sobre las condiciones sociales que hicieron posible el nacimiento de la ciencia moderna en Europa hacia finales del siglo XVI y principios del siglo XVII. Zilsel formuló por primera vez sus ideas en el 5.º Congreso Internacional para la Unidad de la Ciencia organizado por el Instituto Internacional para la Unidad de la Ciencia y celebrado en la Universidad de Harvard entre el 3 y el 9 de septiembre de 19394
En el periodo que va de 1300 a 1600 hay que distinguir tres estratos de actividad intelectual: los eruditos universitarios, los humanistas y los artesanos. Tanto los universitarios como los humanistas tenían una formación racional [...] Tanto los profesores como los humanistas distinguían las artes liberales de las artes mecánicas y despreciaban el trabajo manual, la experimentación y la disección. Los artesanos fueron los pioneros del pensamiento causal en este periodo. Ciertos grupos de trabajadores manuales superiores (artistas-ingenieros, cirujanos, fabricantes de instrumentos náuticos y musicales, topógrafos, navegantes, artilleros) experimentaban, diseccionaban y utilizaban métodos cuantitativos [...] Los artesanos, sin embargo, carecían de formación intelectual metódica. Así, los dos componentes del método científico estaban separados por barreras sociales: la formación lógica estaba reservada a los eruditos de clase alta; la experimentación, el interés causal y el método cuantitativo quedaba en manos de los artesanos más o menos plebeyos. La ciencia nació cuando, con el progreso de la tecnología, el método experimental acabó superando el prejuicio social contra el trabajo manual y fue adoptado por los eruditos con formación racional. Esto se logró hacia 1600 (Gilbert, Galileo, Bacon). Al mismo tiempo, el método escolástico de disputa y el ideal humanista de gloria individual fueron sustituidos por los ideales de control de la naturaleza y de avance del saber mediante la cooperación científica. De manera algo diferente, sociológicamente, se desarrolló la astronomía moderna. Todo el proceso estuvo imbuido por el avance de la sociedad capitalista temprana, que debilitó la mentalidad colectiva, el pensamiento mágico y la creencia en la autoridad, y fomentó el pensamiento mundano, causal, racional y cuantitativo
(Zilsel, 1942Zilsel, Edgar (1942), “The Sociological Roots of Science”, American Journal of Sociology, 47(4), pp. 544-62., p. 544)5
Como se lee hacia el final del texto de Zilsel, él atribuyó esa alianza científica y la subsecuente emergencia de la ciencia moderna a un fenómeno social de mayor envergadura, el primer capitalismo europeo. De acuerdo con su tesis, las condiciones sociales que favorecieron el nacimiento de la ciencia moderna estaban directamente relacionados con las progresivas transformaciones sociales que tuvieron lugar en la transición del mundo feudal al temprano mundo capitalista. Entre ellas, Zilsel identifica cuatro que le parecen ineludibles: la sustitución de los castillos y los monasterios por las ciudades como nuevos escenarios culturales donde se situaban los nuevos espacios del conocimiento; el fomento del pensamiento causal asociado a la progresiva invención tecnológica y la utilización de máquinas para la producción de bienes y artefactos para la guerra; el paso de un sistema económico de carácter gremial a otro dominado por la competitividad y el espíritu emprendedor del individuo; y la emergencia de sociedades gobernadas no ya por la tradición y las costumbres, sino por procedimientos racionales relacionados con el desarrollo de métodos cuantitativos y de medición (Zilsel, 1942Zilsel, Edgar (1942), “The Sociological Roots of Science”, American Journal of Sociology, 47(4), pp. 544-62., pp. 545-547)6
