Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia 75 (1)
enero-junio 2023, e10
ISSN-L: 0210-4466
https://doi.org/10.3989/asclepio.2023.10

ESTUDIOS / STUDIES

“LAS LANZAS SE CONVERTIRÁN IRREVOCABLEMENTE EN ARADOS”: EL INSTITUTO AGRARIO DE VICENTE ROCAFUERTE Y JOSÉ INDELICATO (1838-1839)

“THE SPEARS SHALL BECOME PLOWS”: VICENTE ROCAFUERTE AND JOSÉ INDELICATO’S AGRARIAN INSTITUTE (1838-1839)

Alexis Medina

Université de Franche-Comté CRIT EA 3224

https://orcid.org/0000-0003-3149-2514

RESUMEN

El artículo se propone analizar la fundación del primer Instituto agrario del Ecuador mediante una reconstitución del itinerario de su director, el médico siciliano José Indelicato, que permitirá esclarecer el doble contexto en que se creó el establecimiento: la difusión del socialismo utópico, que marcó el recorrido de Indelicato, y el auge de la agronomía como ciencia específica, que llevó a la creación de las primeras escuelas de agricultura en Europa y América a principios del siglo XIX.

Palabras clave: 
Agricultura; Agronomía; Ciencia; Educación; Socialismo; Ecuador.
ABSTRACT

This article aims to analyze the creation of the first Ecuadorian Agrarian Institute by reconstructing the travels of its director, the Sicilian doctor José Indelicato, between Europe and America, which will allow us to clarify the context of the Institute’s creation: the spread of utopian socialism, that influenced Indelicato’s trajectory, and the emergence of agronomy as a separate science that led to the creation of the first schools of agriculture in Europe and the Americas at the beginning of the 19th century.

Keywords: 
Agriculture; Agronomy; Science; Education; Socialism; Ecuador.

Recibido: 07  abril  2019; Aceptado: 04  agosto  2022; Publicado: 24 mayo 2023

Cómo citar este artículo/Citation: Medina, Alexis (2023), “«Las lanzas se convertirán irrevocablemente en arados»: el Instituto agrario de Vicente Rocafuerte y José Indelicato (1838-1839)”, Asclepio, 75(1): e10. https://doi.org/10.3989/asclepio.2023.10

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

 

En septiembre de 1838, al final de su mandato presidencial, Vicente Rocafuerte inauguró el primer Instituto agrario en la historia del Ecuador. Su director, el médico siciliano José Indelicato señalaba el contraste entre el potencial agrícola del Ecuador, el país “más dichoso y privilegiado en la escelencia de sus terrenos y asombrosa variedad de los temperamentos que disfruta”, y el “completo olvido y abandono de todo lo que puede ser útil directamente al propietario de haciendas y á los industriosos de toda clase, é indirectamente á todos los individuos de la República” (Indelicato, 1838b, p. 5Indelicato, José (1838b) Del Instituto agrario fundado por el gobierno del Ecuador a fines de 1838, Quito, Imprenta del gobierno.). El Instituto agrario era un catalizador de los anhelos por superar los desórdenes de las guerras de Independencia y encaminar el país hacia el progreso, aunque, a pesar de la gran expectación que causó, solo funcionó durante siete meses.

Debido a su efímera existencia, el Instituto ha pasado prácticamente desapercibido hasta ahora. Apenas se lo nombra en algunos estudios sobre la historia de la educación en Ecuador, la política educativa de Rocafuerte o la vida de su rival, Juan José Flores (Tobar Donoso, 1923, pp. 10-11Tobar Donoso, Julio (1923), García Moreno y la Instrucción pública, Quito, Imprenta de la Universidad central.; 1930, p. 6Tobar Donoso, Julio (1930), La Instrucción pública en el Ecuador de 1830 a 1930. Apuntes para su historia, Quito, Escuela Tipográfica salesiana.; Guevara, 1965, p. 166Guevara, Darío (1965), Vicente Rocafuerte y la educación pública en el Ecuador, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana.; Landázuri, 1984, pp. 31-32Landázuri, Carlos (1984), Vicente Rocafuerte y la educación, Quito, Ediciones de la Universidad Católica.; Van Aken, 1989, pp. 109-110Van Aken, Mark (1989), The King of the Night. Juan José Flores and Ecuador, 1824-1864, Berkeley, University of California Press.). Robalino Dávila (1964, pp. 73-75)Robalino Dávila, Luis (1964), Orígenes del Ecuador de hoy: Rocafuerte, Quito, Talleres Gráficos Nacionales. ni siquiera menciona el Instituto en su balance de la política educativa de Rocafuerte. Más generalmente, no existen estudios sobre la historia de la agronomía y de la enseñanza agrícola en el Ecuador del siglo XIX, aunque también es el caso en la mayoría de los países latinoamericanos, salvo contadas excepciones, como México, Chile o Venezuela (Urbán Martínez, 2007Urbán Martínez, Guadalupe (2007), “La creación de la carrera de Ingeniero Agrónomo en México”. En: Ramos Lara, María de la Paz; Rodríguez Benítez, Roberto (eds.), Formación de ingenieros en el México del siglo XIX, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Universidad Autónoma de Sinaloa, pp. 47-73.; Arancibia y Yavar, 1994Arancibia, Patricia; Yavar, Aldo (1994), La agronomía en la agricultura chilena, Santiago, Colegio de ingenieros agrónomos de Chile.; Pacheco-Troconis, 2007Pacheco-Troconis, Germán (2007), Agricultura, modernización y ciencias agrícolas en Venezuela. De la ilustración borbónica a los ilustrados del gomecismo, 1770-1935, Caracas, Universidad Central de Venezuela-Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico.). Pero más enigmático aún que el Instituto agrario creado por Rocafuerte resulta su director, José Indelicato. En menos de cinco décadas, su recuerdo prácticamente se había borrado. En 1884, un periódico cuencano se limitó a recordar que el Instituto había estado bajo la dirección de “un italiano Indelicati [sic]” y había sido clausurado “porque parece que el profesor de lo que menos sabía era de agricultura”1El Progreso (1884), “La crisis económica”, 19 de octubre, p. 3..

Giuseppe Indelicato, conocido como José en América, había estudiado medicina en la Universidad de Palermo, antes de ser nombrado, en 1820, como primer director del Instituto agrario de Colli, en las afueras de la ciudad. Tras establecerse brevemente en Francia, donde entró en contacto con el socialismo sansimoniano y fourierista, emprendió un largo periplo por América, que lo llevó en menos de quince años a Brasil, Argentina, Chile, Perú, Ecuador y México. En la mayoría de estos países trabajó a la vez como médico y periodista, pero su paso por el Ecuador se distingue porque fue la única ocasión en que dirigió una escuela de agricultura, fuera de Sicilia.

La historiografía reciente ha prestado un renovado interés por los científicos ecuatorianos o europeos radicados en Ecuador y la manera en que estos personajes se insertaron en redes transatlánticas de producción de conocimiento en las primeras décadas tras la Independencia (Sevilla y Sevilla, 2013Sevilla, Ana; Sevilla, Elisa (2013), “Inserción y participación en las redes globales de producción de conocimiento: el caso del Ecuador del siglo XIX”, Historia Crítica, 50, pp. 79-103. DOI: https://doi.org/10.7440/histcrit50.2013.04 ). Sin embargo, más que analizar la participación de Indelicato en estas redes, nuestro propósito en este trabajo es más bien ofrecer un primer panorama del itinerario continental de Indelicato en América para contextualizar la creación de una institución científica de corte nacional, el primer Instituto agrario del Ecuador.

Para reconstituir los viajes de otro personaje italiano, Guido Bennatti, y su Comisión Médico-Quirúrgica por Argentina, Paraguay y Bolivia entre los años 1860 y 1880, Irina Podgorny invita a combinar “las escalas microhistóricas y transregional” mediante “el estudio de las fuentes más fragmentarias e insignificantes [que] nos sirve para armar una historia continental” (Podgorny, 2010, pp. 168-169Podgorny, Irina (2010), “Coleccionistas de arena. La Comisión Médico-Quirúrgica italiana en el altiplano boliviano (1875-1877)”, Antípoda, 11, pp. 167-188. DOI: https://doi.org/10.7440/antipoda11.2010.09 ). José Indelicato no dejó memorias o un diario de viaje, de modo que solo se puede reconstruir su amplio recorrido mediante la combinación de fuentes dispersas, que se encuentran desperdigadas en varios países de Europa y América. Sin embargo, la vida trashumante de Indelicato permite a la vez armar una historia de dimensiones continentales y analizar las reformas adoptadas en un país en particular, en este caso el Ecuador, en el momento de la creación del Instituto agrario.

