La fascinación, la atracción por el crimen y los criminales es una constante desde el siglo XIX como muestra la abundantísima historiografía existente sobre la cuestión. Dicha fascinación se redobla por motivos obvios cuando se refiere a la figura de la mujer criminal, doblemente transgresora del orden burgués construido con mimo y a partir de dualidades opuestas entre lo sano y lo insano, lo moral y lo inmoral. Durante cerca de un siglo y medio, científicos de diferentes ramas del saber (medicina, psiquiatría, antropología, sociología, criminología) dedicaron enormes esfuerzos en intentar explicar las causas biológicas, sociales y morales del crimen, con el fin de aprehender y fijar a los sujetos que se desviaban de la norma social y ponían en entredicho el orden y la hegemonía de la burguesía. Con diferentes teorías sucesivas o yuxtapuestas, llevaron a cabo un profundo escrutinio que tenía como objetivo final el combate contra dichas causas, pero sobre todo pretendían erigir políticas de defensa social represivas. Pero no sólo los hombres de ciencia contribuyeron con su “sabiduría” a esta tarea. El crimen fascinaba en general a la sociedad y desde la literatura y la prensa se ahondó en los intentos de explicar todas estas desviaciones, favoreciendo precisamente el cultivo de dicha fascinación. Cabría pensar que la ciencia, la literatura y la prensa, reflexionaron desde sus respectivos campos sobre un fenómeno que si bien no era nuevo, tenía importantes novedades al insertarse en un mundo marcado profundamente por la revolución industrial y las transformaciones socioeconómicas que acarreó y por las revoluciones burguesas que habían liberado fuerzas que a lo largo del siglo XIX fueron ganando presencia e incidencia en la política. Sin embargo, en las últimas décadas una parte sustancial de los estudios sobre el crimen y los criminales han roto las fronteras disciplinares, mostrando hasta qué punto la ciencia, la literatura y el periodismo no sólo compartieron inquietudes, sino objetivos y lenguajes, contaminándose mutuamente.
El libro coordinado por Solagne Hibbs,
El libro tiene varios trabajos centrados en los aspectos científicos de la problemática criminal que combinan la visión científica, profundamente moral, con la literaria. Es el caso del excelente trabajo de Solange Hibbs “Crime et science au XIXeme siècle” en el que la autora ofrece un denso paseo por el desarrollo de las diferentes teorías del crimen sin olvidar las aportaciones de la literatura. La frenología, la monomanía, el degeneracionismo, la teoría del criminal nato, etc., están presentes en dicho trabajo, mostrando hasta qué punto hubo una doble moral en el tratamiento de la criminalidad femenina y como el deseo femenino fue considerado un enorme peligro asociado, la mayor parte de las veces, al adulterio, la prostitución o la histeria. Sin olvidar tampoco cómo todas estas manifestaciones fueron codificadas penalmente estableciendo una estigmatización añadida. La misma autora dedica otro capítulo, también excelente, a los crímenes de mujeres en la obra del novelista Antonio Hoyos y Vinet, en el que muestra a través del análisis de varias novelas (
La contaminación de estilos, se ve con claridad en el breve pero no menos excelente trabajo de Danielle Bussy Genevois. En su trabajo, “Consideración de la criminalidad femenina: el ensayismo liberal (1870-1910)”, que abarca el análisis de un variedad de ensayos sobre la temática, publicados en editoriales y revistas especializadas. Repasa la autora la tensión existente a lo largo del siglo XIX entre explicaciones que consideran a la mujer como superior moralmente con las que buscan entender su relación con el crimen a partir de su propia naturaleza inestable. Una de las aportaciones más interesantes de este ensayo es el análisis que hace de las escrituras de Lombroso y Bernaldo de Quirós, que, a juicio de la autora, combinan “una escritura erudita y dogmática con la curiosidad y la fascinación, actitud que favorece una popularización de ciertas temáticas”, produciendo un desplazamiento “del interés científico a la enumeración de curiosidades”, conectando así con la literatura y la cultura popular. A juicio de la autora la élite científica y cultural estaría contribuyendo a la popularización del crimen, paradójicamente desde una posición de rechazo hacia la atracción popular por el crimen.
María del Carmen Simón Palmer, del CSIC, orienta su trabajo “Asesinas populares y su publicidad”, precisamente hacia esa atracción popular por el crimen. El análisis del los pliegos de cordel dedicados a mujeres asesinas, muestra como toda una serie de tópicos sobre la figura de la mujer criminal se van transmitiendo en la cultura popular. Analiza también los recursos literarios usados en los títulos, la narración del crimen y las ejecuciones, concluyendo con la visión de los escritores sobre este tipo de literatura popular.
Por su parte Pura Fernández estudia la obra de Agustín Pérez Zaragoza,
Sin embargo, los pliegues de la criminalidad femenina tienen lecturas polivalentes. Junto a los discursos implícitos y explícitos cargados de tópicos socioculturales sobre las mujeres que se rebelan contra su papel “natural” en la sociedad, existen obras que, pese a utilizar el arsenal clásico proporcionado por la psiquiatría y la higiene social, no tienen entre sus intenciones salvaguardar el orden burgués establecido. En una interesante vuelta de tuerca, los tópicos al uso cambian de dirección, como muestra el trabajo de Marie-Cécile Cadars, y se convierten en elementos de subversión de un orden considerado hipócrita. Así, los crímenes femeninos en novelas como
De corte más liberador, si bien igualmente dramático, es la visión de la mujer criminal propuesta en la obra teatral de 1898
En este sentido, el capítulo de Marie Franco dedicado al análisis de los crímenes femeninos a través del semanario
Algo diferentes son los trabajos de Àngels Santa y de Manuel Ruiz. La primera dedica un breve y certero capítulo a analizar la novela de George Sand
En definitiva, nos encontramos ante un libro altamente recomendable y que cubre un terreno todavía escasamente trabajado.