En junio de 1943 se produjo en la Argentina un golpe de Estado que inició un proceso de enfrentamientos entre un importante sector de científicos académicos y el gobierno militar de facto. Como resultado, muchos científicos perdieron sus cargos en las universidades, entre ellos el grupo liderado por el fisiólogo Bernardo Houssay, que iba a obtener el premio Nobel de Fisiología en 1947. A partir de ese momento, este grupo de médicos impulsaron la creación de una serie de institutos privados de investigación sostenidos por filántropos locales y por la Rockefeller Foundation. Este proceso continuó durante el gobierno democrático de Juan Perón (1946-1955). El presente artículo analiza este “proyecto” de creación de institutos privados —sus motivaciones y objetivos— como un proceso de institucionalización “paralelo” y divergente respecto de las iniciativas impulsadas para la ciencia y la tecnología desde el sector público. Este “desdoblamiento” del proceso de institucionalización, encarnado en ideologías, modelos institucionales y jerarquías epistémicas difícilmente compatibles, iba a tener consecuencias de largo alcance para el futuro desarrollo de la investigación en la Argentina.
In June 1943 took place a coup d’etat in Argentina that initiated a process of confrontation between an important sector of academic scientists and the de facto military government. As a result, many scientists lost their positions at universities, between them a group of biomedical scientists led by the physiologist Bernardo Houssay, who was to be awarded the Nobel Prize in Physiology in 1947. From that moment on, supported by local philanthropists and the Rockefeller Foundation, Houssay’s group began to promote the creation of a series of private research institutes. This process continued during the democratic government of Juan Perón (1946-1955). This article analyzes this “project” —its motivations and objectives— as a process of “parallel” institutionalization which was divergent from the initiatives promoted for science and technology by the public sector. This “splitting” of the institutionalization process, embodied in ideologies, institutional models and hardly compatible epistemic hierarchies, would have far-reaching consequences for the future development of research in Argentina.
Durante la década de 1940 tuvo lugar en la Argentina un proceso de fragmentación política e ideológica que impactó en la incipiente conformación del complejo de instituciones de ciencia y tecnología. Con inflexiones propias, en las décadas siguientes esta disociación reprodujo la virulenta confrontación que la antinomia peronismo-antiperonismo instaló en la vida política argentina, justificó dictaduras militares y fue un factor determinante en el proceso de institucionalización de las actividades de ciencia y tecnología, así como de las políticas explícitas o implícitas —o de su ausencia— que lo guiaron.
Su manifestación más visible se expresó en el enfrentamiento entre dos representaciones del campo científico. Por un lado, una perspectiva guiada por una ideología que asignaba a las ciencias “puras” o a la “investigación fundamental” un lugar primario y que, por lo tanto, justificaba el reclamo de libertad de investigación en la elección de los temas a investigar, autonomía del Estado —o autorregulación de los científicos de sus propias actividades—, y búsqueda de estándares internacionales en la producción de conocimiento. Mientras que esta posición iba a ser defendida tenazmente en las décadas siguientes por algunos sectores o grupos de la comunidad científica argentina, por otro lado, algunas gestiones de gobierno y algunas instituciones públicas defendieron con diferentes grados de coherencia o énfasis una perspectiva que supuso que las actividades de investigación deben tener como meta final el desarrollo social y económico y que, por lo tanto, la ciencia y la tecnología debían integrarse a una política pública que les asignara la tarea de resolver “problemas nacionales”. Como país en desarrollo, esto en general significaba trabajar en problemas vinculados a las áreas de energía, salud, recursos naturales, producción o defensa.
Si bien estas dos perspectivas, con comprensibles variantes determinadas por el contexto, estuvieron presentes en otras experiencias nacionales, la intensidad y persistencia del enfrentamiento político que tuvo lugar en la Argentina mantuvo vigente esta polarización a lo largo de por lo menos cuatro décadas. De esta forma, como marco amplio, el presente trabajo intenta dar cuenta de las primeras manifestaciones de esta disociación, analizando el período 1943-1955, momento en que se consolidan dos proyectos de institucionalización de la ciencia desconectados y divergentes. En especial, el artículo analiza la creación y consolidación de una serie de institutos privados de investigación impulsados por un grupo de científicos reunidos en la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (AAPC). Estos eventos, que atraviesan el gobierno
Finalmente, rasgos estructurales —de presencia evidente en nuestro objeto de estudio— como la inestabilidad política, la debilidad de los procesos de institucionalización, los altos costos de transacción o la dependencia disruptiva —ya sea económica, política o ideológica— de factores externos definen los rasgos determinantes del desarrollo científico en contextos periféricos. En este sentido, el presente trabajo también intenta mostrar de qué manera un fenómeno característico a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, como fue la institucionalización de la política científica en los países avanzados, se manifiesta en la Argentina con las modulaciones y refracciones propias de los contextos periféricos.
