AsclepioASCLEPIO. Revista de Historia de la Medicina y de la CienciaAsclepio0210-44661988-3102Consejo Superior de Investigaciones Científicasasclepio.2020.1810.3989/asclepio.2020.18ESTUDIOS / STUDIES“UN PERIÓDICO DE CONSIDERABLE INTERÉS” EN ESSEX Y “SOTTO-PANCIA” EN FLORENCIA. DOS PUBLICACIONES, PIONERAS Y OLVIDADAS, EDITADAS EN ESTABLECIMIENTOS PSIQUIÁTRICOS“A NEWSPAPER OF CONSIDERABLE INTEREST” IN ESSEX AND “SOTTO-PANCIA” IN FLORENCE. TWO PIONEERING AND FORGOTTEN PUBLICATIONS, EDITED BY PEOPLE IN PSYCHIATRIC INSTITUTIONSMartínez AzumendiÓscarRed de Salud Mental de Bizkaia. Osakidetzaoscarmartinez@telefonica.net
Resulta sorprendente que algunas publicaciones periódicas, editadas por personas con enfermedad mental en diversos entornos psiquiátricos, se remontan a hace casi dos siglos. Primero en las grandes instituciones psiquiátricas como parte integrante del tratamiento moral, para más recientemente dar el salto a otros entornos asistenciales y comunitarios, como son hospitales de día y comunidades terapéuticas. Sin embargo, a pesar de su dilatada historia y haber sobrevivido a las diferentes corrientes teóricas y asistenciales, siendo un fiel reflejo de sus postulados y métodos, llama la atención el poco caso e interés despertado en los ámbitos académicos en relación con su estudio y conservación, habiéndose perdido irremediablemente muchas de ellas para el futuro. El trabajo pretende rescatar del olvido dos de aquellos pioneros periódicos. Uno, “un periódico de considerable interés” en Essex (Inglaterra), que reclamaría para sí el honor de ser el primero de esas características en la historia, desplazando de esa posición a la Retreat Gazette de Connecticut (Estados Unidos). El segundo, el Sotto-Pancia, en Florencia, que precedió en el tiempo al Diario dell’ ospizio di San Benedetto promovido por Lombroso en Pesaro y considerado hasta ahora el primero en Italia.
It is surprising that some periodicals, edited by people with mental illness in various psychiatric settings, date back almost two centuries. First in large psychiatric institutions as an integral part of moral treatment, to make the leap more recently to other community settings, such as day hospitals and therapeutic communities. However, despite its long history and having survived the different theoretical and clinical models, being a faithful reflection of its postulates and methods, it is striking the little case and interest aroused in academic fields in relation to its study and conservation, having lost many of those publications for the future. The work aims to rescue from oblivion two of those pioneering periodicals. One, “a newspaper of considerable interest” in Essex (England), which would claim for itself the honour of being the first of these characteristics in history, displacing from that position the Retreat Gazette of Connecticut (United States). The second, the Sotto-Pancia, in Florence, which preceded to the Diario dell ‘ospizio di San Benedetto promoted by Lombroso in Pesaro, that was considered so far the first in Italy.
Publicaciones periódicasInstitución psiquiátricaEnfermedad mentalEscritura terapéuticaRevistas de pacientesPeriodical publicationsPsychiatric InstitutionMental illnessTherapeutic WritingPatient’s Magazinesxml-html-producerComposiciones RALI, S.A.Cómo citar este artículo / Citation: Martínez Azumendi, Óscar (2020) ““Un periódico de considerable interés” en Essex y “Sotto-Pancia” en Florencia. Dos publicaciones, pioneras y olvidadas, editadas en establecimientos psiquiátricos”, Asclepio, 72(2): p317. https://doi.org/10.3989/asclepio.2020.18INTRODUCCIÓN
En general, no se conoce suficientemente que algunos periódicos y revistas editadas por personas atendidas en entornos psiquiátricos aparecieron hace ya mucho tiempo, sorprendiendo cuando se explica que su historia se remonta a hace ya casi dos siglos.
Sin embargo, a pesar de su dilatada y rica historia, fiel reflejo temporal de los postulados teóricos y métodos asistenciales de cada época, llama la atención el escaso interés despertado en ámbitos académicos en relación con su estudio y conservación, habiéndose perdido muchas de ellas ya irremediablemente para el futuro.
Más allá de algunos contados trabajos realizados sobre ciertas publicaciones concretas, solo en contadas ocasiones ha habido quien se ha ocupado de realizar un inventario de las publicaciones existentes y sus características en un determinado momento en su país e intentarlo tímidamente más allá de sus fronteras (Benoiston, 1952), o se ha preocupado de preservarlas, como el más reciente proyecto italiano para recoger y conservar este tipo de publicaciones en la biblioteca de Roma (Zaccardi, 2016).