Para analizar el papel de Indelicato en la fundación del Instituto, procederemos en cuatro tiempos. En primer lugar, para una mejor comprensión del perfil de Indelicato, se intentará reconstituir el itinerario de este último entre los años 1820 y 1850. Luego, se propondrá una presentación general del Instituto agrario, su funcionamiento y las dificultades a las que se enfrentó. Por otro lado, se estudiará la relación entre el socialismo utópico que marcó a Indelicato y el proyecto de Instituto. Por último, se procurará contextualizar la fundación del Instituto comparándola con los proyectos de escuelas de agricultura en otros países de Hispanoamérica en los años 1830 y 1840.

1. DE PALERMO A OAXACA: INDELICATO, EL MÉDICO ITINERANTE

 

Giuseppe Indelicato se graduó como doctor en medicina en la Universidad de Palermo en 1818. Al poco tiempo, entró al servicio de Carlo Cottone, príncipe de Castelnuovo, quien lo nombró primer director del Instituto agrario que fundó en Colli, en las afueras de Palermo. En febrero de 1820, antes de la inauguración del Instituto, a pedido de Castelnuovo, Indelicato realizó un viaje a lo largo y ancho de Sicilia para tener una idea más precisa de las riquezas agrícolas de la isla (Canciullo, 1996, p. 641Canciullo, Giovanna (1996), “La nobiltà siciliana tra rivolte e restaurazione: Il «Partito costituzionale» (1812-1860)”, Studi Storici, 37 (2), pp. 629-654.). Es probable que los trastornos provocados por la revolución liberal iniciada en junio de 1820 en Sicilia retardaran la inauguración del establecimiento, que solo abriría sus puertas como escuela agrícola en 1847 y funcionaría hasta tanto como una estación agronómica (Canciullo, 1996, p. 647Canciullo, Giovanna (1996), “La nobiltà siciliana tra rivolte e restaurazione: Il «Partito costituzionale» (1812-1860)”, Studi Storici, 37 (2), pp. 629-654.).

Para ese entonces, Indelicato llevaba años recorriendo el continente americano. Tras permanecer en Francia entre 1823 y 1827, inició un accidentado viaje a Brasil, que incluyó un naufragio cerca de las islas Canarias (Indelicato, 1835, pp. 22-25Indelicato, José (1835), Relación de una horrorosa calumnia, Santiago, Imprenta Araucana.). Al poco tiempo, se estableció en Buenos Aires, Córdoba y Mendoza (1828-1834), luego en Santiago (1834-1835), Lima (1835-1838 y 1839-1841), Quito (1838-1839), Guadalajara a partir de 1841 y luego Oaxaca en 1856. Las actividades de Indelicato en América revelan tres facetas de su trayectoria: la de médico, la de periodista y la de militante socialista y luego liberal.

Dos parecen ser las principales causas de los viajes del médico siciliano. Por un lado, sus convicciones republicanas lo habían llevado a abandonar la Sicilia borbónica, la Francia de la Restauración y el imperio brasileño, para satisfacer su anhelo de vivir en una República, como la argentina (Indelicato, 1835, p. 24Indelicato, José (1835), Relación de una horrorosa calumnia, Santiago, Imprenta Araucana.). Por otro lado, como para otros viajeros europeos que buscaron ejercer la medicina en América en el siglo XIX, “el motor de los desplazamientos […] parece residir en los recurrentes conflictos que lo lanzan a una vida trashumante” (Podgorny, 2010, p. 169Podgorny, Irina (2010), “Coleccionistas de arena. La Comisión Médico-Quirúrgica italiana en el altiplano boliviano (1875-1877)”, Antípoda, 11, pp. 167-188. DOI: https://doi.org/10.7440/antipoda11.2010.09 ). A pesar de los numerosos enfrentamientos con otros médicos y las autoridades de varios países, Indelicato, como otros personajes itinerantes, demostró “una extraordinaria capacidad para promocionarse e introducirse en la vida social de las ciudades visitadas” (Podgorny, 2010, p. 170Podgorny, Irina (2010), “Coleccionistas de arena. La Comisión Médico-Quirúrgica italiana en el altiplano boliviano (1875-1877)”, Antípoda, 11, pp. 167-188. DOI: https://doi.org/10.7440/antipoda11.2010.09 ). Indelicato logró ganar la confianza de hombres de Estado como Andrés Bello, Vicente Rocafuerte, Andrés Gamarra y Benito Juárez. En varias ciudades, tras reconstituir su clientela, colaborar con la prensa local o crear su propio periódico e insertarse en los círculos intelectuales y políticos, Indelicato se vería inmerso en violentas polémicas con otros médicos e incluso, en algunos casos, terminaría siendo acusado de ejercer ilegalmente la medicina por falta de autorización del protomedicato local y llegaría a tener problemas judiciales. Al inicio de cada polémica, Indelicato ponía a disposición del público todos los documentos personales que daban fe de su experiencia y buena moral y permitían refutar los ataques de sus enemigos. Aun así, se vio constantemente abocado a cambiar de ciudad y reiniciar el ciclo. La de Indelicato es, por ende, una “historia de legitimidades en suspenso” (Podgorny, 2009, p. 25Podgorny, Irina (2009), “La industria y laboriosidad de la República. Guido Bennati y las muestras de San Luis, Mendoza y La Rioja en la Exposición Nacional de Córdoba”. En: Di Liscia, Silvia y Lluchi, Andrea (eds.), Argentina en exposición. Ferias y exhibiciones durante los siglos XIX y XX, Sevilla, CSIC, pp. 21-58.).

Indelicato logró que algunas facultades de medicina, como la de Buenos Aires y la de Santiago, reconocieran su título siciliano (Indelicato, 1838a, p. 1Indelicato, José (1838a), Reclamo al Excmo. Gobierno, del Dr. D. José Indelicato, por denegada justicia, Lima, Imprenta de José Masias.). No se limitó, empero, a vivir de su práctica médica: Indelicato se presentaba como un reformador de la medicina en América y participó activamente en los debates que se produjeron dentro de la disciplina. Publicó, por ejemplo, en diversos países, tratados sobre ciertos remedios como el panquimagogo, el mercurio dulce o la hidroterapia (Indelicato, 1834Indelicato, José (1834), De la serosidad: del abuso del panquimagogo, y de los casos en que puede ser útil administrarlo, Santiago de Chile, Imprenta Nacional., 1837Indelicato, José (1837), Ensayo sobre el mercurio dulce, Lima, Imprenta de Masias., 1849Indelicato, José (1849), De la hydrotherapia, o del uso médico del agua fría, México, Tipografía de Rafael Rafael.). Pero en sus esfuerzos por transformar la medicina, Indelicato no dudó en refutar agresivamente a sus colegas, criticar la formación médica y cuestionar a las autoridades del ramo, como los protomedicatos de Chile y de Perú. Su falta de tacto lo llevó a enfrentarse violentamente con otros médicos en las ciudades en las que residió, como Córdoba, Santiago, Lima o Guadalajara (Indelicato, 1835Indelicato, José (1835), Relación de una horrorosa calumnia, Santiago, Imprenta Araucana., 1838aIndelicato, José (1838a), Reclamo al Excmo. Gobierno, del Dr. D. José Indelicato, por denegada justicia, Lima, Imprenta de José Masias., 1841Indelicato, José (1841), Nuevas reflecsiones sobre el reglamento de enseñanza médica, actualmente en uso en Guadalajara: para servir de contestación al numero 76 de la Gaceta del Gobierno de Jalisco, Guadalajara, Imprenta de Brambila.; Silva Castro, 1965, p. 58Silva Castro, Raúl (1965), Don Andrés Bello, 1781-1865, Santiago, Editorial Andrés Bello.).