A comienzos de los años cuarenta, la AAPC —creada a fines de 1933— había logrado impulsar un sistema de becas y subsidios de investigación a partir de aportes de fuentes muy diversas, tanto públicas como privadas, tanto nacionales como extranjeras. Desde su creación, la AAPC se esforzaba por ganar visibilidad a través de la organización de conferencias o la publicación de folletos y artículos en diarios y publicaciones de lo más diversas. La retórica dominante solía desplegar diagnósticos críticos y reclamos de becas, subsidios, cargos
Durante su primera década de existencia, la AAPC logró un moderado reconocimiento social y político de sus actividades. En diciembre de 1937, por Ley sancionada por el Congreso y reglamentada por el Poder Ejecutivo, se entregaba a la AAPC títulos de renta nacional por la suma de 1 millón de pesos moneda nacional. Con las rentas producidas por este fondo y el número creciente de empresas que esperaban sumar a su red de filantropía, la asociación iba a ganar dimensión y continuidad (Houssay,
El 4 de junio de 1943, un grupo de militares instaló un gobierno
Desde el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública se impulsó una retórica maniquea que anunciaba la expulsión de sus puestos en las universidades de aquellos profesores y estudiantes que participaran de “propaganda o acciones subversivas” y que, además, serían susceptibles de recibir “sanciones de otra naturaleza” (Cortesi,
La purga radical que tuvo lugar en las universidades, entre otras consecuencias, desbarató el proceso de expansión académica que venía desplegando desde comienzos de los años treinta el grupo del fisiólogo Bernardo Houssay. Desde 1919, Houssay dirigía el Instituto de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Al momento del golpe militar, la influencia directa de Houssay se extendía a las dos ciudades más importantes del país, luego de Buenos Aires: en Rosario, a través de Juan T. Lewis y Enrique Hug, ambos en la Universidad Nacional del Litoral (UNL); y en Córdoba, a través de Oscar Orías, en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Buch caracteriza este despliegue como la conformación de “un trípode institucional que garantizó por una década la existencia de un poder disciplinario de carácter nacional con una enorme visibilidad internacional” (Buch,
El golpe militar, con la expulsión de Houssay, Lewis y Orías de sus cargos universitarios, llevó a punto cero las posiciones institucionales y políticas ganadas por este grupo de científicos. Desde entonces, mientras que algunos científicos e ingenieros se dedicaban a explorar, sin mucho éxito, la posibilidad de crear una universidad “científica” privada al estilo de Stanford o Johns Hopkins como reacción a un escenario político y académico que los marginaba, el grupo de Houssay, con notable eficacia, comenzó a impulsar la creación de una serie de institutos privados de investigación. Esta iniciativa tuvo como condición de posibilidad la red de filantropía local que había ido conformando la AAPC desde su creación, el sostenido apoyo de la Rockefeller Foundation,
La decisión de impulsar la creación de institutos privados de investigación —iniciativa inédita América Latina— obligó a este grupo de científicos a enfrentar numerosos interrogantes: ¿cómo financiar la creación y sostenimiento de institutos privados de investigación?, ¿qué lugar había que dar a las fundaciones extranjeras?, ¿era posible sostener este proyecto a través de una estructura de filantropía local?, ¿qué grado de autonomía debía mantenerse respecto del Estado?, ¿qué modelos institucionales y organizacionales debían tomarse como referencia?, ¿cómo definir el compromiso social del científico? Las respuestas que este grupo fue esbozando —de manera explícita o implícita— a lo largo del proceso de materialización de estos institutos, junto a las representaciones del campo científico que fue elaborando en este trayecto, al quedar asociadas al “antiperonismo” oficial que una nueva dictadura impondría luego del derrocamiento de Perón, iban a marcar de forma irreversible el futuro de la investigación científica en la Argentina.
Mientras que ninguno de los proyectos de universidad “científica” privada pudo materializarse, en un contexto socio-político adverso de confrontación con las iniciativas oficiales por la legitimidad y el sentido social de la investigación, el grupo de Houssay logró impulsar la creación de una serie de cuatro institutos privados. A través de ellos, este grupo pudo continuar y diversificar sus líneas de investigación, consolidar sus redes de vinculación internacional, obtener a través de su principal figura el premio Nobel de fisiología y medicina y, con la caída de Perón a fines de 1955, quedar posicionado como el grupo de referencia sobre el que la nueva dictadura se iba a apoyar para impulsar el proyecto de creación de un consejo nacional de investigación, previa clausura de una institución
Los sucesos posteriores al golpe militar de junio de 1943 se reflejaron en los principales diarios norteamericanos con titulares como “Argentina Widens ‘Communist’ Hunt”, “Rebellion Grows Among Argentines”, o volantas que señalaban “Nazis Are Free” (Cortesi,
En este escenario, Houssay fue objeto de la atención privilegiada de la prensa norteamericana, que dio cuenta de las repercusiones internacionales de su expulsión. La revista británica
“El Dr. Houssay, el científico natural más distinguido de la Argentina, cuyos logros han sido con frecuencia reconocidos en el exterior, es solo uno de los muchos que han establecido valientemente sus razones para rechazar una tregua con un régimen que consideran fascista y pro-nazi” (Hall Sharp,
La Rockefeller Foundation, que desde la década de 1920 había financiado las actividades de investigación fisiológica en la Argentina, especialmente las investigaciones de Houssay en el Instituto de Fisiología de la UBA (Cueto,
En cuanto al apoyo local, la manifestación más importante surgió de la red de filantropía que la AAPC había comenzado a construir desde mediados de la década anterior para complementar los magros recursos públicos destinados a la investigación. Algunos pocos empresarios argentinos habían sido sensibles a los reclamos de la AAPC, y a comienzos de los años cuarenta ya existía una modesta red de filantropía local, en general basada en relaciones de amistad personal entre representantes del sector privado acaudalado y algunos miembros del colegiado de la AAPC. Estas iniciativas habían permitido alguna regularidad en la distribución de subsidios y la creación de un programa de becas internas y externas.