Sin embargo, aun reconociendo las limitaciones de este tipo de textos, derivadas tanto de la censura que sin duda se ejerció, y se ejerce, sobre su publicación, así como el sesgo de deseabilidad social frente a la institución, exigida por esta directamente o autoimpuesta por los propios autores, las más modernas corrientes historiográficas han empezado a considerarlas como una importante fuente de recursos para reconstruir la historia desde el punto de vista de sus principales protagonistas, los pacientes. En definitiva, una importante fuente de estudio para el conocimiento de ciertos aspectos, más o menos objetivos, relacionados con la cotidianeidad institucional de la locura, así como para la reflexión en base a las diferentes narrativas de sus experiencias. Esto último no tanto como reflejo de la psicopatología de sus autores, si no de sus vivencias subjetivas y mundo interno y relacional dentro de la institución. Una perspectiva que adquiere finalmente su máxima relevancia para los denominados mad studies, interesados en la profundización en torno a las subjetividades contrapuestas a la psiquiatría institucional (Huertas, 2019).
Con esa perspectiva presente, y tras una breve contextualización del desarrollo histórico de las publicaciones de personas en diferentes entornos psiquiátricos, el objetivo de este trabajo será dar a conocer dos publicaciones no reconocidas históricamente hasta este momento. La primera, en Inglaterra, anterior incluso a la que se considera la primera revista de este tipo y que vio la luz en Estados Unidos. La segunda, algo posterior, cuya edición es anterior a la promovida por Lombroso en Pesaro, que es la reconocida hasta ahora como la primera de Italia.
BREVE CONTEXTUALIZACIÓN HISTÓRICA DE LAS REVISTAS EDITADAS EN ESTABLECIMIENTOS PSIQUIÁTRICOS
Su más que centenaria existencia tomó vida primero en las grandes instituciones psiquiátricas como parte integrante del tratamiento moral. A partir de aquellas pioneras experiencias, iniciadas durante la primera mitad del S. XIX, este tipo de publicaciones psiquiátricas se extendieron con rapidez, principalmente en Estados Unidos, Escocia e Inglaterra, para pasar seguidamente al continente europeo, desarrollándose con profusión para, más recientemente, dar el salto a otros entornos asistenciales y comunitarios, como son hospitales de día y comunidades terapéuticas.
A lo largo de todo este tiempo, se puede observar su camaleónica adaptación, no solo a las diferentes tecnologías existentes en cada momento, desde la imprenta y linotipia, hasta la edición digital a través de Internet, pasando por las fotocopiadoras e impresoras, en blanco y negro y luego color, sino también a las diferentes corrientes teóricas y modas asistenciales imperantes en cada época (Martínez Azumendi, 2016, 2018), con desarrollos especialmente interesantes como el promovido por el movimiento de psicoterapia institucional que hizo de los periódicos y diarios internos piedra angular del tratamiento colectivo (Martínez Azumendi, 2019).
Si en un primer momento, estas publicaciones remedaron los formatos del resto de periódicos, boletines y revistas tradicionales, más recientemente dan paso a fanzines y blogs, primero en el contexto del mismo encuadre asistencial, como parte del propio proceso terapéutico, para en los últimos años distanciarse de este y adoptar una postura más crítica, incluso beligerante, frente a la psiquiatría. En ese proceso evolutivo, son también utilizadas como vehículo narrativo y de superación personal, como ocurre con los más modernos “perzines” o fanzines de carácter personal y limitada distribución.
Tras aparecer los primeros estudios académicos sobre su desarrollo (American Journal of Insanity, 1845; Andrews, 1876), también captaron la atención de los medios, siendo presentadas ante el público general como “lunatic literature” (Raymond-Barker, 1885), “crazy journalism” (The Hutchinson News, 1899) o “freak journals” (The Ashburton Guardian, 1921). No pudiendo extendernos mucho más en todo ello, simplemente apuntar que, en España, hemos de reseñar que la primera de ellas fue La Razón de la Sin Razón, promovida en 1865 por Antonio Pujadas (1812-1881), director del “Instituto manicómico de San Baudilio de Llobregat” de Barcelona (Martínez Azumendi, 2015). En las tablas 1 y 2 se sintetizan de manera esquemática las principales características de estas publicaciones según el momento histórico al que nos remontemos, incluyendo como ejemplo algunos títulos, unos de muy efímera existencia y otros persistiendo incluso por décadas.
Evolución conceptual de revistas y otras publicaciones periódicas realizadas por pacientes psiquiátricos. Clasificación esquemática simplificada. (Ampliado de Martínez Azumendi, 2016)
Ejemplos de publicaciones periódicas realizadas por pacientes psiquiátricos. Algunas otras revistas latinoamericanas no incluidas arriba: Ecos de Las Mercedes, Sustancia (Argentina, 1905, 1982); El Caribe, Nanacinder, Sale el sol, Guillermito, Momento Narrativo (Venezuela, 1950, 1954, 1998, 1999, 2003). La inclusión en una u otra columna no excluye otras características del resto. (Ampliado de Martínez Azumendi, 2016).
