Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia 73 (2)
julio-diciembre 2021, p574
ISSN-L: 0210-4466
https://asclepio.revistas.csic.es/

RESEÑAS / BOOK REVIEWS

Francisco Pelayo

Instituto de Historia, CSIC

Cañete, Carlos. Cuando África comenzaba en los Pirineos. Una historia del paradigma africanista español (siglos XV-XX). Madrid, Marcial Pons Historia, Colección Ambos Mundos, 2021 [ISBN: 978-84-17945-30-5]

La redacción de esta reseña coincide en el tiempo con un momento en el que las relaciones entre España y el norte de África, en concreto Marruecos, atraviesan por una crisis política, con el problema migratorio y del Sáhara Occidental en la mesa de discusión. Quizás por ello sea éste el momento adecuado para recordar la tesis principal de esta obra, que no es otra que la existencia a lo largo de cinco siglos del paradigma africanista español, es decir, del origen común y la vinculación histórica entre las comunidades ibérica y norteafricana. El autor, Carlos Cañete, un sólido profesional en el ejercicio de las ciencias humanas, vinculado durante muchos años al CSIC y actualmente a la UAM, ha ejercido una encomiable obra de investigación multidisciplinar, ya que su discurso, sólidamente articulado, se fundamenta en textos de historia general, de literatura y de historia de las ciencias naturales y de la antropología. Este paradigma, aclara, no fue una mera construcción ideológica al servicio de la acción colonial española en el norte de África durante los siglos XIX y XX, sino que es muy anterior, ya que aparece en relatos historiográficos y en narrativas sobre los orígenes de España y su monarquía, que se discutieron en base a procesos de la formación de la identidad nacional durante la época moderna. El autor expone en este libro como en ese período historiadores y cronistas, incluyendo en este campo a los de Indias, justificaron la soberanía de los monarcas españoles a través de relatos que incidían en aspectos autóctonos y en orígenes particulares, que formaron parte de un proyecto imperialista hispano conectado a un pasado ancestral, cuyo origen había que buscarlo más allá del estrecho que separa a Europa de África. Así para el caso hispano esto se concretó en la búsqueda de una narrativa que se encontraba distanciada de otros modelos culturales europeos y que hacía hincapié en el aspecto extraño, en el sentido de singular, del carácter peninsular, pero cuyos orígenes, ligados a estudios orientalistas, se insertaron durante los siglos XVII y XVIII en el debate europeo sobre la génesis y el destino de las sociedades, que llevaron al desarrollo de modelos políticos universalistas y a la secularización de la historia humana. En este último punto, Cañete se basa en autores bien conocidos por él, como son Isaac la Peyrère, quien planteó la existencia de los preadamitas, una humanidad anterior a Adán, y Thomas Hobbes. Con la reinterpretación de las Escrituras que emprendieron ambos, plantearon una idea de los orígenes que permitía pensar en una visión progresiva de la historia, en el que los comienzos de la Humanidad se habían caracterizado por llevar una existencia brutal, primitiva y violenta. En un trabajo anterior a la publicación de este libro, Cañete ya señaló las conexiones existentes entre esta visión progresiva de la historia y los orígenes, antes de la Ilustración, de las ideas transformistas, un importante precedente que no había sido considerado en la historia del pensamiento evolucionista.

Lo expuesto hasta ahora resume algunos de los componentes que le sirven a Cañete para estructurar su estudio, apelando para ello a cuestiones históricas y políticas. No cabe duda de que, haciendo gala de una destacada erudición, se ha servido de una amplia documentación, comenzando por la lectura de textos del siglo XV en los que se encuentran los relatos de la Antigüedad que aludían a los territorios occidentales, las islas míticas y los reyes legendarios, sin olvidar las referencias bíblicas relativas al poblamiento de Europa, Asia y África por los descendientes del arca de Noé tras la retirada de las aguas del diluvio, así como la llegada de Tubal a la península. En este sentido, los relatos bíblicos del diluvio, éste como factor de alteración y cambio geológico, y el del arca de Noé, como elemento clave de la biodiversidad y de la expansión humana mundial, desempeñaron relevantes roles en la historia de las ciencias naturales en los siglos XVII y XVIII, como se reconoce en multitud de trabajos de historia de la geología y de la biología.

La relación de obras citadas por Cañete para exponer su tesis del paradigma africanista español es extensa y, como ya he comentado, provienen de diferentes enfoques histórico-científicos, básicamente de historia natural y de antropología, disciplinas en las que el autor se mueve con facilidad y rescata ideas muy extendidas en los siglos pasado, en las cuales se apoya para apuntalar cuestiones relevantes para su discurso. Así, por un lado, se fundamenta en las intervenciones y expediciones científicas realizadas a lo largo del arco mediterráneo, en las que se abordaron el análisis y la comparación de la flora y la fauna de las orillas de los dos continentes, junto con las investigaciones arqueológicas y el estudio de los restos megalíticos que se llevaron a cabo en el norte de África. Por otro, el parentesco étnico entre las comunidades de ambos lados del estrecho se configuró como una cuestión esencial, ya que permitía estrechar los vínculos existentes entre magrebíes e ibéricos, pero también con los habitantes de las islas Canarias, quienes habían poblado el archipiélago llegados del norte de África. En este punto, y desde la antropología prehistórica, la sugerencia de que los restos de cromañones se extendían desde el sur de Francia hasta el norte de África, sirvió para profundizar en el estrecho vínculo de relación racial entre las poblaciones de los dos continentes.