En los meses posteriores a su expulsión de la universidad, para Houssay resultaba claro que el gobierno militar estaba interesado en mantenerlo tan alejado como fuera posible de los ámbitos donde se desempeñaba normalmente (Houssay,
“Este Instituto es una de las iniciativas más importantes realizadas en nuestro país para establecer un centro de investigaciones científicas desinteresadas de carácter privado e independiente de los recursos y la dirección del Gobierno o de sus dependencias” (Houssay,
El nuevo laboratorio fue instalado en una casa ubicada en la ciudad de Buenos Aires, que había sido comprada por Mauricio Braun —padre de Eduardo Braun Menéndez— y sus hijos, “los cuales nos la facilitaron, sin cargo alguno, con una generosidad que obliga a nuestra eterna gratitud”, cuenta Houssay. La familia Braun aportaba además “becas, donaciones anuales y valiosos consejos” (Houssay,
En una carta dirigida a Louis Dexter —un discípulo de Harvard que anteriormente había viajado a Buenos Aires para capacitarse con él en la UBA—, Houssay explicaba que el IByME era “un pequeño laboratorio de investigaciones”. Si bien “los recursos son escasos”, habían decidido “no aceptar dinero sino de fuentes argentinas, para evitar interpretaciones malignas en este ambiente de mentirosos que nos rodea”. Del exterior solamente aceptarían el financiamiento de aparatos o bibliografía (Houssay,
En este sentido, la pérdida de la biblioteca del Instituto de Fisiología de la UBA motivó varias iniciativas internacionales. En las páginas de la revista norteamericana
Durante 1944, las donaciones sumaron aproximadamente $136.000 (aproximadamente 34.000 dólares). Si bien la mayor parte de estos aportes provenían de la Fundación Sauberán y de la Rockefeller Foundation —en este último caso, solo para financiar aparatos e insumos—, también existían una cantidad de pequeñas colaboraciones que realizaban otros profesionales (Houssay,
Cuando a comienzos de febrero de 1945 se promulgó un decreto de reincorporación de los profesores expulsados de las universidades en octubre de 1943 y se inició un breve período de recomposición política y normalización institucional, Houssay retornó al Instituto de Fisiología de la UBA. Motivado por el horizonte promisorio que presagiaba este viraje político, en junio, Houssay le escribía una carta a su discípulo Luis F. Leloir, que se encontraba en los Estados Unidos:
“Siempre he creído y persisto en creer que el porvenir científico de un país está ligado a la Universidad, en lo cual tengo discrepancias con el Dr. Braun Menéndez y la mayor parte de los jóvenes que están desilusionados de la Universidad y quieren que se funden universidades o laboratorios privados. Es muy difícil conseguir recursos permanentes para estos últimos” (Houssay,
De vuelta en la UBA, Houssay había autorizado a Braun Menéndez a hacerse cargo de la dirección del IByME. Sin embargo, Houssay le reprochaba a sus colaboradores la división de esfuerzos: “No creo tan fácil como ustedes que se mantenga el Instituto de Biología y Medicina Experimental y no creo que su vida esté asegurada”, le escribía a Orías. Houssay le explicaba que Braun Menéndez podría ser el director adecuado, aunque “al sacarlo de la Facultad debilitamos a ésta”. Finalmente, también lo preocupaba el hecho de que podría necesitar para el instituto de la UBA fondos de la Fundación Sauberán, “y sería una lástima que no me los pudieran dar o que estuvieran en competencia los 2 Institutos”. Y finalmente vaticinaba: “Ustedes creen que se puede mejorar al país sin mejorar a la Universidad. Quieren como el avestruz ignorar al mundo por poner la cabeza bajo el ala” (Houssay,
Sin embargo, esta primavera de normalización tuvo un final abrupto. El papel militante de las universidades como opositoras a la política general del gobierno
“Entre los militares hubo un movimiento para suprimir a Perón. Consideraban que el Gobierno no debía emplear todos sus recursos para imponer su candidatura. Ese nuevo Gobierno me invitó a ser Ministro de Justicia e Instrucción Pública diciendo que buscaban elecciones libres y sin presión del Gobierno. Me negué mientras siguiera la dictadura militar [...]”.