Indelicato no se contentó con sus actividades de médico, su labor como periodista fue igualmente prolífica. En efecto, “la prensa periódica, sin dudas, es el escenario donde se juega la vida social y la legitimidad de estos personajes en peregrinación por América” (Podgorny, 2010, p. 172Podgorny, Irina (2010), “Coleccionistas de arena. La Comisión Médico-Quirúrgica italiana en el altiplano boliviano (1875-1877)”, Antípoda, 11, pp. 167-188. DOI: https://doi.org/10.7440/antipoda11.2010.09 ). Indelicato no solo publicó artículos de medicina en El Araucano y El Mercurio en Chile, también creó sus propios periódicos, como El Desengaño en Buenos Aires, El Filántropo en Santiago y El Amigo del pueblo en Lima. Dirigió además brevemente, por menos de un mes, el periódico semi-oficial El Araucano, con el que colaboraba frecuentemente Andrés Bello (Silva Castro, 1965, pp. 53-54 y 58Silva Castro, Raúl (1965), Don Andrés Bello, 1781-1865, Santiago, Editorial Andrés Bello.). Pero sería en México donde su actividad periodística sería más abundante. En este país publicó varios periódicos y llegó a dirigir el diario oficial del departamento de Jalisco en 1842 y el del estado de Oaxaca en 1856 (Iguíniz, 1931-1932, p. 267Iguíniz, Juan B. (1931-1932), “El periodismo en Guadalajara, 1809-1914”, Anales del Museo Nacional de México, 7, pp. 237-406.).

Por último, Indelicato fue un militante socialista y luego liberal que participó activamente en el debate público, especialmente en México. A mediados de los años 1820, entró en contacto con el socialismo utópico sansimoniano y fourierista en París. Una vez en América, contribuyó a difundir las ideas de esta corriente, especialmente en Guadalajara a fines de los años 1840. En esta ciudad, formó parte de un activo círculo de partidarios del socialismo utópico, compuesto por Sotero Prieto, Vicente Ortigosa y Sabas Sánchez Hidalgo, admiradores de Victor Considérant, discípulo de Charles Fourier. También se convirtió en el principal redactor del periódico El Socialista, que circuló en Guadalajara a principios de 1849 (De la Torre, 2008, pp. 71-72De la Torre, Federico (2008), “Les idées socialistes au Mexique au milieu du XIXe siècle. Guadalajara et ses liens avec le fouriérisme de Victor Considérant”, Cahiers Charles Fourier, 19, p. 61-77.).

Sin embargo, al poco tiempo, Indelicato dejó la redacción del periódico y rompió con el fourierismo, al que atacó agriamente al final de su tratado sobre la hidroterapia. En este texto, si bien tenía a Fourier en alta estima y aceptaba varias de sus ideas, cuestionaba a sus partidarios, a los que calificaba de exaltados (Indelicato, 1849, pp. 69-77Indelicato, José (1849), De la hydrotherapia, o del uso médico del agua fría, México, Tipografía de Rafael Rafael.). Según Indelicato, se había vuelto imposible defender los principios del verdadero socialismo debido a dos factores: lo que él consideraba la radicalización de sus compañeros fourieristas de Guadalajara y la creciente confusión entre los adjetivos “fouriersita”, “socialista” y “comunista” que había desprestigiado completamente el término “socialismo” (Indelicato, 1849, pp. 69-71Indelicato, José (1849), De la hydrotherapia, o del uso médico del agua fría, México, Tipografía de Rafael Rafael.). Indelicato parece referirse al surgimiento del término “comunismo” usado por primera vez por el socialista utópico Étienne Cabet en 1840 y ampliamente difundido sobre todo a partir de la publicación en 1848 del Manifiesto del Partido Comunista. En este contexto, Indelicato preferiría definirse como liberal en años posteriores. De hecho, en 1856, Benito Juárez, entonces gobernador de Oaxaca, lo nombró director del diario oficial del estado, El Constituyente, en cuyas páginas Indelicato apoyó la redacción de la Constitución liberal de 1857.

La ruptura de Indelicato con el fourierismo no significaba que este dejara de lado su vocación social. Por el contrario, Indelicato siguió preocupándose por mejorar las condiciones de vida de los sectores populares a través de la salud y la educación. En sus ensayos sobre el panquimagogo y la hidroterapia, Indelicato consideraba importante la divulgación de los conocimientos médicos y la creación de una medicina popular al alcance de todos (Indelicato, 1834, p. 11Indelicato, José (1834), De la serosidad: del abuso del panquimagogo, y de los casos en que puede ser útil administrarlo, Santiago de Chile, Imprenta Nacional.; 1849, pp. 63-66Indelicato, José (1849), De la hydrotherapia, o del uso médico del agua fría, México, Tipografía de Rafael Rafael.). Unos años más tarde, como director de El Constituyente, Indelicato se presentó como un gran defensor de la educación popular, a la que veía como la base del régimen republicano, ya que la instrucción no solo debía abarcar la enseñanza de la escritura y la lectura, sino también una educación política (Traffano, 2007, p. 1048Traffano, Daniela (2007), “Educación, civismo y catecismos políticos”, Revista Mexicana de Investigación Educativa, 12 (34), pp. 1043-1063.). La conversión de Indelicato del socialismo utópico al liberalismo social no debe sorprender, pues en los años 1830 y 1840 el liberalismo y el socialismo no eran categorías políticas impermeables y, antes de dejar su Sicilia natal, había colaborado con círculos intelectuales liberales, como el del príncipe de Castelnuovo.

Esta larga digresión sobre el itinerario geográfico y político de Indelicato nos permite resaltar algunas características claves de este personaje que son de interés para el estudio del Instituto agrario: su fascinación por la ciencia, su afán por divulgar los conocimientos científicos y su preocupación por la instrucción pública.

2. UN INSTITUTO EXPERIMENTAL

 

Durante su mandato presidencial, Rocafuerte implementó una política educativa ambiciosa. El presidente consideraba la instrucción pública como un instrumento, por un lado, de acceso al cuerpo político y de formación del ciudadano, y por otro, de modernización económica y prosperidad. Rocafuerte emprendió numerosas reformas: reorganizó la Universidad de Quito, expidió dos reglamentos de Instrucción pública, dio un nuevo impulso a las escuelas lancasterianas, intentó abrir escuelas normales y creó institutos especializados, como el Colegio militar, la Escuela náutica, el Museo nacional y el Instituto agrario.

El Instituto agrario fue concebido en principio como un experimento (Ministerio del Interior, 1839, p. 14Ministerio del Interior (1839), Exposición del ministro de Estado en los despachos del Interior y Relaciones Exteriores del Gobierno del Ecuador al Congreso constitucional de 1839, Quito, Imprenta del gobierno.). Un decreto del 21 de julio de 1838 fundó el Instituto como un establecimiento provisional2Gaceta del Ecuador (1838), 28 de julio, p. 1., que debía funcionar hasta que en enero de 1839 el nuevo Congreso confirmara o rechazara dicho decreto. El carácter experimental del Instituto explica probablemente la indefinición en cuanto a su naturaleza exacta. El propio diario oficial lo consideraba a la vez como un colegio, un instituto especial y una escuela normal para agricultores3Gaceta del Ecuador (1838) 29 de septiembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 7 de julio, p. 4.. Rocafuerte confió la dirección del establecimiento a José Indelicato, que acababa de llegar a Ecuador, seguramente debido a su experiencia como primer director del Instituto agrario de Colli.

El Instituto agrario de Quito debía contar con una hacienda modelo para la enseñanza práctica de la agricultura. La formación duraría cinco años y estaba abierta a alumnos de entre catorce y dieciocho años. Estos se ocuparían diariamente en los trabajos campestres entre cinco y seis horas al día y dedicarían el resto de su tiempo a sus estudios. Las materias comprendían ciencias auxiliares de la agricultura: aritmética, botánica, química, veterinaria, agricultura práctica y economía doméstica de los campos. Para ingresar al establecimiento, era requisito saber leer y escribir y “pertenecer a familias honradas, gozar de buena salud, i tener buenas costumbres”4Gaceta del Ecuador (1838), 7 de julio, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 18 de agosto, p. 2.. La educación no sería gratuita: cada alumno tendría que pagar una pensión de cuatro pesos mensuales y traer su uniforme, su cama y una frazada, aunque el gobierno ofrecería algunas becas. Las condiciones de acceso demuestran que el Instituto no estaba diseñado para recibir prioritariamente a los jóvenes campesinos sino, como lo reconocía el propio diario oficial, a hijos de terratenientes deseosos de modernizar sus propiedades y jóvenes de capas medias destinados a convertirse en administradores o mayordomos de haciendas5Gaceta del Ecuador (1838), 18 de agosto, p. 2..