El tono excesivamente esquemático con el que Zilsel formuló su tesis y la lectura materialista sobre la que estaba fundada le canjearon una recepción marginal y a veces crítica por parte de la historiografía de la ciencia (Keller, 1950Keller, A. C. (1950), “Zilsel, the Artisans, and the Idea of Progress in the Renaissance,” Journal of the History of Ideas, 11, 2, pp. 235-240.; Hall, 1962Hall, A. Rupert (1962), “The Scholar and the Craftsman in the Scientific Revolution”. En: ClagettMarshall (ed.), Critical Problems in the History of Science, Madison, University of Wisconsin Press, pp. 3-23.). El principal problema de aceptación al que tuvo que enfrentarse su trabajo fue la escasa evidencia empírica que aportó para ilustrar la colaboración entre artesanos y eruditos, una evidencia que le hubiera hecho superar el muro de la mera intuición (Cohen, 1994Cohen, Hendrik Floris (1994), The Scientific Revolution: A Historiographical Inquiry, Chicago y Londres, The University of Chicago Press., pp. 341-342; Renn y Valleriani, 2001Renn, Jürgen y Valleriani, Matteo (2001), “Galileo and the Challenge of the Arsenal”, Max Planck Institute for the History of Science, Preprint, 179, pp. 1-32.; Jardine, 2003Jardine, Nicholas (2003), “Zilsel’s Dilemma”, Annals of Science, 60, pp. 85-94.). No obstante, y a pesar de las críticas, las ideas de Zilsel nunca fueron completamente abandonadas, pues desde muy pronto recalaron en un selecto grupo de historiadores de la ciencia que dialogaron con su tesis e incluso reconocieron estar en deuda con ella7
Este artículo defiende que invocar la tesis de Zilsel requiere identificar primero, situaciones sociales, políticas o económicas a gran escala que permitieran, e incluso, favorecieran la interacción entre académicos y artesanos en la temprana Europa moderna; para después analizar en detalle esas circunstancias. Recuperar la tesis de Zilsel sobre el cambio científico a la luz de casos particulares esporádicos o entornos profesionales específicos de corta duración y no como un comportamiento colectivo y temporalmente inalterable contradice la propuesta zilseliana y tiene efectos contraproducentes en la reivindicación de los colectivos artesanales. Zilsel no pretendía reducir la modernidad científica a la genialidad y excepcionalidad de un solo individuo o a otros argumentos de carácter intelectual, sino más bien todo lo contrario. El marco sociológico esbozado por Zilsel obliga a repensar acontecimientos sociales amplios y suficientemente estables cuya estructura posibilitara una colaboración perdurable entre colectivos que de no ser por esos acontecimientos hubieran permanecido separados. La tesis de Zilsel no apela a interacciones locales, individuales y aisladas, sino a procesos colectivos en el que participaron cientos de personas durante un largo período de tiempo. Solo un proceso global, normalizado y sostenido en el tiempo puede dar cuenta del cambio. Se trata, en resumen, de reconocer las instituciones, los espacios, las prácticas y los círculos de sociabilidad en los que tuvieron lugar los encuentros e intercambios de conocimiento, pero también de descifrar cómo esas condiciones redujeron las distancias sociales, implicaron a un gran número de personas, se mantuvieron en el tiempo, modificaron la práctica científica y dieron lugar a nuevos conceptos9
LA TESIS DE ZILSEL Y LA EXPANSIÓN MARÍTIMA EUROPEA
⌅Las condiciones sociales que reclama la tesis de Zilsel parecen ponerse de manifiesto en la primera fase de la expansión marítima europea, muy especialmente en el ámbito de la cultura marítima y la cosmografía que se desarrolló en el mundo ibérico a partir de la segunda mitad del siglo XV. Resulta difícil imaginar que el fenómeno expansionista hubiera tenido lugar sin la interacción entre hombres teóricos y hombres prácticos, y viceversa. No es necesario insistir en la idea de que la construcción de imperios globales, el establecimiento de rutas comerciales transoceánicas, los movimientos masivos de individuos como consecuencia de los procesos de colonización y la abrumadora dimensión industrial que todo ello generó cambiaron para siempre las sociedades modernas. Estos cambios a gran escala alteraron ineludiblemente las formas de estudiar la naturaleza, provocando, entre otras novedades, la aparición de nuevas prácticas empíricas, la creación de instituciones de ciencia aplicada para la enseñanza técnica y la gestión de información, la participación de personas de toda condición social en la producción de conocimiento, la habilitación de espacios artesanales con capacidades industriales de fabricación, el surgimiento de ‘artesanos superiores’ o profesionales intermedios situados entre los eruditos y los artesanos, el crecimiento de literatura científica en lengua vernácula y la invención de artefactos cosmográficos originales en forma de modelos cartográficos, instrumentos náuticos, instrucciones para pilotos y cuestionarios geográficos; por no aludir a la reacción crítica contra la autoridad de los antiguos que estas circunstancias estimularon entre navegantes, exploradores, naturalistas y cartógrafos10
