Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia 75 (1)
enero-junio 2023, e21
ISSN-L: 0210-4466
https://doi.org/10.3989/asclepio.2023.21

RESEÑAS

BOOK REVIEWS

Ander Permanyer Ugartemendia

Universidad Autónoma de Madrid

https://orcid.org/0000-0002-0330-7740

Breen, Benjamin. The Age of Intoxicaton. Origins of the Global Drug Trade. Filadelfa, University of Pennsylvania Press, 2019, 279 pp. [ISBN: 9780812251784 (tapa dura), 9780812224986 (tapa blanda), 9780812296624 (eBook)].

CONTENIDO

La literatura sobre la historia de las drogas es amplia y diversa. También lo son las dudas que suscita, al abarcar sustancias muy distintas, que requieren de modelos explicativos específicos según el contexto de cada una de ellas. Dentro de esta diversidad, no hay duda de que hay un sujeto de análisis histórico identificable que, a falta de categoría mejor, seguiremos llamando “drogas”, cuya articulación bajo un modelo explicativo común resulta todo un reto, no solo por su diversidad, sino, también, por su tremenda variación a lo largo de la historia. El libro del profesor de la Universidad de California, Santa Cruz, Benjamin Breen, The Age of Intoxication. Origins of the Global Drug Trade, resulta un interesante intento al respecto, desprovisto de juicios de valor, que viene a subsanar varias de las carencias en la literatura. Estas suelen ser de carácter principalmente conceptual, al usar las categorías y temores del presente para aproximarse a las sustancias psicoactivas en el pasado; sin embargo, por evidente que suene, y como bien indica el autor, las actitudes alrededor de las drogas han evolucionado históricamente -algo que otros ya han observado previamente, como Porter y Teich (1995)Porter, Roy; Teich, Mikuláš (eds.) (1995), Drugs and Narcotics in History, Cambridge, Cambridge University Press., aunque sin la unidad de discurso que hay en la obra que nos ocupa-. El libro precisamente trata de establecer una genealogía de dichas actitudes durante la Edad Moderna, con un alcance supuestamente global -término que, en gran parte de la literatura, se usa para referirse solamente a Europa y sus extensiones ultramarinas, lo que, en el caso que nos ocupa, deja de lado otras culturas de la intoxicación-.

Gran parte de las obras generales sobre las drogas han tendido a la exhaustividad en la identificación de sustancias, pero, en el proceso, se han dispersado el modelo explicativo y el marco temporal; otras han resuelto dichas carencias gracias a una mejor delimitación del objeto de análisis1 No por ello se trata de obras poco interesantes, desde la erudita y exhaustiva, en ocasiones algo irregular, de Antonio Escohotado (1989) a la más interesante y compendiosa de Courtwright (2001); también digno de mención es el divulgativo libro de Jay (2010). Más concreto y tal vez mejor resuelto resulta el de Juan Carlos Usó (1996), al concentrarse en las culturas de la droga en España desde el siglo XIX. Otras excelentes aproximaciones se han focalizado en una sola sustancia y resultan importantes para comprender la historia de las sustancias psicoactivas, como el estudio de Berridge y Edwards (1981) sobre el opio en la Inglaterra victoriana, esencial para comprender la articulación del Estado contemporáneo y su control sobre el consumo de sustancias. En el caso del opio en China, -“paciente cero” de la “plaga de droga”, en términos de Frank Dikötter (2003) -, es amplia la literatura; resultan imprescindibles el trabajo de Dikötter, Laamann y Zhou (2004), y el de Zheng (2005), al desproblematizar, con la sutileza que el tema requiere, un consumo que en la mayoría de casos era ocasional y socialmente aceptado.. Las inquietudes contemporáneas hacia la guerra contra las drogas y los estragos de estas han marcado el tono, no sin a veces cierto sensacionalismo y morbosidad. Pero esto ha hecho que su análisis resulte estrecho, al limitarse a ciertas concepciones de la droga, más propias del mundo contemporáneo, cuyo origen se remontaría al reciente siglo XIX, con los inicios de la cultura de masas junto con el aislamiento y sintetización de distintos alcaloides y su producción industrial. Breen muestra, al contrario, cómo las sustancias psicoactivas son parte indiscutible de la articulación del mundo desde la Edad Moderna, llenando así un vacío historiográfico. Situándolas en un amplio contexto, que abarca la historia política, social y cultural, del comercio, de la ciencia y de los encuentros interculturales, observa cómo las drogas han estado presentes en distintos elementos determinantes del mundo moderno y contemporáneo, desde el comercio global, el consumo de masas, la esclavitud transatlántica, la revolución científica, y el desarrollo del Estado.