Una de las cuestiones más relevante del discurso de Cañete es el importante papel jugado en el paradigma africanista por la mítica isla o continente de la Atlántida, la cual servía como nexo de unión o de territorio que relacionaba geográficamente y étnicamente a las comunidades del norte de África, a peninsulares, y a los guanches canarios. Por lo que respecta a la población del archipiélago canario, autores como el antropólogo francés René Verneau, que realizó trabajos de campo en las islas del archipiélago desempeñaron un destacado papel en las discusiones sobre la existencia en las Canarias de tipos humanos mediterráneo, de origen étnico semítico, junto al tipo guanche, éste cercano a la raza fósil de cromañón. Llegó a sugerir, aunque fuera como hipótesis, que los antiguos habitantes de La Isleta procedían del norte de África y formaban un grupo étnico constituido por bereberes.

Aunque evidentemente la cuestión de la Atlántida y en donde había estado situada, si es que había existido reamente, ha sido tratada anteriormente en multitud de trabajos, lo cierto es que éstos nunca se habían enfocado con la perspectiva que lo hace Cañete, es decir, como un elemento de análisis en su exposición histórica sobre la tesis africanista. A pesar de que la Atlántida surgió y se difundió como un mito, con el transcurso del tiempo muchos autores se interesaron por ella intentando demostrar su pasada existencia, recurriendo a explicaciones geológicas, incluso se llegó a sugerir que había sido un puente intercontinental para poblar América. Una obra clásica de referencia para profundizar en este tema es sin duda la de Marco Ciardi, Atlantide. Una controversia scientifica da Colombo a Darwin (2002).

Como bien indica Cañete, ya Bartolomé de Las Casas en el siglo XVI recogía en su historia de las Indias testimonios los cuales aseguraban que España y África, por Mauritania o cerca, era toda tierra y que España llegaba hasta allí, y que tras la catástrofe que había provocado el hundimiento de la gran isla, el océano las había separado, quedando solo como recuerdo los archipiélagos oceánicos, la Macaronesia. Cañete cita también entre otros a autores emblemáticos en la historia de las ciencias naturales, desde Kircher, y Buffon hasta Bory de Saint-Vincent, quienes discutieron desde diferentes puntos de vista, entre los siglos XVII y principios del XIX, la existencia, la posición geográfica y la desaparición de la Atlántida. No se olvida de mencionar las del ingeniero de minas español Federico Botella y Hornos, quien en la segunda mitad del siglo XIX, realizó un encomiable estudio geológico de los fondos marinos del océano Atlántico y de la topografía submarina, para demostrar la existencia en el pasado de una región emergida, entre España y el norte de África. Durante las primeras décadas del siglo XX, excelentes científicos, como el zoólogo Louis Germain, el geólogo Pierre Termier o el paleontólogo Léonce Joleaud, continuaron discutiendo la posibilidad de la existencia de la Atlántida como nexo de unión entre continentes, a través de estudios geológicos y de fauna y paleontología comparada entre el norte de África y las Canarias. Este fue el caso de Lucas Fernández Navarro, catedrático de Cristalografía y Mineralogía descriptiva de la Universidad Central, quien impartió conferencias en la Real Sociedad Geográfica, en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y en el Instituto Oceanográfico Español, en las que abordó, desde un punto de vista científico, el estado de conocimiento en que se encontraba en aquellos momentos el tema de la Atlántida. Aunque Fernández Navarro se refirió en sus trabajos a la existencia de una Atlántida geológica, lo cierto es que frente a la alternativa paleobiogeográfica de los puentes intercontinentales, terminaría finalmente aceptando la teoría de la deriva continental propuesta en esos años por Alfred Wegener.

El abandono del paradigma africanista tuvo lugar avanzado el siglo XX. Previamente, en el marco de las intervenciones militares españolas en Marruecos junto a procesos de colonización y asimilación, se llevaron a cabo estudios de la flora, fauna y gea del norte de África organizados por la SEHN y la JAE, excavaciones arqueológicas, etc., que extendían el área de interés de la comunidad científica española al norte del continente vecino, como evidencia de la aceptación de una ancestral cercanía. Pero precisamente debido a argumentos científicos, basados en las diferencias de las culturas materiales paleolíticas así como de interpretaciones paleoantropológicas, que distanciaban los dos lados de las orillas del Mediterráneo, y a procesos políticos, como el del abandono del antiguo Sáhara español, que como he comentado al principio, casi medio siglo después es un problema que aún sigue candente y que separa a España y Marruecos, no fue posible seguir manteniendo más esa bella idea, recogida por Cañete, de una historia de los orígenes comunes de ambos lados del estrecho.

No quiero extenderme más en una obra que me parece que aborda un tema original, cuyo discurso está muy bien articulado y apoyado en fuentes muy diversas. Por decir algo crítico, debo expresar que no me convencen los títulos de los capítulos, ya que la lectura del índice no ofrece una idea clara al lector potencial de lo que se trata en cada uno de ellos. Por lo demás, solo resta alabar la magnífica edición de Marcial Pons en su colección Ambos Mundos.