Entre las transformaciones más destacadas que la expansión marítima provocó en la cultura marítima ibérica se encuentra, sin duda, la creación de instituciones que controlaban las redes de información de larga distancia del imperio portugués y español. Los Armazéns da Guiné e Índia de Lisboa –creados en la segunda mitad del siglo XV– y la Casa de la Contratación de Sevilla –fundada en 1503– constituyen los primeros casos de organismos establecidos y patrocinados por la Corona para recoger, clasificar, estandarizar y distribuir conocimiento procedente de todas las partes del mundo a una escala global (Turnbull, 1996Turnbull, David (1996), “Cartography and Science in Early Modern Europe: Mapping the Construction of Knowledge Spaces”, Imago Mundi, 48, pp. 5-24., p. 7; Law, 1986Law, John (1986), “On the Methods of Long-Distance Control: Vessels, Navigation and the Portuguese Route to India”, Sociological Review Monograph, 32, pp. 234-263.). La novedad reside en situar el diseño de estas instituciones en un marco normativo amplio puesto en marcha por la Corona no para responder a necesidades locales, sino más bien para regular una red global de circulación de conocimiento. Sendas instituciones sirvieron, además, como espacios de encuentro e intercambio entre artesanos y eruditos, cuya colaboración quedó materializada en la construcción de artefactos cosmográficos como el Padrón Real o los padrões d’el-Rei11
La interacción en el seno de estas instituciones marítimas estuvo siempre mediada por una categoría profesional intermedia típicamente zilseliana, posiciones y oficios técnicos como el Piloto Mayor o el Cosmógrafo-Mor que encarnaban a los ‘artesanos superiores’ a los que se refería Zilsel. Este fenómeno –que recuperaremos en la última sección de este artículo– constituye una de las transformaciones más características de la estructura administrativa de los imperios ibéricos. Se trataba de puestos ocupados por individuos cualificados y bien formados cuya responsabilidad profesional les obligaba a interactuar diariamente con artesanos de niveles inferiores, tales como marineros, cartógrafos y constructores de instrumentos náuticos. Dicho de otra manera, un cosmógrafo en el mundo ibérico gozaba del reconocimiento social y la competencia científica de un hombre culto, y a su vez tenía que trabajar con hombres técnicos12
El encuentro institucional y regulado entre ambas comunidades generó, además, su propia literatura, una literatura escrita en lengua vernácula. La relación pedagógica que se estableció entre cosmógrafos y pilotos obligó a los primeros a traducir textos latinos al portugués y al español y a producir tratados originales sobre el arte de navegar. El mundo ibérico fue prolífico en este último campo, generando varias decenas de libros náuticos. Fue así como en este ámbito técnico del conocimiento la lengua dejó de ser un elemento diferenciador entre ambas comunidades. La propia interacción entre hombres cultos y hombres iletrados sin conocimientos de latín engendró un vasto corpus de literatura técnica en lengua vernácula, lo que parece ser una respuesta clara a la numerosa participación de estratos bajos de la sociedad en actividades científicas. Esta literatura estaba destinada a hombres técnicos y por eso pueden ser considerados artefactos culturales híbridos con un lenguaje claro y un estilo secuencial directo dirigidos a fines prácticos. Estos tratados son, en última instancia, el fruto de la interacción entre artesanos y eruditos. La capacidad de estos textos para ilustrar problemas náuticos concretos le canjeó un éxito visible más allá del mundo ibérico, ya que muchos de ellos serían posteriormente traducidos a otras lenguas europeas (López Piñero, 1986López Piñero, José María (1986), El arte de navegar en la España del Renacimiento, Barcelona, Labor.). Esta literatura náutica llegaría a su estado de madurez en Inglaterra y los Países Bajos a partir de los siglos XVII y XVIII14