En la selección de los casos de estudio y de los contextos analizados, la propuesta de Breen no muestra ánimo de exhaustividad -pese a las anteriormente indicadas pretensiones globales- y, al contrario, se detiene en casos sumamente ilustrativos, para así desarrollar mejor su argumento. De este modo, el autor va trazando no solo la formación de actitudes hacia las sustancias que hoy identificamos como “drogas”, sino también la ya mencionada interacción e influencia en los principales aspectos que conforman el mundo moderno y contemporáneo. Hoy día, “droga” suele referirse a ciertas sustancias con notables efectos en la mente, normalmente ilegalizadas, y de consumo recreativo, con un serio riesgo de adicción y de efectos nocivos en la salud del consumidor y en su situación socioeconómica. Como sabemos, esta categoría excluye otras sustancias psicoactivas, que pueden ser adictivas -principalmente el alcohol, el tabaco y el café-. Pero en origen, y como traza con precisión el libro que nos ocupa, el término incluía más elementos; más allá de la consabida dualidad entre medicina y droga, Breen se refiere a distintas mercancías, desde hierbas medicinales a especias y tintes, jabones, inciensos y pigmentos (p. 7). A lo largo de los siglos XVI y XVII el término empezó a adquirir una connotación secundaria, asociada a las especies exóticas, medicinas y venenos, connotación que, ya entre los siglos XVII y XVIII y en plena Era de las Luces, acabará relacionada con lo recreativo y estupefaciente -intoxicant, en inglés-. El autor apunta cómo se va trazando una estricta separación entre lo lícito y lo ilícito, entre lo sancionado por médicos y boticarios, y lo rechazado por ser moralmente reprobable2 Esta distinción ya fue apuntada por Courtwright (2001), pero sin alcanzar la perspicaz precisión de Breen., lo que, con el tiempo, desembocará en lo regulable y perseguible por la autoridad del Estado. Desde la búsqueda de sustancias en espacios ultramarinos -que el autor repasa en el ámbito del imperio portugués, tanto en Brasil como en Angola, viendo la improvisación en la búsqueda de sustancias y el encuentro intercultural, y apuntando hacia los fracasos, además de los éxitos, en esta empresa- a la mercantilización y venta en las boticas europeas, Breen observa cómo la irrupción de mayor cantidad de sustancias medicinales procedentes de los espacios coloniales durante la Edad Moderna hizo desarrollar una mayor sospecha hacia lo extranjero, no cristiano, tropical, propio de cuerpos racializados, que acabó determinando la mencionada separación entre sustancias lícitas e ilícitas.

En su viaje, el autor también nos habla de cómo la irrupción de estas sustancias influyó enormemente en la ciencia experimental, que intentó hallar las “causas ocultas” de sus efectos, objetivo principal de la filosofía natural en la Edad Moderna: de este modo, los exploradores trataron de encontrar en los espacios ultramarinos las “maravillas” de los discursos medievales, para luego explicarlas y desmitificarlas (p. 100) y, potencialmente, transformarlas mediante el experimento y la observación instrumental (pp. 106-107). En el proceso, además, el autor insiste en la importancia de filósofos naturales ibéricos, y en particular, analiza las relaciones de portugueses con miembros de la Royal Society, quienes se afanaron por preservar su autoridad científica ocultando sus sospechosos vínculos con el mundo católico, ibérico y tropical -del mismo modo, la Inquisición se encargaba también de condenar cualquier indicio de doctrina protestante en el sur de Europa, si bien boticarios y médicos ibéricos, insiste el autor, hicieron grandes aportaciones al desarrollo de la medicina-.