El 17 de octubre un levantamiento de las clases populares logró la liberación de Perón, ahora firme candidato a la presidencia de la Nación en las elecciones de febrero de 1946. Según Houssay:
“En los días siguientes las reparticiones públicas, Secretaría de Trabajo y Previsión y la Policía y matones pagos interrumpieron el trabajo y provocaron una huelga de trabajadores, 60.000 personas de lo más rotoso y vagabundo que existe, las cuales cometieron excesos en todas las ciudades, protegidos por la Policía. / Se volvió al gobierno anterior y sigue la dictadura y la máquina a favor del nazi Perón [...] (Houssay,
Luego de una áspera campaña en la que “el gobierno de los Estados Unidos brindó a Perón un apoyo tan decisivo como involuntario”, al publicar, por insistencia de Braden, el llamado
La noticia de su jubilación forzada coincidió con un viaje de Houssay a la ciudad de Toronto (Canadá), donde había sido invitado especialmente con motivo de los 25 años del descubrimiento de la insulina, y luego a los Estados Unidos, donde debía pronunciar una serie de conferencias y realizar algunas gestiones vinculadas a las investigaciones de su grupo. “En el Instituto de Fisiología han renunciado gran parte de los ayudantes, jefes de trabajos prácticos y demás personal superior”, le informaba Braun Menéndez a Houssay. También agregaba algunos detalles sobre la forma en que se trasladaron gran parte de los renunciantes al IByME: “He tratado de organizar las cosas de tal manera que todos puedan seguir sus experimentos iniciados. Tomé algunas medidas para ampliar la capacidad del Instituto que espero usted aprobará a la vuelta” (Braun Menéndez,
Si bien, como se vio, Houssay era conciente de que a nivel internacional los recursos del Estado se tornaban imprescindibles, a partir de este momento, perdidas las esperanzas de recuperar su posición y la de sus discípulos en las universidades públicas, se enfocó en la dirección del IByME, donde ya trabajaban cerca de veinte investigadores. Desde el IByME también comenzó a concebir una nueva estrategia de expansión institucional a partir del presupuesto de la necesidad de consolidar posiciones autónomas del Estado.
El enfrentamiento con el gobierno clausuró las posibilidades de la AAPC y del grupo de Houssay de acceder a financiamiento del Estado. De esta forma, en paralelo con la consolidación del IByME, algunos de los científicos de la AAPC vieron una alternativa a esta situación de aislamiento en la creación de una universidad “científica” privada que fuera financiada por filántropos locales. En el imaginario de quienes impulsaron diversas variantes este proyecto, el IByME era concebido como “semilla” para la creación de una universidad privada.
Braun Menéndez estuvo entre los científicos que creyeron que la puesta en marcha de una universidad “científica”, al estilo de Stanford o Johns Hopkins, tenía alta probabilidad de desencadenar un flujo de financiamiento proveniente de filántropos locales, produciendo el encuentro entre las “fuerzas vivas del país” y la investigación científica, y que la única vía segura para alcanzar este objetivo consistía “en la creación sucesiva de institutos de investigación científica de acuerdo con un plan preestablecido”. Solo estos institutos aseguraban la “investigación desinteresada en temas fundamentales”, que era “indispensable para que un país adquiera categoría de nación independiente”, en contraposición a los “institutos tecnológicos”, que por sí solos “no serían factores reales de progreso nacional” (Braun Menéndez,
“La creación de una universidad libre basada en institutos de investigación debe ser obra de los industriales, los ganaderos, los agricultores, los comerciantes, los viticultores, los cañeros, en una palabra, de las llamadas fuerzas vivas del país. Si estas no despiertan y comprenden que su papel consiste en crear riqueza [...] verán a un estado burocrático absorber poco a poco todas las actividades que legítimamente les corresponden y terminarán por no hacer siquiera dinero, con lo cual desaparecerán como fuerza” (Braun Menéndez,
En síntesis, los institutos privados de investigación, financiados por una estructura de filantropía privada y enfocados en la realización de investigaciones “fundamentales” y, por lo tanto, “desinteresadas”, podían concebirse como un paso intermedio necesario en el camino hacia la “universidad no oficial” con que soñaban algunos científicos argentinos, entre ellos algunos investigadores cercanos a Houssay.
Si bien, durante estos mismos años, como contrapunto de la representación idealizada de la actividad científica que promovía la AAPC, algunos físicos e ingenieros argumentaron a favor de la necesidad de vincular la investigación científica “a la actividad técnico-económica” y criticaron, incluso, “la preocupación quijotesca que impone no propiciar sino esfuerzos desinteresados” (Isnardi,
A mediados de 1945, Gaviola y Braun Menéndez habían intentado llevar a delante un proyecto conjunto. Gaviola representaba a los físicos y a un grupo importante de matemáticos y astrónomos que formalmente no integraban la AAPC, mientras que Braun Menéndez representaba al grupo de Houssay y, por lo tanto, a la AAPC. No obstante, luego de algunas reuniones, las discrepancias entre ambos científicos condujeron el proyecto a una vía muerta (Mariscotti,
Al margen de estos desacuerdos, los proyectos de crear una universidad “científica” no oficial se tornaron más improbables con la intervención de la Unión Industrial Argentina (UIA). Si bien la UIA había dado la bienvenida a las medidas de protección y estímulo de la industria nacional que había impulsado el gobierno
“La idea de organizar una Universidad privada está en el ambiente; estamos convencidos de que está próxima la realización de esa idea y creemos que la mejor solución seria la de ir creando Institutos de investigación científica en los cuales trabajarán intensamente, con dedicación exclusiva, hombres bien elegidos y bien pagados”.
Por este motivo, sostenía el informe, el IByME “podrá constituir la base de dicha universidad [...] Este ensayo en pequeño dará la pauta de lo que podrá realizar la reunión de varios institutos constituyendo una universidad privada” (IByME,
En la revista mensual
En el número de marzo, en la sección “Correspondencia”, se publica una carta del físico Gaviola con el título “Las Universidades libres (
El último intento del que participó el grupo de Houssay se concretó a mediados de 1953 y tuvo a Braun Menéndez como impulsor. El nuevo proyecto se proponía la creación de un instituto de enseñanza universitaria que pudiera proyectarse como universidad en un futuro no muy lejano. Fue así que aquel año se iniciaron las actividades del llamado “Instituto Católico de Ciencias”, destinado a conformar el núcleo de una futura Universidad Católica.