Parte de esa literatura técnica, junto a los varios tratados de historia natural que la expansión generó, cuestionó a veces inconscientemente la autoridad científica de los autores clásicos de la antigüedad por considerar que incurrían no solo en una visión incompleta, sino también incorrecta del mundo. La experiencia y la observación directa, así como la llegada continua de información procedente de nuevos mundos desafió los medios tradicionales de transmitir e imponer conocimiento sobre la naturaleza. Las nuevas formas de adquisición de conocimiento, articuladas ahora por hombres prácticos, forzaron como afirmaba Zilsel la renegociación y redistribución de la autoridad, antes atribuida únicamente a los textos antiguos procedentes de la tradición greco-romana. La jerarquía en torno a la autoridad del saber se vio profundamente alterada a lo largo del siglo XVI. El reconocimiento se convirtió en un valor social compartido entre hombres cultos y hombres iletrados, pero con experiencia. En el caso de estos últimos –especialmente cartógrafos y pilotos de Indias (de larga distancia)–, el reconocimiento se tradujo en un aumento de su estatus social, pues eran testigos de un mundo nuevo. El trabajo experimental de estos hombres y su consecuente revuelta contra la autoridad de los antiguos a través del descubrimiento directo de nuevas realidades geográficas engendró su propia idea de progreso, un concepto explorado por Zilsel (Zilsel, 1945Zilsel, Edgar (1945), “The Genesis of the Concept of Scientific Progress”, Journal of the History of Ideas, 6, pp. 325-349.)15
EL PODER REAL, EL MARCO NORMATIVO Y LA INTERACCIÓN EPISTÉMICA
⌅Como ya se ha dicho, uno de los grandes problemas de la tesis de Zilsel fue demostrar cómo y bajo qué condiciones se había producido históricamente la interacción a gran escala entre eruditos y artesanos que dio origen a la modernidad científica. En el apartado anterior hemos descrito algunas de las transformaciones que la expansión marítima europea provocó en el mundo ibérico como un ejemplo fértil, estable y duradero desde el que dar respuesta a este problema; es decir, hemos identificado el escenario histórico que Zilsel necesitaba. Creemos que fueron precisamente esas transformaciones las que crearon las condiciones de posibilidad de la colaboración entre pilotos y cosmógrafos, comunidades epistémicas social y culturalmente separadas antes de la expansión. En esta sección explicaremos en qué circunstancias se dio dicha colaboración y defenderemos que no fue un encuentro fortuito o contingente, sino una situación promovida y regulada por las coronas ibéricas a través de un complejo aparato normativo en forma de leyes y reglamentos. Este análisis no solo afronta el punto débil de la tesis de Zilsel, sino que también aumenta el poder explicativo de su propuesta.
Ya en el siglo XV encontramos varios episodios históricos de gran relevancia donde se establecieron fructíferos contactos entre cualificados matemáticos y astrónomos, por un lado, y marineros y hombres de mar, por otro lado. Entre estos eventos destacan el proceso de hibridación de teorías astronómicas antiguas con técnicas náuticas modernas que dio lugar al desarrollo de la navegación astronómica; el establecimiento de la línea de demarcación durante las negociaciones del Tratado de Tordesillas (1494); o, incluso, los cálculos para la determinación de la latitud asociados a la primera llegada de los europeos a Brasil. En el primer caso, son varios los testimonios de exploradores portugueses de finales del siglo XV que remiten a un esfuerzo común entre matemáticos, astrólogos y hombres prácticos para la fabricación de astrolabios náuticos y el cálculo de la latitud a través de la medición de la altura de las estrellas (Albuquerque, 1988Albuquerque, Luís de (1988), Astronomical Navigation, Lisboa, Comissão Nacional para as Comemorações dos Descobrimentos Portugueses.). Probablemente con la finalidad de favorecer la creación de entornos estables de colaboración entre eruditos y artesanos se creó bajo el reinado de Juan II la llamada ‘Junta de Matemáticos’, destinada a resolver problemas náuticos (Barros, 1552 [1778]Barros, João de (1552 [1778]), Décadas da Ásia, Lisboa, Na Régia Officina Typografica., p. 134). Desde su primera etapa, el fenómeno expansionista requirió de la interacción entre matemáticos y navegantes.