“UN PERIÓDICO DE CONSIDERABLE INTERÉS” EN ESSEX3.1. ¿Algo nuevo bajo el sol?
Hasta ahora, el honor de ser la primera publicación realizada por pacientes psiquiátricos en una institución mental se le reconoce a la Retreat Gazette, que vio por primera vez la luz en agosto de 1837 en el Hartford Retreat for the Insane de Connecticut, Estados Unidos (De Young, 2015). De forma sorprendente, incluso varios años antes que el American Journal of Insanity, precursor del actual American Journal of Psychiatry, la primera revista psiquiátrica en lengua inglesa nacida siete años después en 1844 (Shepherd, 1992).
Aunque actualmente podamos encuadrar dicha publicación dentro de los postulados del tratamiento moral (Clouette & Deslandes, 1997), que por aquellos años aparecía como alternativa a las terribles condiciones asistenciales, deshumanización y nihilismo terapéutico existente, no fue precisamente esa su inspiración. En este caso, su publicación fue secundaria a las más mundanas necesidades económicas de su promotor, Barbour Badger, un paciente allí ingresado y que, no sin cierto matiz comercial acompañante al meramente histórico, en el editorial del primer número de su Gazette glosaba su aparición de esta irónica manera: “En cualquier caso, creemos que hemos producido algo “nuevo bajo el sol”. Porque, aunque hay muchos periódicos lo suficientemente locos, sin embargo y en conciencia, no conocemos ninguno que se reconozca como tal” (Badger, 1837).
Pero ¿era realmente esa publicación algo nuevo bajo el sol? Es posible que no, al menos si hacemos caso de algunos indicios que se han pasado por alto hasta ahora que apuntan a la existencia previa de un periódico de similares características. Un semanario editado al menos uno o dos años antes que la Retreat Gazette y, lo que puede ser también más importante a la hora de reclamar paternidades históricas, alumbrado a este otro lado del Atlántico, en el High Beach Asylum de Essex (Inglaterra), dirigido en este caso por su superintendente Matthew Allen.
3.2. Matthew Allen y el High Beech Asylum.
Matthew Allen (1783-1845) fue una controvertida persona, menor de 10 hermanos nacidos en Yorkshire del Norte. Su padre fue el Rev. James Allen, de quien tomó prestados muchos de sus sermones durante parte de su vida como predicador. Con 16 años fue reclamado por su hermano mayor, Oswald, apotecario del dispensario de York, que le socorrió económicamente y ayudó en momentos complicados a lo largo de su vida, siendo ya entonces evidente su carácter particular. Durante años no pudo mantener trabajos estables, viviendo con la ayuda de su hermano, al parecer llegando a descuidar a su propia familia e incluso enfrentando diversas demandas por cuestiones económicas que le llevaron a la cárcel en varias ocasiones.
A los 36 años, de nuevo con el apoyo de Oswald, accedió al puesto de apotecario en el manicomio de York, consiguiendo poco tiempo después el grado de Doctor en Medicina. Tras su salida de York en 1824 por motivos poco claros, se ocupó un tiempo conferenciando sobre frenología, para luego marchar al sureste de Inglaterra, a Epping Forest (Essex), donde en 1825 abrió una residencia psiquiátrica. Realmente la residencia, High Beech Asylum, estaba compuesta por tres casas separadas (Fairmead, Springfield y Leopard’s o Leppit’s Hill) (imagen 1), entre las que desplazaba a los pacientes ingresados dependiendo de su sexo y estado psicopatológico, base de un “sistema de clasificación” que proponía como estimulante para la mejoría clínica y que desarrolló en su libro Essay on the Classification of the Insane (Allen, 1837). Una obra que hay quien considera iniciaba exagerando, sino falseando, sus propios méritos como alienista en York, donde realmente había trabajado como boticario (Barnet, 1965), aunque también hay autores que le disculpan este extremo explicando de diferente manera esta y otras aparentes inexactitudes biográficas (Faithfull, 2001). En cualquier caso, lo que sí pudo importar desde York fueron las ideas caritativas y humanitarias promovidas por el movimiento
cuáquero, especialmente las relacionadas con los enfermos mentales desarrolladas por William Tuke (1732-1822) en el York Retreat (Charland, 2007; Stanley, 2010).
Vista de Fair Mead House y Leopard’s Hill Lodge en 1829. Detalle del plano de las instalaciones. (Essex Record Office, Q/Alp 3/2).
En High Beech estuvo ingresado, por mediación del editor de Allen, el gran poeta John Clare (The Northamptonshire Peasant Poet). Así como allí, otro gran poeta, Alfred Tennyson, perdió su fortuna y salud mental al haber confiado en un especulativo proyecto promovido por el propio Allen, el “Pyroglyph”, dirigido a la producción de muebles tallados en madera mediante un sistema mecánico de vapor (Cox, 1994; Robertson, 1842).