Cuando, en 1945, se había firmado el decreto de reincorporación de los profesores cesanteados en octubre de 1943, Orías había dejado el IByME para volver con su familia a Córdoba y reintegrarse a la dirección del instituto de la UNC. Sin embargo, a menos de dos años de su reincorporación, junto con sus colaboradores, Orías renunció a este cargo al conocer la noticia de que Houssay había sido jubilado de oficio.
Ese mismo mes Orías realizó una reunión con un grupo de médicos. Allí se decidió impulsar la organización de un instituto privado de investigaciones médicas en Córdoba bajo la dirección de Orías.
Durante esos primeros días de instalación del nuevo instituto, Orías le enviaba a Houssay una descripción precisa del nuevo instituto.
“Me han hecho ver que el portentoso desarrollo de la Medicina y de la investigación en sus ramas fundamentales no ha surgido en los Estados Unidos por generación espontánea y que el apoyo de los filántropos tampoco vino como un maná celestial; que todo eso se consiguió con esfuerzo, paciencia y sacrificios, luchando contra toda clase de dificultades y también en un ambiente poco propicio. Quiere decir que nuestra situación no es desesperada y que podemos confiar en que nuestros afanes algún día fructificarán” (Orías,
El 29 de marzo fue realizada la inauguración pública del Instituto de Investigación Médica para la Promoción de la Medicina Científica. Houssay había asistido al acto de inauguración acompañado de un científico de origen sueco, Ulf von Euler, profesor de fisiología en el Instituto Karolinska de Estocolmo, hijo de un premio Nobel de química y él mismo futuro premio Nobel en fisiología o medicina en 1970, que realizaba una estadía de investigación en el IByME desde el año anterior. En su discurso, Houssay sostuvo que “las investigaciones científicas fundamentales se desarrollan en institutos universitarios, industriales o privados, siendo estos últimos los que tienen múltiples ventajas y obtienen los mejores resultados por la libertad con que se trabaja y por la falta de toda traba burocrática” (
Los acontecimientos se aceleraban. Leloir había retornado de los Estados Unidos, donde había estado trabajando en los laboratorios de los esposos Cori, en la Universidad de Washington (Saint Louis, 1944) y con un ex becario norteamericano, D. F. Green, y en el Enzyme Research Laboratory, College of Physicians and Surgeons en la Universidad de Columbia (New York, 1944-1945). Al comienzo se instaló en el Instituto de Fisiología de la UBA. Sin embargo, al poco tiempo de su regreso se había producido la jubilación forzada de Houssay, obligando a Leloir y sus colaboradores a mudarse al IByME. La precariedad de la situación los había impulsado a trabajar en la creación de un nuevo instituto para albergar al grupo de Leloir. Durante los últimos meses de 1946, Houssay se había reunido con el industrial textil Jaime Campomar, que ofreció el apoyo económico necesario para crear el nuevo instituto. El contacto había sido establecido por el bioquímico Carlos E. Cardini, cuñado de Campomar, que luego se incorporó al IByME a trabajar con Leloir a comienzos de 1947. En esta compleja circunstancia, a pocos meses de haberse inaugurado el instituto de Orías y mientras se avanzaba en la creación de un tercer instituto para el grupo de Leloir, en octubre llegó la noticia de Estocolmo de que Houssay había recibido el premio Nobel de fisiología y medicina.
Con diferente énfasis, los diarios cubrieron el evento. Así, por ejemplo, el diario
El 3 de noviembre de 1947 fue inaugurado el Instituto de Investigaciones Bioquímicas Fundación Campomar como entidad civil sin fines de lucro. Bajo la dirección de Leloir, el instituto inició sus actividades en una casa del barrio de Palermo de Buenos Aires, a la vuelta de la esquina de donde funcionaba el IByME dirigido por Houssay. Los testimonios concuerdan en describir tanto al IByME como al nuevo instituto a cargo de Leloir como lugares precarios para la investigación.
