Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia 74 (1)
enero-junio 2022, p596
ISSN-L: 0210-4466
http://asclepio.revistas.csic.es/

RESEÑAS

BOOK REVIEWS

Pablo Toribio

ILC-CSIC, Madrid

Schilt, Cornelis J. Isaac Newton and the Study of Chronology: Prophecy, History and Method. Amsterdam, Amsterdam University Press, 2021, 309 páginas [ISBN: 978-94-6372-116-5]

Al pie de su monumento funerario en la Abadía de Westminster se lee que Isaac Newton fue un intérprete diligente, sagaz y fiel de la Naturaleza, de la Antigüedad y de la Sagrada Escritura (Naturae, Antiquitatis, S. Scripturae sedulus, sagax, fidus interpres). El segundo elemento, la Antigüedad, es el que menos esperable resulta para el público de hoy: se refiere a la prolongada dedicación del genio inglés a los estudios de cronología. Esta ardua disciplina, hoy olvidada, servía como punto de encuentro de biblistas, astrónomos y anticuarios; perseguía una datación precisa de los sucesos de la Antigüedad con vistas a la integración, en una única línea temporal coherente, de las dispares cronologías ofrecidas por los relatos bíblicos y las narraciones de los historiadores paganos. La punta de iceberg de los desvelos cronológicos de Newton fue la póstuma Chronology of Ancient Kingdoms Amended (1728), una obra que Richard Westfall juzgó “de un tedio colosal”, solo leída por “el reducidísimo grupo de quienes por sus pecados deben atraversar el purgatorio que representa” (Never at Rest, Cambridge, 1980, p. 815).

Cornelis Schilt, el último y el más heroico de ese distinguido tiniest remnant, muestra con su libro la profunda imbricación de los estudios cronológicos de Newton en su gran proyecto de interpretación de las profecías bíblicas. La monografía ve la luz en un momento en que entre los estudiosos de la obra newtoniana “no científica” -Schilt la llama scholarly- se ha resucitado el debate sobre el alcance de las convicciones religiosas del eminente filósofo y hasta qué punto deben considerarse fuerzas motrices del conjunto de su dedicación intelectual (para hacerse una idea del debate puede acudirse al reciente fascículo monográfico de Early Science and Medicine 26:2 [2021]). La obra de Schilt toma una postura clara al respecto; no en vano está basada en una tesis doctoral, dirigida por Rob Iliffe y defendida en la Universidad de Oxford en 2018, que lleva el subtítulo de “How and Why Isaac Newton Studied Chronology”.

El libro se divide en cuatro capítulos. El primero, introductorio, versa sobre la disciplina de la cronología y la relación de Newton con ella (“Past, Present, Future”); el segundo, sobre la manera en que Newton seleccionaba sus fuentes, las leía y extractaba (“Reading Classics”); el tercero y el más sustancial, sobre la historia textual de sus escritos cronológicos (“Chaos and Order”); el cuarto, sobre la estrecha relación de dichos escritos con los dedicados a la interpretación de las profecías (“Sacred Chronology”). En unas breves conclusiones, Schilt resalta lo fundamentales que resultan las transcripciones electrónicas del Newton Project para acometer todo trabajo de conjunto sobre el enorme corpus manuscrito newtoniano; subraya asimismo la importancia metodológica que para la investigación de dicho corpus adquiere la atención a lo que no es puramente textual: a las palabras “reclamo” o catchwords al final de cada página, a los espacios dejados intencionadamente en blanco para completar información más tarde, a las marcas de lectura que Newton dejaba en los libros -las famosas dog ears-, y un largo etcétera.

Puede parecer controvertido que esta monografía se presente como “the first comprehensive analysis of the genesis and evolution of Newton’s studies of ancient history”, cuando existe desde 2013 el erudito volumen de Jed Buchwald y Mordechai Feingold, Newton and the Origin of Civilization (Princeton University Press), que trata con abundancia de los escritos cronológicos de Newton, desde el punto de vista de su marco epistemológico, su recepción y el discurso intelectual en que se integran. Sin embargo, el libro de Schilt ofrece verdaderamente el primer análisis exhaustivo de dichos escritos partiendo de su compleja realidad material. Es el primero que cuenta en detalle su historia textual y que aporta una detallada segmentación y una cronología relativa de las decenas y decenas de borradores sucesivos que conforman este amplio corpus -véanse los diagramas de las pp. 132 y 170-171 y los dos densos apéndices-.