Sea cual fuera la exactitud de los hechos que se le atribuyen en sus diversas biografías, es evidente que Allen fue una persona idealista, incluso entusiasta visionario, embarcado en múltiples proyectos entre los que impulsar una publicación periódica en su institución no debiera sorprendernos, así como se encuadra perfectamente en sus postulados de tratamiento (imagen 2).
Detalle de manuscrito de Matthew Allen (1829), explicando parte de su sistema de separación y algunos de los entretenimientos existentes en sus instalaciones de Fair Mead y Leopard Hill Lodge. (Essex Record Office, Q/Alp 3/1).
Aunque desconocemos el título de su cabecera, el mismo Matthew Allen dejó constancia de la existencia de tal periódico en su libro anteriormente citado, donde escribía: “Durante algunos meses publicamos un periódico semanal de considerable interés”. Para seguidamente, como testimonio de la importancia que se daba a la escritura en su institución, añadir: “Tampoco es desdeñable señalar, que algunos artículos de muy alto nivel en nuestros críticos Diarios han sido escritos en este lugar; todo lo cual le da más un aire de disfrute social y comodidad, que la frialdad y repulsión usualmente asociadas a la pérdida de la libertad, y conforma entre nosotros un pequeño mundo de interés, más adecuado, creo, al estado de los habitantes que lo que el mundo real podría ser para ellos” (Allen, 1837, p. 34-5).
Si bien no dejó constancia alguna del nombre de la publicación, ni tenemos referencia a ninguna otra circunstancia relativa a la misma, sí podemos aventurar sin mayor riesgo de equivocación, que el semanario existió meses, sino años, antes que la anteriormente referida Retreat Gazette americana, nacida en agosto de 1837. Y esto tuvo que ser así si tenemos en cuenta la existencia de una crítica al libro de Allen fechada el mes de septiembre de ese mismo año de 1837 en un semanario británico (The Spectator, 1837), fecha para cuando la obra podemos suponer estaría ya impresa y en la calle. De igual forma, podemos conjeturar que, previamente, entre que la obra se escribió, luego se compuso y finalmente se imprimió tuvieron que pasar varios meses, sino años. Es decir que, si la referencia al “periódico semanal de considerable interés”, que fue publicado durante varios meses, se hace en un texto que vio la luz antes de septiembre de 1837, no resulta difícil apostar que dicho periódico se publicó al menos durante 1836, si no antes. Sin noticias de dicho periódico de otras fuentes, Allen tampoco hace referencia al mismo en otros textos previos (Allen, 1831, 1833), ni tampoco en el manuscrito inédito que se conserva en el Archivo del Condado de Essex donde explica el funcionamiento de alguna de sus casas (Allen, 1829).
Habiendo ingresado John Clare en la institución de Allen en junio del mismo año que se publicó el libro (Bate, 2004), no queda constancia de la existencia del periódico en esas fechas, lo que hubiera sido un medio ideal donde hubiera podido colaborar con sus poemas y de forma indirecta perpetuar la memoria del periódico para el futuro. Por otra parte, si tenemos en cuenta que Clare ingresó por mediación de John Taylor, el editor de Allen que habría estado en contacto con él ya previamente por el libro, añadimos un dato más a favor de que el semanario británico precedió en el tiempo al americano.
Finalmente, aquel semanario quedó relegado al olvido, salvo en ocasiones concretas en que el libro de Allen fue citado con otros fines. Así lo hizo John Minson Galt II (1819-1862), pionero de la biblioterapia en Norteamérica (Weimerskirch, 1965), cuando cita, casi literalmente, el párrafo referido al periódico semanal (Galt, 1846), pero aparentemente sin caer en la cuenta de su novedad asistencial ni relevancia histórica.
IL SOTTO-PANZIA. ÓRGANO SEMANAL DEL REGIO MANICOMIO DE BONIFAZIOGiornales, diarios y Gazzettas en los manicomios italianos.
Dando un pequeño salto en el tiempo, en Italia se reconoce a Lombroso el haber impulsado en 1872 el Diario dell’ ospizio di San Benedetto in Pesaro, al que se refirió también como “Giornale dei pazzi” o “Giornale manicomiale”, con ocasión de su intento de reorganización y mejora de la institución según los principios del tratamiento moral y terapéuticas ambientales. Esta publicación inspiró seguidamente otra multiplicidad de boletines similares en diversos manicomios italianos. Sin embargo, con cierta rapidez los textos de los pacientes fueron cediendo su espacio a breves anotaciones utilizadas para dar noticia del grueso de asilados a sus familiares, para lo que se enviaban copias a las autoridades civiles o eclesiásticas de su lugar de origen, a la vez que se buscaba el anonimato con un sistema de códigos de iniciales y número de cama, mediante lo que sus allegados lejanos pudieran identificarles. Pasando así estos boletines a cumplir una función meramente informativa o divulgativa sobre los asilados y la institución, más que expresiva y narrativa de sus capacidades e intereses.