El Instituto perseguía dos objetivos. En primer lugar, se esperaba que en apenas seis años se generalizaran los conocimientos agrícolas en el país6Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4., para modernizar así la agricultura y estimular las exportaciones. El Instituto permitiría fijar las prácticas agrícolas e introducir nuevos métodos e instrumentos. Los antiguos alumnos del Instituto se convertirían, por su lado, en agentes de difusión de estos avances7Gaceta del Ecuador (1838), 7 de julio, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 18 de agosto, p. 2.. La modernización de la agricultura permitiría diversificar la producción. El gobierno prestaba especial atención a cultivos como las “viñas, añiles i demas plantas exóticas”8Gaceta del Ecuador (1838), 18 de agosto, p. 2; Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4.. El segundo objetivo era promover el regreso de los soldados al campo para garantizar la paz en el territorio ecuatoriano tras un cuarto de siglo de guerras, desde la formación de la primera Junta de Quito en 1809 hasta la batalla de Miñarica en 1835. El desarrollo de la agricultura era el instrumento ideal para lograr la paz. Gracias al Instituto agrario, “las lanzas se convertirán irrevocablemente en arados”9Gaceta del Ecuador (1838), 17 de noviembre, p. 4..

Desde el inicio, el Instituto tuvo que hacer frente a varios desafíos, empezando por la falta de alumnos. El Instituto debía recibir hasta dieciocho jóvenes, pero solo llegaron a inscribirse doce alumnos, seis empezaron a seguir las clases y al cabo de dos meses quedaba apenas un estudiante10Gaceta del Ecuador (1838), 7 de julio, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 17 de noviembre, p. 4.. La escasez del alumnado era una dificultad recurrente de las instituciones de educación científica y técnica creadas en Ecuador a lo largo del siglo XIX. Los potenciales estudiantes privilegiaban las carreras más prestigiosas, como la medicina y la jurisprudencia. Mientras Rocafuerte lamentaba la abundancia de abogados en el país (Rocafuerte, 1837Rocafuerte, Vicente (1837), Discurso del presidente de la República en la apertura de las Cámaras legislativas de 1837, Quito, s. e.), el diario oficial deploraba “la actual apatia o indiferencia” frente al Instituto, así como el número de sus estudiantes, “demaciado corto respecto de la poblacion i extension de la República”11Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 17 de noviembre, p. 4.. Otra dificultad era la falta de una quinta normal. Durante el corto tiempo en que funcionó el Instituto, el gobierno no estuvo en capacidad de alquilar o comprar una quinta experimental donde se desarrollara la enseñanza práctica de la agricultura. De hecho, el primer examen que se celebró en el establecimiento fue únicamente una prueba oral de materias teóricas12Gaceta del Ecuador (1838), 17 de noviembre, p. 4.. La falta de fondos también afectaba el buen funcionamiento del Instituto. Como este se creó por decreto y no por ley, y por lo tanto no constaba en ninguna partida presupuestaria, se ordenó que se pagara a Indelicato con fondos de otras partidas13 Archivo Nacional del Ecuador (ANE), Quito-Ecuador, fondo Presidencia de Quito, caja 293, volumen 726, folios 132 y 146., pero eran insuficientes para mantener el Instituto.

A pesar de las dificultades, Rocafuerte confiaba en el éxito del establecimiento. El primer examen que se celebró en el Instituto fue un acto solemne que contó con la presencia del presidente de la República, los ministros del gobierno, el director general de estudios, el presidente de la facultad médica, el encargado de negocios de Nueva Granada, algunos profesores de la Universidad central, el gobernador de la provincia de Pichincha y algunos miembros del Consejo municipal de Quito14Gaceta del Ecuador (1838), 17 de noviembre, p. 4.. Tanto Indelicato como el único alumno que quedaba en el Instituto recibieron numerosos elogios. Al final del evento, para alentar al estudiante a continuar su carrera, Rocafuerte le concedió un premio de cincuenta pesos, que el ministro de Hacienda ordenó pagar a los pocos días15Gaceta del Ecuador (1838), 17 de noviembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 24 de noviembre, p. 2; ANE, Presidencia de Quito, caja 294, vol. 727, f. 132.. Así como el príncipe de Castelnuovo le había encargado a Indelicato recorrer los campos de Sicilia en 1820, al día siguiente del examen el gobierno ecuatoriano le confió un viaje de exploración de las riquezas agrícolas de la provincia de Imbabura16Gaceta del Ecuador (1838), 24 de noviembre, p. 2.. De manera general, el gobierno se mostraba optimista y estaba convencido de que el siguiente gobierno y la nueva legislatura mantendrían el Instituto agrario (Ministerio del Interior, 1839, p. 14Ministerio del Interior (1839), Exposición del ministro de Estado en los despachos del Interior y Relaciones Exteriores del Gobierno del Ecuador al Congreso constitucional de 1839, Quito, Imprenta del gobierno.)17 Véase igualmente Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4..

Sin embargo, la esperanza de Rocafuerte se vería burlada tras el cambio de mando. Rocafuerte dejó la presidencia en enero de 1839 y, a fines de marzo, el Congreso y el ejecutivo, encabezado por Flores, negaron la aprobación del decreto del 21 de julio de 1838 que había creado el Instituto agrario, alegando “la escasez de las rentas públicas”18Primer Rejistro Auténtico Nacional (1839), p. 515.. Mantener el Instituto parecía en exceso costoso, considerando que este tenía un solo alumno y que, a principios de 1839, el Ecuador atravesaba una severa crisis fiscal. El Congreso autorizó al gobierno a adoptar varias medidas de austeridad para reducir el déficit19Primer Rejistro Auténtico Nacional (1839), pp. 583-585, pp. 587-588, pp. 591-596.. En estas condiciones, se prefirió reemplazar el Instituto por una simple cátedra de agricultura en la Universidad central, que solo debía fundarse “luego que lo permitan sus rentas”20Primer Rejistro Auténtico Nacional (1839), p. 515., pero nunca llegaría a abrirse (Tobar Donoso, 1923, p. 11Tobar Donoso, Julio (1923), García Moreno y la Instrucción pública, Quito, Imprenta de la Universidad central.).

El cierre del Instituto llevaría a Pedro Moncayo (1885, p. 155)Moncayo, Pedro (1885), El Ecuador de 1825 a 1875. Sus hombres, sus instituciones y sus leyes, Santiago, Rafael Jover Editor. a afirmar, décadas más tarde, que “el establecimiento marchó bien bajo la administración de Rocafuerte; pero comenzó a decaer, como cayeron todas las reformas, cuando el jenio del mal volvió a ocupar la silla presidencial”. Es necesario, no obstante, ponderar la apreciación de Moncayo. Las dificultades del Instituto agrario empezaron desde su inauguración. Por lo demás, Rocafuerte no protestó ante Flores por el cierre del establecimiento. En realidad, apoyó las medidas de ahorro fiscal dictadas por el gobierno21 Carta de Vicente Rocafuerte a Juan José Flores, Guayaquil, 8 de mayo de 1839 (Rodríguez, 1975, pp. 307-308)., y en su correspondencia con Flores en todo el año 1839 no parece mencionar el Instituto (Rodríguez, 1975, pp. 307-308Rodríguez, Jaime (1975), Estudios sobre Vicente Rocafuerte, Guayaquil, Archivo Histórico del Guayas.; Rocafuerte, 1988, pp. 400-500Rocafuerte, Vicente (1988), Epistolario, t. 1, Quito, Banco Central del Ecuador.).

La falta de reacción de Rocafuerte puede explicarse por su deseo de no contrariar a Flores, con quien mantenía una incómoda alianza. Flores y Rocafuerte pactaron la llegada de este último a la presidencia en 1834 y lograron un reparto del poder que dio estabilidad al país por unos ocho años. Rocafuerte probablemente aspiraba a prolongar el pacto con Flores para volver al poder en 1843, lo que le permitiría restablecer el Instituto agrario sobre bases más sólidas. De hecho, tras la caída de Flores, Rocafuerte, si bien no como presidente de la República, pero como presidente de la Convención Nacional de 1845-1846, obtuvo que se incluyera en la ley de presupuestos una partida para establecer una nueva escuela de agricultura (Convención Nacional, 1846Convención Nacional (1846), Lei de presupuestos dada por la Convención Nacional reunida en Cuenca, Quito, Imprenta del Gobierno.), aunque esta nunca se abrió.