Breen traza además una Ilustración europea proclive a la experimentación con sustancias que alteran el cuerpo y muy especialmente la mente, y cómo, para finales del siglo XVIII, acabará generándose una sospecha moral hacia los cambios en los estados mentales. Muy especialmente porque estos no se ajustaban a lo que el autor identifica como epistemologías de las drogas existentes en el mundo europeo: hasta los inicios de la Edad Moderna, la alteración de los estados mentales en Europa estaba dominada por las bebidas alcohólicas -a pesar de la presencia del opio, que como bien apunta Breen, acabó por percibirse como sumamente exótico, a pesar de que la adormidera se domesticó en Europa occidental-, lo que determinaba los marcos de comprensión hacia sustancias nuevas. De este modo, mientras algunas se aceptan y se convierten en mercancías globales -el tabaco, el chocolate- por sus efectos tolerables bajo dicho marco, otras excesivamente desestabilizadoras -como el peyote- son rechazadas3 El autor menciona, sin entrar en un análisis exhaustivo, en cómo irrumpen nuevas sustancias en distintos contextos del mundo y cambian las culturas de la droga: el alcohol entre los nativos de Norteamérica; la cachaça en África Occidental; el opio y el tabaco en China; la pipa de agua en Irán (p. 126).. La demanda de dichas sustancias aumentó durante la revolución industriosa, mientras cambiaba la percepción hacia la psicoactividad: no como un proceso misterioso u obra de un poder sobrenatural, sino como resultado lógico de acontecimientos físicos, lo que facilitó el estudio de los estados alterados como resultado de partículas dentro del cuerpo humano. El aislamiento de alcaloides, la producción industrial y la posterior sintetización de los anteriores permitió la generalización de sustancias como la estricnina, el éter, la tintura de cánnabis, la cocaína, la heroína y la anfetamina ya en el siglo XIX.

En definitiva, Breen identifica, no sin cierta provocación, una “Age of Intoxication” -un guiño quizás al reciente libro de Courtwright (2019)Courtwright, David (2019), The Age of Addiction. How Bad Habits Became Big Business, Cambridge, MA, Harvard University Press., The Age of Addiction-, como sinónimo de la Era de la Razón, con la que el autor trata de redefinir este periodo de la historia europea. Con ello, apunta hacia la creciente disponibilidad de sustancias psicoactivas desde finales del siglo XVII, la experimentación con ellas, el cada vez mayor consumo, haciendo de ellas una realidad plenamente global. Por ello, dice, las drogas y su globalización -que debemos entender como conexiones extensas- tuvieron efectos en la salud, la cultura material y la vida intelectual, por lo que fueron más transformadoras aun que las “dispersas” corrientes intelectuales de la Ilustración (p. 3). El comercio global de drogas ofrece así una historia alternativa de la revolución científica y el ascenso del capitalismo global, que van de la mano (p. 11). Esta pequeña provocación va algo más lejos cuando el autor culmina su libro sugiriendo que la Era de la Razón terminó hace tiempo, mientras que la innovación tecnológica y el cambio social han dado paso a la aparición y mayor consumo de nuevas drogas, por lo que la “Age of Intoxication” no ha hecho más que empezar (p. 191). Cómo esto puede determinar nuestra comprensión de un problema del mundo contemporáneo no es objeto de un libro de historia como este, pero sí nos ayuda a profundizar mejor en la Edad Moderna europea y sus “Luces”.