El propio Lombroso, así como su hija y biógrafa Gina, quien siguió desarrollando las teorías de la degeneración con aportaciones propias a la escuela positivista italiana (Peset, 2001), consideraban que el Diario dell’ ospizio di San Benedetto in Pesaro fue la primera publicación de su tipo en Italia, “al estilo de las que ya existían en Inglaterra y Alemania” (Lombroso, 1888; Lombroso-Ferraro, 1915), una convicción equivocada que ha subsistido hasta la actualidad (Vecchiarelli, 2017) reconociendo a Lombroso el honor de haber impulsado la primera publicación de este tipo en Italia. Sin embargo, hemos de señalar la existencia de una previa en aquellas tierras. El semanario Il Sotto-Pancia, manuscrito e ilustrado, ya en 1871 (existe referencia expresa a un número publicado en junio de ese año), en el manicomio de Bonifazio en Florencia, siendo Francesco Bini su director en aquel momento.
Desconociendo si en algún lugar se conserva algún ejemplar, ni tampoco el número exacto de su tirada, podemos asegurar su existencia gracias a un interesante artículo publicado bastantes años después, en el suplemento mensual del Corriere della Sera de mayo de 1913, por un periodista que conservaba entonces una colección de ejemplares. Con el explícito título de “Un giornale in un manicomio”, el articulista muestra su sorpresa ante su mera existencia, asegurando ser “digna, no solamente de la curiosidad de los profanos, si no del atento examen de los frenólogos, incluyendo páginas en las que chispas de genialidad y lúcidos retazos de erudición, o al menos de importante cultura, se apagan lastimosamente en las tristes brumas de la demencia” (Sbragia, 1913, p. 469).
¿Fue el español Leonardo Sánchez Deus el Sotto-Pancia del Bonifazio?
Por ese breve artículo, conocemos también el importante papel que el español Leonardo Sánchez Deus tuvo en la existencia del Sotto-Pancia. Leonardo Sánchez fue una figura controvertida, que Manuel Murguía (1833-1923), impulsor del Rexurdimento gallego, recogió en su libro Los Precursores junto otras figuras relevantes de la vida cultural gallega (Murguía, 1885), aunque en su caso no parece que su contribución personal tuviera una especial relevancia en la reivindicación de Galicia (Alonso Montero, 2000, p. 60). En uno de los capítulos del libro de Murguía se esboza una resumida biografía de Sánchez Deus (Santiago de Compostela, 1835 – Florencia, 1872), si bien su figura no ha sido investigada en profundidad. De origen modesto, tras iniciar estudios de derecho que luego abandonó, se dedicó a dar clases de latín, acompañándose de una importante actividad cultural y política. En 1856 se instaló en Madrid acercándose al Partido Progresista para, en 1859, trasladarse a Italia con la Legión Ibérica de Sixto Cámara en apoyo de los revolucionarios garibaldinos. Ascendiendo militarmente y llegando a tener una muy cercana relación con Garibaldi, quien dio diversas muestras de afecto por él (Pascual Sastre, 1994),
participó en algunos episodios históricos como la “Expedición de los Mil” a Sicilia y luego Nápoles, siendo detenido en 1862 tras la derrota en Aspromonte. Posteriormente amnistiado, retornó puntualmente a España en 1863 y 1864 (Pascual Sastre, 2001, pp. 415 y 418), cuando ya empezó a dar muestras de cierto desequilibrio psíquico. Una inestabilidad que cristalizó tras el viaje que hizo a final de marzo de 1864 acompañando a Garibaldi a Inglaterra, cuando Leonardo Sánchez desembarcó en Gibraltar con la idea de desplazarse a Madrid y Zaragoza. Etapas que al parecer no llegó a realizar, intentando suicidarse pocos días después clavándose un puñal en el pecho en el campanario de la catedral de Córdoba (La Época, 1864).
Tras reponerse de las heridas en su Galicia natal durante un breve periodo de tiempo, regresó a Italia, donde poco después, en enero de 1865, ingresó en el manicomio de Florencia. Así consta en la carta que, en enero de 1870, se dirige a la legación española en esa ciudad solicitando el auxilio económico para su repatriación dada su aparente mejoría (De Paula Montemar, 1870). Sin embargo, la vuelta a España nunca llegó a realizarse, falleciendo en aquellas tierras, si bien hay quien apunta que lo hizo en el manicomio de Génova, fruto seguramente del desconocimiento relativo de su biografía: “Morreu nun manicomio de Xénova sen que ninguén, nestes 130 anos, se teña ocupado da súa biografía, romántica e interesante onde as haxa” (Alonso Montero, 2000, p. 60).