Al cerrarse el Instituto agrario, Indelicato salió de Quito en los últimos días de mayo con el objetivo de dejar el país22 ANE, Presidencia de Quito, caja 295, vol. 730, ff. 121 y 165.. Tras permanecer un tiempo en Guayaquil, volvió a Perú por unos meses, antes de viajar a México, donde se instalaría en 1841.

3. SOCIALISMO UTÓPICO Y AGRICULTURA

 

Los dos fundadores del Instituto agrario, Rocafuerte e Indelicato, habían entrado en contacto con el socialismo utópico a lo largo de sus viajes. Los primeros contactos de Rocafuerte eran en realidad tempranos: se remontaban a 1828, cuando Robert Owen envió una petición al gobierno mexicano a través de Rocafuerte, entonces ministro de México en Londres. Owen (1987, pp. 183-187)Owen, Robert (1987), “Petición a la República de México”. En: Rama, Carlos (ed.), Utopismo Socialista (1830-1893), Caracas, Biblioteca Ayacucho, pp. 183-187. proponía crear una sociedad que fundaría una colonia en Coahuila o Texas. A Rocafuerte el proyecto le parecía demasiado vasto, poco claro e irrealizable, pero coincidía con las ideas que lo motivaban (Rama, 1987, p. LIIIRama, Carlos (1987), “El utopismo socialista en América latina”. En: Rama, Carlos (ed.), Utopismo Socialista (1830-1893), Caracas, Biblioteca Ayacucho, pp. XXXVI-LIII.).

En 1832, tras largos años de ausencia, Rocafuerte volvió a Guayaquil. Al poco tiempo empezaron a circular en la ciudad las traducciones de la primera obra de Lamennais, Palabras de un creyente, que se publicaron a partir de 1835, apenas al año siguiente de la edición original en francés. Por lo tanto, las ideas de Lamennais no le eran desconocidas a Rocafuerte (Demélas y Saint-Geours, 1988, p. 22Demélas, Marie-Danielle; Saint-Geours, Yves (1988), Jerusalén y Babilonia. Religión y política en el Ecuador, 1780-1880, Quito, Corporación Editora Nacional-Instituto Francés de Estudios Andinos.), aunque no disponemos de elementos para determinar el impacto de Lamennais en su pensamiento político. En todo caso, la circulación de las obras de Lamennais fue muy amplia en Hispanoamérica en los años 1830 y llegó a inspirar a muchos intelectuales, como Esteban Echeverría, que lo citó en su Dogma socialista en 1846 (Abramson, 1999, p. 133Abramson, Pierre-Luc (1999), Las utopías sociales en América latina en el siglo XIX, México, Fondo de Cultura Económica.).

Cuando Indelicato llegó a Ecuador, ya había recorrido Brasil y el cono sur. Esta primera parte del itinerario de Indelicato por América permite recordar el papel de dos grupos en la difusión del socialismo utópico en la región, por un lado, los médicos europeos que llegaron tras las Independencias, sea invitados por los gobiernos de las jóvenes Repúblicas, sea por iniciativa propia para probar suerte en el Nuevo Mundo, y, por otro, los inmigrantes italianos, especialmente en el Río de la Plata. Entre los médicos o aspirantes a médicos que contribuyeron a propagar los principios utópicos en América, además de Indelicato, cabe mencionar a Benoît-Jules Mure, que nunca hizo estudios formales de medicina, pero se convirtió en el padre de la homeopatía brasileña. En Lyon, su ciudad natal, Mure entró en contacto con la homeopatía y con partidarios de Saint-Simon y Fourier. Al poco tiempo, se trasladó a Sicilia, donde residió entre 1837 y 1839, ejerció como homeópata y difundió las ideas fourieristas en el periódico L’Attrazzione. Tras una breve estadía en París, se dirigió a Brasil, donde creó el efímero falansterio de Oliveira en Santa Catarina en 1841 y luego el Instituto homeopático de Rio de Janeiro en 1842 (Rama, 1987, pp. L-LIRama, Carlos (1987), “El utopismo socialista en América latina”. En: Rama, Carlos (ed.), Utopismo Socialista (1830-1893), Caracas, Biblioteca Ayacucho, pp. XXXVI-LIII.; Abramson, 1999, pp. 208-212Abramson, Pierre-Luc (1999), Las utopías sociales en América latina en el siglo XIX, México, Fondo de Cultura Económica.; Mure, 1883, pp. 185-186Mure, Benoît-Jules (1883), L’Homéopathie pure, Paris, J.-B. Baillière et fils.). Indelicato, en cambio, si bien estaba marcado por las teorías del fourierismo, no buscaba crear comunidades utópicas, sino difundir los principios del socialismo a través de la prensa, mediante, por ejemplo, el periódico El Socialista, que dirigió en Guadalajara en 1849.

Además de varios médicos viajeros, la comunidad italiana del Río de la Plata contribuyó decisivamente a la difusión del socialismo utópico (Rama, 1987, p. XXXVIIRama, Carlos (1987), “El utopismo socialista en América latina”. En: Rama, Carlos (ed.), Utopismo Socialista (1830-1893), Caracas, Biblioteca Ayacucho, pp. XXXVI-LIII.). En realidad, en Italia esta corriente había logrado una fuerte penetración. Benoît Mure contribuyó justamente a difundir las ideas fourieristas en la Sicilia de Indelicato, mientras este hacía lo propio en Hispanoamérica. Una de las figuras icónicas de los exiliados italianos del Río de la Plata en la primera mitad del siglo XIX es Giuseppe Garibaldi. Al trabajar como marinero en el Mediterráneo, conoció al sansimoniano Émile Barrault en 1833. Las conversaciones con este personaje tendrían un impacto importante en la formación ideológica de Garibaldi, quien al poco tiempo se instaló en América del Sur, donde residiría entre 1836 y 1848 y jugaría un papel de primer plano en los conatos revolucionarios que sacudieron a Brasil y Uruguay en ese periodo (Rama, 1987, pp. XXXVI-XXXVIIRama, Carlos (1987), “El utopismo socialista en América latina”. En: Rama, Carlos (ed.), Utopismo Socialista (1830-1893), Caracas, Biblioteca Ayacucho, pp. XXXVI-LIII.). Indelicato, por su lado, empezó su periplo americano en Brasil, donde llegó en 1827, para luego instalarse en el Río de la Plata, en Buenos Aires, Córdoba y Mendoza. Aún queda por determinar si Indelicato interactuó con la comunidad italiana del Río de la Plata y cuál fue su papel en la difusión del socialismo utópico en el cono sur.

En todo caso, la influencia de esta corriente sobre Indelicato perduró por algunos años más ya que, en su folleto sobre el Instituto agrario ecuatoriano, retomó al menos tres aspectos del pensamiento de Saint-Simon. En primer lugar, compartía la fascinación de este último por la ciencia, considerada como instrumento de emancipación y prosperidad. El objetivo del Instituto debía ser “presentar un modelo de cultivo científico”, según Indelicato (1838b, p. 5)Indelicato, José (1838b) Del Instituto agrario fundado por el gobierno del Ecuador a fines de 1838, Quito, Imprenta del gobierno.. El médico estaba, por lo tanto, en sintonía con las autoridades ecuatorianas, que se referían a la práctica agrícola como “el arte de cultivar la tierra” o “la ciencia de la agricultura”23Gaceta del Ecuador (1838), 7 de julio, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 28 de julio, p. 1..

Por lo demás, Saint-Simon había establecido una distinción entre lo que él llamaba la “clase industrial”, que incluía a todos los elementos productivos de la sociedad, y una clase ociosa formada por los rezagos de la vieja aristocracia de Antiguo Régimen. Si bien Saint-Simon buscaba promover la industrialización, otorgaba una gran importancia a la agricultura. En 1821 propuso crear un nuevo sistema político basado en un consejo de gobierno formado por quince miembros en el que estuvieran representados todos los elementos productivos de la sociedad, científicos, agricultores, industriales, comerciantes y financistas, pero propuso que los agricultores ocuparan siete escaños (Saint-Simon, 1821, pp. 76-79 y 86Saint-Simon, Henri (1821), Du système industriel, Paris, Chez Antoine-Augustin Renouard.). Indelicato, por su lado, también buscaba estimular a los sectores productivos de la sociedad ecuatoriana, especialmente en el ámbito de la agricultura. Su objetivo era convertir el Instituto agrario en un establecimiento al servicio de “los hacendados diligentes” y “los industriosos” (Indelicato, 1838b, p. 5Indelicato, José (1838b) Del Instituto agrario fundado por el gobierno del Ecuador a fines de 1838, Quito, Imprenta del gobierno.), expresiones que recuerdan la terminología sansimoniana.