La “Fundación Campomar” dispuso inicialmente para su funcionamiento de una contribución anual de 100.000 pesos (equivalentes a 25.000 dólares de la época), con los que se instaló el laboratorio, se adquirió el equipamiento y se pagaron los sueldos. No fueron ajenos a estos logros los vínculos de Houssay con la Rockefeller Foundation. El instituto de Leloir iba a recibir 1600 dólares de esta fundación en 1950 y 6000 dólares en 1951 para la adquisición de material de laboratorio y equipamiento. También significó un beneficio considerable que el gobierno liberara de impuestos la introducción de materiales donados desde el exterior (Instituto de Investigaciones Bioquímicas,
Simultáneamente a la creación del instituto de Leloir, se iniciaron gestiones para impulsar la creación de un cuarto instituto en la ciudad de Rosario. Con esta finalidad, en abril de 1948 fue creada la Asociación Rosarina para el Fomento de la Investigación Científica (ARFIC), bajo la presidencia del médico David Staffieri, fisiólogo que había sido, desde 1940, decano de la Facultad de Medicina de la UNL y, desde 1945, vicerrector. Sin embargo, en marzo de 1946, el gobierno
De esta forma, a finales de 1948, Houssay y sus colaboradores más cercanos, no solo habían logrado crear cuatro institutos privados de investigación en las tres ciudades más importantes del país y de esta forma reconstruir una nueva versión del “trípode institucional” desbaratado con el golpe de junio de 1943, sino que además contaban ahora con una AAPC consolidada en sus capacidades —presidida hasta el año siguiente por el propio Houssay—, con la revista mensual
Desde los inicios de la primera presidencia de Juan Perón, la actividad científica apareció en el discurso oficial como subsidiaria del desarrollo técnico e industrial. Su representación de la actividad científica, enmarcada en las ideologías desarrollistas dominantes desde la posguerra en muchos países no industrializados, era coherente con la aspiración de profundizar el incipiente proceso de industrialización desde una orientación centralizadora y planificadora de la economía. En términos retóricos, la ciencia y la técnica debían trasformarse en “instrumentos de la felicidad del Pueblo y de la grandeza de la Nación, contribuyendo asimismo al progreso universal” (Presidencia de la Nación,
La profundidad de la falla política e ideológica que separaba al gobierno de los científicos reunidos en la AAPC y cercanos a Houssay se puso de manifiesto en lo que podría calificarse como un
En este escenario escindido por el enfrentamiento de dos representaciones divergentes que combatían por la legitimidad de la producción científica y por la definición de su función social, Houssay difundió en el exterior una valoración negativa de los emprendimientos oficiales relativos al área de las ciencias biomédicas, asoció las iniciativas del gobierno a lo que ocurría en los estados totalitarios y caracterizó al propio Perón con atributos como “coronel mitómano” o “nazi”.
“En los últimos años, el Ministerio de Salud Pública ha creado muchos nuevos institutos de diferentes clases, que ahora alcanzan a 40 direcciones y 34 institutos. Algunos de ellos tienen denominaciones inusuales tales como Instituto Pro-vida, Instituto de la Población, Instituto de Clínica Tecnológica, etc” (Houssay,
Como parte del intercambio epistolar periódico que mantuvo con Morris Fishbein —editor del
“[...] la única organización médica verdadera de nuestro país es la Asociación Médica Argentina, de la cual ustedes reciben la revista. Es importante para la American Medical Association estar familiarizados con esta asociación y no con organizaciones formadas por razones políticas” (Houssay,
También la revista
Frente a estas manifestaciones de oposición, el gobierno, a medida que fue articulando una representación del campo científico más elaborada que reforzaba sus objetivos políticos, fue construyendo una posición de “outsiders” para los científicos opositores. En las palabras del propio Perón:
“[...] el progreso científico podrá darnos máquinas más eficaces y seguras; alimentos más sanos, nutritivos y económicos; casas más higiénicas, cómodas y asequibles. Podrá encontrar los medios de conservar la salud, de preservarnos de las enfermedades y curarnos mejor; podrá poner a nuestro alcance, generalizándolos, medios más eficaces para distracción del alma y preparación de nuestras energías físicas y morales” (citado en:
En este contexto, se respondía a los científicos que no se comprometían con este proyecto y, como corolario, se concluía la necesidad del acceso de los hijos de la clase trabajadora al mundo de la ciencia y de la técnica:
“La revolución justicialista, al arrebatar el monopolio del patrimonio científico de las manos rapaces de un reducido grupo social, inyecta nueva vida y nueva sangre a la actividad científica aspirando —mediante el acceso de los hijos de obreros a la enseñanza superior— a la renovación constante y fecunda de los cuadros de investigadores y técnicos” (citado en:
También el Segundo Plan Quinquenal, puesto en marcha en 1953, se refería a “la resistencia de tantos seudoinvestigadores técnicos y científicos, firmantes de tantos manifiestos políticos en nombre de la ciencia” y al sector de científicos que “prefirió seguir al servicio del imperialismo” (Presidencia de la Nación,
Para 1954, la activa oposición de Houssay al gobierno de Perón se había vuelto más frontal. El 26 de octubre, en la conferencia leída por Houssay en el Simposio “Responsible Freedom in the Americas”, que tuvo lugar en la Universidad de Columbia para conmemorar su segundo centenario de existencia, Houssay desarrolló lo que puede ser su expresión epistemológica, académica y política más clara e integrada de la que haya quedado testimonio. Houssay argumentaba: “Los principales factores del lento desarrollo de la ciencia en América Latina pueden agruparse en: 1º) ignorancia; 2º) vanidad; 3º) defectos técnicos; 4º) defectos intelectuales; 5º) defectos morales; 6º) fallas de carácter y personalidad”. También presentaba allí su representación del proceso de producción de conocimiento en tres etapas. “Primero, un investigador aislado e independiente hace un descubrimiento importante, por una inspiración individual y original, que solo nace en un ambiente de libertad y respeto a la ciencia”. Luego “se desarrollo, perfecciona y amplía el descubrimiento por obra de numerosas investigaciones especializadas”. Y finalmente, “se coordina la producción industrial y su aplicación social”. Esta construcción, que hoy asociaríamos al llamado “modelo lineal”, le permitía concluir: “Sin investigación científica fundamental (o pura), una Universidad o un país están condenados a la inferioridad. Prohibirla es una especie de suicidio nacional” (Houssay, (
En cuanto a los valores y criterios que justificaban las agendas de investigación, Houssay adoptaba una visión internacionalista sin matices, que vinculaba la actividad científica a los valores éticos y democráticos que desde una perspectiva liberal aparecían como los más elevados. En síntesis, la ciencia “es un producto de la colaboración internacional”, “un factor de cultura” y “condición de libertad”. Como contraposición, sostenía Houssay, existe una posición extrema que “lleva a considerar que a los hombres de ciencia no puede dárseles la libertad de elegir el objeto de sus investigaciones; éstas deben ser dirigidas y planificadas”. Y concluía: “Así, S. I. Vavilov ha dicho que ‘los días de la llamada ciencia pura han terminado para siempre en el país de los Soviets’, expresión que ha sido imitada por algunos gobernantes sudamericanos” (Houssay, (
En septiembre de 1955 un golpe de Estado ponía fin a poco más de nueve años de democracia y Perón partía al exilio. El editorial de
Con la expulsión de Perón, Houssay fue reincorporado como director del Instituto de Fisiología de la UBA. Sin embargo, en 1956 renunció a este cargo para dedicarse exclusivamente al IByME. Si bien Lewis había dejado su instituto en 1954 como consecuencia de habérsele diagnosticado la enfermedad de Parkinson y Orías había fallecido inesperadamente a comienzos de junio del año siguiente, los cuatro institutos privados del grupo de Houssay durante los años siguientes se integraron, por diversos caminos, al complejo público de investigación.