En el segundo caso, el establecimiento de la posición exacta del meridiano que separaba virtualmente la zona de influencia portuguesa de la castellana precisó nuevamente de la cooperación entre teóricos y prácticos, como indicaba de forma explícita el propio documento del tratado16
En efecto, en los primeros años del siglo XVI las interacciones entre eruditos y artesanos tienen lugar en entornos cada vez más institucionalizados y regulados por la administración monárquica. Desde una perspectiva zilseliana que apela al ‘contacto’, las ya mencionadas Casa de la Contratación y Armazéns da Guiné e Índia pueden ser descritas como puntos oficiales de encuentro entre cosmógrafos y matemáticos, por un lado, y pilotos, cartógrafos y constructores de instrumentos, por otro lado. Tomando prestada de la historiadora Pamela O. Long el nuevo uso de la noción trading zone, sendas instituciones constituían espacios para el intercambio epistémico entre individuos o comunidades de individuos con procedencias, formaciones, habilidades, conocimientos y objetivos diferentes (Long, 2015Long, Pamela O. (2015), “Trading zones in early modern Europe”, Isis, 106(4), pp. 840-847.). Las coronas ibéricas habilitaron lugares físicos concretos con marcos normativos específicos que estimularon, incluso forzaron, el contacto de decenas de personas durante períodos de tiempo significativamente largos. En síntesis, lo que tratamos de decir es que la construcción del imperio portugués y el imperio español estuvo directamente unida a la creación de mecanismos institucionales que situaban a los diferentes agentes –astrónomos, cosmógrafos, matemáticos, cartógrafos, pilotos– en un mismo nivel epistémico, en un espacio físico y jurídico efectivo que permitía a sendas coronas controlar sus actividades y aprovechar sus diferentes habilidades para el mantenimiento de sus imperios. El encuentro fue forzado normativamente porque era crucial para las políticas imperialistas. Se podría afirmar, en términos zilselianos, que la quiebra de barreras procedía de arriba, tenía sello real.
ORDENANZAS, REGIMIENTOS Y PROFESIONALES INTERMEDIOS
⌅Las manifestaciones más claras de esta interacción en el contexto institucional antes descrito las encontramos en los puestos científicos de nueva creación y en una de las principales responsabilidades asociadas a estos oficios, a saber, la fabricación de modelos cartográficos como el Padrón Real o las cartas padrões d’el-Rei. El Piloto Mayor de la Casa y el Cosmógrafo-Mor de los Armazéns eran los ejes en torno a los cuales se articulaba el contacto y la colaboración. Se trataba, en la mayoría de los casos, de individuos con formación universitaria y una avanzada competencia matemática. Algunos de ellos gozaban de una alta posición social y ejercían una notable influencia en la Corte. El matemático Pedro Nunes, nombrado Cosmógrafo-Mor en 1547, representa el caso más notorio, aunque no el único. En términos zilselianos, lo verdaderamente significativo es que las obligaciones del cargo y las ordenanzas reales exigían a estas personas entrar en contacto con pilotos y cartógrafos, es decir, con hombres de estratos sociales mucho más bajos y con competencias técnicas muy diferentes; una suerte de profesionales intermedios entre el mundo práctico de la navegación oceánica y el mundo teórico de la cosmografía de gabinete. La necesidad de elaborar planisferios y el objetivo de producir cartas de mejor calidad generaron constantes interacciones entre profesionales de diversas procedencias sociales. El ejercicio recíproco de intercambio de saberes se intensificaba y resultaba especialmente crucial en aquellas ocasiones –bien documentadas– en las que se llevaba a cabo una reforma de los modelos cartográficos o se realizaba uno nuevo17
Estas colaboraciones, en apariencia esporádicas y espontáneas, se fueron progresivamente normativizando sobre un marco legal más formal y sólido hacia mediados del siglo XVI. Son varios los documentos de este período que ofrecen una amplia confirmación de la persistencia de estas formas de colaboración. En 1559, la corona portuguesa puso en marcha un nuevo reglamento de las obligaciones y funciones del Cosmógrafo-Mor con la intención de reducir las ambigüedades administrativas a las que estaba sometido el cargo. Se trataba del Regimento do Cosmógrafo-Mor18
Estos hechos llaman especialmente la atención cuando son observados desde una perspectiva artesanal como la de Zilsel. Las condiciones que permitieron la realización de los grandes viajes oceánicos de la época moderna generaron formas de colaboración totalmente nuevas. Era tal la complejidad de los problemas técnicos y científicos involucrados en el contexto náutico que la colaboración entre diferentes grupos sociales se convirtió en una condición sine qua non para lograr metas y alcanzar resultados. El éxito de las expediciones y la buena salud del comercio marítimo marcaban el ritmo. En ese entorno de intereses a la vez imperiales, marítimos y comerciales a gran escala, el poder real estimuló la mitigación de las barreras sociales entre eruditos y artesanos promoviendo normativamente la colaboración. Como ya se ha dicho, esta política de control se fue aplicando progresivamente mediante la creación de instituciones y puestos profesionales intermedios, pero también de reglamentos y ordenanzas que regulaban las distintas actividades ligadas a la navegación oceánica. Las monarquías ibéricas habilitaron los lugares y los modos para el encuentro estable y productivo de estos dos grupos sociales y profesionales. En este caso, las barreras a las que aludía Zilsel no desaparecieron como consecuencia de una serie de condiciones generales que imperaron en la Europa moderna, sino por la acción decidida, perseverante e incesante de dos monarquías afanadas en superar las dificultades técnicas que impedían el acceso y la explotación de las riquezas de los territorios ultramarinos. Esto no implica, sin embargo, que las clases sociales o la pertenencia a diferentes grupos sociales cambiaran o desaparecieran. Los pilotos siguieron siendo hombres prácticos con poca formación y escasos recursos; y los cosmógrafos continuaron siendo hombres teóricos con más privilegios.