Por último, Indelicato compartía con Saint-Simon la concepción de un interés general que superaba la suma de los intereses particulares, pues consideraba, como Saint-Simon, que todo individuo se adscribe a una formación social en la que está llamado a desempeñar un papel específico. Indelicato decía defender la “relijion del bien público” y esperaba que el Instituto agrario se convirtiera en “una especie de centro de público interés que atrae á sí […] á todo lo que tiende á estraviarse por impulso del interés individual” (1838b, pp. 12-13Indelicato, José (1838b) Del Instituto agrario fundado por el gobierno del Ecuador a fines de 1838, Quito, Imprenta del gobierno.).

Estas referencias a Saint-Simon no le debían ser extrañas a Rocafuerte, ya que era sensible a varios principios del socialismo utópico. Había reminiscencias del pensamiento de Saint-Simon en la concepción que Rocafuerte tenía del sufragio: había que excluir a los militares y a los empleados menesterosos; solo debían votar los industriosos que poseían bienes y producían (Demélas y Saint-Geours, 1988, p. 113Demélas, Marie-Danielle; Saint-Geours, Yves (1988), Jerusalén y Babilonia. Religión y política en el Ecuador, 1780-1880, Quito, Corporación Editora Nacional-Instituto Francés de Estudios Andinos.). Rocafuerte también compartía el deseo de Fourier de transformar la sociedad, pero mediante la reforma y el asociacionismo en un contexto de paz y no a través de la revolución. En efecto, Rocafuerte (1837)Rocafuerte, Vicente (1837), Discurso del presidente de la República en la apertura de las Cámaras legislativas de 1837, Quito, s. e. señalaba que, tras cerca de veinticinco años de revolución desde 1809, el Ecuador había adelantado poco. Uno de los mecanismos más prometedores para garantizar la paz y la prosperidad era la modernización de la agricultura mediante la creación del Instituto agrario.

4. LA AGRONOMÍA EN LAS JÓVENES REPÚBLICAS HISPANOAMERICANAS

 

La fundación del Instituto agrario en 1838 se inscribe en un contexto más amplio: la difusión de la agronomía y la creación de las primeras escuelas de agricultura en el espacio atlántico. La agricultura venía sufriendo profundas transformaciones desde fines del siglo XVIII, debido a la introducción de la ciencia moderna. En varios países de Europa y América se crearon las primeras instituciones de investigación y de enseñanza de la agricultura basada en preceptos científicos, los propietarios empezaron a reunirse en las primeras organizaciones gremiales agrícolas y surgieron las primeras publicaciones especializadas en ese ámbito (Luelmo, 1975, pp. 326-328Luelmo, Julio (1975), Historia de la agricultura en Europa y América, Madrid, Ediciones Istmo.).

La primera escuela de agricultura de Francia abrió sus puertas en 1822, pero al poco tiempo los jóvenes países hispanoamericanos también crearon o intentaron crear instituciones semejantes. Bernardino Rivadavia anunció la creación de una escuela de agricultura en Buenos Aires en 1823 y Valentín Gómez Farías en México en 1833 (Djenderendian, 2008, p. 198Djenderendian, Julio (2008), La agricultura pampeana en la primera mitad del siglo XIX, Buenos Aires, Siglo XXI.; Dublán y Lozano, 1876, p. 572Dublán, Manuel; Lozano, José María (1876), Legislación mexicana, t. II, México, Imprenta del Comercio.; Urbán Martínez, 2007, pp. 50-51Urbán Martínez, Guadalupe (2007), “La creación de la carrera de Ingeniero Agrónomo en México”. En: Ramos Lara, María de la Paz; Rodríguez Benítez, Roberto (eds.), Formación de ingenieros en el México del siglo XIX, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Universidad Autónoma de Sinaloa, pp. 47-73.). En 1837, Andrés Santa Cruz intentó fundar en Lima una escuela teórica y práctica de agricultura (Oviedo, 1862, p. 22Oviedo, Juan (1862), Colección de leyes, decretos y órdenes publicadas en el Perú desde el año de 1821 hasta 31 de diciembre de 1859, t. 9, Lima, Felipe Bailly Editor.). En Chile, se creó una Quinta Normal agrícola en 1841 y, por último, en 1843, la Diputación provincial de Caracas votó la apertura de una escuela de agricultura (Montealegre, 2016, pp. 54-55Montealegre, Pía (2016), “El Estado como agente de la expansión del suelo urbano. Santiago, siglo XIX”, ARQ, 93, pp. 52-61. DOI: https://doi.org/10.4067/S0717-69962016000200007 ; Diputación de Caracas, 1847, p. 122Diputación de Caracas (1847), Resoluciones y acuerdos de la Honorable Diputación Provincial de Caracas vigentes el día 10 de diciembre de 1846, Caracas, Impreso por George Corser.)24 Véase igualmente El Promotor (1844), “Acta de instalación de la clase normal de agricultura práctica”, 15 de enero, pp. 352-353..

A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, especialmente bajo el impulso de los fisiócratas franceses, se produjo un doble proceso de racionalización de la agricultura: la agronomía se constituyó como una ciencia específica y surgió la necesidad de ofrecer una enseñanza especializada a los campesinos (Charmasson, 1992, p. VIICharmasson, Thérèse (1992), “Introduction”. En: Charmasson, Thérèse; Lelorrain, Anne-Marie; Ripa, Yannick (eds.), L’enseignement agricole et vétérinaire de la Révolution à la Libération, Paris, INRP-Publications de la Sorbonne, pp. III-CXLV.). Hubo que esperar a 1822 para que se creara la primera escuela de agricultura de Francia, la Granja-escuela de Roville, un proyecto privado pero financiado por un préstamo popular organizado por las autoridades (Charmasson, 1992, pp. XXII-XXIIICharmasson, Thérèse (1992), “Introduction”. En: Charmasson, Thérèse; Lelorrain, Anne-Marie; Ripa, Yannick (eds.), L’enseignement agricole et vétérinaire de la Révolution à la Libération, Paris, INRP-Publications de la Sorbonne, pp. III-CXLV.). Se fundarían nuevas escuelas de agricultura en Francia en los años siguientes, pero, hasta 1848, estas correspondían a un conjunto de iniciativas públicas y sobre todo privadas que no constituían una red coherente y jerarquizada. Entre 1822 y 1848, el Estado estuvo dispuesto a subvencionar las iniciativas privadas, pero por lo general no asumió directamente la formación de los agricultores (Charmasson, 1992, p. VCharmasson, Thérèse (1992), “Introduction”. En: Charmasson, Thérèse; Lelorrain, Anne-Marie; Ripa, Yannick (eds.), L’enseignement agricole et vétérinaire de la Révolution à la Libération, Paris, INRP-Publications de la Sorbonne, pp. III-CXLV.). En contraste con Francia, en Hispanoamérica la creación de escuelas de agricultura era por lo general un esfuerzo consciente del Estado.

El propio Indelicato parecía percibir esta diferencia entre Francia y los países hispanoamericanos. En su folleto sobre el Instituto agrario, distinguía el papel del Estado en las monarquías europeas y en las naciones libres, es decir las Repúblicas americanas, que reconocían el principio de la soberanía popular. En ese sentido, su pensamiento no se alejaba de la visión de Rocafuerte, quien pensaba “que el nuevo reparto del mundo había separado totalmente a América de Europa. A cada uno su sistema: reyes para el viejo mundo, una federación [formada por Repúblicas] para el nuevo” (Demélas y Saint-Geours, 1988, p. 113Demélas, Marie-Danielle; Saint-Geours, Yves (1988), Jerusalén y Babilonia. Religión y política en el Ecuador, 1780-1880, Quito, Corporación Editora Nacional-Instituto Francés de Estudios Andinos.). Indelicato estimaba que en las monarquías era preferible que el Estado se abstuviera de interferir con la economía, porque toda intervención de la corona era necesariamente perjudicial al libre desarrollo de las fuerzas productivas. En las naciones libres, por el contrario, el pueblo, que se dota de su propio gobierno, “tiene derecho de exijirle algo más que protección negativa; cuando es evidentemente imposible que el pueblo, sin su auxilio y favor, abra caminos, construya puertos, funde escuelas y aumente por todas partes sus medios de instrucción” (Indelicato, 1838b, p. 12Indelicato, José (1838b) Del Instituto agrario fundado por el gobierno del Ecuador a fines de 1838, Quito, Imprenta del gobierno.). En otras palabras, Indelicato estimaba que en Hispanoamérica el papel del Estado era fundamental para el desarrollo de la agricultura, especialmente en materia de infraestructuras y de instrucción especializada.

