La obra que nos ocupa es ya el vigésimo segundo título de una arriesgada y, al parecer, exitosa empresa: la colección «Grandes Obras», de Urgoiti Editores, dedicada a la reedición crítica de títulos clásicos de la historia y la arqueología, obra de autores españoles o relacionados de alguna forma con España. El que ahora revisamos es el cuarto vinculado con el ámbito de la arqueología; los anteriores se dedicaron a Pere Bosch Gimpera, Adolf Schulten y José Ramón Mélida, respectivamente. Como en todos los títulos de la colección, la presentación está muy cuidada: buen papel, encuadernación en pasta dura y sobrecubierta. Por hacer alguna observación crítica, digamos que podrían haberse elegido mejores imágenes tanto para la sobrecubierta como para el retrato de Obermaier (extrañamente recortado) que abre el libro. Por otra parte, aunque la edición no es un facsímil (algo que se agradece), sí se reproducen, y con una calidad aceptable, las ilustraciones originales de
Como en todos los títulos de la colección a la que pertenece, la reedición de
Antes de adentrarse en la revisión de esas cuatro cuestiones, los editores dedican el capítulo segundo a resumir, de forma quizás demasiado sintética, la biografía de Obermaier. Aquí se incluye un apartado que repasa la recepción de
El capítulo tercero se centra ya en el estudio de una de las polémicas más intensas que caracterizan la investigación en arqueología prehistórica y paleoantropología durante los años finales del XIX y el primer tercio del siglo XX: la autenticidad de los «eolitos» y la presunta existencia del «hombre terciario». Como en el conjunto del estudio preliminar, los editores hacen gala de una notable erudición en la presentación del contexto historiográfico y de un enorme detalle, que en ocasiones casi llega a ser agobiante, en todo lo que se refiere a las referencias bibliográficas. Queda constancia del rechazo de Obermaier a aceptar el origen humano de los eolitos y sus dudas sobre la existencia del «hombre terciario», dudas que también extiende a los famosos fósiles de Piltdown. Como decimos, todos estos debates quedan adecuadamente contextualizados con la revisión del contexto investigador y académico en arqueología prehistórica, tanto internacional como español. También se estudia la recepción de otra de las grandes obras de Obermaier,
Para el firmante de esta reseña, el sexto y último capítulo del estudio, «Obermaier y los círculos culturales», resulta el más interesante y el que mejor permite contextualizar y comprender el conjunto de la obra de Obermaier, más allá de concretos debates arqueológicos o paleontológicos. Los editores hacen un rápido pero completo repaso a un buen número de conceptos, ideas, disciplinas, escuelas e investigadores que en la Europa continental de finales del XIX y comienzos del XX debaten sobre culturas y civilizaciones, centrándose, obviamente, en el ámbito austro-alemán. Así, partiendo de la tensión articulada durante la Ilustración germánica entre el universalismo de la Cultura y la contingencia de las culturas (de cada pueblo o nación), presentan la obra de Ratzel y se centran en el análisis de las aportaciones que sobre estos temas realizan Frobenius y Spengler, desde la etnografía y la filosofía, respectivamente. Todo ello confluye en la denominada Escuela de Viena, confesional católica, con los etnólogos Graebner y el P. Schmidt al frente. Los postulados teóricos de esta corriente investigadora histórico-cultural, y su esquema explicativo de los círculos culturales, tienen una amplia y profunda influencia en la España del primer tercio del XX, tanto en contextos de investigación prehistórica como etnológica, gracias en buena medida a Obermaier, aunque el principal referente orientador proviene de las reflexiones críticas que Ortega y Gasset hace de la obra de Frobenius. En cualquier caso, la forma en la que Obermaier recurre al complejo y no poco idealista modelo de los círculos culturales es igualmente inestable y en ocasiones contradictoria; de hecho, los editores citan el testimonio que sobre el esquema teórico de Obermaier deja Julio Caro Baroja en sus memorias, donde apunta que en realidad el sacerdote bávaro «era un evolucionista a la usanza de comienzos de siglo, ni más ni menos, muy unilineal y esquemático en sus conceptos». Cañete y Pelayo van aún más allá, concluyendo que la contradicción que se manifiesta en el hecho de asumir «la necesidad de integración y promoción de estas ideas» (los círculos culturales) por parte de Obermaier y de plantear, al mismo tiempo, importantes objeciones a ese mismo modelo en buena parte de sus publicaciones, que finalmente resultaron «bastante acertadas», responde más al «interés y la oportunidad de las relaciones académicas» que a «dinámicas puramente intelectuales» (p. clv). Por supuesto, tal circunstancia o proceder no es única o extraordinaria, y en modo alguno devalúa la obra de Obermaier; no obstante, es cierto que en determinados momentos y lugares las circunstancias sociales, políticas y académicas son más propicias para que se materialicen tales contradicciones, y esto es precisamente lo que ocurre en la España (social, política y académica) del primer tercio del siglo XX que acoge a Obermaier.
Para terminar, señalemos que estamos ante la reedición de un texto que quizás resulte ya demasiado alejado de los intereses y avances de la arqueología prehistórica del siglo XXI; no obstante, gracias al estudio introductorio de Carlos Cañete y Francisco Pelayo el volumen se convierte en un extraordinario documento para profundizar en la historia de la arqueología y la etnología europeas y españolas de comienzos del siglo XX.
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