En algún momento de la década de 1680 Newton comenzó a elaborar un breve tratado en latín sobre los orígenes egipcios de la idolatría, para el que hacia 1689 elegió el título de Theologiae gentilis origines philosophicae, “los orígenes filosóficos de la teología gentil” -en evidente paralelismo con sus recién publicados Philosophiae naturalis principia mathematica (1687)-. A este proyecto lo sucedió otro más ambicioso, para el que Newton compuso borradores en latín entre 1696 y 1698, pero que finalmente redactó en inglés -de forma, como siempre, inacabada- entre 1702 y 1706: se trata de la obra que Schilt llama “Originals”, compuesta por dos capítulos sucesivos titulados “Original of religions” y “Original of monarchies”. Es crucial subrayar que la identificación de esta obra inconclusa, “Originals” -así como de su antecedente latino sin título- constituye un hallazgo del autor, obtenido gracias al minucioso y paciente ensamblaje de cientos de páginas dispersas. Es además un hallazgo que entraña consecuencias muy notables para la interpretación del proyecto cronológico newtoniano: no es que con el tiempo Newton abandonase un proyecto de historia religiosa para centrarse en uno de historia política, como ha llegado a sostenerse, sino que concebía ambos como partes de un proyecto unitario. Es más, como argumenta convincentemente Schilt, las “monarquías” a las que se refiere el título “Original of monarchies” no son sino las cuatro monarquías del libro de Daniel, esos cuatro imperios representados por la estatua de oro con pies de barro con que soñó Nabucodonosor. El fin último que perseguía Newton con su trabajo cronológico, concluye el autor, era la obtención de “una línea temporal fiable sobre la que se pudiera cartografiar el progreviso desvelamiento del plan de Dios para la humanidad” (p. 254).

Muchas de las aportaciones particulares de este libro, que no cabría enumerar aquí, contribuyen a documentar más ampliamente aspectos ya conocidos del quehacer intelectual de Newton: su independencia a la hora de tratar problemas sobre los que se estaban desarrollando discusiones públicas y su aversión a tomar parte de estas últimas; la tendencia a pasar en silencio por las fuentes secundarias contemporáneas que a menudo le servían para localizar las fuentes primarias de su interés; el entrelazamiento textual y material de proyectos que suelen concebirse en esferas separadas -profecías, historia eclesiástica, cronología e incluso, en alguna medida, alquimia-; la persistencia a lo largo de las décadas de ciertos constructos, formulaciones y vacilaciones. Como dice su título, no es solo un libro sobre los escritos cronológicos de Newton -el primero que con su exhaustivo análisis textual sienta las bases para un estudio cabal de los mismos-, sino también un libro sobre la metodología de trabajo de Newton, sus pautas de lectura y escritura.

Muy pocas erratas han sobrevivido al proceso de revisión editorial (algunos deslices en títulos latinos: De Respublica, Annales ecclesiasticae, Demonstratia evangelica, Bibliotheca historia). No se entiende del todo bien, tratándose de una monografía unitaria y no de una colección de ensayos, que cada capítulo incluya su propio listado bibliográfico y que luego se repitan todos los títulos en una bibliografía conjunta al final del libro, generando un exceso de casi cincuenta páginas.

El libro está ricamente ilustrado con numerosas imágenes de gran calidad, sobre todo de los densos borradores de Newton. El vasto archivo manuscrito newtoniano -registrado en la Memoria del Mundo de la UNESCO- representa al mismo tiempo un lujo fuera lo de habitual y un desafío para los investigadores. Gracias al ejemplar trabajo de Cornelis Schilt, el acceso a buena parte de él es hoy un poco menos arduo.