CONCLUSIONES
⌅No es posible comprender las condiciones de posibilidad de la ciencia moderna sin asumir que para ello fue necesario un trabajo de colaboración entre personas con formación académica y personas técnicas, y no el resultado de una serie de transformaciones en el contenido de las teorías, objetos e ideas científicas. Zilsel lo sabía muy bien. Por eso su tesis, a pesar de su sencillez y de algunas críticas, ha mantenido su frescura y originalidad a lo largo de sus ochenta años de vida. Uno de los grandes aciertos y contribuciones de Zilsel a los estudios de la ciencia fue no relacionar la modernidad científica con un fenómeno intelectual –o al menos no solo–, sino con renegociaciones sociales más amplias. Zilsel era plenamente consciente de lo difícil que era explicar en términos históricos la forma que la ciencia adquirió en Europa a partir del siglo XVII sin reconocer que se vio profundamente afectada por alteraciones sociales. Al hilo de este posicionamiento, un segundo acierto de Zilsel, más específico, reside a nuestro modo de ver en advertir que el cambio y la reestructuración social permitieron el contacto entre dos grupos sociales y profesionales hasta entonces separados.
Este artículo ha intentado poner de manifiesto que las inferencias básicas de la tesis de Zilsel sobre los orígenes sociales de la ciencia moderna, pero sobre todo su recuperación de los artesanos (superiores) y de la colaboración de estos con los eruditos aún desprende hoy una extraordinaria vitalidad y un sugestivo poder explicativo. No obstante, en su estado original la propuesta del malogrado filósofo austríaco demandaba ciertas matizaciones. La primera de ellas tiene que ver con los espacios y contextos de interacción entre hombre prácticos y hombres universitarios. Invocar a una tesis sociológica sobre la emergencia de la modernidad científica nos exhorta a identificar acontecimientos históricos que tuvieron consecuencias sociales de grandes dimensiones donde se hiciera patente una colaboración estable y duradera entre ambas comunidades de conocimiento; y no casos particulares y aislados. La primera fase de la expansión marítima europea constituye un caso visible y reconocido a gran escala de cambio social donde la cooperación entre matemáticos, astrónomos y cosmógrafos, por un lado, y exploradores, pilotos y cartógrafos, por otro lado, existió de forma sostenida en el tiempo y en el espacio.
La segunda de las matizaciones de la tesis de Zilsel que hemos defendido en este texto tiene que ver precisamente con la naturaleza de esa cooperación, que según nuestra interpretación no se dio de forma fortuita, sino que fue solícitamente delineada por las coronas ibéricas mediante un complejo entramado institucional y un rígido marco normativo. Fueron la monarquía portuguesa y la monarquía española las que promovieron y forzaron la colaboración desde las primeras décadas de la expansión. El tercer y último matiz, entendido como una prolongación del anterior, es que dicho marco normativo adoptó la forma concreta de ordenanzas, reglamentos y leyes que materializaban y legislaban la colaboración gracias a la creación –única en Europa– de figuras intermedias situadas entre los artesanos y los eruditos. Nada de esto, es decir, nada acerca de esta visión de conjunto en tres partes que desgranan el corazón de la tesis de Zilsel, ha sido defendido en los trabajos más recientes sobre el filósofo austríaco, el mundo ibérico y el conocimiento artesanal.