De la enfermedad que motivó su hospitalización psiquiátrica poco sabemos, aunque su personalidad tuvo que ser cuando menos peculiar. Si tenemos en cuenta un informe que la prefectura de policía florentina realizó a requerimiento del Ministerio de Interior italiano, donde de forma quizás un tanto hiperbólica se decía: “Desde que era un niño, se convirtió en un monstruo de lujuria desde su más tierna infancia. - La historia de sus conquistas sensuales presentaría lo extraño y lo increíble, si no tuviéramos en su persona la prueba de su depravación, ya que por tal abuso de concupiscencia debilitó su vista hasta la desesperación absoluta de su recuperación. - Es un monstruo original, nunca come pan y carne” (Pascual Sastre, 2001, p. 410). Con 1,35 m. de estatura, siempre con anteojos y de seda verde, según el informe policial, desde luego no tuvo que pasar desapercibido. La descripción la amplía Murguía cuando escribe: “Era Deus de más que baja estatura, rehecho y de miembros acerados, resuelto y vivo, enérgico y sin temor, pero de rostro y aspecto mezquino” (Murguía, 1885, p. 81).
En la noticia periodística de su intento suicida se explicita que “se calcula que padece rasgos de demencia” (La Época, 1864), aunque esta valoración bien pudiera deberse en un primer momento a lo aparentemente bizarro de su discurso, que podemos imaginar sería la primera impresión que pudo dar derivada de lo sucedido y su discurso acompañante. Tal vez relatando batallas y relaciones con Garibaldi y otros personajes ilustres de la época, en una ciudad en la que era un extraño, quizás todo ello también acompañado de los temores que luego explicaría él mismo por carta, desde Oporto a Giuseppe Dolfi en Florencia, motivados en un encuentro con la policía y sentirse perseguido de muerte (Pascual Sastre, 2001, p. 421).
Si tenemos en cuenta el libro de Murguía, no sin ciertas dudas en cuanto a su nivel real de información, tras el episodio de autoapuñalamiento parece reconocerse una fase claramente depresiva: “…dentro de sí llevaba ya el mal que debía devorarle. Creció su tristeza, selláronse sus labios, su rostro tomó desde entonces la severidad inalterable de la muerte…” (Murguía, 1885, pp. 89-94), clínica que, junto a otras referencias a ciertas convicciones de grandeza en otros momentos de su vida, quizás apuntarían a una patología de tipo afectivo bipolar.
Volviendo de nuevo al artículo en La Lettura, el gallego es presentado como de “Campostelano Paese (Spagna)”, dedicándosele varias líneas narrando sus vicisitudes y logros bélicos en España e Italia, además de apuntarse sus otras aportaciones y papel relevante en el periódico. Así, es mencionado como el encargado de los aspectos político-literarios y notas biográficas de importante valor histórico, además de reconocerle “fluidez de estilo (considerando que es un español que escribe en italiano asombra la lucidez con la cual, casi siempre, son recordados nombres, fechas, episodios históricos)” (Sbragia, 1913, p. 469). Una cualidad que sin embargo no reconocía Murguía, quien opinaba: “…no siendo nuestro amigo un escritor, ni una palabra elocuente, ni una gran inteligencia, ni otra cosa que una voluntad que tomaba por algo real los impulsos de una fuerza sin empleo…” (Murguía, 1885, p. 80).
En cualquier caso, su producción literaria en el Sotto-Pancia hubo de ser muy prolífica, ocupándose de los argumentos más dispares y, tal y como lo valora Sbragia “no hay página, se puede decir, sobre la cual este pobre desequilibrado no haya dejado huella de su simpática actividad”. Así parece abordó una diversidad de temas, desde los políticos y crónicas históricas, hasta el teatro, sobre lo que escribe en extenso, llegando a proponer un “Proyecto para la erección de un teatro en alguna estancia sobrante”. Muy posiblemente inspirado por una breve experiencia que tuvo como editor en Madrid de una revista teatral, El Teatro Español, de la que se publicaron 12 números entre febrero y abril de 1859, mes en que se interrumpe la publicación con la intención de retomarla en septiembre de ese año, algo que no sucedió debido a su marcha a Italia (Gómez Rea, 1995). También parece que, de vez en cuando, no desdeñó “alguna leve mención a sus pasioncillas eróticas”, pasiones que no debieron ser menores si hacemos caso a la descripción que hemos visto hizo de él la policía.