En los primeros años tras las Independencias, la identidad de los países Hispanoamericanos se distinguía de la europea no solo en términos políticos, sino también económicos. Frente a una Europa en proceso de industrialización, parecía que las nuevas Repúblicas de América estaban destinadas a la agricultura, más que a la industria o incluso la minería, debido a su inmensa diversidad biológica y climática. Santa Cruz, por ejemplo, justificaba la creación de la Escuela de agricultura en 1837 alegando que “las producciones vegetales del Perú […] prometen ser de mucho más valor como medios de cambio comerciales, que aun los metales preciosos de este país -por más que nuestros distritos minerales sean superiores á todos en extension y riqueza-” (Oviedo, 1862, p. 22Oviedo, Juan (1862), Colección de leyes, decretos y órdenes publicadas en el Perú desde el año de 1821 hasta 31 de diciembre de 1859, t. 9, Lima, Felipe Bailly Editor.). Sin embargo, aunque el potencial agrícola de los países hispanoamericanos se antojaba ilimitado, la agricultura parecía estar en un estado de abandono. A partir de los años 1830, las autoridades se lamentaban por esta paradoja (Oviedo, 1862, p. 22Oviedo, Juan (1862), Colección de leyes, decretos y órdenes publicadas en el Perú desde el año de 1821 hasta 31 de diciembre de 1859, t. 9, Lima, Felipe Bailly Editor.; Indelicato, 1838b, p. 5Indelicato, José (1838b) Del Instituto agrario fundado por el gobierno del Ecuador a fines de 1838, Quito, Imprenta del gobierno.)25 Véase igualmente Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4., que los proyectos de escuelas de agricultura buscaban precisamente resolver.

Para justificar el desarrollo de la agricultura con prioridad a otros sectores, era común citar las Geórgicas de Virgilio. En el epígrafe de su folleto, Indelicato reprodujo en latín los tres versos más célebres de esta obra: “¡Oh qué afortunados los agricultores, si conocieran su felicidad! Lejos de las discordias armadas, la Tierra, tan justa, por sí sola produce con prodigalidad en su suelo alimentos fáciles”26 “O furtunatos [sic] nimium sua si bona norint / Agricolas! Quibus ipsa, procul discordibus armis, / Fundit humo facilem victum justissima Tellus” (Indelicato, 1838b, p. 2).. Para rehabilitar la imagen de la vida en el campo, Virgilio señala en estos versos la dicha de los agricultores, a los que solo les faltaría la conciencia de su felicidad. El poeta establece una relación entre filosofía y agricultura, ya que ambas permitirían conocer el funcionamiento del mundo (Pigeaud, 2002, p. XXXPigeaud, Jackie (2002), “Introduction”. En: Virgilio, Géorgiques, Paris, Les Belles lettres, pp. VII-LI.). En ese sentido, el siguiente verso viene a completar los ya citados: “Bienaventurado quien [como los campesinos] ha podido conocer los principios de las cosas”27 “Felix qui potuit rerum cognoscere causas” (Virgilio, 2002, p. 70).. Las referencias de Indelicato a Virgilio debían ser evocadoras para Rocafuerte, quien tenía una debilidad por las Geórgicas (Demélas y Saint-Geours, 1988, p. 123Rocafuerte, Vicente (1988), Epistolario, t. 1, Quito, Banco Central del Ecuador.).

Indelicato no era el único en recurrir a esta obra para justificar el destino agrícola de América. Doce años antes, Andrés Bello había publicado en Londres el poema “La agricultura de la zona tórrida”, en el que exaltaba la agricultura del Nuevo Mundo. La crítica literaria ya ha señalado las numerosas referencias a Virgilio en este poema (Pratt, 2010, p. 320Pratt, Mary Louise (2010), Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación, México, Fondo de Cultura Económica.). En él se encuentran versos semejantes a los ya citados de las Geórgicas: “¡Oh los que afortunados poseedores / Habeis nacido de la tierra hermosa / En que reseña hacer de sus favores, / Como para ganaros i traeros, / Quiso naturaleza bondadosa!” (Bello, 1826, pp. 11-12Bello, Andrés (1826), “La Agricultura de la zona tórrida”, Repertorio americano, 1, pp. 7-18.). El poema concluye con un llamado a las nuevas Repúblicas a privilegiar el desarrollo de la agricultura: “¡Oh jóvenes naciones […] / Honrad al campo, honrad la simple vida / Del labrador, i su frugal llaneza” (Bello, 1826, p. 18Bello, Andrés (1826), “La Agricultura de la zona tórrida”, Repertorio americano, 1, pp. 7-18.). Unos años más tarde, Indelicato (1838b, p. 12)Indelicato, José (1838b) Del Instituto agrario fundado por el gobierno del Ecuador a fines de 1838, Quito, Imprenta del gobierno. también invitaría a dar al agricultor un lugar privilegiado en la sociedad y a convertir la agricultura, “la más bella y útil de las profesiones”, en “la más rica y la más honrada” de todas.

Pero para modernizar la agricultura, los países hispanoamericanos no solo intentaron crear escuelas especializadas en sus respectivos territorios, sino también buscar ejemplos en otros países del continente. En Ecuador, el gobierno de Rocafuerte hizo todo por mantenerse al tanto de lo que se hacía en el extranjero en el ámbito de la agricultura. En 1838, el diario oficial se hizo eco con mucho entusiasmo de la fundación de las sociedades de agricultores de Venezuela y Chile, y esperaba que estos ejemplos animaran a los hombres ilustrados de Ecuador a fundar una sociedad semejante28Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 13 de octubre, p. 3-4..

Rocafuerte también tenía los ojos puestos en Cuba, una isla que conocía de cerca, pues había residido en ella en varias ocasiones (Rocafuerte, 1844, pp. 17-20Rocafuerte, Vicente (1844), A la nación. Número 11, Lima, Imprenta del Comercio.; Zúñiga, 1947Zúñiga, Neptalí (1947), Rocafuerte y la República de Cuba, Quito, Talleres Gráficos Nacionales.). Rocafuerte siempre mantuvo un gran aprecio por la isla y siguió informándose de lo que pasaba en ella. Se enteró, por ejemplo, de la fundación en 1832 de la Institución agronómica de La Habana, dirigida por Ramón de la Sagra. Este médico español había sido nombrado por Fernando VII director del Jardín botánico de La Habana en 1827 y luego de la Institución agronómica en 1832. Esta última debía ser una escuela de agricultura, pero nunca se llegaron a dar clases en ella y funcionó más bien como una estación experimental. El establecimiento se cerró cuando en 1835 De la Sagra emprendió un viaje por los Estados Unidos y luego regresó a España. En 1834, antes de dejar Cuba, De la Sagra publicó los cuatro únicos números de las memorias de la Institución agronómica.

Uno de los legados de la Institución de La Habana es que, a pesar de su corta existencia, sirvió de inspiración al Instituto agrario de Rocafuerte. Al menos el tercer tomo de las memorias de la Institución llegó a manos del gobierno ecuatoriano. Precisamente mientras el Instituto agrario de Quito estuvo en funcionamiento, el diario oficial del Ecuador publicó en varias entregas la mayor parte del tercer tomo, que consistía en un tratado sobre el cultivo y la fabricación del añil29 De la Sagra, Ramón (1834), “Del cultivo y fabricación del añil en la Isla de Cuba”, Memorias de la Institución agronómica de la Habana, 3, pp. 77-98; Gaceta del Ecuador (1838), 11 de agosto, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 18 de agosto, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 25 de agosto, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 15 de septiembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 22 de septiembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 6 de octubre de 1838, p. 4.. Los experimentos de la Institución agronómica de La Habana con el añil representaban el ejemplo que debía seguir el Instituto agrario ecuatoriano. Al gobierno también le interesaba difundir los conocimientos de De la Sagra entre el público para provecho de los agricultores ecuatorianos y más generalmente sudamericanos30Gaceta del Ecuador (1838), 11 de agosto, p. 4.. El impacto de la Institución agronómica de La Habana en el Instituto agrario de Quito es revelador de las conexiones que existían entre las escuelas de agricultura y las estaciones agronómicas que se crearon en los diversos países de Hispanoamérica en los años 1830 y 1840.