La DNICyT creada durante el gobierno de Perón fue intervenida. Luego de un proceso de consulta, que incluyó una encuesta a científicos y profesores universitarios sobre las necesidades del sistema científico, el vicepresidente
En términos generales, el enfrentamiento entre el grupo de Houssay y el gobierno de Perón puede concebirse como una “proyección periférica” de la disputa que, en el escenario mayor de los países industrializados y la guerra fría, tuvieron manifestaciones tales como la confrontación de las posiciones de Michael Polanyi y John Bernal o, más concretamente en el caso particular de los Estados Unidos, en el enfrentamiento durante la segunda mitad de los años cuarenta de los proyectos de Vannevar Bush y del senador demócrata Harley Kilgore. Mientras que Bush, a través de su célebre informe
Cuando en los países avanzados se desplegaba esta orientación decidida hacia el empleo de la ciencia y la tecnología como motores de desarrollo económico y militar, la ausencia de políticas públicas para este sector durante el gobierno de facto que había derrocado a Perón, a fines de los años cincuenta, allanó el camino para que el grupo de científicos reunidos alrededor de Houssay imprimiera al CONICET y a buena parte de las actividades de investigación en las universidades la impronta de la libertad de investigación, la autorregulación de la actividad científica —aunque ahora combinada con el financiamiento del Estado— y la ciencia básica como el objetivo fundamental. Es así como el enfrentamiento peronismo-antiperonismo también instaló una profunda falla entre la ciencia académica y el impulso de otras áreas de investigación y desarrollo, como, por ejemplo, el sector nuclear. Iniciado durante el gobierno de Perón, después de su derrocamiento el área nuclear logró preservar la ideología que estuvo en sus orígenes, definida por la búsqueda de la autonomía tecnológica —entendida como la capacidad del país para alcanzar objetivos tecnológicos sin interferencias o restricciones externas— y el impulso del proceso de industrialización y del liderazgo científico-tecnológico regional, por momentos conceptualizado como parte del proyecto de integración regional, por momentos desde los intereses comerciales proyectados sobre la potencialidad de un mercado nuclear regional. Este proyecto, que dio preeminencia a la tecnología y que tuvo como enclave institucional a la Comisión Nacional de Energía Atómica, era inconciliable con la ideología institucional del grupo de científicos que lideró el CONICET.
Esta dualidad de representaciones iba a persistir en las décadas siguientes y su manifestación más evidente iba a ser un proceso de institucionalización fragmentado. Por un lado, una ciencia académica capaz de lograr reconocimiento internacional, pero desconectada de las necesidades sociales y económicas. Por otro lado, instituciones creadas al margen del tándem universidades-CONICET, dedicadas al desarrollo de tecnologías para la industria, el agro, la energía atómica, las Fuerzas Armadas o los recursos naturales. Los intentos de comprender esta fragmentación desde fines de los años sesenta iban a mostrar sus profundos vínculos con los procesos de dependencia económica y cultural de América Latina.
AAPC: Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias
ARFIC: Asociación Rosarina para el Fomento de la Investigación Científica
CONICET: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
DNICyT: Dirección Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
IByME: Instituto de Biología y Medicina Experimental
AMBH: Museo Archivo Bernardo Houssay
UBA: Universidad de Buenos Aires
UNL: Universidad Nacional del Litoral
Los autores desean dedicar este trabajo a la memoria de Alfonso Buch.
A modo de ejemplo, puede verse: Houssay (
La Ley 12.338 fue sancionada por el Congreso el 21 de diciembre de 1936 y reglamentada por el Poder Ejecutivo un año más tarde.