Otros autores colaboradores del diario manicomial
Pero, además de Leonardo Sánchez, también hubo otros autores que contribuyeron en el Sotto-Pancia. Entre ellos parece destacaron algunos, como Egisto Nardini, clérigo erudito y poeta quien, como tantos otros y a decir del articulista, evocaba en sus escritos “el pasado con angustioso lamento y nostálgico deseo de libertad, de alegrías, de honores, y reprimidos gritos de rebelión y resignado abandono de todo bienestar”. Algunos de los sugerentes títulos de sus trabajos fueron: “Dios y Patria”, “Ordenaciones divinas”, “Votos y plegarias del detenido en el Manicomio”, “Las visiones del maniaco”, o el poema “Italia y Francia… dedicado a S. S. Pío 9º, a S. M. el Rey de Italia Vittorio Emanuele II y a sus queridos hijos Príncipes Umberto y Margherita”. De las “visiones de un maniaco”, Sbragia entresaca lo siguiente: “…No puede estar quieto, se mueve por aquí, se mueve por allá: quiere hablar, no puede: habla, le faltan interlocutores. Se entristece entonces… le empiezan las manías… ¡en vano intenta protegerse de su dolor! ...”. “Los Maniacos no nacen en Bonifazio. Por lo que sabemos, en el Manicomio no brotan, como de la tierra, los locos. A los locos se les lleva y se les recluye, una puerta de bronce impide la salida, parece que les sea dicho: ¡dejad toda esperanza, aquí moriréis!” (Sbragia, 1913, p. 470).
Otro autor peculiar, calificado como grafómano (Lourié, 1920), fue el “Señor Ernest Hoüet de París”, tal era su firma, quien repetía de forma incansable palabras o frases sin aparente sentido. De lo que leemos en La Lettura referido a sus aportaciones, no nos queda claro si parte de sus reiterativos textos fueron escritos posteriormente sobre los números ya publicados, quizás solo en la colección que conservaba Sbragia quien explica: “Y aquí y allá, sobre folios que acaban en sus manos –a menudo ocupando el espacio destinado a la continuación de artículos que han quedado momentáneamente interrumpidos– escribe y escribe repitiendo diez, cincuenta, cien veces la palabra que llega primero a su pobre mente enferma”. Aunque también parece que su grafomanía formaba parte de alguno de los semanarios por naturaleza propia: “Ocupa casi por entero un número del Sotto-Pancia para repetir cientos de veces en francés: “As-tu jamais vu la lune, mon gas? As-tu jamais vu le soleil, mon gas? As-tu jamais vu les étoiles, mon gas, mon gas, mon gas?…” (Sbragia, 1913, p. 471), algo sorprendente que nos habla de una tolerancia y respeto a la idiosincrasia de los colaboradores de la revista, así como a sus particularidades y necesidades expresivas, que muy pocas veces se puede encontrar en una publicación de este tipo.
F. Pepi, otro articulista habitual, dedicó su ingenio a notas y poesías humorísticas con títulos tan inesperados como: “Intercesión a los Señores Dignatarios del Gran Comando de los Mentecatos”, “Gran pregunta para la excursión a Orbetello”, “Pequeños cuartetos para el deleite”, “Para fumar”, entre otras. Textos en los que se ocupaba de pequeñas reclamaciones y reivindicaciones frente a la institución, una sección relativamente frecuente también en otras revistas y posiblemente el único espacio donde era permitido un atisbo de inconformismo con la existencia intrainstitucional. Tal fue el caso del “café con leche”, un pequeño placer reiteradamente demandado y al que incluso dedicó un suplemento, en el que paradójicamente ¡no se hablaba del café!
Existen otros colaboradores, como Niccolò Valdelebuona, el megalómano Federigo Forbert, o el veneciano Rizzeto, aunque por finalizar nos ocuparemos únicamente de Giuseppe Spinetti, dibujante, posiblemente autor de los numerosos e interesantes dibujitos que La Lettura reproduce intercaladas entre el texto del artículo, todos ellos acompañados de su correspondiente pie explicativo y generalmente referidos al propio manicomio desde un punto de vista humorístico. Estas ilustraciones, de forma poco habitual, dejaron constancia de algunos sucesos o momentos que jalonarían la cotidianeidad institucional, para interrogarnos hoy frente al significado último de los episodios ingenuamente retratados (imagen 3).
Dibujos en formato de historieta (1. Limpieza de ollas. 2. Por falta de enfermos otros animales ocupan las habitaciones. 3. Traje de paseo del pintor (artista) Spinetti... 4. ...que se vuelve pintor de brocha gorda para acercarse al bello sexo… 5. ...por el que corre cada vez que oye su voz… 6. ...incluso una vieja.).
Precisamente, basándonos en alguno de esos dibujos, resulta sugerente como posibilidad apuntar la idea de que el mismo título de la publicación hiciera referencia al propio Leonardo Sánchez. El significado más extendido de Sottopancia en italiano es la cincha con la que se sujeta la silla de montar alrededor del pecho del caballo, que poco sentido tendría como nombre de una revista publicada en un manicomio, salvo una metafórica referencia a otro tipo de correas. Una segunda acepción hace referencia al asistente de un oficial militar, y por extensión a quien se consagra a un personaje, generalmente poderoso y autoritario, mostrando una actitud de obediencia ciega. Una descripción que se antoja aplicable a Sánchez Deus, a quien quizás entonces reconoceríamos retratado en algunas de las inocentes ilustraciones de Spinetti (imagen 4).