CONCLUSIÓN

 

El Instituto agrario de Quito se creó en medio de un doble contexto: la propagación de los principios del socialismo utópico y el anhelo por reformar la agricultura en Hispanoamérica, que parecía ser un instrumento de modernización económica pero también de construcción de una identidad americana distinta de la europea. La fundación del Instituto no fue un hecho aislado, se inscribió en una red de circulación de élites y saberes científicos, pero también de migraciones en general, que abarcó ambos lados del Atlántico, en un periodo, el de la post-Independencia, en que América parecía ser una terra incognita abierta a la experimentación social y política, especialmente para los exiliados europeos que huían de la rigidez de la Europa de la Santa Alianza.

En todo caso, las escuelas que se crearon en varios países hispanoamericanos en los años 1830 y 1840 tuvieron una vida fugaz, cuando llegaron a abrirse. Pero no habría que ver el efímero Instituto agrario de Quito únicamente como un fracaso, sino como el germen de proyectos posteriores. El cierre del Instituto no desalentó a los siguientes gobiernos ni a los propietarios interesados en la modernización agrícola. Gabriel García Moreno propuso crear una escuela de agricultura en 1869, aunque no se concretó el proyecto. Entre 1883 y 1895, funcionó por primera vez de manera relativamente regular una escuela de agricultura en Quito, dirigida por el jesuita italiano Luis Sodiro, antiguo profesor de la Escuela politécnica (1870-1876) experto en botánica, pero el establecimiento no sobrevivió a la Revolución liberal de 1895. La familia Morla, formada por grandes exportadores cacaoteros, también intentó crear, sin éxito, una escuela de agricultura en la Costa en 1894. Habría que esperar hasta 1904, en plena Revolución liberal, para que se consolidara la enseñanza agrícola. Ese año, el ministro de Instrucción pública, Luis A. Martínez, proveniente de una familia terrateniente modernizadora y fascinada por la ciencia, inauguró un Instituto agronómico en la ciudad de Ambato, que bajo distintas formas ha funcionado con regularidad hasta la actualidad.

En cuanto a Indelicato, tras la clausura del Instituto agrario, siguió con su vida trashumante, que lo llevaría de nuevo a Perú y luego a México, donde residiría desde 1841 hasta 1856, cuando su rastro parece desvanecerse. Al reconstituir su largo periplo de Sicilia a América, parece imposible separar las diferentes facetas de Indelicato: su formación como médico, sus afanes de modernización de la medicina y de la agricultura, su actividad periodística, su apoyo a la educación popular y sus convicciones políticas republicanas impregnadas de liberalismo y socialismo utópico. El caso de Indelicato permite “mostrar cómo el exilio político europeo da lugar a este tipo de personaje itinerante que ofrece sus servicios de pueblo en pueblo, de gobierno en gobierno, donde la palabra se aleja de la curación y se transforma en proyecto de futuro, de rebelión política” (Podgorny, 2012, pp. 22-23Podgorny, Irina (2012), Charlatanes. Crónicas de remedios incurables, Buenos Aires, Eterna cadencia editora.).

La trayectoria de Indelicato, que recorrió casi una decena de países en poco más de veinte años y dejó pequeños rastros de su paso en las diversas ciudades que visitó, también permite cuestionar “las historias disciplinares, armadas sobre instituciones y fronteras nacionales [que] las más de las veces, colaboran a esconder el lado transnacional e itinerante del conocimiento que se construye no en un lugar sino en el mero acto de la circulación” (Podgorny, 2010, pp. 168-169Podgorny, Irina (2010), “Coleccionistas de arena. La Comisión Médico-Quirúrgica italiana en el altiplano boliviano (1875-1877)”, Antípoda, 11, pp. 167-188. DOI: https://doi.org/10.7440/antipoda11.2010.09 ).

FUENTES DE FINANCIACIÓN

 

Este trabajo contó con el financiamiento del proyecto de investigación “Educación, Estado y sectores productivos, 1830-2017” de la Escuela de Ciencias históricas de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y con una beca de investigación de la Fundación Slicher van Bath de Jong para la promoción del estudio y la investigación de la historia de América latina, adscrita al Centro de Estudios y Documentación Latinoamericanos de los Países Bajos (CEDLA).

NOTAS

 
1

El Progreso (1884), “La crisis económica”, 19 de octubre, p. 3.

2

Gaceta del Ecuador (1838), 28 de julio, p. 1.

3

Gaceta del Ecuador (1838) 29 de septiembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 7 de julio, p. 4.

4

Gaceta del Ecuador (1838), 7 de julio, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 18 de agosto, p. 2.

5

Gaceta del Ecuador (1838), 18 de agosto, p. 2.

6

Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4.

7

Gaceta del Ecuador (1838), 7 de julio, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 18 de agosto, p. 2.

8

Gaceta del Ecuador (1838), 18 de agosto, p. 2; Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4.

9

Gaceta del Ecuador (1838), 17 de noviembre, p. 4.

10

Gaceta del Ecuador (1838), 7 de julio, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 17 de noviembre, p. 4.

11

Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 17 de noviembre, p. 4.

12

Gaceta del Ecuador (1838), 17 de noviembre, p. 4.

13

Archivo Nacional del Ecuador (ANE), Quito-Ecuador, fondo Presidencia de Quito, caja 293, volumen 726, folios 132 y 146.

14

Gaceta del Ecuador (1838), 17 de noviembre, p. 4.

15

Gaceta del Ecuador (1838), 17 de noviembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 24 de noviembre, p. 2; ANE, Presidencia de Quito, caja 294, vol. 727, f. 132.

16

Gaceta del Ecuador (1838), 24 de noviembre, p. 2.

17

Véase igualmente Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4.

18

Primer Rejistro Auténtico Nacional (1839), p. 515.

19

Primer Rejistro Auténtico Nacional (1839), pp. 583-585, pp. 587-588, pp. 591-596.

20

Primer Rejistro Auténtico Nacional (1839), p. 515.

21

Carta de Vicente Rocafuerte a Juan José Flores, Guayaquil, 8 de mayo de 1839 (Rodríguez, 1975, pp. 307-308Rodríguez, Jaime (1975), Estudios sobre Vicente Rocafuerte, Guayaquil, Archivo Histórico del Guayas.).

22

ANE, Presidencia de Quito, caja 295, vol. 730, ff. 121 y 165.

23

Gaceta del Ecuador (1838), 7 de julio, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 28 de julio, p. 1.

24

Véase igualmente El Promotor (1844), “Acta de instalación de la clase normal de agricultura práctica”, 15 de enero, pp. 352-353.

25

Véase igualmente Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4.

26

“O furtunatos [sic] nimium sua si bona norint / Agricolas! Quibus ipsa, procul discordibus armis, / Fundit humo facilem victum justissima Tellus” (Indelicato, 1838b, p. 2Indelicato, José (1838b) Del Instituto agrario fundado por el gobierno del Ecuador a fines de 1838, Quito, Imprenta del gobierno.).

27

“Felix qui potuit rerum cognoscere causas” (Virgilio, 2002, p. 70Virgilio (2002), Géorgiques, Paris, Les Belles lettres.).

28

Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 13 de octubre, p. 3-4.

29

De la Sagra, Ramón (1834), “Del cultivo y fabricación del añil en la Isla de Cuba”, Memorias de la Institución agronómica de la Habana, 3, pp. 77-98; Gaceta del Ecuador (1838), 11 de agosto, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 18 de agosto, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 25 de agosto, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 15 de septiembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 22 de septiembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 29 de septiembre, p. 4; Gaceta del Ecuador (1838), 6 de octubre de 1838, p. 4.

30

Gaceta del Ecuador (1838), 11 de agosto, p. 4.

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