NOTAS

 
1

No por ello se trata de obras poco interesantes, desde la erudita y exhaustiva, en ocasiones algo irregular, de Antonio Escohotado (1989)Escohotado, Antonio (1989), Historia general de las drogas, Madrid, Alianza. a la más interesante y compendiosa de Courtwright (2001)Courtwright, David (2001), Forces of Habit: Drugs and the Making of the Modern World, Cambridge, MA, Harvard University Press.; también digno de mención es el divulgativo libro de Jay (2010)Jay, Mike (2010), High Society. Mind-Altering Drugs in History and Culture, Londres, Thames & Hudson.. Más concreto y tal vez mejor resuelto resulta el de Juan Carlos Usó (1996)Usó, Juan Carlos (1996), Drogas y cultura de masas (España 1855-1995), Madrid, Taurus., al concentrarse en las culturas de la droga en España desde el siglo XIX. Otras excelentes aproximaciones se han focalizado en una sola sustancia y resultan importantes para comprender la historia de las sustancias psicoactivas, como el estudio de Berridge y Edwards (1981)Berridge, Virginia, y Griffith Edwards (1981), Opium and the People. Opiate Use in Nineteenth-Century England, Londres, Allen Lane. sobre el opio en la Inglaterra victoriana, esencial para comprender la articulación del Estado contemporáneo y su control sobre el consumo de sustancias. En el caso del opio en China, -“paciente cero” de la “plaga de droga”, en términos de Frank Dikötter (2003)Dikötter, Frank (2003), “Patient Zero”: China and the Myth of the “Opium Plague”, lección inaugural en la SOAS, University of London, 24/10/2003 [en línea], disponible en: http://www.frankdikotter.com/publications/the_myth_of_opium.pdf [consultado el 23/9/2022]. -, es amplia la literatura; resultan imprescindibles el trabajo de Dikötter, Laamann y Zhou (2004)Dikötter, Frank; Laamann, Lars; Zhou Xun (2004), Narcotic Culture. A history of drugs in China, Londres, C. Hurst & Co. Publishers., y el de Zheng (2005)Zheng Yangwen (2005), The Social Life of Opium in China, Cambridge, Cambridge University Press., al desproblematizar, con la sutileza que el tema requiere, un consumo que en la mayoría de casos era ocasional y socialmente aceptado.

2

Esta distinción ya fue apuntada por Courtwright (2001)Courtwright, David (2001), Forces of Habit: Drugs and the Making of the Modern World, Cambridge, MA, Harvard University Press., pero sin alcanzar la perspicaz precisión de Breen.

3

El autor menciona, sin entrar en un análisis exhaustivo, en cómo irrumpen nuevas sustancias en distintos contextos del mundo y cambian las culturas de la droga: el alcohol entre los nativos de Norteamérica; la cachaça en África Occidental; el opio y el tabaco en China; la pipa de agua en Irán (p. 126).

BIBLIOGRAFÍA CITADA

 

Berridge, Virginia, y Griffith Edwards (1981), Opium and the People. Opiate Use in Nineteenth-Century England, Londres, Allen Lane.

Courtwright, David (2001), Forces of Habit: Drugs and the Making of the Modern World, Cambridge, MA, Harvard University Press.

Courtwright, David (2019), The Age of Addiction. How Bad Habits Became Big Business, Cambridge, MA, Harvard University Press.

Dikötter, Frank (2003), “Patient Zero”: China and the Myth of the “Opium Plague”, lección inaugural en la SOAS, University of London, 24/10/2003 [en línea], disponible en: http://www.frankdikotter.com/publications/the_myth_of_opium.pdf [consultado el 23/9/2022].

Dikötter, Frank; Laamann, Lars; Zhou Xun (2004), Narcotic Culture. A history of drugs in China, Londres, C. Hurst & Co. Publishers.

Escohotado, Antonio (1989), Historia general de las drogas, Madrid, Alianza.

Jay, Mike (2010), High Society. Mind-Altering Drugs in History and Culture, Londres, Thames & Hudson.

Porter, Roy; Teich, Mikuláš (eds.) (1995), Drugs and Narcotics in History, Cambridge, Cambridge University Press.

Usó, Juan Carlos (1996), Drogas y cultura de masas (España 1855-1995), Madrid, Taurus.

Zheng Yangwen (2005), The Social Life of Opium in China, Cambridge, Cambridge University Press.