Referencias a “Sotto-Pancia” como persona y al diario (Regreso de Sotto-Pancia al Manicomio después de un baño frío en el río Arno por amor apasionado a la patria. Aprobación del superior para la continuación del periódico. Estudios de Sottopancia para convertirse en bailarín... ... que pronto estallará si no imprimen el periódico.).
A MODO DE CONCLUSIÓN
Puede sorprender que las publicaciones periódicas editadas en instituciones psiquiátricas por personas con una enfermedad mental, incluidas las autoeditadas de tiempos más recientes, tengan ya una tan dilatada historia, lo que permite además descubrir importantes matices diferenciales entre ellas. El estudio de sus características, tanto de contenidos y planteamientos, no solo debe servir como reconocimiento a todos aquellos que desde su infortunio pretendieron (y pretenden) hacer (y hacernos) la existencia más plena y llevadera, sino que pueden resultar un material valiosísimo para ayudar a reconstruir una historia de la psiquiatría desde el punto de vista de los pacientes, sus principales protagonistas, aun considerando las trabas externas que estos han tenido y tienen para reflejar la realidad institucional y asistencial sin limitaciones.
Sin embargo, a pesar de la abundancia de experiencias existentes, llama la atención que en general estas publicaciones han pasado relativamente desapercibidas, habiéndose perdido algunas para siempre, mientras que de otras solo se conservan unas pocas colecciones incompletas y muchas veces en manos particulares. Ejemplos de ellas son los dos periódicos referidos en el presente trabajo, uno en Essex, probablemente la primera en la historia con estas características, el segundo en Italia, antecesor en el tiempo a la publicación promovida por Lombroso, pero de los que desafortunadamente solo conservamos referencias indirectas.
Incluso las publicaciones más recientes se encuentran en serio riesgo de no sobrevivir para el futuro si no se desarrollan estrategias activas dirigidas tanto a su catalogación, como a su conservación física. Experiencias pioneras, aunque desafortunadamente demasiado aisladas, son las de la Biblioteca Cencelli (Roma), en el caso de las publicaciones editadas por personas con enfermedad mental, y más recientemente la Biblioteca Wellcome (Londres), en el caso de los “perzines” con temática relacionada con la salud, física o mental, recogidos para su colección médica gráfica.
Mientras tanto, hoy no podemos menos que animar a recuperar y fotocopiar, escanear e intercambiar ampliamente lo poco que todavía se conserve a título individual, todo ello como mejor forma de proyectarlo hacia el mañana.
El manicomio de Bonifazio en Florencia, con el primer nombre de Ospedale di San Giovanni Battista, fue fundado en 1377 por el preboste Bonifazio Lupi para indigentes y discapacitados, más tarde fue hospital de campaña para víctimas de la peste y durante parte del S. XVIII atendió a las tropas españolas.
A partir de 1787, bajo la nueva denominación de Ospedale della Carità per i Dementi, acogió en una renovada ala de sus instalaciones a los enfermos mentales según el proyecto de Vincenzo Chiarugi, su primer director entre 1788 (145 camas) y 1818. Chiarugi promulgó allí nuevas regulaciones dirigidas a humanizar el trato a los enfermos, a la vez que introducía el concepto de enfermedad mental como entidad clínico-evolutiva, pudiendo ser considerado uno de los pioneros de la psiquiatría moderna (Huertas y Del Cura, 2004; Conti, 2015). A Chiarugi le sucedieron otra serie de directores, a la vez que progresivamente las condiciones asistenciales iban empeorando y se reintroducían algunas de las prácticas coercitivas eliminadas años antes.
En 1844, Francesco Bini se hizo cargo de la institución, renombrada en 1846 como “Manicomio de Bonifazio”, junto a la cátedra de psiquiatría (Lippi y Stok, 1993). Personalidad de alto ingenio y versátil actividad, experimentó con nuevos modelos de diagnóstico y tratamiento. Por ejemplo, recién llegado, en enero de 1845, organizó el primer baile para los enfermos del hospital, que resultó un éxito a pesar de las primeras prevenciones que hubo de enfrentar. Así, y a pesar de que las condiciones en las que debía desenvolverse el trabajo no eran nada buenas, tal y como refleja el óleo “La sala de las agitadas” de Signorini (1865), no es de extrañar que durante su dirección fuera cuando se editó Il Sotto-Panzia.
Cuando, en 1885, Bini dejó la dirección con el hospital literalmente desbordado (más de 900 camas), se solicitó un proyecto de renovación a Augusto Tamburini quien propuso su cierre y la creación de un nuevo complejo hospitalario con una clínica psiquiátrica para 200 pacientes agudos. Finalmente, diez años después, Tamburini desistió de llevar adelante su proyecto, cuando ya en 1891 se había trasladado a los enfermos a S. Salvi, 4 km. a las afueras de la ciudad (Lippi, 1996). Actualmente, el antiguo Bonifazio, es sede de la policía florentina.
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