Sobre orientación política del golpe de 1943, puede verse: Zanatta (
Un tratamiento exhaustivo de los vínculos de Houssay con la Fundación Rockefeller puede verse en: Cueto (
Puede verse también:
Entre 1935 y 1946 fueron concedidas 40 becas externas originadas en la Ley 12.338 (12 a médicos, 12 a ingenieros, 8 a químicos y bioquímicos), y entre 1937 y 1940 se distribuyeron 6 becas donadas por los Laboratorios Millet y Roux, todas a médicos. De las alrededor de 45 becas internas otorgadas entre 1933 y 1945, el 60% fueron otorgadas a médicos. En cuanto a subsidios, de 87 otorgados en el mismo período, un 30% fueron a médicos y otro 30% a químicos y bioquímicos. AAPC (
Sauberán falleció en 1938.
El padre del abogado era un médico francés radicado en Buenos Aires que había sido amigo cercano de Houssay. Un informe detallado sobre la “Donación Sauberán” original puede verse en: AAPC (
Una crónica familiar de los antepasados de Braun Menéndez puede verse en: Braun (
Luis F. Leloir había viajado ese mismo año a Estados Unidos, pero a su regreso se integraría al grupo.
En esta breve nota se comenta también el apoyo de la Rockefeller Foundation.
Al año 1946, el comité del Houssay Journal Fund había recibido 247 donaciones, que sumaban poco más de 1500 dólares, con lo que Houssay pudo pagar cinco años de suscripciones de 18 revistas (Houssay,
Los fondos se distribuían entre: gastos de alquiler, gastos generales, sueldos, comida para los animales, instrumental, drogas, construcciones y material de biblioteca (Houssay,
Un relato detallado de los episodios que convergen en el levantamiento popular del 17 de octubre de 1945, puede verse en: Rouquié (
También puede verse: Mangone y Warley (
A modo de ejemplo, puede citarse al ingeniero Augusto Durelli, a quien la AAPC le había otorgado en 1939 una beca para hacer estudios de perfeccionamiento en fotoelasticidad en el Massachusetts Institute of Technology. Para Durelli, el IByME era candidato a convertirse un día no muy lejano en una universidad como Harvard, Princeton u Oxford (Durelli,
Gaviola, al igual que otros físicos como Guido Beck, no eran miembros de la AAPC, si bien mantenían relaciones de colaboración con el grupo de Houssay.
Los firmantes de esta segunda parte eran el propio Gaviola, además de Ernesto Galloni, Juan Batana y Rodolfo Busch.
La UIA permaneció en esta situación hasta 1953, año en que fue disuelta, para volver a recobrar su personería jurídica luego del derrocamiento de Perón, a fines de 1955 (Schvarzer,
Con sede en Buenos Aires, el edificio había sido cedido por entonces director de los Cursos de Cultura Católica, Cgo. Luis M. Etcheverry Boneo (
Sobre la trayectoria de Orías, puede verse: Houssay (
Participaron de la reunión Severo Amuchástegui, Agustín Caeiro, Enrique Moisset de Espanés, Calixto Nuñez.
“Como locales contamos con 6 habitaciones de piso de mosaico, de aproximadamente 5 x 5 m., tres de ellas con pileta, agua corriente y murales de cemento armado recubiertas por mosaicos. Una de ellas se destinará a biblioteca otra a escritorio y las demás serán laboratorios. Hay además un garage para fotografía, dos patios amplios, un galpón con techos y pared en tres costados para perros y otro galponcito con cuatro paredes y techo donde instaremos el criadero de ratas. Todo esto además de baños cuarto para la casera y cocina” (Orías,
Puede verse:
Ver, por ejemplo: Carminatti (
Sobre desarrollismo, centralización y planificación del gobierno de Perón, puede verse: Berrotarán (
Si bien se trata de una temática escasamente abordada, para una visión panorámica sobre las instituciones científicas impulsadas durante el gobierno de Perón, puede verse: Hurtado y Busala (
Ver, por ejemplo: Houssay (
El Centro de Investigaciones Cardiológicas al que se refiere Houssay había sido inaugurado en 1944 en un edificio donado por la Fundación Virginio Grego y equipado con instrumental cedido por la Rockefeller Foundation. Ver: Taquini (
En inglés en el original. Smith fue editor de
Para un estudio detallado de esta publicación, puede verse: Hurtado y Feld (
Con referencia a la repercusión de la conferencia de Houssay, puede verse: Bracker (
Sobre el concepto de “semidemocracia”, ver: Cavarozzi (
Si bien el Instituto de Investigaciones Bioquímicas conservó su estatus jurídico de instituto privado, su futura articulación con otras instituciones centrales del complejo de ciencia y tecnología como el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA hablan de un alto grado de integración con el complejo público de ciencia. Detalles sobre este punto pueden verse en: Parodi (
Brooks explica: “El contrato social prometió la difusión de amplios beneficios a la sociedad y a la economía a cambio de acordar un inusual grado de autonomía intelectual y autogobierno interno por parte de los receptores del apoyo federal”. Es decir, una relación con el Estado que debía garantizar autonomía, financiamiento y las condiciones institucionales indispensables para las actividades de investigación básica que la revisión por pares decidiera como relevante. A cambio, los científicos realizarían sus investigaciones de manera honesta, asegurando resultados que tarde o temprano encontrarían aplicaciones en la industria, el agro, la medicina o la defensa (Brooks,
Sobre la creación del CONICET y sus primeros años de trayectoria, puede verse: Hurtado (
Dos obras representativas de este momento son Varsavsky (